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Día 20Sigue el terror en la Oficina. Como estoy atrasado con unos informes, hoy no tengo tiempo de escribir. Día 21La cosa sigue complicada en el trabajo. Creo que no está de más ir preparando el Curriculum. Aunque por el momento los ajustes de nómina están concentrados en los obreros, pasantes, mensajeros y secretarias. ¿Qué se le puede hacer? Pobre del Pobre. Día 22En 2 días es el cumpleaños de Artemis. Puedo ser todo lo vil y mequetrefe que soy, mas no por eso dejaré de tener en cuenta este evento y ya saqué las entradas para ir a ver a este baladista que a ambos nos gusta, Armando Zás. Nunca he dejado de ser cuidadoso con estos pequeños detalles, porque ellos son los que me salvan ante mis grandes culpas. Es fácil agradar a una mujer. Un poco de interés depositado sobre ellas y perdonan todo. Es que siempre están hambrientas de afecto y tienen esa poderosa manía de querer sostener idilios. Unas pequeñas caricias en el lomo son necesarias siempre. Estoy siendo demasiado cerdo. A veces me avergüenzo de mi cinismo. Día 23Artemis me ha dicho que, al día siguiente del concierto, saldremos con el grupo de amigos. Iremos a ver esta nueva discoteca-bar-casino “Alegría Hispana”. Está encantada con la invitación que le hice al concierto. Como hoy tenía chat con EvalaBella, quien es muy aficionada a la poesía contemporánea, le envié anoche un poema, a sabiendas de su temperamento artístico y porque con este diario hasta lírico me he puesto. Así que esta, mi más reciente y auténtica creación, ha sido bautizada como AMOR HIP HOP Siembra tu flor en mi lodo enciéndeme lentamente despierta en mí al lobo hazme aullar demente EvalaBella así te llaman mientras baila tu cuerpo todos juntos te aclaman y desean compartir tu lecho te miro te espero te sueño ansío ya que llegue el momento en que tu amor se haga mi dueño en que me descubras que no estoy muerto te supongo danzando frenética sobre mis ansiosos huesos haciendo el amor con estética magia en tus caricias y besos EvalaBella sueño contigo espero entiendas lo que te digo deseo tanto que me des abrigo oye diosa sólo tu calor calma mi frío siembra tu flor en mi lodo es sólo contigo no hay otro modo hazme sentir el placer todo mira belleza como me haces loco Y es que no me ha llevado mucho tiempo descubrir que a Emmy le gusta lo oscuro, lo contrastante, la alternancia entre lo sutil y lo directo. Seguimos postergando el encuentro. Nadie habla de eso por el momento. Día 24Esto en realidad lo escribo el Día 25, si bien corresponde al día 24. Ayer fuimos al concierto. Nos encontramos allá con varios amigos y conocidos. Por cierto que estaba Tabo, este compañero de estudios de Artemis, sospechosamente acompañado por otro tipo. Hace tiempo se dice que es maricón y no puede ser de otro modo porque ¿Cómo ir con un tipo a un concierto de Armando Záz? La noche salió perfecta. Antes del concierto había pasado por la casa familiar, donde sigue el declive y seguirá en este nuevo año de vida que inicia Artemis, mas no por ello faltó la tradicional torta, la llamada de la tía y el padre esbozó una sonrisa de estatua griega. Luego me la llevé rumbo al concierto y allí dejé advertida a mi Artemis sobre la fiestita para dos que nos esperaba en el Motel . Ella asintió, mostró un poquito de la ropa interior escarlata que había traído para la ocasión y desbordaba felicidad. Llegamos al Recital. Al estruendo de los ritmos, sin melodía alguna, canciones que nadie recordará, que se agruparán junto a otros centenares de piezas en un pedazo de plástico, almacenado en algún MP3, pagado en algún iTune o simplemente copiado a precio cero de algún original y vendido en alguna esquina. Al menos esa música servía para encender un poco la líbido, aprobar algunas caricias que no serían admitidas en otro lugar, aturdir un poco los sentidos, acariciar aquella piel suave y morena, todavía capaz de hacer fluir mi sangre y vibrar mis sienes. Y admitido sea, el Armando Záz parece creer que su música podrá escaparse del olvido y hasta tiene el encomiable esfuerzo de esmerarse en las letras, aún entre esos ruidos, posiblemente virtuosos, aún en medio de la cacofonía que viene a ser su banda de apoyo. Acariciando a mi Artemis, envidiaba a Armando Záz, viendo a las coristas que le acompañaban, a las frenéticas mujeres que le aclamaban... ¿Se habría saturado de eso? ¿Sería posible que se hubiese llegado a cansar de la facilidad con que se entregaban aquellas fieles devotas? Viendo la indumentaria de Záz me imaginé que posiblemente ya andaría entre los brazos de algún o varios Tabos. QUÉ DESPERDICIO, QUÉ PENA. Dios da pan a quien no tiene dientes. Vino entonces una letra que hasta me pareció esmerada. ¿La habrá hecho él, la habrá plagiado, habrá usado las estrofas de alguien a quien le hubiesen caducado los derechos de autor? ¿Será de algún tinterillo, algún cagatintas, que vende sus versos por docenas como aquellos mendigos que andan en el vagón del metro? Mientras mis dedos acariciaban la melanita que cubría los suaves senos de mi Artemis, allí se iban escurriendo las palabras de Záz: ¿Cómo haces, para ser siempre nueva? amante, cómplice, confidente, compañera mía, refugio de mis anhelos, mis pasiones y mi entrega, olvidas mi miseria, enriqueces mi fantasía la renuevas con tu eterna sorpresa invitándome a tus sorprendentes alegrías nueva amor, eres siempre nueva nueva amante, cómplice, confidente, compañera mía. Tómame entre tus dedos, saboréame, nada te detenga, estréchame fuerte, inhálame, haz tu humedad la mía, abrázame, ámame antes que la noche muera, mi amante, mi cómplice, mi confidente, mi compañera, original, única, sorprendente, eternamente nueva. Y en el Programa del Recital – si así se le puede llamar -, estaba esa letra y allí Artemis me estampó sus labios y un “Para ti, mi amante, cómplice, confidente y compañero”, capaz de despertar en mí algo de ese recóndito amor que aún se alejaba en algún rincón. Un sentimiento suficientemente rápido y fugaz para durar aquella noche espléndida, donde no hubo pedidos, ni favores, ni compromisos, ni futuro, sino una breve canción de amor, una media hora de pasión – siempre bien guardada con los contraceptivos de rigor – y una despedida matutina casi adolescente, como las que hubo en aquellos tiempos en que se jugaba al amor en cada beso, en cada caricia y el mundo aún era algo para ser hecho a medida propia, huyendo de los padres y los maestros, elevándose con las notas de alguna melodía vieja y devorando algunas palabras bien construidas. Un breve desayuno juntos y luego cada uno a ganarse su sustento diario, viendo intenso el pálido azul del cielo, adivinando los compases de la danza citadina, entre los autos, los caminantes, los mendigos y aspirando una buena bocanada de aire acondicionado, riendo con alguna noticia insólita y sintiendo, en aquellos breves instantes, que la vida es esencialmente una secuencia de pequeñas mentiras que nos hacen felices y nos acercan, por algunos minutos, a esa alma de pocos gramos escondida en algún rincón del cuerpo. Lo único que parecía verdadero era aquel torrente de endorfinas que Dios nos regaló para hacer soportable esa gran mentira que es la vida. |