Replica a algunas impugnaciones a la teoria de carl rogers provenientes del materialismo dialectico e historico




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títuloReplica a algunas impugnaciones a la teoria de carl rogers provenientes del materialismo dialectico e historico
fecha de publicación29.01.2016
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REPLICA A ALGUNAS IMPUGNACIONES A LA TEORIA DE CARL ROGERS PROVENIENTES DEL MATERIALISMO DIALECTICO E HISTORICO.

Lic. Silvia Jáuregui

Seudónimo: Ila

Argentina

Consultorio Privado / Universidad Nacional

Te. / Fax : 054-223-491.0963
E-mail : sjauregui@sinectis.com.ar
             info@cahs.com.ar

Santiago del Estero 2647 P.B. Depto. 6 Mar del Plata

Categoría: Elaboración teórica original sobre la temática del encuentro
Mar del Plata; 19 de de junio de 2013

Ante quien corresponda

S / D

Por la presente expreso mi conformidad con las pautas establecidas.


Lic. Silvia Jáuregui

REPLICA A ALGUNAS IMPUGNACIONES A LA TEORIA DE CARL ROGERS PROVENIENTES DEL MATERIALISMO DIALECTICO E HISTORICO.

Seudónimo: Ila
Psicoterapeuta. Coordinadora de grupos.-

Estudios con R. Soifer, Sara Paín, E.Pichon Riviere, entre otros.

Docente concursada de la Fac. de Psicología de la Universidad Nacional.

Postgrados Nacional e Internacionales. (Universidad René Descartes de Francia; Complutense de Madrid; de la Laguna. España. Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid, España)

Fundadora y Directora del Post-grado de Formación en el Acercamiento Centrado en la Persona.-

Directora de diversas Tesis y Trabajos de Investigación.-

Directora del Centro de Actividades Humanísticas y Sociales (CAHS)

Disertante en Conferencias nacionales e internacionales.

Publicaciones.-

Doctorado en curso.-
PALABRAS CLAVES
Incompatibilidad. Dialéctica. Psicología científica. Materialismo.

Introducción

Tomando como punto de partida algunos trabajos epistemológicos en psicología provenientes de psicólogos cubanos, de la U.R.S.S. y Alemania Oriental, que opondrían reservas respecto de algunas formulaciones rogerianas; propongo revisarlas. El trabajo parte del presupuesto de que el Enfoque Centrado en la Persona no responde a las premisas del idealismo filosófico o a alguna otra concepción no científica y no materialista del mundo y del hombre y por lo tanto son ilegítima las tendencias a incluirlo en categorías nacionales distintas a las del pensamiento científico contemporáneo.-

Desarrollo

IMPUTACIONES Y REPLICAS
1).- Se imputa a la concepción rogeriana la extrapolación al nivel psicológico de presuntas variables biológicas y hasta cosmológicas, en detrimento de las determinantes históricosociales y ambientales en general.
RESPUESTAS A: 1
Es verdadero el interés de Rogers en el probado fenómeno de que la vida no tiende a su mera preservación, sino que hay en ella una tendencia a la autonomía y expansión indefinidas.

Este aserto proviene entre otros de Kurt Goldstein y sus hallazgos probatorios de que el condicionamiento reflejo no explica el comportamiento de los seres vivos sino que anida en ellos un ignoto poder central organizador y regenerador, de carácter autoactivo.

En efecto… seccionando miembros de animales inferiores, cuyo aprendizaje motor se consideraba hijo del condicionamiento, pudo verificar que el organismo autodiseña rápidamente otros esquemas de coordinación motriz que le permiten un nuevo tipo, incondicionado, de desplazamiento. 1).- También el biólogo Hans Driesch, frecuentemente citado por Rogers, aportó evidencias acerca de esa capacidad autogeneradora y expansiva de la sustancia viva. Separando experimentalmente los dos componentes básicos que forman el huevo del erizo de mal, obtuvo de cada componente un erizo completo, de tamaño menor. Prosiguiendo su experimento, Driesch continuó obteniendo larvas completas, en todo igual a las normales menos en el tamaño. Este fenómeno, que no puede ser explicado fisicoquímicamente por los nutrimentos del ambiente ni por la organización mecánica de los componentes de las secciones de erizos, impuso la hipótesis provisoria de una fuente central de organización, por ahora de naturaleza desconocida. Estas observaciones fueron firmemente ratificadas por el biólogo soviético Lisenko, quien demostró que modificando las condiciones ambientales de los vegetales, es posible que éstos realicen incesantes cambios de herencia, que permiten a sus descendientes adaptarse a los nuevos contextos.

Estos cambios genéticos no dejan lugar para el concepto de mutación casual o ciega, y obligan a considerar una tendencia a la supervivencia por cualquier vía como propiedad general de la materia viva.

Rogers comenta amenamente experiencias personales donde estos hechos se le presentaron, y lo hacen en estos términos:

¨Recuerdo que en mi juventud el saco en el que almacenábamos el aprovisionamiento de papas para el invierno estaba en el sótano varios pies debajo de una ventana pequeña. Las condiciones eran adversas, pero las papas comenzaban a echar tallos, tallos blancos y pálidos, muy diferentes de los brotes verdes y saludables que echan cuado son sembradas en el campo en la primavera. Pero estos tristes y delgados tallos crecían dos o tres pies, mientras se extendían hacia la luz distante de la ventana. Ellos constituían, en su extraño y vano crecimiento, una expresión desesperada de la tendencia direccional que he estado describiendo. Ellos nunca llegarían a ser una planta, nunca madurarían, nunca desarrollarían sus auténticas potencialidades, pero en las circunstancias más adversas luchaban con uñas y dientes para llegar a ser. La vida no se daría por vencida, aunque no pudiera prosperar¨.

Y en otra ocasión, nos dice: observando unas especies marinas palmiformes examinando una de estas plantasen los intervalos entre las olas, parecía claro que ésta frágil planta, erecta y pesada en la parte de arriba, sería completamente aplastada y destruida al siguiente golpe de ola. Cuando ésta llegaba, el tronco se doblaba casi al nivel del suelo y todas las hojas eran puestas como en línea recta por el torrente de agua; sin embargo, en cuanto pasaba la ola, la planta, tenaz y flexible, se ponía vertical de nuevo. Parecía increíble que fuera capaz de soportar ese golpeteo constante hora tras hora, día y noche, semana tras semana, quizás año tras año, y que en todo ese tiempo se estuviera nutriendo, extendiendo sus dominios reproduciéndose a sí misma, en pocas palabras que estuviera manteniéndose y mejorándose a sí misma en este proceso que en nuestra forma de escribir llamamos crecimiento. Aquí, en esta planta marina, semejante a una palma, estaba la tenacidad por la vida, el empuje vital, hacia delante, y la habilidad para sobrevivir en un ambiente increíblemente hostil, no simplemente quedándose estática, sino siendo capaz de adaptarse, desarrollarse y convertirse en ella misma.

Este punto de vista, que posiblemente tenga en los pensadores norteamericanos Snygg y Combs (4) sus primeros exponentes en el campo psicológico, es perseguido en su vía experimental por varios psicólogos contemporáneos relevantes, Joseph Nuttin entre otros (5). Existe en los seres vivos, incluido el hombre, una tendencia tanto ¨psíquica¨ como ¨somática¨ a la búsqueda activa de estímulos, a la generación de respuestas incondicionales, espontáneas, y a la autorregulación integral. En el campo asistencial, una prueba de ello es la remisión de las patologías psicológicas y la misma búsqueda de relaciones de ayuda en los sujetos que la solicitan: tal como ocurre con el cirujano, el psicólogo clínico puede confiar en que el consultante liberará capacidades de autoreparación espontáneas, al margen de elementos introducidos exógenamente por él. Esta potencialidad autoreparadora no es más que la puesta en funciones, en los procesos que hoy por hoy llamamos psíquicos, de la tendencia que hemos descrito en el terreno biológico.

