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DIARIO DE JANO -o La Estética de la Mentira – por: Carlos Goedder ![]() ![]() (Obra preparada para el II PREMIO INTERNACIONAL DE NOVELA “Javier Tomeo” correspondiente al año 2005) A Robert Greene, el único que logró superar a Maquiavelo. Día 1Ser o No Ser, esa es la cuestión. La frase del bardo de Stratford-upon-Avon era conveniente para otros tiempos. Hoy valen más TENER O NO TENER; mejor aún, PARECER O NO PARECER. Y es que estamos en otros tiempos. Hoy día hasta los poetas y los guionistas son asalariados. No ajeno a las inquietudes artísticas, he decidido empezar aquí mi Pequeño Diario. Siendo lector asiduo, mas careciendo del talento y la voluntad de escribir novelas, cuentos, tratados o pasquines, he optado por una recopilación personal de mis limitaciones, mis sueños, mis grandezas, mis aciertos y mis desventuras, tejiendo mis reflexiones con el hilo más sutil de las tramas humanas, que es el de la MENTIRA. Con seriedad, me dispongo a estudiar rigurosamente a esta práctica con nombre de mujer que ha sido mi compañera desde mis días más antiguos y con la cual siempre podré contar en cualquier momento. Fiel, constante, sensata, astuta e incluso confiable, mi amiga la Mentira es por todos compartida y es la amante que más nos absorbe, nos consume y nos tienta durante nuestros días. No dispongo de las herramientas del investigador ni de las rentas suficientes para emprender un estudio serio y científico del asunto. He decidido yo mismo estudiar mis mentiras por el período que tenga paciencia para meditarlas y documentarlas. Mentiría si digo que hago esto por nobles inclinaciones. Lo realizo más bien por tedio, pues quien vive rodeado de damas, placeres, fama e ingresos difícilmente tiene necesidad o tiempo para escribir algo. Y si lo escribe tiende a ser mentira. Yo hago el Análisis Mentiroso más honesto y transparente que pueda elegir, pues soy yo mismo autor y analista de mis mentiras, documentando las reacciones de quienes han compartido conmigo estos vicios de engañar al prójimo, creer falsedades o, peor aún, dejarse engañar. No dudo que quien lee también lo hace a falta de algo mejor y hasta por cierto embotamiento transitorio de los sentidos o la sociabilidad, por lo cual creo que no miento al decir que estamos en el mismo tedio, tanto quien lee como quien escribe. Inicio pues esta crónica que, mentiría si no lo confieso, no deja de tener su ambición analítica aún dentro de su carácter confidente y autobiográfico. Quien no quiere trascenderse a sí mismo, nunca escribe y quien lee nunca lo hace sin intención de divertirse. Mi análisis de la mentira no será moralista, ni expiatorio ni tendrá el aburrido sabor de la confesión. Por el contrario, voy a hacer de mi Mentira algo estético, algo puro, algo digno y algo entretenido. No mentiré al decir que mis mentiras me han dado un repertorio de emociones y de vivencias que ningún otro instrumento supo darme. Y casi como una masturbación, fue mi propia mentira lo que me dio un placer inmediato, propio y auténtico. Día 2¿Cuándo mentí por primera vez en mi vida? Mentiría si digo que consigo recordarlo. No sé ni por qué lo hice, ni quién me enseñó ni cuándo la práctica se hizo costumbre. Rastrear la historia de las cosas sólo sirve en la medida que se genera algún avance en el presente. No le veo mucho sentido a ir hacia atrás, porque el hecho es que la mentira se pierde en el origen mismo de la vida. ¿Acaso no nacimos de una mentira? Mi padre debe haber mentido a mi madre hasta seducirla y engendrarme. El médico debe haber mentido sobre los honorarios de mi parto. Las amistades de mis padres deben haber mentido diciendo que yo era bonito, en aquellos primeros días es que yo era una pequeña cosa sin forma. En fin, desde el primer momento me han rodeado las mentiras. Así que no se avanza mucho yendo al comienzo del asunto. Prefiero iniciar con algo más actual y después ir haciendo mis reflexiones sobre la Mentira. Esto no es un tratado ni mucho menos. Ayer pasé la noche con Artemis. Fue tranquila, convencional. Mentiría si digo que fue mala, mentiría si digo que fue buena. Tampoco sé si ella miente cuando estamos en el cuadrilátero del amor y jugando a la gimnasia de la pasión. Son ya varios años de noviazgo. Desde mis días de sexualidad masturbatoria hasta los tiempos actuales. Y han pasado muchas cosas, muchas idas, muchas vueltas. En la mañana traté de evitar las conversaciones con Artemis, porque el tema reciente viene siendo esto de ir a vivir juntos. Mi departamento, mi pequeño templo a la libertad, está cada vez más lleno de las cosas de ella. Es como si ella quisiese afirmar su derecho de propiedad en estas cuatro paredes y desease ahuyentar a las – cada vez menos – compañeras de cama alternativas o hasta mis propios amigos que acá vienen a tomarse unas cervezas – también con cada vez menos frecuencia -. Dejando a un lado la obsesión del asunto matrimonial, que gobernó nuestro noviazgo un tiempo y lo deshizo por un instante, ahora surgió este tema recurrente de la “convivencia” en cada palabra que intercambiamos. Yo me pregunto si no serían más prolongadas y sangrientas las guerras si los militares fuesen mujeres, porque parece que ellas son las mejores estrategas. Tienen un talento demasiado natural para ir cercando y acorralando. Quizás por esto la mentira es palabra de género femenino. Y lo más jodido del asunto es que la mentira femenina parece auténtica, natural y hasta limpia. Si es imposible hasta descubrirles cuándo alcanzan el orgasmo, está claro que hay algo naturalmente mentiroso en las mujeres. Al no saber cómo evadir el asunto, prefiero hablar sobre él lo menos posible. Sólo que ya no me está funcionando el recurso de desviar la atención hacia otro tema, ni algún regalito sorpresa ni fingir malestar por el día de oficina. Ahora suena el teléfono y ella está llamando… |