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encontraban una relación satisfactoria. Seguramente había otros tantos millones de personas que trabajaban con toda clase de horarios extraños y que, a pesar de ello, tenían pareja. No fue una gran revelación pero aportó algo de consuelo: era posible que el horario de trabajo no fuese el responsable de que Doug tuviera el corazón partido. El mero hecho de saber que otros se hallaban en la misma situación renovó las esperanzas de Doug de encontrar la clase de persona que quería, y le dio más energía para acometer el problema. Los científicos llaman «comprobar supuestos» a esta clase de revisión, la cual constituye una herramienta imprescindible en la resolución de problemas científicos y también es de gran utilidad para resolver problemas personales o filosóficos. Para iniciar la etapa contemplativa, Doug tenía que plantearse explicaciones alternativas de su problema. ¿Realmente necesitaba conocer gente nueva para encontrar el amor o quizás había pasado por alto a alguien que ya conocía? ¿Acaso había invertido la causa y el efecto, y en parte había elegido aquella clase de trabajo para evitar tener relaciones? ¿Había algo en él (p. ej., timidez) que le impedía tratar a la gente cara a cara (a diferencia de sus contactos en las ondas) o establecer una relación cuando conocía a alguien? Para hallar el modo de manejar su situación, Doug no podía dar nada por sentado. Llevar esta clase de vida exami- nada puede resultar incómodo al principio, ya que no todo lo que descubra sobre sí mismo será de su agrado, pero a la larga es mejor saber cosas sobre uno mismo, sean las que fueran, incluso si durante un tiempo le sorprenden. Sólo comprendiéndose de verdad podrá reconocer sus motivos, validar sus creencias, actuar para alcanzar sus objetivos y encontrar una paz interior más duradera. Le sorprendería saber cuántas personas se encuentran en la misma situación que Doug: son agradables, inteligentes, ingeniosas, elocuentes, queridas y, sin embargo, carecen de compañero sentimental. En el caso de Doug, discutimos unas cuantas posibilidades que pudieran explicar su situación. ¿Acaso el destino tenía algo que ver? Tal vez, pero a Doug no le gustaba nada la idea de estar completamente a merced de fuerzas desconocidas. ¿Y la voluntad? Doug estaba bastante seguro de que si decidía encargar una pizza conseguiría que se la entregaran, con sus ingredientes favoritos, haciendo una simple llamada telefónica. ¿Acaso dar con alguien tenía que ser así de fácil? Doug no lo creía. La compañera de su vida iba a ser más especial que un trozo de pizza, aunque eso no significaba que no fuera a encontrarla. ¿Podría ser que Doug no se sintiera merecedor de la clase de mujer que en realidad quería? ¿Que en verdad estuviera obrando correctamente al respecto? Puede que su compañera ya estuviera en camino y lo único que le pasaba a Doug es que se impacientaba con la espera. Cuando tienes la sensación de que la pizza está tardando más de la cuenta en llegar, telefoneas para averiguar qué sucede con la entrega. Ahora bien, ¿a quién puedes llamar cuando el amor de tu vida tarda demasiado en llegar? ¿Y cómo saber cuánto tiempo es demasiado? Di a conocer a Doug un par de revelaciones que venían al caso, una del taoísmo y la otra del budismo. En primer lugar, Laozi nos dice que querer algo mucho pero creer que es inalcanzable es perjudicial para el estado de ánimo. Póngase debajo de un manzano en primavera. No verá ni una manzana, y no conseguirá ninguna por más que trepe al árbol o lo sacuda. Vuelva a ponerse debajo del mismo manzano en otoño. Las manzanas maduras le caerán a las manos. Lo que a veces ocurre es que nos esforzamos demasiado, o en el momento menos oportuno, para satisfacer los deseos del corazón. Trate de desear menos y de ser más oportuno. En lo que a conocer gente se refiere, la oportunidad suele ser