Sin embargo, Rogers aspira a ir más lejos. Esta dirección al crecimiento operaría, más allá de los fenómenos psicobiológicos, en el universo entero, lo que transforma a una hipótesis de trabajo que ya resultaba especulativa y compleja en su propio ámbito en una formulación cosmológica, francamente metafísica, preñada de connotaciones vitalistas. Se buscan pruebas de que toda forma obsérvale proviene de otras más simples, y esto a nivel de la constitución de los cristales, los sistemas planetarios, las galaxias. El infinito pasaje de lo homogéneo simple a lo heterogéneo complejo tipo Spencer, se llamará ¨tendencia formativa¨.

En palabras de Rogers:

¨Está claro que todas las galaxias, todas las estrellas, todos los planetas, incluyendo el nuestro, fueron formados de un cúmulo de partículas en movimiento menos organizados. Muchos de estos objetos estelares son ellos mismos formativos. En la atmósfera de nuestro sol, los núcleos de hidrógeno se fusionan para formar moléculas de helio, de naturaleza más compleja. Se hacen hipótesis de que en otros planetas se forman moléculas todavía más pesadas por tales interacciones. Yo entiendo que cuando los simples materiales de la atmósfera de la tierra que estaban presentes antes de que comenzase la vida – hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, en forma de agua o amoníaco – Son tratados con cargas eléctricas o con radiación, empiezan a formarse moléculas más pesadas primero y aminoácidos después. Parecemos estar a sólo un paso de la formación de virus y organismos vivos más complejos. Se encuentra en acción un proceso creativo y no desintegrador¨. Sin olvidar las tendencias universales a la disgregación (entropía), Rogers nos recuerda que, ante todo, son los procesos constructivos y expansivos los que mueven la materia inerte, los organismos vivos y los procesos psíquicos. Pero de esta manera, una fuerza impersonal, ahistórica y asocial, deviene el nervio motor de la estructuración de la personalidad humana y del comportamiento en general. El ambiente pierde el papel infinitamente modelador que posee en otras orientaciones psicológicas (el behaviorismo, por ejemplo) o carece de la fuerza estructurante que le atribuye el materialismo histórico. Con esta postura, Rogers ¨se concilia con los enfoques biologistas, simplificadores, del mundo psíquico del hombre, reduciendo las diversas necesidades y motivos, por su origen, a la tendencia actualizante inherente a la personalidad del sujeto e identificando las fuerzas dinámicas que conducen a la maduración del hombre con las existentes en otras especies¨(6). Este tipo de imputación, muy frecuente, obliga al establecimiento de algunas precisiones conceptuales.

En primer lugar, la hipótesis del autodesarrollo nace de la observación clínica y se impone en el marco de una parsimoniosa teoría de las perturbaciones mentales.

En un trabajo de abordaje obligatorio para la comprensión sistemática del pensamiento rogeriano se presenta la totalidad del corpus doctrinal como emergida de ¨hechos observados apoyados en elementos de prueba¨ sobre la teoría de la psicoterapia y el cambio de la personalidad. (7) A su vez, la teoría de la psicoterapia y del cambio de la personalidad es un conjunto de hipótesis relativas a los resultados de la terapia, tal como se observan en el propio suelo clínico y como los verifica la minuciosa investigación experimental posterior. De este modo, ¨la tendencia del individuo a experimentar concientemente los causales de su perturbación psicológica, esto es, las incongruencias entre su autopercepción y su vida experiencial, y además, la capacidad y la tendencia a reordenar su autopercepción par hacerla congruente con su vida experiencial¨ y así combatir y extinguir su propio padecimiento psíquico, es un descubrimiento producido en el nivel psicológico estricto y no una noción apriorística tomada de otro campo e injertada en este nivel. Pero este hallazgo necesitaba salir del plano de la mera conjetura. Convencido, y en sentido contrario de psicólogos clínicos de otras corrientes, de que un contexto de descubrimiento no deviene por sí mismo en contexto de validación, Rogers, en otro movimiento creador, inicia, desde 1940, las primeras investigaciones sistemáticas sobre efectos de las psicoterapias. Estas investigaciones, que superan notoriamente en cantidad y en calidad a las de otras escuelas psicoterapéuticas prueban – al menos hasta hoy y de un modo incontestable - , que toda persona posee el poder de dirigirse a sí misma en función de fines que la enriquecen y también la facultad de reorganizar sus propios procesos psíquicos en aras de un creciente equilibrio o superación. Hasta que nuevos y más exigentes investigaciones lo desmientan, existe en los sujetos humanos una tendencia a la autoconciencia, la autoreparación y el crecimiento psicológico sin límites precisos.

En segundo término, la dimensión social es importante en Rogers en un sentido por demás interesante para cualquier psicólogo orientado por las premisas del materialismo histórico. Lejos de postular una lucha inveterada entre naturaleza y cultura, entre impulsos de fuente biológica y pautas de orden social – como es de rigor, por ejemplo, en la concepción freudiana - , Rogers hace intervenir lo social como una variable relevante pero no necesariamente antagónica a la ¨naturaleza¨ humana. Es importante en su concepción lo microsocial, lo que él designa como ¨los otros significativos¨, puesto que a partir de un sistema de identificaciones constituirá el sí mismo (self) del sujeto, sí mismo se distingue por no estar creado en función de reprimir tendencias antisociales y por ser capaz de regular, desde planos cognitivos, la totalidad de la personalidad. Y es importante desde un ángulo macrosocial o sociohistórico, puesto que la lucha entre los impulsos de raíz biológica y la normativa social sólo es concebible en culturas en las que las pautas que deben introyectarse son antagónicas a las demandas biológicas. Sólo las sociedades con arbitrarios sistemas religiosos, éticos y jurídicos instauran dentro del hombre la lucha entre lo pulsional, instintivo u organísmico y lo intelectual e ideológico. Estamos lejos de toda posición instintivista o de simple reducción de tensión, y muy próximos, en cambio a un relativismo donde distintos tipos de culturas forjan distintos tipos de destinos psicológicos. En este sentido, importa también que el concepto rogeriano de negación – aparente gemelo del concepto freudiano de represión – no implica necesariamente la censura social de tendencias de raíz biológica, sexuales o agresivas. En palabras del propio Rogers ¨Ya habíamos descubierto que el concepto convencional de represión (que la considera vinculada a los impulsos prohibidos o socialmente prohibidos) no servía para explicar ciertos hechos. Con frecuencia los impulsos y sentimientos reprimidos más profundamente son sentimientos positivos de amor, ternura o confianza del yo¨. La responsabilidad de última instancia decae, como se ve, en la índole del orden normativo represor, que puede violentar proclividades positivas. Por lo demás, nada temible habita en el fondo del hombre rogeriano que requiera un perpetuo trabajo de represión por parte de la sociedad. Para esta antropología somos seres gregarios y creadores, y solamente los órdenes sociales injustos o anacrónicos ponen en marcha las conflictivas profundas y las patologías psicológicas.

