Más Platón y menos Prozac




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OU MARINOFF
Más Platón y menos Prozac
Para quienes siempre supieron que la filosofía

era buena para algo, pero nunca supieron

decir exactamente para qué

Es la razón por sí misma lo que hace la vida feliz

y agradable, al expulsar todas las ideas y opiniones

falsas, y evitar así toda perturbación de la mente.
EPICURO
La vida examinada es la única que merece ser vivida.

SÓCRATES
El tiempo de la vida humana no es más que un punto,

y su sustancia un flujo, y sus percepciones torpes,

y la composición del cuerpo corruptible, y el alma un

torbellino, y la fortuna inescrutable, y la fama algo sin

sentido [...]. ¿Qué puede pues guiar a un hombre? Una

única cosa, la filosofía.
MARCO AURELIO

Las nubes de mi aflicción se disiparon y bebí de la luz.

Con mis pensamientos en orden giré para examinar

el rostro de mi médico. Volví los ojos y posé mi

mirada en ella, y vi que era la enfermera en cuya

casa me habían cuidado desde la juventud: la filosofía.
BOECIO
El hombre no debe sobrevalorar la grandeza y el

poder de su mente.
GEORGE FREDERICK HEGEL
Hacer filosofía es explorar el propio temperamento,

pero al mismo tiempo tratar de descubrir la verdad.
Iris MÜRDOCH
Los carpinteros dan forma a la madera; los flecheros

dan forma a las flechas; los sabios se dan forma

a sí mismos.
BUDA
Agradecimientos
Gracias a los filósofos predecesores y contemporáneos por su perenne inspiración. La filosofía

es un río sin fin, que serpentea aquí y fluye allí, pero que nunca se seca.
Gracias a tantos colegas académicos y profesionales, en Estados Unidos y el extranjero, por el intercambio constructivo de ideas. Ellos mantienen

encendida la llama de la búsqueda filosófica, iluminando teorías y prácticas eficaces.
Gracias a todos los consejeros que aportaron los

casos que se estudian en la presente obra. Debido a

las limitaciones habituales, no hemos podido incluir todas las propuestas. Hemos utilizado casos de

Keith Burkum, Harriet Chamberlain, Richard

Dance, Vaughana Feary, Stephen Haré, Alicia Jua-

rrero, Chris McCullough, Ben Mijuskovic, Simón

du Plocky Peter Raabe. Gracias también a los con-

sejeros filosóficos cuyos trabajos e ideas he tenido

ocasión de mencionar que son: Gerd Achenbach,

Stanley Chan, Fierre Grimes, Kenneth Kipnis,

Ran Lahav, Peter Marky Bernard Roy.
Gracias a nuestros colegas holandeses —sobre

todo a Dries Boele e Ida Jongsma— por formar al primer grupo de expertos norteamericanos en el método nelsoniano de diálogo socrático.
Gracias a muchos otros cuya clarividencia y apoyo constante han contribuido al florecimiento del asesoramiento filosófico en Estados unidos, entre los que se cuentan Charles DeCicco,Joelle

Delbourgo, Rubén Diaz Jr., Paúl del Duca, Ron

Goldfarb, John Greenwood, Robbie Haré, Mahin

Hassibi, Meri Horfinan, Ann Lippel, Thomas

Magnell, Robyn Leary Mancini, Jean Méchame,

Thomas Morales, blanda Moses, Gerard 0'Sulli-

van, Mehuí Shah, Paúl Sharkey, Wayne Shelton,

Jennifer Stark, Martin Tamny y Emmanuel Tchi-

vidjian.
Gracias también a Tin Duggan, por su experto

y cordial quehacer como editor.
Por último, gracias a Colleen Kapklein, quien tradujo hábilmente mis elípticas divagaciones en una prosa comprensible.
He aprendido que todo filósofo puede escribir un libro poco popular sin contar con ninguna ayuda. Al fin y al cabo, nuestro don es abordar asuntos sencillos y hacerlos asombrosamente complejos. En cambio, la escritura de éxito requiere arte y fidelidad para hacer que los asuntos más complejos sean asombrosamente sencillos, tarea que no habría podido concebir, y mucho menos realizar, sin la ayuda de una experta.
Lou MARINOFF

Nueva York, 1999

Los casos estudiados en estas páginas proceden de mi consulta y de las de colegas que me han autorizado a incluirlos. El anonimato de nuestros

clientes se ha garantizado cambiando nombres, lugares, ocupaciones, detalles y demás datos pertinentes. Aunque sus identidades sean ficticias, el

provecho filosófico que sacaron es real.

PRIMERA PARTE
LOS NUEVOS USOS

DE LA SABIDURÍA ANTIGUA
La crisis de la filosofía

y su reciente recuperación
Contra las enfermedades de la mente, la

filosofía dispone de remedios; por esta

razón se la considera, con toda justeza, la

medicina de la mente.
EPICURO
Ser filósofo no consiste en el mero

formular pensamientos sutiles, ni

siquiera en fundar una escuela [...].

