descargar 1.41 Mb.
|
que no alivie ningún sufrimiento humano. EPICURO El problema filosófico es ser conscientes del desorden que reina entre los conceptos, y puede resolverse poniéndolos en orden. LUDWIG WlTTGENSTEIN El asesoramiento filosófico es más un arte que una ciencia y siempre es diferente con cada individuo. Tal como la terapia psicológica se presenta de infinitas maneras distintas, el asesoramiento filosófico tiene como mínimo tantas variantes como consejeros que lo practiquen. Usted puede reflexionar con filosofía sobre un problema por su cuenta o con la ayuda de un interlocutor no profesional. La gran pregunta es: «¿Cómo se hace?» Al- gunos consejeros filosóficos, entre los que destaca Gerd Achenbach, consideran justificado que no exista un método general que pueda explicarse o enseñarse. Al fin y al cabo, si no existe un método general para filosofar, ¿por qué tendría que haber uno para el asesoramiento filosófico? Aun así, mi experiencia me ha demostrado que muchos casos se ajustan de modo satisfactorio a un planteamiento en cinco pasos al que denomino proceso PEACE. Con este planteamiento se obtienen buenos resultados, es fácil de seguir, y además aclara los motivos que distancian el asesoramiento filosófico de otras formas de terapia hablada. Tal como verá, la mayor parte de los problemas que se presentan en este libro se resolvieron mediante el proceso PEACE. Tal vez el suyo también pueda manejarse así. PEACE es un acrónimo de las iniciales de las cinco etapas que componen el proceso: problema, emoción, análisis, contemplación y equilibrio. El acrónimo es adecuado, ya que estos pasos constituyen el camino más seguro para alcanzar una paz interior duradera. Los dos primeros pasos enmarcan el asunto, y la mayoría de personas pasa por estas etapas de forma natural. No necesitan que nadie les ayude a identificar el problema, aunque en determinadas ocasiones conviene revisar e incluso refinar este punto. Su reacción emocional es inmediata y clara (nadie tiene que aprender a sentir emociones), aunque esto también podría ser objeto de una re- flexión ulterior. Las dos etapas siguientes estudian el problema de manera progresiva, y aunque muchas personas son perfectamente capaces de hacer- lo por su cuenta, suele resultar ventajoso contar con un interlocutor o un guía para explorar nuevos territorios. El tercer paso le conduce más allá que casi toda la psicología y la psiquiatría, y el cuarto le sitúa de pleno en la esfera filosófica. La última etapa incorpora a su vida lo que ha aprendido en cada uno de los cuatro pasos anteriores, puesto que los planteamientos meramente intelectuales no resultan prácticos a menos que se sepa cómo utilizarlos. Iré dando una explicación breve de cada paso" para mostrarle cómo funciona el proceso. Luego retrocederé y los explicaré con más detalle, agregando un caso tipo para que pueda ver el proceso en acción. Cada uno de los capítulos de la Segunda parte también describe como mínimo un caso siguiendo el proceso PEACE. Al enfrentarse a un asunto desde una óptica filosófica, lo primero que cabe hacer es identificar el problema. Por ejemplo, su padre está muriendo, o se ha quedado sin trabajo o su esposa le engaña con otro. Normalmente, cuando tenemos un problema, lo sabemos, y la mayoría de nosotros cuenta con un mecanismo de alarma interno que se dispara cuando necesitamos ayuda o recursos complementarios. Hay veces en las que concretar el problema es más complicado de lo que parece, de modo que esta etapa puede que le requiera cierto esfuerzo, sobe todo si los parámetros del asunto que le atañe no resultan evidentes. En segundo lugar, debe hacer acopio de las emociones que le provoca el problema. Se trata de una contabilidad interna. Debe experimentar emocienes genuinas y canalizarlas de forma constructiva. La psicología y la psiquiatría no suelen progresar más allá de esta etapa, de ahí que su utilidad esté limitada. Siguiendo los ejemplos de más arriba, sus emociones probablemente sean una combinación de aflicción, rabia y tristeza, aunque quizá le suponga un poco de esfuerzo llegar a esta conclusión. En el tercer paso, análisis, usted enumera y examina las opciones de que dispone para resolver el problema. La solución ideal sería la que normalizara tanto los aspectos extemos (el problema) como los internos (las emociones que ha despertado el problema), pero la solución ideal no siempre está a su alcance. Para seguir con un ejemplo, dar la orden de que desconecten a su padre agonizante de la máquina que lo mantiene con vida tal vez sea lo mejor para él pero también lo más duro para usted. Puede poner la decisión en manos de los médicos, o dejar que lo decida su hermano o decidir continuar con unos fútiles cuidados