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Material seleccionado Curso Virtual DOE “Pensando en el año que viene”![]() ![]() Material seleccionado Curso Virtual DOE “Pensando en el año que viene” ![]() Material seleccionado Curso Virtual DOE “Pensando en el año que viene” ![]() ![]() ![]() “Cómo escoger carrera, una preocupación de los jóvenes” Diario El Paìs. Colombia. Marzo 2014 Muchos entran a la universidad sin tener clara su real vocación. Expertos dan claves para una buena decisión. Esteban se metió a estudiar ingeniería industrial en una universidad privada de Cali porque a ella entraron varios de sus mejores amigos del colegio. Durante los primeros dos semestres se la pasó andando con ellos para un lado y para otro, armando ‘parches’ y tirando ‘locha’. En la academia no le iba bien. A duras penas hacía trabajos y ya tenía colgadas varias materias. Estuvo a punto de tirar la toalla, hasta que la misma universidad lo llamó a la oficina de orientación psicosocial para examinar su caso. Esteban había entrado a la universidad a seguir haciendo vida social con sus amigos y no tuvo una orientación vocacional adecuada. Tras la orientación profesional, decidió seguir en la carrera y cambiar su actitud con sus amigos y con la academia. Ahora tiene más claro su futuro. María Fernanda, en cambio, se matriculó en la misma carrera con la convicción de que “uno como ingeniera industrial consigue trabajo más fácil y en cualquier cosa”. Su vocación por esa carrera no está clara y, al parecer, su historia con las matemáticas del bachillerato no es muy buena. Ahora está revisando su caso con la orientadora psicosocial. Ellos son parte del 70% de los estudiantes que en el país entran a la universidad sin una adecuada orientación vocacional. Se matriculan porque a esa universidad entraron los amigos. O porque los papás le dijeron qué estudiar y no le pagan estudios sino en determinada carrera. O porque la Universidad “es muy bonita”, “tiene prestigio” y con un título otorgado por ella “uno consigue trabajo”. Incluso, ocurren situaciones de bloqueo en la relación de padres e hijos desde la adolescencia que no se han podido superar; el joven tiene una rabia enquistada contra los padres y frente a todo lo que ellos le dicen que haga él hace la contrario. Y se matricula en otra carrera para llevarles la contraria... Claro, no falta el que se mete a estudiar finanzas o administración para seguir manejando los negocios de la familia. Por eso, antes de escoger carrera --lo cual significa tomar una opción de vida y laboral para el resto de la existencia--, es necesario buscar una asesoría profesional de psicólogos y consejeros que puedan ayudarle a tomar la decisión más adecuada y conveniente. Según María del Pilar Perdomo, directora del programa de Psicología de la Universidad Icesi y doctorada en educación vocacional, se deben tener en cuenta dos aspectos principales para orientar la vocación profesional de quienes van a escoger carrera. Uno son los aspectos individuales del estudiante y, otro, los elementos sociales y del entorno. En cuanto a los aspectos individuales, Perdomo sostiene que “no basta con que el joven tenga interés en una carrera y que se identifique con ella, porque su decisión de estudio no sólo tiene que ver con elegir una carrera sino con lo que quiere hacer como proyecto de vida laboral”. Se trata de que a partir de esos intereses y del conocimiento adecuado de sus habilidades, potencialidades y competencias el muchacho tome una decisión consecuente con eso. En esta parte suelen ayudar los colegios y sus psicólogos que dan algunas claves de conocimiento a los estudiantes. Por ejemplo, quien quiere estudiar una ingeniería puede mirar su historial en matemáticas en el colegio. O quien opta por medicina debe revisar cómo le fue en materias biológicas y química. Ese es un criterio que ofrece datos para tener en cuenta Myriam Orozco, orientadora de la Universidad Autónoma, sostiene que, en efecto, “para tomar una decisión de carrera el joven debe conocerse muy bien, identificar sus habilidades, sus aptitudes, su personalidad, ver qué le entusiasma, qué es lo que más le motiva”. En ese sentido, debe revisar con qué materias se sentía más seguro y motivado en el bachillerato, porque eso le dará una pista de la inclinación profesional más conveniente. “Hay que hacer énfasis en ese proceso de autoconocimiento y luego mirar los intereses motivacionales, lo que quiere hacer y cómo se ve cuando termine una carrera”, agrega Orozco. Datos claves Para