Consiste en resolver algunos de los

problemas de la vida, no en el ámbito

teórico, sino en el práctico.
HENRY DAVID THOREAU
Una mujer joven hace frente al cáncer de mama terminal de su madre. Un hombre de mediana edad prevé un cambio de rumbo en su trayectoria profesional. Una mujer protestante cuya hija está comprometida con un muchacho judío y cuyo hijo está casado con una chica musulmana tiene miedo de los conflictos religiosos que puedan surgir en su familia. Un ejecutivo financiero con una brillante carrera a sus espaldas se debate sobre si debe abandonar a su esposa tras veinte años de matrimonio.

Una mujer vive plenamente feliz en pareja, pero sólo uno de los cónyuges quiere tener hijos. Un ingeniero separado, padre de cuatro hijos, teme que delatar un error de diseño en un proyecto importante pueda costarle el empleo. Una mujer que

tiene todo cuanto creía desear (un marido y unos hijos que la quieren, una casa bonita, una profesión bien remunerada) lucha contra la falta de sentido de su vida; cuando piensa en ella se pregunta:
«¿Esto es todo lo que hay?»
Todas estas personas han buscado ayuda profesional para resolver los problemas que las abruman. En otros tiempos, quizás habrían acudido a

la consulta de un psicólogo, un psiquiatra, un asistente social, un consejero matrimonial o incluso

a la del médico de cabecera para dar con el tratamiento que les curaría su «enfermedad mental».

O quizás habrían consultado sus dudas con un guía espiritual o recurrido a la religión en busca de orientación e instrucción moral. Y puede que a algunos de ellos les diera buen resultado. Ahora

bien, también cabe que tuvieran que soportar largas conversaciones sobre su infancia, detallados análisis de sus pautas de comportamiento, recetas de antidepresivos o peroratas sobre la naturaleza pecaminosa del ser humano y el infinito perdón de Dios, sin que ninguno de estos trances llegara al meollo de su lucha interior. Asimismo, es probable que emprendieran una prolongada terapéutica, sin fecha de finalización, centrada en el diagnóstico de

una enfermedad como si se tratara de un tumor que es preciso extirpar o de un síntoma que pudiera controlarse con medicamentos.
Sin embargo, ahora existe otra opción para las

personas que se muestran insatisfechas o contrarias

a las terapias psiquiátricas y psicológicas: el asesoramiento filosófico. Lo que hicieron las personas

descritas más arriba fue buscar una clase de ayuda

distinta. Consultaron con un filósofo para hallar

nuevas ideas fundamentadas en las grandes tradiciones del pensamiento humano. Puesto que las

instituciones religiosas oficiales pierden autoridad

ante un número creciente de personas, y que la psicología y la psiquiatría traspasan los límites de si

utilidad en la vida de la gente (y comienzan a hacer

más mal que bien), muchas personas están cayendo

en la cuenta de que la pericia filosófica abarca la lógica, la ética, los valores, los significados, la racionalidad, la toma de decisiones en situaciones con-

flictivas o arriesgadas; en suma, toda la inmensa complejidad que caracteriza la vida humana.
Las personas que se enfrentan a dichas situaciones necesitan términos suficientemente profundo;
y amplios para exponer sus inquietudes. Sirviéndose de sus respectivas filosofías de la vida, a veces
valiéndose de los grandes pensadores del pasado

logran construir un marco de referencia que les permite arrostrar cualquier situación y pasar a L

siguiente con fundamentos más sólidos y con un;
mayor entereza espiritual o filosófica. Lo que necesitan es diálogo, no un diagnóstico.

Usted puede aplicar este proceso a su propia vida. Puede trabajar por su cuenta, aunque suele resultar útil contar con un interlocutor con quien

contrastar pareceres para asegurarse de no pasar por alto ningún aspecto y evitar que la racionalización prevalezca sobre la racionalidad. Con los consejos y los ejemplos contenidos en este libro, estará en condiciones de descubrir los beneficios que reporta un examen atento de la vida, beneficios que comprenden la tranquilidad de espíritu, la estabilidad y la integridad. No necesita ninguna experiencia en filosofía, ni tiene por qué leer La república de Platón ni ningún otro texto filosófico (a no ser que así lo desee). Todo cuanto precisa es una mentalidad filosófica y, dado que ha elegido

este libro y lo ha leído hasta aquí, me atrevería a afirmar que usted la tiene.
UNA FILOSOFÍA PROPIA
Todo el mundo tiene una filosofía de la vida pero pocos de nosotros gozamos del privilegio o el tiempo libre necesario para sentamos a esclarecer sutilezas. Tendemos a irlo haciendo sobre la marcha. La experiencia es una gran maestra, pero también precisamos reflexionar sobre nuestras experiencias. Necesitamos pensar con una postura

crítica, buscando pautas de conducta y situándolo

todo en el contexto general para abrirnos camino

en la vida. Comprender nuestra propia filosofía

puede ayudarnos a evitar, resolver o abordar muchos problemas. Nuestra filosofía también puede

ser el origen de los problemas que padecemos, de

modo que debemos evaluar las ideas que sostenemos para modelar un punto de vista que obre a

favor nuestro, no en contra. Usted es capaz de

cambiar sus creencias para resolver un problema, y

este libro le enseñará cómo hacerlo.
Pese a la fama que ostenta, la filosofía no tiene por qué resultar intimidante, aburrida o incomprensible. Gran parte de lo que se ha escrito sobre

el tema a lo largo de los años sin duda encaja en una

o más de estas categorías pero, en el fondo, la filosofía investiga las cuestiones que todos nos preguntamos: ¿Qué es una buena vida? ¿Qué es el bien?

