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Día 34Hoy en la mañana vi a los perdedores. Caminé el largo pasillo donde estaban todos. Allá estaba una chica de ojos esquimales, flaca, que está por casarse, planificando a quién invita, cómo decorará el departamento y como darle un poco de sabor a una noche de nupcias donde probablemente no habrá nada nuevo. Otra que hasta podría ser bella, pelirroja como es, tiene los ojos espichados, como si le tuviese miedo al despertador más que rabia. Está allá otro prematuramente calvo y con aspecto de esplenio cansado, mientras en su pantalla de computador se ve la foto del único tesoro que probablemente tiene, una niñita con una carita fea que es la réplica de la del padre, que, salvo que aprenda a cantar, bambolearse o jugar al balonvolea será otra nulidad como el padre y como el padre de su padre. Luego estaba allá otro con el cabello debidamente peinado, con más fijador sobre la cabeza que ideas dentro de ella, siempre puntual, siempre llegando antes del jefe, creyendo que está construyendo el primer cohete que pisará la Luna, trabajando hasta tarde y comenzando muy temprano, soñando pisar a muchos como a él le han pisado. Siempre pensé que la peor desgracia en una empresa es tener a un necio aplicado y perseverante. Más allá está la señora que limpia con un líquido hediondo que le da alergia a la flaca alta con cara de hombre que gracias a sus buenos cuidados hasta se ve atractiva. La pobre vieja, de quién sabe cuántos años, limpia lo que en breve volverá a estar sucio y roto. Más allá está un muchacho repartiendo la correspondencia que nunca escribirán a él, salvo para cuando lo despidan. Otra chica llena de acné, que podría ser bella si hubiese nacido en alguna casa donde se valorase al dermatólogo, está leyendo los correos electrónicos que le mandan las amistades y debe estar por reenviar alguna de esas malditas cadenas de distribución que sueñan con encadenarnos a la vida. La autoayuda es el opio de los pueblos. Sigo mi trayecto. Está uno flaco y de lentes que habla lento, pausado, casi inaudible y que me cae simpático por esa fragilidad que parece irradiar en este mundo de “foul play”. Se sigue acumulando la balumba en este tongo. Allá viene la vieja secretaria que pretende ser joven y que tiene lleno el escritorio de figuritas y también la foto de los 2 muchachos. Salvo que alguno salga futbolista, jonronero, cantante, modelo o bailarín, será otro siervo de la gleba. Darle un libro es un error. Qué se deje de libros, que quien es primero de la clase acaba siendo sólo otro más del lumpen. En una sala cerrada con vidrios están los consultores de la Azeuxis. Siempre están allí; pareciese que estuviesen sembrados en aquella sala llena de máquinas y papeles. A excepción de sus vestimentas impecables, parecería que se quedaron desde ayer y el día antes de ayer en lo mismo. Fumando cigarrillos y analizando las encuestas que nos han hecho. Algunos de los consultores están haciendo su primer trabajo en la vida y estarán definiendo, probablemente, el último trabajo de algún tipo que tiene una vida entera rompiéndose el lomo. Son ávidos lectores de los reportes que les manda la compañía, todos con una fraseología casi idéntica. Pareciese que los hubieran fabricado a todos en serie, delgados, bien parecidos, “beautiful people”. Ahora bien: no se piense que estos yuppies descuidan los asuntos filosóficos y humanísticos, como se les acusa; uno de ellos me ha dicho que es ávido lector de la obra de Sócrates y de las Meditaciones de Marco Antonio, junto a otros destacados pensadores como Tom Peters, Peter Drucker, Stephen Covey y hasta meditaciones religiosas del Dalai Lama y Deeprak Chooprah. Durante una reunión reciente con estos genios de los negocios, apasionados por los gráficos y las tautologías ilustradas, los otros creamos nuestro “Bingo para Reuniones”. Hicimos cartones como estos:
Y varios otros por el mismo estilo, siempre de 5 líneas x 5 columnas, como todo buen bingo serio y que se respete a sí mismo. Y los pusimos en nuestros cuadernos de notas. Durante la reunión, se iba marcando en cada cartón la palabra dicha por el consultor de la Azeuxis durante su exposición, discurso o charla adoctrinadora. Quien marcase suficientes palabras para completar una línea – diagonal, vertical u horizontal – era invitado a un buen cafecito de máquina por los restantes jugadores. Si se completaban 2 líneas, allí se ganaba un capuccino convidado por los demás compañeros. El que llenase el cartón completo se llevaba una invitación a almorzar pagada entre los otros jugadores. Y bueno, así me logré tomar unos ocho cafés gratis y tuve un par de almuerzos sin pagar nada, gracias a este novedoso “Bingo para Reuniones”. En el más reciente hice una línea en apenas 10 minutos. Fue formidable. Luego, cuando el Bingo se empezó a hacer repetitivo y predecible, comenzamos con apuestas sobre el número de diapositivas o “slides” que nos iban a presentar en la reunión, el tiempo de duración de la charla (anteayer gané porque adiviné con apenas 30 segundos de diferencia que el expositor iba a hablar 25 minutos), el número de celulares que iban a sonar durante la reunión y en fin, toda una serie de recursos lúdicos que han llenado de alegría estos días inciertos. Evocando estas diversiones, seguí caminando. Vi la desocupada oficina del gerente que había sido substituido recientemente por el mejor amigo del sobrino del Vicepresidente de Marketing, quien se incorporará en los próximos días y ya le están instalando la pizarra blanca que solicitó para la pared de su oficina. Más allá está la pobre Teresa, con la mesa llena de santos y bueno, espero que entienda que es una paradoja terrible usar santos en una empresa de Seguros. ¿Qué dirán los clientes si nos ven con una mesa llena de amuletos, cuando que estamos prometiéndoles total cobertura de riesgo? Nosotros deberíamos tener la credibilidad de un Santo. Más adelante está el empleado más nuevo que contrató la Lupo y el hombre tiene en la mesa estos frasquitos con gotero de las Flores de Bach y tomas unos globulitos de no sé que mejunje homeopático. Más adelante está Alonso, que volvió de unas semanas de vacaciones que pasó, según se dice, con Jeanette, la nueva gestora de Recursos Humanos que es un manjar y bueno, habrá que ver qué detalles íntimos le sacamos de la escapada. Justo allí me la encontré, pronuncié el HOLA, JEANETTE, ¿Cómo vas? Le comenté del bronceado y seguí de largo, entendiendo que el gordito Alonso sólo se puede levantar a un mujerón así con bastante billete o quién sabe si el gordo conoce alguna técnica de acupuntura sexual ignorada por nosotros los oficinistas comunes. Comenzaba así mi día. Rodeado de los perdedores, unos menos que otros. Y al sentarme en mi escritorio, hice una pausa y al ver la pantalla de mi computador fijamente se reflejó allí el autorretrato de otro perdedor. Otro que será olvidado por los siglos de los siglos y que, con suerte, ocupará al menos alguna portada de Revista Corporativa Interna a la que pocos prestarán atención pendientes de ver las fotos de las más guapas y los mejor parecidos, o simplemente de los más poderosos. |