A modo de resumen para este apartado, entonces formularemos las siguientes observaciones:

a) Al margen de los hallazgos de la moderna biología, y más aún del resto de las ciencias naturales, existe en el psiquismo humano una tendencia direccional hacia la realización de potencialidades psicológicas, la autorregulación psíquica, la búsqueda de situaciones más ricas en estímulos y la capacidad de autorestauración ante las dolencias.

b) Las variables de orden históricosocial y ambientales en general tienen una gran importancia para la concepción rogeriana, tanto en la constitución del psiquismo individual como en la producción de patologías. Según emerge de una lectura global de la obra rogeriana, el hombre es un ser gregario, dotado de atributos positivos y cuyo interior no encierra impulsos que merezcan desconfianza o represión por parte de instancias sociales.

c) La imagen del hombre implicada en el pensamiento rogeriano es, si bien distinta, no antagónica con la que proviene del materialismo histórico: se trata de un sujeto autoactivo, constructor de su propio destino, no esclavo de presiones instintivas ni de acondicionamientos mecánicos, orientado hacia un progreso personal, material y cultural creciente, dotado de capacidades que requieren un suelo social rico para su realización.
2).- Una segunda crítica apunta a la consideración que hace Rogers a un único factor dinamnógeno (TA) como explicación de los procesos psíquicos y conductuales más significativos.
RESPUESTA A (2)
Tanto la gnoseología del empirismo lógico como desde la concepción dialéctica, la simplicidad es tenida por un atributo positivo en las teorías científicas. Una teoría A es más simple (o ¨elegante¨, o ¨parsimoniosa¨) que una teoría A' si da cuenta de los mismos hechos con menos cantidad de hipótesis adicionales o de hipótesis interpretativas de cariz especulativa. Se dice que una teoría es antieconómica o ¨pesada¨ cuando instrumenta una gran cantidad de entidades teóricas para explicar un hecho concreto. Simplicidad no significa, empero, simplificación reduccionista. Es más ¨simple¨ enunciar un factor motor único para la conducta (por ejemplo: tendencia actualizante) que hacer vacías enumeraciones de instintos, necesidades o motivos ¨básicos¨. Una proposición simple es más fácil de verificar y a veces evita la innecesaria multiplicación de entidades explicativas. Podría afirmarse que, en este aspecto, la investigación contemporánea carece de fronteras ideológicas, al menos en el terreno de la ciencia natural: la economía de hipótesis en física, química o biología es bien recibida por todos. No otra es la intención de Rogers que la de proponer esta simplicidad (que no es simplificación) en sus hipótesis explicativas básicas. El dice (8): ¨Es importante señalar que la tendencia actualizante es el concepto fundamental que se postula en este sistema teórico y que es el organismo en su totalidad, y sólo en su totalidad, el que presenta esta tendencia. No hay en el sistema homúnculos ni otras fuentes de energía o de acción. El yo, por ejemplo, es un constructor importante en nuestra teoría, pero el yo no ¨hace¨ nada. Es sólo una expresión de la tendencia general del organismo a comportarse en formas tales que lo mantengan y mejoren. Señalemos también que los conceptos de motivación denominados reducción de la necesidad, reducción de la tensión, reducción del impulso, están incluidos en el concepto de tendencia actualizante. Este incluye también las motivaciones de crecimiento que parecen ir más allá de estos términos. La tendencia a caminar en lugar de arrastrarse (que permitirá cumplir las mismas funciones)¨.

En sustitución de los listados de instintos y/o pulsiones como fuerzas movientes de la actividad humana se ha tenido más recientemente a listado de necesidades, las cuales a veces se ordenan jerárquicamente. Desde una óptica materialista dialéctica, plantear el instinto o su sustituto la ¨necesidad de¨ no resuelve sino que complica el problema. No hay en el hombre necesidades prístinas, presociales. En su crianza y desarrollo en un mundo simbólico–cultural, el hombre va creando necesidades y abandonando otras. El punto de partida explicativo no puede ser la necesidad, sino el desempeño social concreto que la genera. Esta es una perspectiva no biologista, no reduccionista.

Si postular instintos es teóricamente poco económico, postular jerarquías de necesidades parece serlo aún menos, por carecer éstas de fijeza, como el instinto, y por ser social e históricamente mudables. La hipótesis de tendencia al autodesarrollo integral de Rogers, en cambio está ubicada ¨por detrás¨ de pulsiones, instintos o necesidades concretas, a un punto tal que parece pertenecer a otro universo de discurso: es la tendencia a adquirir necesidades, a necesitar adquirirlas, a necesitar un mundo social rico en solicitaciones, a vivir intensamente en él. Planteado en otros términos, pudiera decirse que la existencia de múltiples necesidades y motivos socialmente condicionados, no contradice la idea de un factor de fondo: el impulso a mantenerse y crecer. En este sentido, puede imputársele a Rogers, simplemente, no abordar las problemáticas más complejas de la estructuración de la personalidad, como la adquisición social de motivos, la progresiva autonomización de los mismos, etc.

Y en efecto, así es. Fiel a los principios del positivismo lógico, a los que nunca renunció, Rogers se negó a especular fuera de aquellos temas y problemas específicos a que su práctica lo enfrentó: primero la terapia y sus condiciones, luego los cambios de la autopercepción, problemas puntuales de la vida familiar, la educación o la dinámica de grupos, y por último las relaciones interpersonales en general. Como el propio Carl Rogers lo advierte, los márgenes de error aumentan a medida que nos alejamos de la fuente empírica de su saber: la relación terapéutica. Pese a estas limitaciones inherentes a su formación metodológica en un contexto académico reacio a la especulación, la feracidad de las pocas y simples proposiciones rogerianas es notable y ha dado frutos en capos inesperados, como la epistemología, la psicología social o la pedagogía.

Resumiendo este segundo párrafo, podemos señalar que el monismo rogeriano plantea una cuestión psicobiológica que se ubica ¨más al fondo¨ de las especulaciones referidas a aspectos pormenorizados de la estructuración de la personalidad y no se contrapone casi a ninguna de las teorías sobre la adquisición de actitudes, necesidades o motivos. Esta situación es hija de la cautela metodológica de Rogers, bien ejemplificada en esta respuesta suya a ciertas críticas. ¨… fue interesante observar con cuánta frecuencia se criticó a la T1 (1) el CL. Porque no se basaba en ninguna teoría coherente de la personalidad. Esta crítica parece una distorsión tal del papel de la teoría en el progreso científico, que bastará una breve réplica. No hay necesidad de una teoría hasta que, y a menos que, existan fenómenos a explicar. Limitando nuestra consideración a la psicoterapia, no hay ninguna razón para formular una teoría de la terapia hasta que haya cambios observables que requieran explicación. Entonce es útil una teoría unificadora para explicar lo que ha sucedido, y para adelantar hipótesis probables acerca de futuras experiencias. Así, en el campo de la terapia, el primer requisito es una habilidad que produce un resultado efectivo. A través de la observación del proceso y del resultado puede desarrollarse una teoría parsimoniosa que se proyecta en nuevas experiencias con el objeto de poner a prueba su adecuación. La teoría se revisa y modifica con el propósito – nunca plenamente alcanzado – de proporcionar un marco conceptual completo que pueda abarcar adecuadamente todos los fenómenos observados. Lo básico son los fenómenos y no la teoría¨. (9)
3).- Un tercer reproche hecho a la teoría rogeriana es el de otorgar excesiva autonomía a los factores conscientes, al sí mismo y a los proyectos y sistemas axiológicos, olvidando las determinaciones profundas de raíz biológica y sociológica.
Convendría aclarar, desde el comienzo, que la concepción materialista histórica del hombre no considera a éste como esclavo de los instintos o impulsos de raíz somática ni tampoco como receptor pasivo de estímulos sociales. Para la antropología marxista el hombre es un ser sustancialmente creador; forjador, en última instancia, de las mismas fuerzas objetivas que luego irán a determinarlo. En opinión del propio Marx, del mismo modo en que la sociedad general al hombre en tanto hombre, éste genera a la sociedad. Los individuos dependen de los condicionamientos sociohistóricos, pero también se incluyen de un modo activo, conciente y crítico en los procesos históricos, dirigiéndolos, variándolos, perfeccionándolos. Visto el problema desde este ángulo, lo que importa como primer paso es delimitar los alcances de la libertad y autonomías individuales en el pensamiento rogeriano, en relación con condicionantes externos e internos.