ayudar a definir la vocación de sus estudiantes los colegios realizan trabajos de campo, programan visitas con ellos a universidades y empresas e invitan a profesionales para que les digan qué hacen en su trabajo. La Icesi promueve escuelas de verano en ciencia, política y empresa, y la Autónoma orienta a la familia sobre las responsabilidades económicas que asume. Es bueno que el joven revise el plan de estudios antes de entrar a la carrera y pregunte por las áreas que no conoce para que tenga más claridad sobre el proceso académico. Lo segundo que debe analizarse en el proceso de escoger carrera son los aspectos sociales y del entorno. La psicóloga María del Pilar Perdomo señala que la mayor preocupación para los estudiantes de 11 grado es la elección de carrera profesional; casi todos quieren entrar a la universidad, cuando hay ofertas técnicas y tecnológicas que son más apetecidas por las empresas y pueden tener mejores posibilidades laborales que una carrera universitaria. Esta realidad es parte del entorno que debe valorarse. En su criterio, también vale la pena que haya conocimiento del mercado laboral por parte de los muchachos, que conozcan cuáles son las áreas de mayor desarrollo, las que generan mayor empleabilidad y cuáles son las exigencias que ese mercado les impone en cuanto a calificación de la mano de obra. Orozco señala que eso es importante ya que, por ejemplo, hay jóvenes que quieren meterse a estudiar ingeniería mecatrónica para fabricar robots, pero cuando se enfrentan al pénsum académico no tienen aptitudes para áreas como matemáticas, cálculo o física y no pueden seguir. En ese caso es mejor elegir una carrera técnica que lo prepare simplemente para hacer el robot sin el alcance de un ingeniero mecatrónico, dice la consejera. Sin embargo advierte que se debe tener mucho cuidado con el criterio de empleabilidad y posibilidades laborales para inclinarse por una determinada carrera, porque no siempre suele ser el más acertado. Es el caso de María Fernanda, que quiere estudiar ingeniería industrial sólo porque de esa manera puede trabajar más fácil “en cualquier cosa”. Financiamiento de la educación Otro factor social que debe mirarse cuando se está decidiendo por una carrera profesional, es la parte financiera. Se deben evaluar las condiciones económicas de la familia, las oportunidades que ese círculo cercano le pueda ofrecer para pagar los estudios y lo que eso significa en inversión y sacrificio para todos. Paralelamente, es necesario que el joven y su familia conozcan programas de becas y créditos que hay en estos momentos en las universidades y entidades privadas y del Estado que financian estudios superiores. Porque se da el caso que hay quienes están interesados en entrar a la universidad y no lo hacen porque no conocen el sistema de becas ofertadas o los sistemas mixtos de financiación que tienen las universidades. Algunas dan becas desde el 25% al 100% para estudiantes de escasos recursos y alto rendimiento. Porque si la persona entra a la universidad con la incertidumbre de si el papá no tendrá con qué pagar el próximo semestre, no podrá tener un buen desempeño. Deserción y pruebas Según el Observatorio Colombiano de Universidades, el año pasado había 1.444.000 estudiantes matriculados en la educación superior en el país. Los niveles de deserción, sin embargo, son muy altos. De cada cien estudiantes que se matriculan sólo cinco terminan. Hay instrumentos estandarizados para trabajar la orientación profesional. Con ellos se explora la personalidad del muchacho, su historia personal y lo que se llama el ‘genograma de profesiones’, que es el historial familiar de carreras y ocupaciones de abuelos, padres, tíos y hermanos que puede ser determinante en la elección del muchacho. También hay pruebas de evaluación de intereses, vocaciones, actitudes, aptitudes e historial del colegio. ¿Què inlfuye en los jóvenes para elegir una carrera profesional? Rafael Miranda Garrido - AZ, revista de Educación, México En este trabajo se presenta una breve reflexión en torno a (algunas de) las razones por las cuales una gran mayoría de los jóvenes que están por concluir su bachillerato deciden cursar una carrera profesional que les exija un menor esfuerzo intelectual, pues durante los semestres anteriores han cursado asignaturas orientadas bajo contenidos curriculares repletos de temas que en la mayoría de los casos los obliga a tener cierto grado de dominio en Matemáticas, Física, Química, Biología, etcétera, exigencias que no siempre