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3. La periferia animal o circum-mundo Tal y como hemos señalado al describir la selección natural, todos aquellos individuos de la especie que no cuentan con diferencias significativas, elocuentes con las pequeñas modificaciones del nicho ecológico al que pertenecen, tienden a una progresiva desaparición. Asimismo, la estabilidad de las distintas especies existentes, se debe a que las cualidades adquiridas y transmitidas son suficientes para el desarrollo de su peculiar biología en esas condiciones. J. v. Uexküll ha investigado la coordinación entre la disposición orgánica y el circum-mundo (medio ambiente) del animal. Prestó especial atención a la cuestión de cuáles estímulos sensoriales podrían haber sido dados a un animal en virtud de estar dotado con órganos de los sentidos y llegó a rechazar la idea ingenua que atribuye nuestro mundo a los animales como suyo propio, para cuyo dominio y experimentación posee un sistema de órganos especializados. Conociendo los órganos de los sentidos y los órganos operacionales de un animal, podríamos reconstruir su “circum-mundo”. Veamos algún ejemplo: La garrapata espera en las ramas de cualquier arbusto, para caer sobre cualquier animal de sangre caliente o hacer que él se la lleve. Careciendo de ojos, posee en la piel un sentido natural lumínico, al parecer, para orientarse en el camino hacia arriba, cuando trepa hacia su punto de espera. La proximidad de la presa se lo indica a ese animal ciego y mudo el sentido del olfato, que está determinado sólo al único olor que exhalan todos los mamíferos: el ácido butírico. Ante esa señal se deja caer y cuando cae sobre algo caliente y ha alcanzado su presa, prosigue su sentido del tacto y de la temperatura hasta encontrar el lugar más caliente, es decir, el que no tiene pelos, donde perfora el tejido de la piel y chupa la sangre. Así pues, el “mundo” de la garrapata consta solamente de percepciones de luz y de calor y de una cualidad odorífera. Está probado que no tiene sentido del gusto. Una vez que ha llegado a su fin su primera y única comida, se deja caer al suelo, pone sus huevos y muere. Naturalmente sus posibilidades son escasas. Para asegurar la conservación de la especie, un gran número de esos animales espera sobre los arbustos y además cada uno de ellos puede esperar largo tiempo sin alimento. En el Instituto Zoológico de Rostock se han mantenido en vida garrapatas que estuvieron dieciocho años sin comer. Su modo de vida se lleva a cabo plenamente dentro de la estructura orgánica; las células espermáticas, que la hembra antes descrita hospeda durante la época de espera, yacen en cápsulas espermáticas atadas, hasta que la sangre del mamífero llega al estómago de la garrapata. Entonces se liberan y fecundan los huevos, que descansaban en los ovarios. Sólo este ejemplo demuestra de modo impresionante la armonía existente entre la estructura orgánica del animal (es decir, la disposición especial de los órganos); su circum-mundo (las impresiones del mundo exterior que llegan a él) y su modo de vida, sus circunstancias vitales. Otros ejemplos. En el circum-mundo de la venera (vieira) vive su enemigo más peligroso: la estrella de mar. Mientras la estrella de mar está tranquila, no influye en el molusco. Su forma característica no es una señal para él. Pero en cuanto se mueve, lanza como respuesta sus largos tentáculos, que sirven como órganos olfativos. Estos se aproximan a la estrella de mar; reciben el nuevo estímulo. Como consecuencia, el molusco se levanta y se va de allí. Da igual el color o la forma que tenga el objeto que se mueve. Sólo penetra en el circum-mundo del molusco cuando su movimiento es tan lento como el de la estrella. Los ojos de la venera no están acomodados ni a formas ni a colores, sino solamente al lento ritmo de movimiento de su enemigo. Los sonidos de alta frecuencia de un murciélago producen su efecto en las mariposas de noche exactamente igual que la imitación de ese sonido mediante frotamiento de un tapón de cristal en la botella. Es la señal del enemigo. Sólo captan ese tono: para los demás son sordas. También son de especial importancia para la compresión de lo preciso de la especiación animal los llamados movimientos instintivos, que son garante de viabilidad. Los instintos auténticos son modelos o figuras de movimientos de un tipo muy especial, que transcurren en virtud de un automatismo innato y son dependientes de producción de estímulos endógenos internos. En virtud de esa transformación interna o reorientación, los pájaros comienzan con sus movimientos instintivos para la construcción del nido, acarreando un material, que ni antes ni después existe para ellos; numerosas especies de animales producen las figuras cinéticas exactísimas que preparan y realizan el apareamiento en las épocas de celo. Se puede demostrar la producción interna de excitantes o estímulos de esas figuras cinéticas innatas, muy especialmente en el caso de estímulos muy fuertes, por ejemplo el hambre. En caso de que les falte un objeto que les sirva de meta, pueden correr “en el vacío”. Tal es el caso de la cría de estornino (pájaro) observada por Lorenz, que realizaba toda la serie de movimientos de la captura de una presa, incluyendo la persecución de la presa (no existente) con los ojos, la cabeza, el revoloteo, la captura y el movimiento de