Liderazgo Gedeón




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VIII — Simón Pedro; un pescador y pastor


El apóstol Pedro, cuyo nombre original fue Simón, era hijo de Jonás, o Juan. Era pescador oriundo de Betsaida que llegó a vivir con su familia (era casado) en Capernaum. Era líder por naturaleza, y un hablador crónico. Su disposición era transparente y entusiasta. Figura siempre a la cabeza de las listas de los após­toles. Tenía confianza, pero era impulsivo. Hizo más preguntas que cualquier otro en el Nuevo Testamento. Era emocional y afectivo, una gran persona huma­na elemental. Henry Drummond dijo de D.L. Moody que éste era la persona más grande que había conocido: “No brillante ni intelectual ¡sino humano!”

Al considerar la vida de Pedro como la Escrituras la narran, observamos que el Señor le llamó cuatro veces:

  • el llamado a ser salvo, Juan 1.35 al 42

  • el llamado a pescar hombres, Marcos 1.16 al 20; Lucas 5.1 al 11

  • el llamado a ser apóstol, Mateo 10.1 al 5.

  • el llamado a ser pastor, Juan 21

El llamado a ser salvo


El capítulo 1 del Evangelio según Juan consiste en un prólogo de 18 versículos y luego una reseña de cuatro días dispensacionales.

  • el día del testimonio de Juan el Bautista a Cristo, 1.19 al 28

  • el día del testimonio a la cruz y la venida del Espíritu, 1.29 al 34

  • el día en que Cristo reúne a los suyos, 1.35 al 42

  • el día de los cielos abiertos, 1.43 al 51

Fue en este tercer día que Andrés trajo su hermano a Cristo. Él había encon­trado al Mesías y de una vez buscó a Pedro. Al contemplarle, percibiendo lo que había en él, Jesús dijo: “Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas”. Cefas quiere decir Pedro, una piedra.

Lo sorprendente aquí es que Pedro no haya dicho palabra alguna. Estaba atónito. El cambio de nombre nos hace ver que el Señor discierne lo que somos y podemos llegar a ser. Pero muchos años quedan de por medio. Los geólogos explican que una piedra es producto de fuego, presión y tiempo. Un resultado de la entrevista aquel día fue que el Señor dejó de ser para ese hombre sólo el Rabí, para ser el Mesías, el Cristo.

El llamado a pescar hombres


Algunos expositores consideran que Lucas 5 es un relato más amplio del incidente registrado en Marcos 1. El suceso tuvo lugar aproximadamente un año después del encuentro inicial al lado del Jordán. Pedro y Andrés, Jacobo, Juan y su padre Zebedeo, eran socios en un negocio de pesca. Aparentemente Simón Pedro era el gerente; Lucas 5.20. La empresa prosperaba a tal punto que contaban con siervos contratados; Marcos 1.20.

Una comparación de tres pasajes paralelos en los Evangelios muestra que había cuatro operaciones con las redes de pesca:

  • lavarlas, Lucas 5.2

  • bajarlas, Lucas 5.4

  • echarlas (una pequeña), Marcos 1.16

  • remendarlas, Marcos 1.19

Mientras Cristo predicaba la Palabra de Dios en la playa del Mar de Galilea, y la multitud le apretaba, tomó prestada la barca de Pedro y la usó como púlpito a poca distancia de la orilla. Una vez terminado de hablar, le pidió a Pedro bogar a las aguas profundas y bajar la red. Pero Pedro respondió: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red”. Y, hecho esto, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Al ver qué había sucedido, Pedro cayó de rodillas, diciendo: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador”. Y Jesús le respondió: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Traídas a tierra las barcas, ellos dejaron todo y le siguieron.

La lección para el evangelista es obvia. En la ocasión de Pentecostés Pedro bajó la red del Evangelio y tres mil fueron recogidos. Aun con tantos, la red no se rompió. Pero, además de echar la red en aguas de poca profundidad y bajarla a las profundas, el pescador de hombres debe tener cuidado a lavar la red y remendarla para que los peces no se escapen por las roturas.

