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![]() Luis Fernando Bustamante Zapata1, Profesor Investigador, Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas. Universidad de Medellín, Colombia. lfbustamante@udem.edu.co Isabel Amalia Porto Pérez.; Profesora Investigadora, Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas. Universidad de Sucre, Colombia. isabel.porto@unisucre.edu.co Fernando Hernández Taboada, Profesor Investigador, Facultad de Ingeniería. Universidad de Sucre, Colombia. fernandodht@gmail.com Resumen La internacionalización de las organizaciones aparece como un fenómeno insalvable para el crecimiento del negocio o, por lo menos, la subsistencia en el mundo globalizado, altamente competitivo y sujeto a continuos y complejos cambios. El propósito de este documento es describir cómo la competitividad vista desde el escenario internacional, esta condicionada por la gestión estratégica de las áreas funcionales de la empresa (técnica, comercial, financiera, contable, de seguridad y administrativa). Para hacerlo, se recurre al método analítico–sintético descomponiendo la empresa en áreas que cambian en el entorno global. De esta manera se plantean algunas de las posibles estrategias que facilitan la competitividad de las organizaciones en los mercados internacionales. Palabras clave: gestión estratégica, competitividad, internacionalización, áreas de la empresa.
La competitividad en cualquiera de sus ámbitos (empresa, industria, región o país), constituye un referente de obligación para aquellos motivados por las diferentes oportunidades de negocios internacionales que se gestan en un entorno Colombiano orientado a la apertura de mercados en el exterior. Es relevante también, por cuanto representa el producto de la gestión global de las funciones esenciales de la empresa, las cuales intervienen en la capacidad de desarrollar una propuesta de valor de nivel superior. El propósito de la empresa ha empezado a transformarse para darle paso a la capacidad de penetrar en los mercados mundiales debido a la competitividad (Toledo, 1997). En la globalización la empresa debe competir siguiendo las presiones de altos estándares de calidad, compradores exigentes, entornos dinámicos y fuerzas tecnológicas de punta (Cullen & Parboteeah, 2009). Por tal razón, la estrategia de internacionalización es de alguna manera la antítesis del modelo proteccionista, dirigiendo las compañías a establecer vínculos estables con diferentes actores en el exterior en vez de cerrar las fronteras para afrontar dichos retos (Galván, 2003). En vez de la fuerte intervención del estado, se liberan los espacios a fin de dejar al mercado funcionar y ser el protagonista central de la actividad económica. Esto y otras condiciones al interior y exterior de la empresa, resultarían en lo que se conoce como competitividad internacional (Porter M. , 2007). El estudio de los factores que hacen a las empresas más competitivas ha ocupado gran parte de los esfuerzos de investigadores, desde perspectivas interdisciplinarias como la política pública y la cultura (Bustamante, Arboleda, & Gutiérrez, 2010). En general, la explicación de las causas de la competitividad empresarial, ha centrado su atención en factores externos a la misma, tanto macroeconómicos como sectoriales, pareciendo restar responsabilidad a la actuación de la propia organización a la hora de, por medio de sus decisiones, influir en la probabilidad de tener una mejor posición para competir en los mercados internacionales. Sin embargo, al constatar las grandes diferencias en los resultados de las empresas de un mismo país o de un mismo sector, se pone en duda que dichos factores sean piedras angulares del desempeño competitivo, asignando a las empresas a través de sus decisiones la elección de la estrategia, diseño organizativo y recursos específicos (Acosta & Medina, 1999), que coadyuven a condicionar la probabilidad de éxito en el entorno internacional en donde actúan. Desde esta perspectiva, la competitividad internacional presupone en la empresa la capacidad de influir en sus condiciones de interacción y consolidación de resultados en los mercados. Por supuesto lo anterior puede estar orientado por la gestión estratégica de las funciones esenciales de la empresa, a lo cual se alude en este artículo. Los mapas de competitividad, como redes de conceptos articulados que revelan el grado relativo de competitividad de la empresa y los campos susceptibles de mejoramiento deben modificarse con el fin de conquistar, mantener y ampliar su participación en los mercados (Rojas, 2002). Ahora bien, según Fayol (1974) el conjunto de áreas funcionales que constituyen la empresa, y por ende deben ser adaptadas para emprender procesos de internacionalización, puede dividirse en técnica, comercial, financiera, seguridad contabilidad y administrativa. La gestión de ésta áreas para la competitividad desde la perspectiva internacional, puede descansar en el establecimiento de estrategias en cada una de ellas; y la descripción de estas posibilidades constituye entonces el propósito de este documento2. |
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