Rogers no comparte el postulado idealista de una libertad objetiva y esencial, que impere sobre cualquier intento de coacción. El hombre puede ser o es constantemente condicionado. Lo es, de hecho, desde dentro, por demandas que emergen de la ¨experiencia organísmica¨, y también desde fuera, tanto por los ¨otros significativos¨ como por la sociedad en general. Pero la Libertad en Rogers es un propósito subjetivo, una posibilidad psicológica que garantiza el equilibrio y el crecimiento psíquicos.

El hombre puede ser interiormente libre: ¨en primer lugar, la libertad de la que hablo es esencialmente interior; existe dentro de la persona aparte de las elecciones alternativas externas que a menudo pensamos que forman parte de la libertad. Hablo de la clase de libertad que Viktor Frankl describe en su experiencia en el campo de concentración, cuando se despojaba de los prisioneros de todo: posesiones, status, identidad. Pero los meses y años en tal ambiente sólo demostraron que se puede despojar a un hombre de todo excepto de una cosa: la última de las libertades humanas, elegir una actitud en cualquier conjunto de circunstancias dado, elegir la propia modalidad. Me he referido a esta libertad interna, subjetiva y existencial¨. (10)

La precondición de esta libertad interior tiene que ver con el autoconocimiento y la autoaceptación. No obstante estar la conducta humana determinada, puede hacerse más elástico el marco de la determinación.

¨Sostengo que a medida que el individuo se acerca a su óptimo y completo funcionamiento, su conducta, a pesar de predecir, y aunque es siempre confiable y adecuada, es también más difícil de controlar. Esto significa que la ciencia de la psicología, en su nivel más alto, sería mas bien una ciencia de comprensión que de predicción, un análisis de las leyes que determinaron lo ocurrido más que un control de lo que sucederᨠ(11)

Algunas situaciones contextuales pueden determinar la alienación del individuo; otras pueden determinar su libertad interior. La segunda situación es la de la psicoterapia, y allí se evidencia cómo algunas firmas condicionantes de origen ambiental pueden generar, paradójicamente, una necesidad de libertad:

¨Según mi definición de la persona que funciona plenamente, podemos ver desde una nueva perspectiva la relación entre libertad y determinismo. Podemos decir que en una terapia ideal la persona vivencia la más completa y absoluta libertad. Desea o elige el curso de acción más económico en función de los estímulos internos y externos, porque esta conducta será la que le brindará mayores satisfacciones. Pero además este curso de acción estará determinado por los factores de la situación existencial… para mí (esto) es el fundamento racional de la realidad subjetiva de absoluta libertad de elección, tan importante en terapia, y al mismo tiempo es la base teórica del más completo determinismo, piedra angular de la ciencia. Con este marco de referencia puedo entrar subjetivamente en la elección pura y desnuda que experimenta el cliente. Como científico, también puedo estudiar su conducta como determinada de manera absoluta¨. (12)

Puede verse a la luz de estas extensas citas, qué lejos estamos de ese ser abstracto y emancipado de cualquier condicionamiento que proponen algunas tradiciones espiritualistas con las que Rogers aparece, en ocasiones, falazmente identificado. Por el contrario, dentro de la concepción rogeriana ser libre es asumir una actitud ante los condicionamientos.

Además de existir determinaciones microambientales producidas de modo artificial por el psicólogo (condiciones de la psicoterapia), existen aquellas de orden sociohistórico que pueden impedir que algunos modos de concebir el mundo, algunas ideologías e incluso algunos grupos humanos prosperen (13). En referencia a ¨la persona que surge¨, es decir el tipo humano contestatario, pacifista, antiutilitarista y antimoralista que Rogers ve asomar en la cultura estadounidense y de la Europa occidental, señala su inviabilidad histórica según argumentos históricos, puesto que, semejantes a aquel tipo griego clásico que creía en la sabiduría y el los valores humanos persas, estas ¨personas emergentes¨ no podrán, al menos por ahora, abatir el centralismo estatista, el conservadurismo, el intelectualismo y la empresa de modelado de la conducta. Es notable sin embargo, el modo en como Rogers vacía de contenido socioeconómico y político a este fenómeno, y cómo desvía su atención de las confrontaciones de clase a favor de una ¨lucha de mentalidades¨ sin referentes estructurales identificables. Tal como ocurre con el resto de las psicologías no marxistas las hipótesis explicativas que fuero eficaces para dar cuenta de fenómenos microsociales se extrapolan a la dimensión históricosocial, perdiendo allí todo poder explicativo. Pero a favor de Rogers diremos que hay en él conciencia de la posibilidad de estos extravíos metodológicos. En un trabajo sistemático que elaboró por encargo de la American Psychological Association, presenta su teoría general como abarcadora de varios ámbitos: teoría de la terapia, de la personalidad, del funcionamiento psíquico pleno y de las relaciones interpersonales, en ese orden. Añade un diagrama, en el que la teoría se elaboró en las cuatro direcciones indicadas. El lector debe recordar que el margen de error puede aumentar a medida que nos alejaos del centro. En general, se dispone de menos elementos de prueba en las zonas periféricas que en el centro¨. (14) El espacio teórico de la historia social está demasiado alejado del ¨centro¨ fecundo de donde emanan los conceptos básicos de Rogers: la clínica psicológica.

En relación al reparo que existiría sobre la importancia excesiva de los factores concientes, los proyectos y los sistemas axiológicos, conviene hacer una precisión. En los 3 textos de referencia Rogers es incluido entre los fenomenólogos, los psicólogos personalistas, los ¨teóricos del sí mismo¨ y otras categorías similares, correspondiendo al autor respectivo y la responsabilidad de los ordenamientos. En estas ocasiones Rogers es ubicado junto a Maslow, Goldstein, Nuttin, Allport y otros, y no resulta claro cuando las imputaciones lo alcanzan a él, específicamente. Tal es caso del excesivo énfasis en la conciencia y en los valores. No obstante, conviene transitar este tópico puesto que el énfasis puesto en la conciencia y en otras ideologías es, precisamente, el sesgo de cuantos intentos se conocen hasta hoy de construir una psicología dialéctica. Para la tradición soviética (Vigotsky, Rubinstein, Galperín, Leontiev, Luria) la especie humana es incontestablemente ¨corticovisceral¨.

El Neocortex y sus capacidades son evolutivamente posteriores a los sistemas vegetativos, alojan a la conciencia, y ésta gobierna eficazmente los impulsos internos y el medio externo. Este medio externo, por lo demás, es de naturaleza simbólico-cultural (histórico-social) y los sistemas axiológicos, en forma de proyectos, planes y propósitos concientes comandan la actividad. La tradición de pensamientos que se opone a ésta es la ¨víscero-cortical¨, de origen idealista, romántico, postulando, como lo hace Freud, la metáfora del iceberg, según la cual las oscuras pulsiones de fuente somática que permanecen soterradas en planos inconcientes son la base dinamógena, la determinante, en tanto que la conciencia no es sino el extremo visible, desproporcionadamente poco eficaz en la estructuración del psiquismo, por su carencia de potencias propias.