resultan agradables para ellos. Tendríamos que investigar en qué proporción influye en los y las jóvenes la problemática educativa actual de los países de América Latina en su forma de ser, actuar y pensar, pues seguramente las condiciones en que se encuentra la educación de su centro educativo —el lugar que ocupa antes y/o después de contrastar el desempeño y la eficiencia final de los educandos, así como el nivel cultural de sus académicos y el paradigma administrativo que han decidido seguir fielmente sus autoridades (director, subdirectores, jefes de área, administrativos, etcétera)— contengan una infinidad de aspectos y puntos críticos que muchos educandos han identificado durante la relativa evaluación —bajo criterios de mayor atención administrativa y un menor o casi nulo esmero académico— a la que puede someterse su institución educativa, es decir, cuidando a los distintos actores que participan durante el proceso de enseñanza y aprendizaje. No debemos olvidar que la educación ha perdido terreno y reconocimiento entre los estudiantes —actores educativos primordiales en esta reflexión— en diversos campos del conocimiento, sobre todo en disciplinas que utilizan ciencias duras, situación que se agrava para quienes deciden negar todos aquellos valores culturales que es indispensable y urgente saber y que no toman en cuenta lo que pueden perderse por no seleccionar una carrera con amplio contenido de Matemáticas, Física, etcétera. Al problema anterior se suma la preocupación por el rumbo que está tomando el mundo laboral en la región latinoamericana, pues los alumnos se preguntan qué tan viable es estudiar con esmero y con la ilusión de que al final del camino los esfuerzos intelectuales se verán recompensados al conseguir un empleo que, en el mejor de los casos, abrirá oportunidades prometedoras. La dinámica mundial es un elemento que las nuevas generaciones están tomando muy en cuenta para trazar un proyecto de vida, sobre todo si se trata de sus vidas, de sus propios sueños, de su futuro que no se ve tan prometedor y que más bien podría deprimir hasta a los mejor preparados. Olvidarse de los problemas más graves por los que están pasando nuestros pueblos, mostrar indiferencia a las necesidades inmediatas de los y las jóvenes, sería el más grave error, pues parece que es aquí donde se encuentra una gran parte del desencanto y de los factores que influyen entre los estudiantes para elegir una carrera profesional. Desde este punto de vista es razonable pensar que la tendencia de la masa juvenil crítica es recuperar las riendas de una educación superior útil para organizar universidades con agendas que incluyan los problemas sociales y culturales más urgentes de la época, situación que es posible a través de un giro a la educación formal que estaría en manos de nuevas y más justas políticas públicas. Las Ciencias Sociales y las Ciencias Naturales pueden —juntas, no separadas—restaurar los mejores valores sociales que la escuela tiene a su cargo, siempre y cuando se le otorgue la autonomía suficiente para construir espacios de reflexión, sostenidos por una conciencia latinoamericana, procurando crear un capital cultural que contribuya de alguna manera a la superación de las diferencias culturales de tantos jóvenes desesperados por no encontrar una respuesta objetiva a sus exigencias y necesidades más inmediatas, como lo es el derecho a una educación pública. “Desorientaciòn vocacional, una marca de época” Por Sissi Ciosescu / Clarìn Mujer. Malena Gennoni abandonó la carrera de Periodismo cuando advirtió que “no era lo suyo”. Ahora, sabe cuál es su vocación, pero dice que “eso no se estudia”. La deriva vocacional, un rasgo de la identidad juvenil. Frente a un hijo que termina el secundario a los saltos, apuntalado por los cuatro costados con profesores particulares, psicopedagogos y psicólogos ¿qué pueden hacer los padres? ¿Cómo actuar ante un adolescente de 17 años? El chico no tiene la menor idea de lo que quiere seguir y puede decir: “No sé qué estudiar… todo me gusta pero nada me copa” o, simplemente, “Nada me gusta; y no me gusta estudiar”. Hasta no hace demasiado, había una respuesta con la forma lógica y lapidaria de un condicional: “Si no estudiás, entonces trabajás”. Pero hoy el mercado laboral tiene las puertas blindadas para más de una franja, como por ejemplo, la de los jóvenes. Ayer, hoy y ¿mañana? Cuando era un lujo ir a la escuela pública y el planteo de la orientación vocacional aparecía como un cuestionamiento de elite, a los chicos