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Día 16Te me hiciste cotidiana frecuente, indistinta, constante Descubrí lo que anhelaba y mi anhelo fue breve y se perdió entre tus piernas ligero y ávido al comienzo luego cansado, agónico y fingido Descubrí que haces la digestión que tu aliento puede no embriagarme que tus besos pueden ser innecesarios que no te gustan ni el fútbol ni las carreras que mi música fatiga tus oídos que puedes hacer monólogos interminables, un ligero estrabismo que a simple vista nadie percibe. Que puedes comenzar el día sin gracia y que tu sueño puede estar poblado de fantasmas que temes a lo desconocido que de mí no esperas demasiado que puedo resultarte molesto y limitado que tu mundo puede irse haciendo cada vez más pequeño incapaz de contener ni mis más mezquinos sueños que puedes fingir el placer y hasta creerlo que deseas lo que yo no tengo Que puedes sacar lo peor de mí en el momento más inadecuado que puedes encerrarte en tu frustración y atribuirme tus tormentos que tu padre siempre será perfecto y tu madre siempre impoluta mientras yo puedo ser el más completo hijo de puta Que tu deseo puede ser tan básico como el mío y que puedes soñar aún con tus lecturas, tus cursos y tus doctorados lo mismo que espera la mujer más inculta Puedes ser harto básica puedes ser demasiado predecible imaginé un tiempo cómo sería dormir contigo lo descubrí bien pronto mas nunca me sorprendió tanto como cuando supe lo aburrido que podía ser despertar contigo día tras día día tras día día tras día y jamás creí que podría a llegar el momento quizás tantas veces temido en que podía tener hastío de estar contigo en que podía preferir hasta unas horas más de oficina por no volver en tus brazos a la rutina. Tus conversaciones no se elevan tus ataduras no se sueltan tu mente ya no vibra Nunca creí que podría fantasear tu muerte o tu partida que podría imaginarme cómo sería despertar sin ti fingirme triste ante la gente quizás hasta extrañarte mas nunca demasiado y me imaginé libre del pasado contigo liberado de las promesas falsas hechas alguna vez al descuido en la cama de los fingidos juramentos proferidos para saciar tu oído y poder tomar mi cerveza o ver el partido jamás creí ser capaz de repudiar tanto lo que oyes lo que lees lo que ves lo que haces lo que eres Jamás creí tener tanto hastío tanta fatiga de ti y de mí mismo He hecho mi catarsis mental. Sólo que no sé cómo cesar esta farsa. A veces Artemis aún puede emocionarme, inclusive con el peso de los años transcurridos. Mas en ella todo me sabe a compromiso y es como si lo hubiésemos vivido todo y ahora deseásemos reencarnar y experimentarlo de nuevo. En algún momento mis sueños y los de ella se cruzaron, para luego tomar sus “cuesta abajo” por declives diferentes. Por instantes creo que es posible volver a encontrar un nexo, un vínculo, un lazo, algo diferente a la obligación, algo menos doloroso que el remordimiento, algo más auténtico que la mutua compasión. ¿Cuánto demora en amortizarse un amor? ¿Cuándo se paga la deuda a la que nos comprometemos sin saber previamente nuestra capacidad para honrarla? ¿Cuándo se viene el default? ¿Cuánto demora el placer en ser apagado y erradicado? Puede haber resurrección para los Dioses y quizás para los Hombres, mas nunca la habrá para el amor. Quizás el amor de ella esté agonizante. Aún no habrá muerto. En realidad es una competencia entre amores en terapia intensiva. Yo ya me declaro perdedor de antemano. Mi amor es incapaz de sobrevivir tanto como el amor de una mujer. No sé de dónde sacan ellas esa capacidad de amar y odiar tan ilimitada. He descubierto, por experiencia propia, que no existe nada tan cruel como una mujer que deja de amar. Y que tampoco existe alguien tan dispuesta a la mentira como la mujer que ama. Esta mujer que ama siempre se apegará a algo capaz de ennoblecer las mayores pequeñeces de su amado. No sé el porqué de esta actitud, el porqué las mujeres hacen del amor una perpetuidad que sólo puede terminar en forma abrupta, en un “cold turkey”. Esa adicción propia del amor femenino es demasiado dolorosa para quienes tenemos que someternos a ella. Es esa capacidad de prolongar la saciedad, de cambiarle la forma a la realidad, de apegarse a lo bueno y rehuir de lo malo. Así como la madre que todo perdona al delincuente juvenil que engendra, porque siempre será su hijo, este amor de mujer es capaz de hacer los sacrificios más innecesarios. Esta hipérbole insoportable del inagotable amor femenino, que quiere poseer todo, cubrir todo, fertilizar todo, erosionar todo, como una corriente de agua. Este amor que desea el martirio y nos arrastra en él, sin uno tener ni culpa ni ganas. Ese afán de hacer nobles y dotadas de sentido las horas que para uno han sido una diversión y poco más. Esa incapacidad de fabricarnos nuevos mundos, de hacernos superhombres, de ponernos metas cada vez más altas sabiendo que iremos en pos de ellas, ese estímulo permanente al ego, ese placer descubierto a los pocos, esa capacidad de reír de todo y de todos… Eso tan masculino que tiene la verdadera seductora femenina. Esa mujer capaz de dejar ese mundo sedentario y doméstico al cual la someten sus genes, prefiriendo lanzarse a la vida errante, cargada de sorpresas, de incertidumbre y salvajismo. Esa capacidad de hacer un amor digno de una crónica, siquiera policial, es lo que no existe en esta tediosa pasión de Artemis y que ella me perdone algún día. No teniendo otra alternativa a mano, vencido por ciertos escrúpulos, prefiero mantener la mentira de este noviazgo en sus principales matices, sabiendo huir de la persecución con ardides nuevos. La mentira capaz de mantener a un alma feliz. Pues no sé ha de juzgar la mentira por su fealdad misma. La mentira ha de ser entendida en toda su dimensión. Tiene principios estéticos que la guían. Formas que deben ser guardadas. Elegancia en el uso y la frecuencia. La buena mentira gana el mayor beneficio con el menor costo posible. Cuenta con una coherencia casi de silogismo. Es una creación mental de la mayor belleza, hecha para evitar el caos y la disolución vinculados a la verdad. Los grandes mentirosos han hecho mundos, mientras que los profetas de la verdad sólo consiguen que los matemos y así dejarnos con culpas interminables. Los mártires, los santurrones, los eremitas, los moralistas, todos ellos carecen de esa elegancia y ese poder creador, liberador, HUMANO propio de la mentira. |