intensivos; éstos son los distintos caminos que tiene que recorrer mentalmente para hallar el más apropiado. En la cuarta etapa, usted da un paso atrás, gana cierta perspectiva, y contempla su situación en con- junto. Llegados a este punto, ya habrá clasificado en categorías cada una de las etapas con vistas a manejarlas. Ahora tiene que hacer trabajar a todo su cerebro para integrarlas. En lugar de detenerse en un árbol determinado, estudia el contorno del bosque. Es decir, cultiva una visión filosófica unificada de su situación en conjunto: el problema tal como se le presenta, su reacción emocional y las opciones que ha analizado al respecto. En este punto ya está preparado para considerar métodos, sistemas y enfoques filosóficos para abordar la situación que le afecta en su globalidad. Las distintas filosofías ofrecen interpretaciones diferentes de su situación así como prescripciones divergentes de lo que hay que hacer al respecto, cuando lo hay. En el ejemplo de enfrentarse a la muerte de su pa- dre, necesita ponderar sus ideas sobre la calidad de vida, las responsabilidades que tiene contraídas con los demás, la ética de desconectar el soporte vital de un enfermo y el peso relativo de valores irreconciliables. Tiene que adoptar, mediante la contemplación, una postura filosófica que al mismo tiempo se justifique por méritos propios y esté en consonancia con la naturaleza de su persona. Finalmente, después de enunciar el problema, expresar sus emociones, analizar sus opciones y contemplar la situación desde una postura filosófica, alcanzará el equilibrio. Entenderá la esencia de su problema y estará preparado para emprender actos adecuados y justificables. Se sentirá equilibrado y también dispuesto a afrontar los inevitables cambios que le esperan. Por ejemplo, si ha decidido desconectar el respirador de su padre, estará seguro de que habría sido lo que él hubiese deseado y que, a pesar de que su muerte suponga un duro golpe para usted, es responsabilidad suya cumplir sus deseos tan bien como pueda por más difícil que sea la situación. EL PROCESO PEACE Algunas personas son capaces de cubrir las cinco etapas en una única sesión de asesoramiento; a otras, el proceso PEACE les llevará semanas o meses. La cantidad de tiempo variará en función del cliente y de la situación. Muchos clientes ya han pasado por las tres primeras etapas (identificar el problema, expresar las emociones, analizar las opciones) antes de solicitar asesoramiento filosófico. Cuando es así, el proceso continúa partiendo de la etapa de contemplación. Usted debe avanzar a su propio ritmo, tanto si reflexiona por su cuenta como si lo hace con un amigo o con un profesional preparado. Cada uno de nosotros está centrado en su propio ser y contempla el mundo desde una posición estratégica. Podemos percibir la existencia como una mera serie de acontecimientos que nos suceden a nosotros y a nuestro alrededor, o bien podemos asumir parte de responsabilidad en muchas de las cosas que ocurren. Es inherente a la naturaleza humana pensar lo primero de todo lo malo y lo segundo de todo lo bueno. Cuando la tragedia le alcanza, seguro que tarde o temprano murmura: «¿Por qué a mí?» Aunque esa pregunta no se la formulará nunca quien acabe de ganar la lotería. Si nuestros hijos saben comportarse y sacan buenas notas, nos felicitamos por lo bien que los hemos educado. Si se portan mal y son desobedientes, los culpamos de ello. Aceptar la responsabilidad de los acontecimientos positivos y desentenderse de los negativos es una manera de proteger y velar por nuestros intereses, y no cabe la menor duda de que Hobbes no andaba errado al insistir en que las personas básicamente «se respetan a sí mismas». Cuando se disponga a definir el problema al que se enfrenta, procure averiguar lo que ocurre sin emitir juicios. Estará contemplando lo que los filósofos denominan «fenómenos», es decir, sucesos extemos a usted, hechos que existen con independencia de sus creencias, sentimientos o deseos al respecto. Piense en esta etapa como en la fenomenal, si le asoma la vena filosófica. Tal como nos enseña el Yijing, las cosas cambian sin cesar, de modo que siempre vamos encontrando situaciones nuevas. Por suerte para nosotros, manejamos por rutina la mayor parte de situaciones. No tenemos que examinar cada nuevo estado de cosas, ya que con- tamos con las convenciones sociales y los hábitos personales para guiarnos por la mayor parte de caminos. De este modo, cuando analice su situación, tiene que determinar qué es un mero fenómeno y qué constituye el verdadero problema para usted. Supongamos (de momento) que usted no es el causante de la situación presente; usted vive su vida y se preocupa de sus asuntos (más adelante, en los pasos