les hacían la pregunta del millón: “¿Qué querés ser cuando seas grande?” Ellos respondían “bombero” y ellas, “maestra”. Más tarde, elegir una carrera era dar un paso más, sin hacer mucho alarde: estaban las tradicionales universitarias y las otras -unas pocas para los que se atrevían a contrariar mandatos-. Y si a alguien se le ocurría confesar “No sé qué voy a seguir”, le pegaban la etiqueta: “Éste no sabe lo que quiere”. La obligación de decidir a los 17 pendía sobre la cabeza como la espada de Damocles. Aquellos que sentían -desde pequeños- la chispa divina de la vocación, tenían “resuelta la vida”. Eran épocas en que uno pensaba “para toda la vida”, en términos del “para siempre me caso” y “para siempre seré médico”. “Abandonar” abogacía significaba desertar, clavarse un puñal y desangrarse. “Cambiar” por odontología era desafiar el “qué dirán” y solo unos poquísimos valientes daban el golpe de timón. Hoy, los muchachos y muchachas -en su mayoría, aunque sin generalizar- no temen mandatos, se vinculan con los padres de otro modo, tienen cientos de carreras nuevas, emergentes de necesidades inéditas y prueban, “qué onda, qué me pasa como estudiante de tal o cual carrera y, si no es para mí, la dejo”. No se sienten en pecado mortal si no complacen las expectativas de la familia, van más livianos de complejos y son más libres en un sentido. Pertenecen a la generación que sabe que lo único que permanece es el cambio y que la vida a los 17, es una caja de bombones: se elige uno, se prueba otro y nadie obliga a comer siempre el mismo. Razones y argumentos Algo parecido ocurre con los llamados vínculos “líquidos” -detectados por el sociólogo Zygmunt Bauman, quien instaló el debate sobre la fragilidad de los afectos- y el compromiso con la responsabilidad de “ser alguien”. ¿Son más felices? Son distintos. Muchos sienten la frustración cuando advierten que se equivocaron y tienen que volver a empezar con otra cosa y otro primer año. Pero al menos tienen agallas para no apegarse al error. Aquellos días en que te sacudían con un “lo que se empieza se termina” son historia antigua. La contemporánea registra temblores, inseguridad, vértigo, pérdidas y rupturas. “Nada asegura que estudiar me garantice algo si mis viejos -son médicos- se mataron y se matan estudiando y trabajando y todavía cuentan las monedas”, dice Julián (24) que va por su tercera carrera terciaria. Ezequiel (26) fundamenta su argumento con datos que los argentinos no olvidamos: “Tenés que tener un título para estar protegido y enfrentar la vida con más herramientas -dice mi viejo que es ingeniero- aunque a él lo agarró el Rodrigazo, la ley 18.188 y el corralito…”. Las voces se reiteran en clave de desencanto: “Si el dinero es poder y el poder mueve al mundo, ¿por qué no nos enseñan a ganar dinero y a hacer buenos negocios?”, dice Julieta (18), estudiante de marketing. “¿Cultura general? -ironiza Mariano (25), estudiante crónico de veterinaria- ¿Para qué? ¿Para ganarte un millón de pesos con Susana Giménez? ¡Si cuando vas a buscar laburo no te preguntan quién pintó la Gioconda!”… En este panorama, y diferenciándose de los razonamientos más pragmáticos, hay casos como el de Silvina (23), que hizo muchos intentos hasta que encontró su vocación: “Antes que una profesión que me diera seguridad económica -y no porque no necesite el dinero- yo buscaba una carrera que una vez recibida, cuando me tocara ejercer, me hiciera sentir bien. No quería recibirme para tener un título. Probé con Ciencias de la Comunicación, Periodismo, Publicidad y hasta Letras. Después de un tiempo me bajé de cada una. Al final, entré en el Profesorado de Nivel Inicial en UCES (Universidad de Ciencias Sociales y Empresarias). Seré maestra de nivel inicial para jardín y jardín de infantes. Me encanta estar con chicos, cuidarlos. Hoy no tengo dudas: eso es lo que quiero”. Un testimonio original El caso de Malena Gennoni (19) tal vez no sea el de “desorientación vocacional” sino el de alguien que busca una carrera que, según cree, no está formalmente instituida. Completó su secundario en 2009 un colegio católico de Paso del Rey -en GBA- y confiesa haber sido vaga para estudiar: “Vaga, muy vaga, pero no era de las que se llevaban mil materias, sino dos o tres, que rendía en diciembre. Nada fuera de lo común. Cuando egresé me hice un test vocacional porque estaba nublada, no había nada que me llamara la atención. No sé si fue de gran ayuda, pero al menos me hicieron dar cuenta de que no servía para la UBA -estoy acostumbrada