Los alimentos procesados son dañinos para la salud debido a que, durante los procesos a través de los cuales son tratados, conllevan la adición de compuestos químicos tóxicos, reduciendo así su valor nutrimental




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títuloLos alimentos procesados son dañinos para la salud debido a que, durante los procesos a través de los cuales son tratados, conllevan la adición de compuestos químicos tóxicos, reduciendo así su valor nutrimental
fecha de publicación10.03.2016
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Jessica Leticia Ruiz Leyva A01374594; Yamín Cecia Ramírez Plata A01333683;

Luis Eduardo Pradal Jaramillo A01169191; Leonel Alejandro Miranda Camargo A01375703.

EVAP. H2001. Grupo 7

María Fernanda Gallegos Juárez

23 de Octubre de 2015
Lo oculto en los alimentos procesados
En la actualidad, la industria alimentaria juega uno de los papeles más importantes en la vida de los seres humanos. Los conocimientos científicos respecto a los alimentos son extraordinariamente amplios y todos los días se profundiza más, con el objetivo de mejorar su calidad y producción. No obstante, se encuentran algunas razones y acciones que deben tomarse en cuenta al momento de tomar la decisión de consumirlos, pues son los hábitos alimenticios y estilos de vida los que repercuten sobre el estado de salud. Los alimentos procesados son dañinos para la salud debido a que, durante los procesos a través de los cuales son tratados, conllevan la adición de compuestos químicos tóxicos, reduciendo así su valor nutrimental.

El objetivo del presente es informar sobre algunos aspectos negativos relacionados con los alimentos procesados que se encuentran actualmente en el mercado; desde el marco legal, el impacto económico, hasta la descripción de los componentes que pueden ser encontrados y su impacto en la salud; haciendo uso de información encontrada en la bibliografía, estudios científicos, y aquella establecida por expertos en el tema e instituciones encargadas del aspecto alimentario, abordando variables como la económica, legal, cultural (hábitos de comportamiento) y demográficas (sexo, edad).

Desde los inicios, el hombre ha buscado luchar contra la hambruna y la escasez de recursos. Debido a esto, la tecnología en los alimentos y en su producción se ha desarrollado conforme al paso del tiempo; esto nos conduce a los orígenes de la química en los alimentos. En realidad, no existe una fecha que se pueda definir como el comienzo, debido a la estrecha relación con los descubrimientos científicos y la antigüedad de algunas técnicas de obtención y conservación (Badui, 2006). Durante el siglo XVIII, con la introducción de nuevas técnicas productivas debido a la Revolución Industrial, se permitió la alimentación de grandes masas, generando la producción y venta. Al pasar de los años, en el siglo XIX, la química se consolidó como ciencia y se hicieron distinciones entre los materiales inorgánicos y orgánicos. La biología se desarrolló al establecer los principios celulares de los cuerpos; por último, en las décadas más recientes, se aumentaron los conocimientos en bioquímica, abriendo paso a nuevas ramas científicas y a la manipulación de los alimentos en todo sentido.

Hoy en día, la naturaleza de los alimentos que compramos en el supermercado se basa en aditivos químicos para hacerlos más atractivo al público independientemente de los daños que pueda causar en la salud de los consumidores, por lo que no estamos exentos del peligro. Esto no es un secreto, se sabe que los productos procesados causan un efecto secundario el cual es un peligro real para el organismo. Según la OMS los habitantes de América Latina están aumentando el consumo de alimentos y bebidas ultraprocesadas lo que está directamente relacionado con el crecimiento en la tasa de sobrepeso y obesidad en estos países (OMS, 2015). “Estos productos no están diseñados para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas. Están diseñados para que se conserven por mucho tiempo en los estantes y generan deseos incontrolados de consumo que llegan a dominar los mecanismos innatos de control del apetito y hasta el deseo racional de dejar de comer. [...]” dijo Enrique Jacoby (2015), asesor sobre Nutrición y Actividad Física de la OPS/OMS.