¿En qué consiste la vida? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por

qué debería obrar correctamente? ¿Qué significa

obrar correctamente? No son preguntas fáciles, y

sus respuestas tampoco lo son; de lo contrario, no

seguiríamos dándoles vueltas una y otra vez. Dos

personas distintas nunca llegarán automáticamente

a las mismas respuestas. No obstante, todos contamos con un conjunto de principios como punto de

partida, tanto si somos conscientes de ellos y podemos enumerarlos como si no.
Lo mejor de disponer de miles de años de pensamiento en los que inspirarse es que muchas de

las mentes más sabias de la historia han profundizado en estos asuntos y nos han cedido un legado

de ideas y directrices que cabe aprovechar. Ahora

bien, la filosofía también es algo personal: usted

también es filósofo. Tome cuanto pueda aprender

de otras fuentes, pero si lo que quiere es encentrar

una forma de ver el mundo que le dé resultado,

tendrá que tomarse la molestia de pensar por su

cuenta. La buena noticia es que, con el debido incentivo, usted es perfectamente capaz de pensar

por sí mismo.
¿Dónde encontrar dicho incentivo? Pues sin ir

más lejos en este libro, que no le ofrece parte del

fruto de la práctica filosófica. Mis colegas de profesión y yo no somos filósofos sólo en el sentido

académico del término. Aunque muchos de noso-

tros estemos doctorados en filosofía, enseñemos

en universidades y publiquemos artículos especializados, hacemos algo más que eso: también

ofrecemos asesoramiento a clientes individuales, a

grupos y a organizaciones. Apartamos la filosofía

de los contextos puramente teóricos o hipotéticos

y la aplicamos a los problemas cotidianos de la vida personal, social y profesional.
Si usted viniera a verme, tal vez le comentaría

los planteamientos de Kierkegaard para enfrentar-

se a la muerte, las ideas de Ayn Rand sobre las virtudes del egoísmo o el consejo de Aristóteles de

perseguir la razón y la moderación en todas las cosas. Quizás estudiaríamos teoría de la toma de de-

cisiones, el Yying o I Ching (Libro de las mutaciones)

o la teoría de la necesidad de Kant. En función de

su problema, examinaríamos las ideas de los filósofos que mejor se apliquen a su caso, aquellas con

las que usted se sintiera más cómodo. Hay personas que gustan del enfoque autoritario de Hobbes,

por ejemplo, mientras que otras responden a planteamientos más intuitivos, como el de Laozi o Lao


Tse. Quizás exploraríamos dichas filosofías en profundidad, aunque lo más probable sería que usted

tuviera su propio esquema filosófico y que deseara expresarlo con más claridad. Yo actuaría como

un guía para sacar a la superficie e iluminar sus

propias ideas y, posiblemente, para sugerirle otras

nuevas.
Lo que obtendría después de abordar desde una

óptica filosófica el asunto que le atañera sería una

forma duradera, profundamente arraigada e imparcial, de hacer frente a cualquier obstáculo que

surja en su camino, ahora y en el futuro. Encontraría esta verdadera tranquilidad de espíritu mediante la contemplación, no con medicamentos. Platón

sí, Prozac no. Ello exige pensar con claridad y agudeza, lo cual no está fuera de su alcance.
La vida es estresante y complicada, pero usted

no tiene por qué estar angustiado ni confundido.

Este libro trata sobre los problemas a los que nos

enfrentamos en la vida cotidiana. Somos especial-

mente vulnerables cuando andamos escasos de fe

o confianza, tal como nos ocurre a muchos de nosotros cuando no logramos dar con todas las respuestas en la religión o en la ciencia. A lo largo de

este siglo, se ha ido abriendo un tremendo abismo bajo nuestros pies a medida que la religión ha ido

retrocediendo y la ciencia avanzando, y todo ha perdido significado. Es fácil que no veamos dicho

abismo hasta que ya hayamos caído en él. Los filósofos existencialistas realizan visitas guiadas muy

completas; aun así, en la mayoría de los casos no

logran sacar a las personas de él. Lo que necesitamos es cosechar las aplicaciones prácticas de todas

las escuelas filosóficas para planear la forma de salir de nuevo a la superficie.
La filosofía está recobrando su legitimidad perdida como un modo útil de examinar el mundo

que nos rodea, mientras el universo nos proporciona nuevos misterios antes de que ni la teología

ni la ciencia hayan podido reconciliar los enigmas

existentes. Bertrand Russell describió la filosofía

como «algo intermedio entre la teología y la ciencia [...] una tierra de nadie expuesta a ataques pro-

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