No parece posible ubicar a Rogers en alguna de las dos tendencias pese a poseer sus hipótesis elementos de ambas.

A diferencia de Mac Dougall, que auspiciaba una lista de instintos, o de Freud, quien proponía un par pulsional de libido y agresión, la ¨base¨ del iceberg es, en Rogers, la ¨experiencia¨, entidad muy poco especulativa que el autor define así:

¨todo lo que sucede en el organismo en cualquier momento, y que está potencialmente disponible para la conciencia. Podemos citar, por ejemplo, los aspectos psicológicos del hambre (aún cuando el individuo esté tan absorbido por el trabajo, el juego, etc., que no tenga conciencia de que siente hambre); los efectos que producen en el organismo la visión, los sonidos y los olores, aún cuando ocupen el centro de la atención; la influencia de la memoria y de las huellas de las experiencias pasadas, en la medida en que actúan sobre la experiencia inmediata.

Señalemos, no obstante, que el concepto de experiencia no incluye fenómenos tales como las descargas de neuronas o los cambios de la tasa de glucosa de la sangre, debido a que estos hechos no están directamente disponibles para la conciencia. O sea que nuestra definición no es fisiológica sino psicológica¨. (15)

Luego, acercado aún más su definición a la observación científica, añade:

¨Debemos señalar, por último, que el concepto de experiencia se refiere a los datos inmediatos de la conciencia, no a una acumulación de experiencias pasadas. Se cree que tal delimitación posibilita definiciones operacionales de la experiencia, o de una experiencia, es decir, de un segmento determinado del campo experiencial¨. (16)

¿Y qué aspectos de la conciencia interesan a Rogers?

Ante

Todo, aquello que I. Chesnokova estudia como ¨autoconciencia¨ en el colectivo de autores soviéticos. (17)

La conciencia es la representación simbólica de una parte de nuestra experiencia. Cuando una experiencia puede simbolizarse libremente, sin distorsiones defensivas, se entiende que está disponible para la conciencia, y en este sentido, toda la experiencia es potencialmente conciencializable, aunque no al mismo tiempo, por supuesto. Puede tenerse una representación vaga de una experiencia (fondo), mientras que otra puede alojarse en el foco mismo de la conciencia (figura). Debe advertirse cómo no existe una contradicción inconciliable entre las tendencias del organismo y la conciencia de ellas. Cuando tal disociación se da (incongruencia) es que han obrado factores exógenos negativos, promoviendo distorsiones perceptivas.

En esta breve exposición, el concepto de ¨sí mismo¨ ingresa como una parte diferenciada de la experiencia que se transforma en autoconcepto. El autoconcepto nace de lo que percibo de ¨mí¨, de lo que percibo de mis relaciones de mí misma con los otros, con la vida social y los valores. Es la conciencia de que soy y de que funciono. Sin embargo, es temprano para especular sobre el origen de esta instancia, inferida de los hechos clínicos:

¨¿Es necesaria la interacción social para que se desarrolle el sí mismo? ¿Tendría un sí mismo una supuesta persona criada sola en una isla desierta? ¿El sí mismo es básicamente un producto del proceso de simbolización? ¿Es el hecho de que las experiencias pueden ser no sólo experimentados directamente sino también simbolizados y manipulados en el pensamiento, lo que posibilita la existencia del sí mismo? ¿Es simplemente la parte simbolizada de la experiencia? Estas son algunas de las preguntas a la que la investigación habrá de responder¨. (18)

El tema de los sistemas de valores y cómo operan en los individuos es central en el pensamiento rogeriano, e implica la negación radical de todo intelectualismo. Los valores sólo mueven la conducta humana si están soldados en cada sujeto, a demandas oganísmicas profundas, y estas demandas, como expresión de la T. Actualizante, son siempre más sabias en el intelecto. El bebé, por ejemplo, sabe qué le gusta o disgustas, el centro del proceso valorativo es él mismo, ya que aún no está influido por lo que sus mayores, la iglesia o la publicidad estiman que debe preferir. El hombre adulto de la sociedad ¨moderna¨, en cambio, considera como propios los valores exógenos introyectados, y la fuente de la evaluación está fuera de él, y elige o desecha en función del amor o aceptación que puede recibir o perder. Las psicopatologías corrientes son hijas de este proceso invertido de valoración, y es necesario volver a oír las demandas internas.

¿Conduce esto al egoísmo y a la disgregación social? Por el contrario:

¨Me atrevo a opinar que cuando el ser humano goza de libertad interior para elegir lo que valora profundamente, sea lo que fuere tiene a optar por aquellos objetos, experiencias y metas que contribuyen a la supervivencia, crecimiento y desarrollo propios y de otras personas., Supongo que es propio del organismo humano preferir esos objetivos de contenido socializados y que permiten la realización personal cuando está expuesto a un medio que favorece su desarrollo. Como corolario, digamos que en cualquier cultura donde haya un clima de respeto y libertad y se valore al ser humano como persona, el individuo maduro tenderá a elegir y preferir esas mismas orientaciones de valor¨. (19)

Estas observaciones sobre la naturaleza de los conciente y el peso de los valores en Rogers tienden a ¨despegarlo¨ de otros pensadores con los que se lo asocia, sobre todo Joseph Nuttin y Gordon Allport. Estos dos psicólogos comparten algunos espacios teóricos con Rogers pero en otros –conciencia y valores, por ejemplo- se distancian bastante de él.

En resumen, la teoría rogeriana no olvida el peso condicionante de factores de raíz orgánica y social, y queda bien claro que visualiza al hombre como absolutamente determinado, aunque interiormente capaz de una libertad que le permita tomar posición ante las determinaciones. Los aspectos concientes de la conducta no mantienen una gran distancia de los procesos inconcientes y tampoco se oponen fatalmente a éstos. Los valores y creencias son incapaces por sí mismos de comandar el comportamiento a menos que se involucren con demandas e impulsos de orden profundo y genuino. No existen postulados de cuño espiritualista e intelectualista que propongan un vuelo propio y autónomo para la conciencia, la inteligencia o los sistemas axiológicos.
4).- Una cuarta objeción es la de la infertilidad del pensamiento rogeriano para la elaboración de una teoría completa de la personalidad, quedando remitidas sus formulaciones a la estructura y función del sí mismo.
La respuesta a este tipo de objeción está en buena medida contenida en el ítem 2, donde se señala la necesidad, para el teórico científico de no desbordar los hechos con hipótesis adicionales o interpretativas que transforman a las explicaciones en pseudoexplicaciones y a las teorías en sistemas de conjeturas ociosas.

Esto es muy notorio en el positivismo estadounidense, pero aún en el pensamiento dialecto se camina desde lo sensorial-concreto a lo abstracto, para luego pasar a lo mental-concreto, esto es, desde lo más simple y ligado a la inmediatez, hasta la aprehensión intelectual de las regularidades y los procesos. En psicología, los resultados altamente contradictorios de la investigación prueban que estamos en las etapas iniciales de conocimiento científico real: la recopilación de hechos y datos básicos a partir de la observación, y luego una experimentación incipiente pero insoslayable.