tercero y cuarto de este proceso, deberá analizar en qué medida es responsable de ella con vistas a controlar la parte que le corresponda). Puede que usted se encuentre inmerso en un mar de dudas, pero usted no es el océano. Cada vez que tropieza con algo que se sale de lo corriente, algo para lo que no dispone de una reacción prevista, experimenta una respuesta emocional. El sistema límbico, la parte más antigua del cerebro, genera la fisiología de la emoción: respuestas automáticas (hablando técnicamente, autónomas) a los estímulos. No obstante, la experiencia de la emoción tiene lugar en una parte superior del cerebro, donde sus respuestas fisiológicas son interpretadas y etiquetadas. Se trata de una calle de sentido único. Esta separación garantiza que usted no pueda controlar una emoción por el mero hecho de reconocerla, aspecto que pasan por alto muchos psicólogos y psiquiatras que centran su trabajo en hacer precisamente eso. Entender que está enfadado no alterará la respuesta de su cuerpo al enfadarse (p. ej., incremento del ritmo cardíaco, secreción de adrenalina). Recono- cer la emoción constituye una información valiosa, sólo que dicha revelación no contiene el sentimiento. Una vez que ha tenido el sentimiento y lo ha identificado, la tercera parte de este paso consiste en expresarlo de la forma adecuada. El hecho de expresarlo tampoco pondrá punto final al sentimiento, dato del que también deberían tomar nota los psicólogos y psiquiatras, pero expresarlo de un modo inapropiado probablemente empeorará su situación. Mediante el análisis, usted emprende el proceso de resolver su problema haciendo inventario de las opciones de que dispone. Puede que usted se diga: «Bueno, tengo este problema que me hace desgraciado; ¿qué puedo hacer al respecto?» La forma más corriente de generar alternativas es por analogía. Si lo que le ocurre ya lo ha experimenta- do y resuelto con anterioridad, sabe muy bien qué debe hacer y qué no debe hacer, en función de cómo procediera en una ocasión anterior. También puede meditar sobre lo que le sucedió a su mejor amigo, o sobre lo que ha visto en una película o sobre lo que lea en este libro. Hallar puntos en común con otras situaciones (crear una analogía) es un método muy fructífero para comprender las dificultades que le abruman. Quizá no cambie sus sentimientos acerca del problema, pero puede ayudarle a comprender mejor cómo o por qué está sucediendo y contribuir a que usted genere las reacciones posibles. Las terapias psicológicas no van más allá del análisis, si es que llegan a ir tan lejos. La mayoría no lo hace; se atasca en una interminable «validación» de emociones. Los psiquiatras tienden a desalentar el estudio razonado de un problema y, en cambio, se centran en las emociones para guiarle de regreso a la infancia. Podría hacer esta clase de trabajo durante años sin conseguir sentirse mejor. Por otra parte, muchas personas trabajan sobre las tres primeras etapas del proceso PEACE por su cuenta pero no profundizan en contemplación y equilibrio, por lo que no logran dar con la solución a sus problemas. Esto nos lleva a la contemplación y a la integración de toda la información que ha reunido en los tres primeros pasos. Ahora su objetivo consiste en adoptar una disposición (una actitud, una manera de ver) para con su situación general. En el diccionario comprobará que «disposición» significa «tendencia dominante, inclinación, humor o tempera- mento». Cuando un admirador le dice que es una persona bien dispuesta, eso es en lo que está pen- sando. Sin embargo, en este libro, disposición es otra forma de decir perspectiva filosófica. Para encontrar la suya, tiene que retroceder un paso, distanciándose de la inmediatez del problema, de la fuerza de sus emociones y de la lógica de su análisis. El paso crucial es adoptar un amplio punto de vista filosófico para contemplar la situación en que se halla en su globalidad; si lo logra, será capaz de reconciliarse consigo mismo y seguir adelante. Puede que consiga encontrar una filosofía que se haga eco de sus ideas en la obra de un filósofo conocido, tanto leyendo sus escritos como aprendiendo los aspectos más destacados con un filósofo de formación. Con toda seguridad usted posee una filosofía personal, aunque no lo suficientemente consciente o elaborada como para que pueda servirse de ella. Así pues, lo más probable es que necesite un guía, o un espejo, que le ayude a sacar su filosofía a la superficie, donde le sea posible verla y trabajar con ella. Una disposición se siente como algo genuinamente propio. Es más como desenterrar una piedra preciosa que como fabricar una herramienta. Si adopta una disposición filosófica que no sienta en su mero interno, lo único que estará |