mejor cuando uno no se esfuerza en conseguirlo. Deje de buscar y encontrará. Y si no encuentra, no sufrirá porque no estará buscando. Este es el arte de buscar sin buscar. Parece una paradoja lógica, pero eso al Tao le trae sin cuidado; así es como funciona. Los cinco colores cegarán la vista del hombre. Los cinco sonidos ensordecerán el oído del hombre. Los cinco sabores estropearán el paladar del hombre. Perseguir y dar caza volverá insensato al hombre. Las cosas difíciles de obtener corromperán la conducta del hombre. LAOZI La segunda revelación es de Buda: lo que experimentamos en la vida es lo que hemos querido (no lo que deseamos o soñamos, sino lo que quiere nuestra voluntad). El truco es que lo que usted está viviendo ahora es producto de una volición previa, de lo que quiso anteriormente. Usted puede influir en lo que le pasará en el futuro reflexionando sobre lo que quiere ahora, pero este proceso no es instantáneo. Requiere tiempo. ¿Cuánto tiempo? Pruébelo y lo averiguará por sí mismo. Con la debida práctica, empezará a vivir el presente con más plenitud, lo que significa que no le faltará casi nada. Se obtiene lo que se quiere, no lo que se desea. Y hay que quitarse de encima lo que se desea demasiado. Todos los fenómenos de la existencia tienen la mente de su precursor, la mente de su líder supremo, y de mente están hechos. BUDA En efecto, su compañera sentimental es una manifestación de su mente, tal como usted lo es de la suya. Cuando usted sea capaz de querer que aparezca, descuide que lo hará. Admirado ante la utilidad de estos puntos de vista, Doug comenzó a dejar de lamentarse de todos los sitios que estaban cerrados cuando salía de trabajar. En cambio, comenzó a preguntar qué había abierto a esa hora. A estas alturas debería ser cliente habitual de la cafetería más concurrida de la ciudad a la hora del desayuno, y mantener los ojos bien abiertos para detectar a esa persona que estará pensando: «¿No sería estupendo conocer a alguien de forma civilizada, mientras tomamos el desayuno, teniendo ocasión de vernos y oírnos, en lugar de hacerlo en una discoteca subterránea, os- cura y ruidosa?» Tras comprender que su problema tenía solución (en lugar de ser un conflicto insufrible con su trabajo), Doug estaba preparado para pasar a la acción, de modo que comentamos otros enfoques prácticos para encontrar una relación amorosa, desde incorporarse a un grupo de aficionados a un hobby para conocer a alguien con quien tuviera al-gún interés en común, hasta poner un anuncio personal en el que especificara sus inusuales horarios. Fueran cuales fueren los pasos concretos que diera Doug, lo más importante para él me vencer los prejuicios filosóficos que limitaban sus opciones. El asesoramiento filosófico ayudó a Doug en la etapa contemplativa, hasta que estuvo preparado para obrar por su cuenta y dar los pasos necesarios para conocer a alguien. Su disposición evolucionó desde lo problemático («Mi horario me impide conocer personas») a lo esencial («He estado usando mi horario como excusa para no conocer a nadie»). Tras efectuar un cambio fundamental en su disposición mediante la contemplación, se vio bien pertrechado para embarcarse en la aventura que buscaba. En esta etapa esencial, dejó de tener un problema: tenía la voluntad de obedecer a su corazón. De esta manera, usted puede dirigir su destino reflexionando sobre lo que quiere. Puede que esté perdido en un laberinto de deseos y que ni siquiera lo sepa porque no sabe en qué está pensando. Uno de los objetivos del proceso PEACE es dejar al descubierto el programa que se está ejecutando en su cabeza y permitirle decidir si desea cambiar de rutina. Los seguidores de la New Age tienden a llevar esta idea demasiado lejos, sosteniendo que cualquier cosa que afirmen se hará realidad. Y lo cierto es que sería divertido que bastara con pensar que uno va a ganar la lotería