Una teoría ¨completa¨ de la personalidad sería aquella que hubiese ya resuelto las siguientes incógnitas disciplinarias:

  1. Correlación de variables innato-adquiridas o, biológicas y sociales.

  2. Interrelación de variables motivacionales y estructuras cognoscitivas.

  3. Formación de motivos, necesidades, intereses y capacidades.

  4. Nexos articulantes sociedad-individuo; y sus gradientes.

  5. Estadios, fases o regularidades de estructuración del psiquismo.

Pero como es sabido, existen tantas ¨teorías¨ de la personalidad como ¨personólogos¨, psiquiatras, psicólogos clínicos y psicosociólogos. Las hay aún de origen empirista-asociacionista, racionalista-innatista, interaccionistas de todo orden, motivacionista y cognitivistas, y muchas variedades de origen materialista-dialéctico. Se acepta en los foros internacionales que la personalidad es el más integral pero complejo objeto de estudio psicológico, y recientemente la célebre psicóloga soviética Bluma Zeigarnik ha manifestado que la personalidad habrá de transformarse en el motivo último y más importante de investigación pues integra todos los capítulos por ahora dispersos de la psicología. Ante tal contexto no parece viable en el seno de la ciencia aunque quizás sí en el de la filosofía, la construcción de una teoría acabada de la personalidad. En cambio, es posible, a la luz de la investigación y nunca fuera de ella, ir formulando sistemas de ideas que unan evidencias en algunos ámbitos específicos del área: la actividad (Leontiev), la motivación (Nuttin), los rasgos (Allport), la autopercepción (Rogers), la orientación (Uznadzé), etc.

Para Rogers, evitar las generalizaciones arbitrarias ha sido, desde siempre, una consigna:

¨… a partir de las observaciones que hicimos, no extrajimos sino conclusiones sencillas y formulamos sólo hipótesis comprobable. Pudimos haber optado por las deducciones complejas y por el desarrollo de una teoría abstracta, no comprobable y sofisticada, pero mis antecedentes rurales me impidieron hacerlo. Los freudianos escogieron esta alternativa; creo que ahí se encuentra una de las diferencias fundamentales entre la posición psicoanalítica y el enfoque centrado en la persona del cliente¨. (20)

Respecto a la estructura y función del sí mismo, según la crítica el único aporte concreto en lo teórico, ya hemos visto en el apartado anterior cómo, respecto de su naturaleza, no hay más que interrogantes. Rogers consigna la aparición del concepto en boca de los consultantes: ellos tendían siempre a hablar en función del sí mismo. Nos refiere:

¨comencé mi labor con la idea preestablecida de que el ¨sí mismo¨ era un término vago, ambiguo, científicamente sin sentido, que había desaparecido del vocabulario psicológico al mismo tiempo que lo habían hecho los psicólogos introspeccionistas. En consecuencia, fui tardo en admitir que, cuando se les daba la oportunidad a los clientes de expresar sus problemas y sus actitudes con sus propios términos propicio a la especulación interesada o arbitraria, es recomendable ¨extraer conclusiones sencillas y formular sólo hipótesis comprobables¨ dejando a la reflexión filosófica la tarea de producir inferencias de alto nivel.
5).- Una quinta crítica a la concepción rogeriana es la de poseer un alto grado de eclecticismo, ya que en ella habitan hipótesis o asertos de muy variado origen.
La imputación de eclecticismo la realiza, enfáticamente, el psicólogo cubano Fernando Gonzalez Rey, quien encuentra que el eclecticismo es, a la par que la pobreza teórica, algo que debe ser señalado a Rogers.

Según la definición que, basado en Lenin, nos da del ¨eclecticismo¨ otro psicólogo cubano, González Serra, éste no es más que una variedad del dogmatismo, pues ¨el ecléctico huye de la unilateralidad de la lógica formal y une un fragmento de un autor y un fragmento de otro, es decir, sin ir a un análisis concreto que tenga en cuenta las relaciones, el lugar y el tiempo en que una determinada afirmación es verdadera o falsa¨(23). Dogmáticamente, el ecléctico establece él mismo los criterios de verdad, y en función de ellos, elige, selecciona. El ecléctico es entonces siempre arbitrario y por lo tanto no tiene un espacio legítimo en el mundo de la ciencia, donde no es posible poseer parámetros no públicos de validación. A este tipo de ecléctico al que se refería Lenin no es difícil encontrarlo en los campos de la filosofía del hombre y de la historia, de la axiología, la estética o aún la política.

En la investigación científica no es posible hablar de eclecticismo en este sentido, como dijimos. Sin embargo, ¿Existe algún equivalente a él? Suponemos que este sería el caso del ¨pluralismo sistemático¨ de Gordon Allport, del ¨eclecticismo constructivo¨ de Gardney Murphy o del sintetismo dialéctico del propio González Serra. En estos casos, se entiende que en el seno de cada formulación psicológica sobre –por Ej.: actividad, cognición o motivación existe un núcleo de racionalidad, el cual, lejos de ser negado metafísicamente, es incluido en nuevos o superiores ordenamientos teóricos. Para Allport o Murphy, la piedra de toque sería que puedan superar los obstáculos observacionales y experimentales. Así, si hipótesis tales como las del condicionamiento reflejo, ley de efecto, psiquismo inconciente, mecanismos de defensa, autorrealización o autonomía de los motivos soportan cualquier episodio empírico, ello es muestra de su consistencia (esto es, de su existencia real) y de su derecho, por lo tanto, a ser consideradas en las teorías psicológicas que, en el futuro, superarán y reabsorberán a las presentes. De tal modo, podría ocurrir con los asertos pavlovianos y freudianos no fueran respectivamente excluyentes sino integrables en categorías teóricas que superen a las actuales, y lo mismo vale para con cualesquiera otras concepciones. En el caso del psicólogo cubano, a las constataciones empíricas habría que añadir su abordaje desde las leyes de la dialéctica, fundamentalmente la de unidad de los contrarios, y el encuadramiento de los temas y problemas en las premisas del materialismo histórico.

Ante esta problemática, la actitud de Carl Rogers es definidamente antiecléctica, y nos previene frecuentemente contra el eclecticismo. Para él, cada escuela psicológica-psicoterapéutica debe abordar sus problemas a partir de sus propias hipótesis básicas, a fin de que éstos se validen o desconfirmen. La actitud ecléctica impide una cabal intelección de la realidad, ya que cuanto más ¨plural¨ es la lectura de los hechos, tanto mayor es la posibilidad de racionalizarlos, de sufrir el espejismo de corroborar ¨parte de la teoría¨. Por el contrario, propone que cada escuela de pensamiento ponga a prueba sus hipótesis propias, exentas de contaminación ecléctica, hasta que ellas se verifiquen o desconformen. Así lo hace él en el campo clínico con su hipótesis básica de tendencia actualizante, según la cual las personas eligen siempre el sendero del crecimiento y de la vida, si se le brindan las condiciones:

¨¿Pero el terapeuta desea realmente que el resultado sea una plena libertad? ¿Desea genuinamente que el cliente organice y dirija su vida? ¿Desea que elija metas que son sociales o antisociales, morales o inmorales? Si no es así, parece dudoso que la terapia llegue a ser una experiencia profunda para el cliente. Aún más: ¿Desea que el cliente elija la regresión, antes que el crecimiento o la madurez? ¿Qué elija la neurosis antes que la salud mental? Que elija el rechazo de la ayuda antes de su aceptación? ¿Qué elija la muerte antes que la vida? Me parece que sólo en la medida en que el terapeuta desee completamente que se elija cualquier resultado, cualquier dirección, sólo entonces comprenderá la fuera vital de la capacidad y potencialidad del individuo para la acción constructiva. En la medida en que acepta que el cliente elija la muerte, éste elige la vida; en la medida en que acepta que elija la neurosis, elige una saludable normalidad. Cuanto más completamente actúa según su hipótesis central, más convincente es la prueba de que la hipótesis es correcta.¨ (24)