Así, debido a la facilidad y rapidez que representa obtener un alimento procesado bajo las condiciones de vida actuales como la falta de tiempo, su consumo incrementa; repercutiendo así negativamente sobre las condiciones de salud de la población. Diversos estudios han constatado que existen varios factores que conllevan a comer en mayor cantidad y de manera menos saludable. En primer lugar, se encuentra la razón de ingesta: un estudio realizado en Japón a personas de edades de entre 40 y 50 años, comparó el cambio en el IMC (índice de masa corporal) entre personas que comen “rápido” y las que comen “lento”. Se encontró un aumento de 1.34 kg/m2 para los comedores rápidos, en contraste con una disminución del 0.99 para comedores lentos, según Otsuka (2006). Además, en otro estudio realizado con niños de una escuela primera, se encontró que aquellos que comían más rápidamente eran tres veces más propensos al riesgo de contraer obesidad (Lee et al, 2011).

Por otro lado, un estudio realizado por psicólogos en la Universidad College London (Oliver et al, 2000) reportó que bajo condiciones de estrés, un grupo de sujetos ingería más alimentos altos en grasa y azúcar, propios de alimentos procesados, en contraste con aquellos que no lo estaban, debido a la liberación de cortisol en el organismo. En último lugar, un grupo de especialistas en nutrición de Estados Unidos llevó a cabo un análisis de alrededor de 450,000 personas de entre 35 y 69 años de edad en 2003. Para el año de 2009, habían ocurrido alrededor de 26,000 muertes; de las cuales, la causa de mortalidad más alta fue debida al consumo de carne procesada (Rohrmann et al, 2013). Las causas de morbilidad fueron, en orden descendiente, enfermedades cardiovasculares y cáncer provocado por la ingesta de los mismos.

Por el contrario, el aumento de químicos en la comida con fines de mayor producción claramente genera un mayor lucro y un mayor crecimiento económico global. Para evitar que los deseos de lucro se sobrepongan eventualmente sobre la salud de los consumidores, hay leyes internacionales que regulan la calidad de los productos alimenticios. La Cofepris, siendo parte de la Secretaría de Salud, es la autoridad encargada de este sector en México. Internacionalmente, la FDA (Food and Drug Administration) de Estados Unidos ha estado muy activa para establecer regulaciones sobre el proceso de los alimentos. Así, con una protección legal y con una maestría en química, se puede obtener una mayor cantidad de alimentos a la venta sin poner en riesgo la vida de nadie. Si se quisiera cerrar todos los restaurantes de comida rápida con el argumento que los químicos en sus productos son altamente dañinos, se estaría atacando a 80% de la población mundial que consume de estos alimentos al menos una vez a la semana.

Aunado a esto, los lugares que cultivan alimentos genéticamente modificados erosionan su suelo rápidamente, generando una pérdida importante de activos rurales. Además de puede apreciar que, financieramente, es ineficiente y no va tan rápido para cubrir las necesidad humanas del mundo actual; sin embargo, aunque sea ineficiente, este es el sector que el gobierno de Estados Unidos más subsidia. Se podría comprender cómo los efectos en la salud causan un gasto médico por parte del comprador; pero más importante aún, es posible observar cómo se ve afectado el agricultor, quien va perdiendo cada vez más trabajo mientras el área de química en alimentos crece. En la India, 250,000 granjeros se han suicidado desde 1995 a causa de esta crisis en el ámbito rural. Esto afecta la economía de todos los países en donde el sector rural sea parte importante del PIB. Para Estados Unidos, esto representa el 2%; en México, el 3.4%; en Etiopía, el 42%; en la India, el 66% (FSMA, 2012).

No obstante, los alimentos procesados son tan nutritivos como los productos frescos, o incluso más, si se emplean determinados métodos de procesado. Cabe resaltar que a pesar de que existen algunos métodos de conservación muy eficientes, son muy pocos aquellos que aportan un valor agregado al producto alimenticio, y algunos de los procesos más usados suelen incluso restar valor nutrimental a los alimentos. Como muestra, los consumidores seleccionan los vegetales mínimamente procesados y de menor tiempo de preparación, “involucrando procesos como el cortado, pelado y troceado. Ello puede conllevar un significativo incremento de reacciones degradantes, interacción enzima/sustrato en la superficie cortada del vegetal, aumento en la respiración y producción de etileno, lo cual acelera el deterioro y las pérdidas nutricionales”, según Soto y Yahia (2002), de la Universidad Autónoma de Querétaro.