para que le tocase el gordo. Es preciso que distinga entre lo que puede cambiar mediante sus actos conscientes (como su disposición hacia el conocer personas) y lo que no puede cambiar mediante sus actos conscientes (como el tiempo). SUSAN Si Doug hubiese conocido a Susan, quizá su experiencia le habría demostrado que conocer a muchas personas no es forzosamente el camino que conduce a una relación satisfactoria. Ejecutiva de éxito en una gran firma financiera, Susan era el tipo de treintañera adética y atractiva que suele posar en los anuncios de coches de lujo. Llevaba una vida social muy activa con un maravilloso círculo de amistades, y andaba sobrada de citas. Sin embargo, pese a su éxito profesional, económico y social, le daba la impresión de que le faltaba algo. Quería comprometerse en una relación a largo plazo y tener hijos con el cónyuge adecuado, pero ninguno de los hombres que salían con ella parecía compartir este ideal. La mayoría de ellos ni siquiera le proponía un segundo encuentro, por no hablar de un sitio en la mesa de su visión de la vida en familia. Susan se ponía nerviosa al pensar que a estas alturas de la vida ya tendría que haberse tomado las cosas en serio con alguien. Había asistido a infinidad de bodas y ceremonias de compromiso de amigos en los últimos años y ahora ya comenzaba la ronda de bautizos de sus hijos. Su abuela le había comentado hacía poco que esperaba vivir lo bastante como para bailar en la boda de su nieto mayor. Emparejarse parecía la cosa más normal del mundo. Ahora bien, Susan admitía ser una perfeccionista y creía firmemente que debía ser capaz de sentar cabeza con alguien que viviera con arreglo a sus valores, a todos sus valores. Susan, como Doug, sacó provecho de cuestionar su propia historia. A diferencia de Doug, al analizar e integrar los distintos aspectos de su experiencia, iba a parar una y otra vez a los mismos sentimientos: pese a desear con fervor una relación amorosa, prefería no involucrarse con nadie antes que hacerlo con la persona equivocada. Mientras la escuchaba, me mostré de acuerdo con su valoración de la situación, y no vi la necesidad de seguirla cuestionando, dado que ella ya la había revisado a conciencia. Ser exigente es bueno, y Susan no se medía a sí misma sirviéndose de promedios estadísticos. Entre los beneficios de la práctica filosófica se cuentan el modo de hallar la esencia de uno mismo y la valentía de vivir conforme a ella. Susan apreciaba la virtud, tanto en ella como en los demás. Alenté a Susan a mantenerse firme en esta postura (que se da tan raras veces en la sociedad actual) pero también a ser un poco más realista. Ninguna relación es perfecta. Así pues, aunque uno logre encontrar a una persona absolutamente maravillosa, nunca hay un perfecto «y fueron felices por siempre jamás». Además, no se puede saber de antemano si alguien es virtuoso, de modo que si Susan quería encontrar a alguien así, le sería preciso invertir tiempo en ir conociendo a las personas antes de emitir juicios sobre ellas. Y esto iba a llevarle más de una cita. Comentamos la posibilidad de un largo noviazgo para que Susan se mantuviera fiel a su búsqueda del compañero adecuado sin descartar a los pretendientes antes de que tuvieran ocasión de dar prueba de su valía. Susan presentaba una clase de reserva que hoy en día no es tan común como antaño. Explorar despacio una relación contribuiría a establecer los fundamentos de algo duradero, o como mínimo a desvelar una razón de peso para no seguir adelante con la relación. Susan se propuso ser sincera con sus posibles pretendientes expli- cándoles que buscaba a alguien que se mostrara paciente a este respecto. Como sociedad, nos hemos vuelto tan permisivos que no conocemos límites en la mayor parte de ámbitos, con inclusión de las relaciones personales. Todo se mueve a un ritmo rápido e impulsivo. Pese a las ventajas del