Rogers reconoce la existencia de múltiples escuelas de pensamiento, pero no cree que el eclecticismo constituya algún tipo de solución. Antes bien, confía que el desenvolvimiento de la propia empresa investigativa irá poniendo las cosas en su lugar. Nos permitiremos ejemplificar esto como una cita bastante extensa:

¨Estas escuelas de pensamiento no serán abolidas por el pensamiento realizador de deseos. La persona que intente conciliarlas mediante una transacción teórica se verá reducida a un eclecticismo superficial que no incrementa la objetividad, y que no conduce a ninguna parte. No se alcanza la verdad pidiendo concesiones a las diferentes escuelas de pensamiento. La desaparición eventual de tales formulaciones, rivales se produce ya sea cuando los problemas son aclarados por pruebas obtenidas en investigaciones, o cuando distintos tipos de hipótesis se subsumen en alguna opinión nueva y más penetrante que enfoca el problema desde un nuevo ángulo, redefiniéndolo de una manera hasta entonces no percibida.

Circunscribirnos a una única orientación o escuela de pensamiento tiene algunas desventajas, pero éstos se minimizan si tomamos conciencia de ellas. Existe la posibilidad de que las hipótesis aparezcan como dogmas. Existe la posibilidad de que la participación emocional en un punto de vista pueda obstaculizar la percepción de las pruebas en contrario. Pero frente a estas desventajas existe la ventaja de la facilitación del progreso. Si tenemos un sistema coherente de hipótesis que podemos probar, y si somos capaces de descartar, revisar, reformular estas hipótesis a la luz de la experiencia objetiva, contamos con un instrumento valioso, una ¨fuerza de trabajo¨ con la cual se pueden abrir nuevas áreas del conocimiento. En consecuencia, el lector encontrará en este volumen el desarrollo de un punto de vista, la enunciación de un sistema de hipótesis relacionadas, y ningún intento de presentar otros sistemas, dado que esto pueden hacerlo mucho mejor aquellos que los sustentan.¨ (25)

Por último recordaremos, a riesgo de resultar redundantes, que Carl Rogers entiende que de las actuales teorías psicológicas poco quedará en el futuro, que las existentes están en estado permanente de fluencia, y que esto se debe, exclusivamente, al incesante e inexcusable desarrollo de la investigación:

¨… la existencia de conocimientos acerca de la psicoterapia verificados objetivamente provocará la desaparición gradual de las ¨escuelas¨ de psicoterapia, inclusive la centrada en el cliente. A medida que se conozcan mejor las condiciones que facilitan el cambio terapéutico, la naturaleza del proceso de la psicoterapia, los factores que inhiben o bloquean y los resultados característicos del tratamiento en función del cambio en la personalidad o en la conducta, se atribuirá menos importancia a las formulaciones dogmáticas o puramente teóricas. Las diferencias de opinión, los distintos procedimientos terapéuticos y los diversos juicios emitidos acerca de los resultados dejarán de ser un simple tema de debate o discusión y se someterán a la verificación empírica.¨ (26)

Sobre el variado origen de las hipótesis o asertos rogerianos trataremos en el ítem siguiente; como conclusión de éste podemos afirmar que basta un vago pasaje por los textos de Rogers para comprender que estamos en las antípodas del eclecticismo y en presencia de una sana postura epistemológica que deja en manos de la propia expansión científica los juicios sobre el valimiento de las diversas teorías, sistemas y escuelas de hoy en día.
6).- Los psicólogos marxistas incluyen el pensamiento rogeriano en la tradición idealista, poniéndolo al lado de los cultores del espiritualismo, existencialismo o personalismo y haciéndolo resaltar, tal filiación, su incompatibilidad con los presupuestos básicos del materialismo dialéctico e histórico.
El propio Carl Rogers se inscribe en el campo de la fenomenología, el existencialismo y el personalismo:

¨… mis trabajos forman parte de una tendencia que ya tiene y seguirá teniendo influencia sobre la psicología, la psiquiatría, la filosofía y otras esferas del conocimiento. No sabría bautizar esta tendencia, pero al pensar en ella la asocio con adjetivos y expresiones tales como fenomenológico, existencial, centrado en la persona; con conceptos como autorrealización, llegar a ser, crecimiento; con individuos (en EE.UU.) como Gordon Allport, Abraham Maslow, Rollo May.¨ (27)

Y también:

¨En Europa, que no llegó a quedar aprisionada por el cientificismo, y cada vez más en este país, otras voces repiten: ¨Esta visión del túnel de la conducta no se adecua a la totalidad de los fenómenos humanos.¨ Una de estas voces es la de Abraham Maslow. Otras son la de Rollo May y la de Gordon Allport. Y su número va en aumento. Quisiera, si fuese posible, formar parte de este grupo.¨ (28)

Más allá de estas explícitas confesiones, la teoría rogeriana es implícitamente fenomenológica: las personas responden a la realidad tal como ésta es construida dentro de ellas y no a sus formas objetivas; el mejor enfoque para comprender la conducta es el marco de referencia interno de cada individuo. También es existencial: las condiciones del crecimiento en las personas son las vivas actitudes de las otras personas; en el encuentro terapéutico el factor decisorio es la emocionalidad, el interés espontáneo y hasta el amor del terapeuta; más allá de las teorías, el vínculo interhumano hace o deshace las posibilidades de crecimiento del individuo, y la libertad es el axioma primero.

Pero rara vez se señala, empero, la radical independencia del pensamiento rogeriano, su originalidad esencial y su tardío ingreso en la cohorte ¨existencialista¨. El propio Rogers nos explicará cuáles fueron sus fuentes básicas de inspiración:

¨En esta corriente cada vez más amplia de interés por los procedimientos psicoterapéuticos y de desarrollo de los mismos surge el consejo no-directivo o centrado en el cliente. Es un producto de su tiempo y de su marco cultural. Su desarrollo no habría sido posible sin la apreciación de los impulsos inconcientes y de la compleja naturaleza emocional del hombre, que fue la contribución de Freud a nuestra cultura. Aunque se ha desarrollado por caminos algo diferentes de las opiniones psicoterapéuticas de Horney o Sullivan, o de French y Alexander, sin embargo hay muchas vías de interconexión de estas formulaciones modernas del pensamiento psicoanalítico. Especialmente se encontrarán raíces de la terapia centrada en el cliente en la terapia de Rank, y en el grupo de Filadelfia, que ha integrado las opiniones de Rank en las suyas propias. La terapia centrada en el cliente se ha visto influida aún más profundamente por la psicología tal como se ha desarrollado en los EE.UU., con su habilidad para las definiciones operacionales, para la medición objetiva, su insistencia en el método científico o la necesidad de someter todas las hipótesis a un proceso objetivo de verificación o refutación. Como podrán observar los lectores de este volumen, también tiene una deuda con la psicología de la Gestalt, con su énfasis en la totalidad y en la interrelación del conjunto de fenómenos que conceptualizamos como ¨individuo¨. Algunas de sus raíces se extienden aún hacia la filosofía política, social, educacional que se encuentra en el corazón de nuestra cultura americana. Esto es hasta tal punto cierto que algunos párrafos del pequeño volumen de David E. Lilienthal sobre el TVA., si e los saca de su contexto, podrían ser considerados muy bien como una exposición de la orientación básica del terapeuta centrado en el cliente. Así, la terapia centrada en el cliente ha bebido, tanto conciente como inconcientemente, de muchas de las corrientes generales del pensamiento clínico, científico y filosófico presentes en nuestra cultura.¨ (29)

Esta conciente aceptación de las influencias culturales no debe devolvernos a la idea de eclecticismo pues, como el mismo Rogers nos lo advierte, su teoría es hija de observaciones minuciosas, profundas y específicas del hombre en relación. La capacidad autoregeneradora del hombre, así como las condiciones vinculares necesarias para actualizarla, surgieron como fenómenos evidentes por sí mismos en el ámbito asistencial y era necesario pensarlos teóricamente.