El llamado a ser apóstol


Habiendo pasado una noche entera en oración en un lugar aparte, Jesús escogió a doce de entre sus discípulos y los llamó apóstoles; Lucas 6.12,13. El relato en Marcos 3.13,14 hace hincapié en la soberanía de su actuación: “Llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar”.

“Para que estuviesen con él”. A.T. Robertson lo llama una escuela teológica peripatética. Señala también que Lucas 6 deja en claro que la elección precedió inmediatamente al Sermón del Monte. En Mateo 10 los nombra, pero en Lucas 5 los escoge. Jesús les guarda a su lado por aproximadamente un año y luego los envía de dos en dos como misioneros.

Hay en estos tiempos quienes dicen ser apóstoles, pero las Escrituras constan que éstos constituían un grupo selecto cuya función más adelante fue la de echar el fundamento de la Iglesia. En Apocalipsis 21.14 leemos en cuanto a la Nueva Jerusalén que, “el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero”.

Las calificaciones de un apóstol se mencionan en Hechos 1.21,22, cuando Matías fue escogido para reemplazar a Judas Iscariote: “… estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros de su resu­rrección”. Obviamente nadie tiene estas características en nuestros días. El apostolado de Pablo fue único; él también vio al Señor y fue comisionado por Él. Pero es cosa peligrosa en esta época que uno asuma para sí grandes atributos y títulos.

A Pedro siempre se menciona en primer lugar y a él le fue dado el privilegio de abrir la puerta de la fe al judío en Pentecostés y al gentil en Cesarea; Hechos 10.

El llamado a ser pastor


Juan 21 es un apéndice inspirado del Evangelio según Juan y un prefacio a Hechos de los Apóstoles, uniendo un libro con el otro. Hay dos grandes lecciones en aquel capítulo: primeramente una lección sobre la pesca y después una sobre el pastoreo. Son ilustraciones de la misión doble de la Iglesia: el evangelismo y el cuidado del pueblo de Dios.

Impulsivo e inquieto, Pedro anuncia, “Voy a pescar”, y seis más responden, “Vamos nosotros también contigo”. Eran hombres representativos y figuraban en el grupo algunos pescadores probados. Pero trabajaron la noche entera sin pescar nada. Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa. “Hiji­tos”, preguntó, “¿tienen algo de comer?” Respondieron de mala gana con un monosílabo: “No”. Y ahora la orden: “Echen la red a la derecha de la barca”. Al hacerlo, no podían con la cantidad de peces en la red.

La lección está en la superficie. ¡Es una pérdida de tiempo cualquier obra realizada sin el mandamiento y presencia del Señor resucitado! Podemos reunir un grupo de expertos en la teoría de la pesca, pero nada lograremos si Él no está dirigiendo la operación. Y otro punto: Pedro tenía que ser restaurado a la con­fianza de sus hermanos; él había negado al Señor públicamente y tenía que ser restaurado públicamente.

El Señor encendió allí en la playa una pequeña fogata, como aquella ante la cual Pedro había negado al Señor en el patio del sumo sacerdote. Tres veces le negó, y tres veces ahora la pregunta, “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?” Y tres veces la respuesta: “Señor, tú lo sabes”. Con esto, viene la comisión: “Apacienta mis corderos; pastorea mis ovejas; apacienta mis queridas ovejas”. Al comienzo de su experiencia con el Señor, la orden fue en Marcos 1.17, “Venid en pos de mí”. Se repite en Juan 21.22: “Sígueme (continúa en seguir) tú”. Así que, Pedro había sido llamado y comisionado a ser pescador de hombres y pastor de ovejas.

Al final de su Primera Epístola entrega la tea a sus hermanos que tendrán esa responsabilidad una vez ausente él. “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino volunta­riamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo el señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”.

Que la Cabeza de la Iglesia, el Gran Pastor de las Ovejas, Hebreos 13.20, levante pescadores y subpastores para atender al pueblo suyo.
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