Del mismo modo, un estudio llevado a cabo comparando piñas y naranjas enlatadas por una fábrica en contraste con aquellas frescas, demostró que existían pérdidas de ácido ascórbico (Vitamina C) de hasta un 100%, aumento en la concentración de azúcar de casi el 50% y disminución de calcio en un 50%, partiendo de procesos tan sencillos como pelado, lavado, cortado; e incluso, uno de los más conocidos: la pasteurización de las frutas. (Akinyele, Keshinro y Akinnawo, 1990). Partiendo de lo anterior, el Consejo de Información sobre Alimentos Europeos (s.f.) encuentra además que debido a la pasteurización de algunos tipos de leche, como la descremada y la semidescremada para inactivar y matar microorganismos, se pierde (si no del todo) la mayor parte de las vitaminas A y D, esenciales para el mantenimiento de los tejidos blando, óseo y la absorción de calcio. Para finalizar, en otro estudio realizado durante el procesamiento de masa de maíz para la producción de tortillas a nivel industrial, se encontró que existían pérdidas de tiamina (27 – 39%), riboflavina (37%) y hierro (10%) debido a las temperaturas de cocción y procesos de manufactura; siendo que la deficiencia de hierro es la causa número uno de anemia en nuestro país. (Rosado, Cassís, Solano y Duarte-Vázquez, 2005).

En efecto, se ha llegado a una conciencia general de lo que daña al organismo; pero no a una alternativa de consumo que sea benéfica para la salud. Con toda la información que transmiten los medios de comunicación (en especial, lo que se puede leer en Internet), la gente está ya consciente de la afectación de ciertos productos en su organismo. Ahora, lo que se procura es difundir información acerca de lo “realmente saludable”; es decir, qué sí o no comer. El siglo XXI se ha dedicado a investigar nuevos métodos para remover los químicos tóxicos de los alimentos (así como agregar más también) y se ha descubierto que la congelación y ultracongelación son los métodos de conservación que menos alteraciones provocan en ellos, y que la liofilización es un método realmente efectivo para conservar alimentos a largo plazo sin necesidad de alterar su composición química más allá de una deshidratación. Así la congelación, ultracongelación y liofilización son algunos de los métodos que no alteran de una manera significativa el valor nutricional de los alimentos.

Ahora bien, sin importar su proceder ni constitución, los alimentos procesados siguen estando presentes en el diario vivir y se sigue apostando por ellos debido a la necesidad generada por la creciente población. Esto se sustenta al conocer la gran demanda que existirá en las décadas siguientes y la importancia que una buena alimentación representa en la vida de los seres humanos. Según la Organización de las Naciones Unidas, se calcula que para el año 2050 la población mundial habrá ascendido a 16 mil millones de habitantes (Global Population by 2100, 2011). A pesar de los avances en ciencia y tecnología, aún es necesario cubrir necesidades de agua y alimentación; se requiere mejorar la facilidad de preparación y consumo, mejorar las propiedades saludables, reducir los niveles de contaminantes y ofrecer mayor vida útil. Así mismo, para mejorar la situación alimentaria, se promueve una cultura correcta de ingesta de alimentos. Para lograr un balance en la dieta, es necesario corroborar la información nutrimental y cuidar que la alimentación promueva a la larga una buena calidad de vida. El consumo responsable de los alimentos, que consiste en la elección correcta de los productos, no solo con base en su precio y disponibilidad, producen un impacto positivo en la salud.

En definitiva, el consumo de alimentos procesados en la vida diaria puede llegar a afectar gravemente la salud de las personas debido a su alto contenido de aditivos, tales como conservadores, colorantes y saborizantes artificiales, teniendo consecuencias graves que pueden llegar hasta la muerte. Una manera de evitar estos aditivos dañinos es a través del consumo de alimentos frescos y preparados en casa. Por otra parte, el consumo ocasional de estos alimentos puede no llegar a ocasionar un gran daño al organismo; sin embargo, es indispensable prestar cuidadosa atención a la dieta que llevamos y no dejarse llevar por la corriente de lo rápido, sencillo y aparentemente delicioso.
Referencias

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