tragarse la presa, todo ello sin existir el objeto. La cotorra criada aisladamente, que estaba en celo delante de un reclamo carente en absoluto de forma, parecía sufrir la alucinación de las formas corporales de una hembra de loro, ya que realizaba los movimientos concretos, normalmente correspondientes al lugar que hubiera ocupado la cabeza de la hembra, como darle de comer y acariciarla suavemente cuando en realidad no había visto nunca a tal hembra. Los movimientos instintivos (es decir: modos de comportamiento innatos y típicos de la especie) son accionados o puestos a funcionar normalmente por los objetos adecuados, que el animal encuentra en el mundo que le rodea. Es decir, sus compañeros de especie o pareja sexual, la presa, el enemigo, etc. O mejor dicho: no son accionados por esos objetos sino por ciertas “señales” sumamente específicas que hay en ellos, que podemos llamar “accionadores”. Un ánade (pato) hembra, criada aisladamente, con la única compañía de cercetas, nunca había mostrado reacciones sexuales frente a los machos. Pero cuando casualmente, y sólo a través de una estrecha hendidura de la cerca, vio un ánade macho, respondió a la impresión de su vistoso plumaje característico con una irrupción explosiva de toda clase de acciones típicas del celo de una hembra. Otro ejemplo; en el caso de la reacción instintiva de huida de la gallina silvestre, el accionador es el perfil simétrico del gavilán en vuelo. Un reclamo de cartón con ese perfil accionó intensos movimientos instintivos en crías de veinte días de edad: el único gallito avanzó con las alas desplegadas en posición de defensa, mientras que las gallinitas corrían hacia un refugio y se apretaban allí. A veces sirven de accionadores “señales” químicas, aromas, cuando numerosos animales olfatean la presa o el enemigo; otras veces son signos acústicos (por ejemplo sonidos preventivos) u ópticos: colores llamativos, abigarrados o formas simétricas y regulares. En otros casos, son movimientos de señal. Los accionadores son en todos los casos tan impresionantes y específicos, que los investigadores pueden simularlos con reclamos artificiales y así “aislar” experimentalmente los comportamientos instintivos para investigarlos. Reflexionemos a continuación, a la luz de los fragmentos de menor sangría (en cursiva), el mundo, comportamiento y peculiar morfología de los animales. En la esfera zoológica, más que de un mundo deberíamos hablar de un circum-mundo, tal y como venimos haciendo desde el inicio del epígrafe. Circum significa alrededor; circum-mundo vendría a ser el mundo de alrededor, el mundo que le rodea y sólo ese. También podría hablarse de periferia, pues ésta indica el límite externo más allá del cual no hay nada. La descripción que venimos haciendo del reino animal ofrecía como formas límite, más allá de las cuales no existe nada, la propia biología del ser vivo. Recuérdese, por ejemplo, el mundo auditivo de la mariposa nocturna, limitado al único sonido que para la supervivencia de su biología tiene interés. Cada ser vivo está ligado a unos datos de la naturaleza y sólo a esos. Existe, por así decir, una economía de la información. No sale rentable, porque no es necesario, el que un ser vivo tenga que diluir su atención en realidades que nada influyen en su morfología. Hay pues dos limitaciones, la de los sentidos que sólo me posibilitan determinadas formas y la del comportamiento de cada especie, que hace que toda información sea estimada como favorable o no para satisfacer las propias necesidades fisiológicas. En este sentido no aparece un mundo de realidades independientes y plenas, sino un seudo-mundo en el que lo que se destaca es la biología del que conoce, y no lo conocido como tal. Todo ello coincide con dos importantes opiniones que aún habrán de ser justificadas, la primera con Xavier Zubiri, para quien sólo el hombre es un animal de realidades; la segunda con Aristóteles quien dice al comienzo de su Metafísica que todo lo hombres tienden por naturaleza a saber. Si no ha dicho “todos los animales” es porque para estos la información no es fuente de saber, sino aquello que permite el comportamiento. Dicho de otro modo, aunque la vida sensible sea superior a la vida vegetativa, está supeditada a ella: se siente para vivir. No resulta difícil de entender que la naturaleza del homo sapiens, a pesar de su limitación sensorial (sentimos lo que sentimos, ni más ni menos), encuentra gran deleite en atender hasta los datos más insospechados. Las crías de nuestra especie convierten, a partir de cierta maduración, todo objeto a su alcance en materia de examen: lo palpa, lo gusta, lo experimenta y no sólo aquello que satisface sus necesidades, sino todo. Tenemos, por así decirlo, un superávit de información. Posteriormente, ese mundo abigarrado de colores, sabores, formas, sonidos, etc., es ampliado al preguntarnos qué es lo que no estamos viendo, saboreando, etc. El homo sapiens busca con el microscopio lo que no ve e identifica como realidades lo que antaño sólo era sentido desde el tamiz de las funciones biológicas. Trascendiendo esa doble limitación aparece en el reino animal para todo el género homo la noción de mundo. De él diremos por ahora sólo dos cosas: no tiene límites y todo en él es significativo. No creo que la interpretación realizada hasta el momento sea exagerada, es más cabe dar un paso adelante para