La hipótesis de una tendencia actualizante, por ejemplo, es una inferencia inevitable nacida de la observación de los pacientes, los cuales, cuando se les brindan el clima relacional propicio, tendían rápidamente al gobierno de sí mismos, a la independencia del control externo y a la autorrealización. Sobre esta base observacional Rogers concibió su hipótesis básica, en la que otra vez aparecen influencias científicas:

¨No soy el único en ver esta tendencia actualizadora como la respuesta fundamental a la pregunta sobre la causa que hace que un organismo ande. Goldstein, Maslow, Angyal, Szent-Gyoorgyi, han sostenido concepciones semejantes y han influido en mi propio pensamiento.¨ (30)

Y más específicamente:

¨En lugar de halar de numerosas necesidades y motivos, es posible describir todas las necesidades orgánicas y psicologías como aspectos parciales de una necesidad fundamental. Es difícil encontrar términos satisfactorios para expresar esta proposición. La formulación particular es de Snygg y Combs. Las palabras utilizadas son un intento de describir la fuerza direccional observada en la vida orgánica, una fuerza que muchos científicos han considerado básica, pero no ha sido muy bien descripta en términos verificables u operacionales.¨ (31)

Rank, Goldstein, Snygg y Combs, Angyal, Lecky, Aspy, Roebuck, Bertalanffy, Maslow, Szent Gyoerggi, Dewey, James… este parece ser el mundillo científico del que Rogers emerge, aunque sin confundirse. Estamos lejos de la tradición del existencialismo europeo (Heidegger, Jaspers Márce, Sartre) o de los filósofos de la existencia (Mournier, Bergson, Nietzsche), y también de las psiquiatras guiadas por los conceptos existenciales, (Bingswanger, Medard Boss, Minkowski o más recientemente Laing) – Rogers no recibió la influencia de los filósofos existencialistas ni de la psiquiatría existencial europea; aunque sí al final de su carrera, y por incitación de sus alumnos, tomó contacto con las obras de Kierkegaard y Buber, aceptándolas y rechazándolas parcialmente.

Pero si bien puede afirmarse que el pensamiento rogeriano nació al calor de la observación y al margen de la corriente filosófica existencialista, debe también aceptarse la creciente convergencia entre sus postulados y los de la fenomenología existencial, rematada en su propia solicitud de formar parte del grupo de psicólogos existenciales estadounidenses. Nosotros pensamos que, en un sentido estricto, Rogers debe ser incluido en la corriente guestáltica, holística, que reconoce sus raíces en la tradición apriorista centro europea, antagonista clásica del empirismo asociacionista. Sin embargo, esta tradición recibe en Rogers el sesgo de otra aún más fuerte: la del mundo académico norteamericano, positivista y pragmatista. Estamos, entonces en presencia de una fenomenología sui generis, clínico-experimental, la primera en su tipo en el mundo de la psicología contemporánea.

Pero el idealismo y el espiritualismo no tienen espacio aquí, y resultará ya claro, a la luz de lo expuesto en este pequeño trabajo, que la imputación de ¨idealista¨ a la concepción rogeriana del hombre no tiene andamiento filosófico al menos si adoptamos una actitud de cabal honestidad intelectual.

Pero esto no significa que sea asimilable sin esfuerzo a la antropología implícita en el materialismo histórico. En este sentido, conviene tener presentes los infructuosos intentos de conciliación apriorística entre freudismo y marxismo llevados adelante por pensadores como Politzer, Fromm, Marcuse, Caruso, Reich y otros. No resultó posible compatibilizar un pensamiento biologizante y conservador con los principios de la metodología dialéctica, circunstancia que, sin embargo, no destierra las evidencias de un psiquismo inconciente o de mecanismos de defensa. También resultó un callejón sin salida el intento de revestir con retórica pseudodialéctica a la fisiología mecanicista de Pavlov y Betcherev, pero este sonoro fracaso no descarta la realidad antológica de condicionamiento reflejo y sus inusitados alcances. En las psicologías del autodesarrollo, nacidos en la tradición racionalista y que incluye a Rogers como exponenete más descollante, existen elementos de racionalidad y de verdad que sólo el desenvolvimiento objetivo del trabajo científico consolidará, desprendiéndolos del cascarón vitalista, pragmatista y liberal que los contiene. El materialismo dialéctico postula la radical objetividad de la verdad y el carácter objetivo de nuestros conocimientos cuando éstos contienen la verdad. Las verdades psicológicas son, más aún que en otras ciencias, pocas y en extremo relativas. Están condicionadas históricamente, nuestro acceso a ellas es muy gradual, y el único camino es la gris cotidianeidad investigativa. Las concepciones de Rogers no son incompatibles con el proceder de la ciencia psicológica, pues él mismo las ha formulado de modo tal que pueden someterse a patrones públicos de legitimación. Los puntos de vista de Rogers han de ser contrastados, ante todo, en el marco original de donde emergieron; la asistencia psicológica. El mismo nos lo recomienda:

¨… toda teoría merece el mayor respeto cuando se mantiene en el plano de los hechos de donde fue extraída, pero su validez decrecerá a medida que enuncia predicciones relativas a campos cada vez más alejados de su origen. Esto se aplica muy bien a las teorías elaboradas por nuestro grupo de trabajo.¨ (32)

La articulación entre los descubrimientos psicológicos de Rogers y el materialismo dialéctico e histórico no podría darse a través de la especulación metateórica, y presumimos que se encuentra lejos en el tiempo. No dependería de la voluntad contemporizadora de algún pensador aislado sino del andar lento pero preciso de la praxis científica, la cual, a su vez, se subordina al desarrollo de las formaciones sociales.

Como conclusión de este apartado, afirmamos que los hallazgos psicológicos de Rogers se produjeron fuera de la influencia del existencialismo y de la psiquiatría existencial europea, aunque convergen en aspectos importantes. El pensamiento de Rogers está al margen de las tradiciones filosófico-teológicas del idealismo y del espiritualismo y encierra un grado de verdad difícil de precisar por el momento. La teoría de Rogers se ajusta a los cánones públicos de validación científica, y es ese tipo de praxis la que establecerá los alcances de los asertos. Sólo los elementos de verdad contenidos, hoy por hoy no bien precisables, podrán incorporarse a un modelo del hombre que se desarrolle progresivamente según la concepción dialéctica materialista.

Conclusión
Esperando haber logrado con esta revisión desvirtuar la aparente incompatibilidad planteada entre la psicología científica de Rogers y los principios filosóficos del materialismo. Ya que adhiero a la idea de leer nuestra realidad latinoamericana desde una concepción dialéctica del mundo y porque sostengo además; la convicción de que únicamente a través del acrecentamiento y desarrollo del Poder de la Persona, se arribará a la Síntesis (Tesis – Antítesis) que posibilite cambiar al hombre y… ¨al pueblo coger su destino entre las manos¨. (F. Fanon).

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