a que me pauten todo- y me dieron una franja de cuatro o cinco carreras… Me dijeron comunicación para tirarme al periodismo o la publicidad y me interesó esta última. Fui a un par de charlas en la UADE (Universidad Argentina de la Empresa), me gustó y me cerró cuando hablé con algunos publicistas. Pero hice un año y medio y dejé en julio”. No es que se la vea radiante de felicidad pero tampoco sus gestos denotan un gran bajón. Y sigue: “Justo las materias que más tenían que ver con la publicidad, eran las que menos me interesaban. ¿Para qué hacer algo por hacerlo? Ahora me estoy tomando una pausa a ver si encuentro algo… ¡A mí me gusta mucho el fútbol, pero es difícil estudiar algo relacionado con este deporte…! Mi papá fue jugador y después representante de futbolistas y, de hecho, eso no se estudia. Es una actividad de contactos y experiencia. La mayoría de la gente que se dedica a esto no es licenciada en administración. Además, es algo pasional… Los que se pudieron ir metiendo, llegaron. Papá falleció y mamá me banca, lo mismo que mis hermanos. Tengo una hermana mayor y cuatro hermanos por parte de papá”. Malena se inscribe en la clase media-alta y no tiene las urgencias económicas de otros jóvenes. En su relato dice algo interesante: “Cuando terminé el colegio, no me pasaba nada con ninguna carrera… Ahora tampoco. Yo creo que a los 17 no todos saben qué quieren; sos muy chico, te cuesta hacer una proyección a futuro… ¡Pero yo siempre sentí pasión por el fútbol! No me siento mal por haber dejado la carrera y estoy muy segura de la decisión; pero no la empecé pensando ‘por ahí la dejo’. Entonces aparece el fantasma del miedo. Miedo por no saber lo que viene después; miedo de no encontrar algo que me guste. Porque lo que busco no se estudia… Miedo es lo que siente la mayoría de nosotros. Y la sociedad te presiona: ‘Tenés que estudiar y lograr un título’. Con mis amigos también hablamos del tema dinero. Algunos dicen ‘esto me gusta, pero ¿si cuando me recibo me muero de hambre?’. Ahora estoy yendo a la psicóloga y me compré una guía del estudiante para ver carreras más relacionadas con lo deportivo. Además, quiero integrar un equipo de fútbol femenino; aunque me interesa el negocio, es una punta. No me importa que no haya muchas mujeres representando futbolistas ni lo que piensen los demás. Estoy abierta a que me sorprenda cualquier negocio que tenga que ver con el fútbol. Y acá no tengo miedo: sé que para el fútbol sirvo.” Presunciones sin la bola de cristal Convengamos que saber lo que uno quiere, elegirlo y responsabilizarse de la elección, es un gesto de madurez. Y que a la madurez se llega -casi siempre- a ritmos diferentes. El llamado adulto, aun maduro, no está exento de haberse equivocado de carrera y eso explica por qué en muchos centros vocacionales hayan anexado un área de re-orientación vocacional/laboral para adultos. Otra cuestión para remarcar es la diferencia entre “encontrar” y “buscar”: las marchas y contramarchas en afán de “encontrar lo que me gusta” le dan al factor suerte una entidad desmedida. Hay que salir a “buscar lo que me gusta” -no a encontrarlo por azar- y trabajar diseñando el camino que también tendrá sus piedras, curvas y contramanos. Pero será un “plano o plan de acción” propio y consciente. Por otra parte, la cuestión de la salida laboral es un estigma para los jóvenes de familias de escasos recursos, quienes deben estudiar y trabajar al mismo tiempo. Estos chicos no tienen mucho margen para la indecisión y es el contexto de necesidad lo que los lleva a optar por lo que dé dinero, orientándose por carreras tecnológicas. Un cambio sustancial radica en comprender que la orientación vocacional no se resuelve al hacerse un test. Se trata de un proceso, que lleva su tiempo y metodología. Hay varios centros -en su mayoría privados- que se dedican a acompañar a los jóvenes en esta elección. Por otra parte, no hay que apuntar a la infalibilidad en los resultados, sino a la utilidad de autodescubrirse durante los procedimientos de búsqueda. Otras notas interesantes: “Las carreras que màs necesita el país son las menos estudiadas” Diario Clarín. Ver en: http://www.clarin.com/sociedad/formacion-universitaria-carreras-alumnos_0_1243675639.html “Las carreras màs estudiadas y las menos elegidas en la Argentina”. Diario Perfil. Ver en: http://www.perfil.com/sociedad/Las-carreras-mas-estudiadas-y--las-menos-elegidas-de-la-Argentina-20140629-0016.html Para Reflexionar…. ![]()
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