diferenciar netamente el circum-mundo del mundo. La noción clave es la de “accionador”, analizado en el segundo párrafo de menor sangría. Un accionador es una señal o “estímulo” ante el cual se disparan determinadas “respuestas”. Un reclamo es suficiente para despertar un movimiento instintivo. Suele ser suficiente, tal y como señalábamos, con alguna sustancia, alguna figura, para que el individuo comience con los movimientos de huida, cortejo, etc. No conocen ni siquiera su objeto, sino que reaccionan ante estímulos. Johannes Volkelt llega a esta conclusión al analizar el comportamiento predatorio de las arañas. Después de haber construido las telas, las arañas permanecían al acecho de la presa dentro del tubo. Cuando el insecto caía en la tela haciéndola vibrar, las arañas se precipitaban en esa dirección para capturar a su víctima. Volkelt modificó en parte el experimento: en lugar de dejar que el insecto cayera en la tela, lo colocó en la entrada del tubo. Las arañas reaccionaron sorprendentemente: en vez de correr hacia el insecto, huían al centro de la tela. De este comportamiento dedujo que la araña y, en general, los animales no son capaces de percibir en el ambiente objetos singulares, sino sólo elementos más o menos definidos. En el caso de la araña, no es el insecto, sino las vibraciones producidas por este, las que desencadenan el comportamiento predatorio. No quiere eso decir que la experiencia no influya en el instinto, sino sólo que en él hay una inclinación a actuar de forma necesaria. La experiencia puede reforzarlo e, incluso, llegar a modificarlo profundamente, como demostró Lorenz con el experimento de las ocas, en el que los estímulos desencadenantes del instinto de seguir a la madre eran aprendidos por estos animales en el momento del imprinting (modelamiento). Lo que el imprinting no podía alterar era la necesidad con que el instinto movía a las ocas –nada más salir del cascarón- a ir detrás del primer ser que se colocaba ante ellas. Parecen indudables dos cosas: que ante el género homo se presenta un mundo de objetos significativos por sí mismos con los que tratamos directamente y no como respuesta a un estímulo y que nuestra instintividad es poco firme. 4. El origen del hombre La teoría del big bang establece que la edad del universo es de 15000 millones de años aproximadamente. La tierra tiene unos 4500 millones de años. La vida surge hace unos 3600 millones de años. Las primeras células con núcleo hace unos 1500 millones de años. Los mamíferos hace unos 200 millones de años. Los póngidos (animales con dotación genética semejante a la nuestra) hace unos 30 millones de años. Dentro del denominado proceso de hominización encontramos: el australopithecus (anamensis, africanus y afarensis), que aparece hace unos 4 millones de años; el homo habilis (pithecanthropus), que aparece hace unos 2,5 millones de años y desaparece hace 1,5 millones de años; el homo erectus que aparece hace 1,6 millones de años y desaparece hace 200 mil años aproximadamente; finalmente, hace 170 mil años aproximadamente aparece el homo sapiens. Dentro del cual están el Neanderthalensis y el Cro-Magnon. A la especie humana se la denomina sapiens sapiens. El proceso de hominización es aquel según el cual aparecen los caracteres somáticos, corporales, del hombre. La aparición pasa por lo menos por las tres especies homo. La humanización es la explicación de aquellas características exclusivas de nuestra especie, que son de tipo cultural. La hominización es la formación del tipo morfológico humano actual y la humanización es en definitiva la aparición de la inteligencia. 4.1. La hominización A lo largo de millones de años, los seres vivos vivieron un proceso de evolución; algunas especies desaparecieron y surgieron otras nuevas, diferentes a las anteriores. Los seres humanos, como parte de los seres vivos, de igual forma evolucionaron, hasta llegar a ser como es en la actualidad. El Australopithecus. Durante un periodo comprendido entre los cinco a los dos millones de años, gran parte de la llanura del Este y del Sur de África estuvieron habitadas por diversos grupos de homínidos. Estos seres parecidos al hombre son reconocidos con el nombre de Australopithecus. Eran de corta estatura y tenían un cerebro más pequeño que el del hombre actual. Su frente inclinada hacia atrás y sus mandíbulas muy desarrolladas, les daban un aspecto de fortaleza. Su vida era nómada, es decir, andaban de un lugar a otro en busca de alimento. El Homo Habilis Los restos de este homínido fueron encontrados en el desfiladero de Olduvai en Tanzania, en el Este de África. Estos hombres vivieron hace 3 millones de años aproximadamente. Con su posición erguida y las manos libres, podían fabricar herramientas, con las que se supone cortaban la carne de los animales que cazaban. Estos primeros artefactos eran lascas o piedras de bordes afilados. Se cree que al agotarse las fuentes de recolección y caza, estos antecesores del hombre marchaban a otros lugares en busca de alimento, por lo que no permanecían mucho tiempo en un mismo sitio. Fabricaban hachas y martillos golpeando unas piedras con otras más duras para afilarlas, así lo demuestran las lascas encontradas junto a los restos óseos fosilizados. Fueron los primeros seres que construyeron herramientas, y este hecho marcó la diferencia fundamental entre animales y seres humanos. |