acceso a Internet y los viajes en avión, el exceso de velocidad hace estragos en el noviazgo. Si usted busca a alguien para asentar los cimientos de su casa, querrá a la persona que vaya a realizar la obra más firme y sólida, no a la que le prometa hacerlo de un día para otro. El pensamiento de Susan sobre la virtud seguía un hilo paralelo al de Aristóteles, quien creía que la felicidad es algo más que mero placer, diversión o entretenimiento. Escribió que tales cosas son pasajeras, no perdurables, y que vienen de fuera de uno, mientras que la plenitud procede de dentro. A esta felicidad la llamó «excelencia de carácter» porque la veía fruto de alcanzar las virtudes clásicas de la sabiduría, la templanza, la valentía y la justicia (las virtudes cristianas —fe, esperanza y caridad— surgieron siglos después). Para Susan, como para Aristóteles, plenitud significaba llegar hasta donde uno sea capaz. Aristóteles habría agregado que practicar dichas virtudes significa seguir el camino del medio. Si Susan hubiese tenido ocasión de confiar sus problemas a Aristóteles, con toda probabilidad la habría instado a no poner en peligro sus principios pero también a asegurarse de que dichos principios no fuesen extremos. Si la felicidad consiste en virtuosa actividad, debe ser la actividad de la más elevada virtud o, en otras palabras, de la mejor parte de nuestra naturaleza. [...] Así, concluimos que la felicidad alcanza hasta donde llega la facultad de pensar, y cuanto mayor sea la facultad de pensar de una persona, mayor será su felicidad; no como algo accidental sino en virtud de su pensamiento, pues éste es noble por definición. Por ende, la felicidad tiene que ser una forma de contemplación. ARISTÓTELES Susan también se interesó por las ideas de los estoicos. Pese a la idea popular de que el estoicismo consiste en apretar los dientes ante el infortunio (tomarse las cosas «con filosofía», como se suele decir), el concepto central del estoicismo es asignar valor sólo a lo que nadie puede quitarnos. El valor, entonces, reside en cosas como la virtud, y no en un abrigo de piel nuevo o en una tarjeta de crédito. Para los estoicos, el objetivo es conservar el poder sobre uno mismo. Si usted valora algo que le pueden quitar, se pone en manos de quien quiera quitárselo. Piense en la cantidad de poder que tiene un ladrón de coches sobre aquellos de nosotros que no hemos perfeccionado una actitud estoica. Compramos alarmas caras y molestas, nos vemos en apuros cada vez que tenemos que inmovilizar el volante al del coche, nuestra congoja no es cuantificable pero seguro que está en lo alto de la escala de Richter. Los coches abundan en todas las calles; las virtudes son más raras en los seres humanos. Susan hizo bien al valorar sus principios y expectativas, y los estoicos habrían dado su bendición a las fuerzas de resistencia que le impidieron devaluarse. La naturaleza tenía previsto que no necesitáramos muchos pertrechos para vivir felices; cada uno de nosotros es capaz de crear su propia felicidad. Las cosas externas apenas tienen importancia. [...] Todo lo que un hombre precisa está más allá del poder de otro hombre. SÉNECA Susan también presentaba una faceta fatalista, así que Tolstói le gustó. Tolstói creía en el destino humano. Susan también pensaba que el desuno jugaba la mano definitiva en toda relación, aunque se preguntaba hasta qué punto podía controlar la partida. ¿Podía encontrar el amor que tanto ansiaba y hacerle un sitio en su vida? ¿O era una cuestión de destino? Como en todas las cuestiones filosóficas, no es posible responder a estas preguntas de manera concluyeme. La única forma de averiguarlo es vivir, e incluso entonces, por supuesto, puede que no lo averigüe. Las teorías filosóficas no pueden demostrarse como los teoremas matemáticos. Puesto que no conocemos las respuestas absolutas, tal vez lo más importante sea lo que usted |