De ella, solo "praos" y fincas de labor donde pastaban tranquilamente las vacas (incluso nosotros teníamos una hermosa huerta) y es que Canalejas en aquella




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títuloDe ella, solo "praos" y fincas de labor donde pastaban tranquilamente las vacas (incluso nosotros teníamos una hermosa huerta) y es que Canalejas en aquella
fecha de publicación05.04.2016
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MI CALLE. MI COLEGIO
Desde otoño de 1944 cuando fuimos a vivir a Canalejas, hasta Setiembre 1946, mi educación había sido bastante asilvestrada. Alrededor de nuestra casa y enfrente de ella, solo "praos" y fincas de labor donde pastaban tranquilamente las vacas (incluso nosotros teníamos una hermosa huerta) y es que Canalejas en aquella zona era más bien rural.

Los niños de aquellos años éramos los dueños de la calle. Allí jugábamos todo el santo día sin temor a coches. Las canicas; Chapas; Regatas; Cayó libró; Garbancito, todo, se jugaba en la calle, solo ibas a casa cuando tu madre te llamaba para comer. Algunos bravos bajaban lanzados por la cuesta de Canalejas "a bordo" del triángulo, y aún no me explico como no se rompieron la crisma.

En la calle y junto a chavales como los Pedreñeros, que eran una autoridad lanzando piedras, aprendí el uso del tiragomas, preparación que me sirvió para defenderme en alguna "hurria" en la que me vi envuelto. Fortalecí mis piernas corriendo a dar una "estiva" en la huerta del Señor Bustelo, al que dejábamos sin higos y otras frutas.

Para despertarnos pronto, disfrutábamos en la calle de dos ingeniosos sistemas. El primero era "El Apuyá" con el que un pescador llamaba a primera hora a su colega Pepe el hijo de la Señora Lola (Las pescaderas llevaban por definición la palabra Señora)."Pepe a la mar que va serena", "va" respondía Pepe y bajaba de su casa, para ir con su compañero a embarcar y ganarse el pan de cada día.

El segundo sistema, empleado fundamentalmente en novenas a algún Santo/a era "El Rosario de la Aurora". Allí subían por Canalejas hacia la Iglesia de los Redentoristas todas las Señoras de alguna cofradía, escapulario al cuello y cinturón Franciscano. Debo admitir que este segundo sistema no era muy popular.

En cuanto a riqueza en el vocabulario, nada mejor que sentarse en algún escalón de la bajada del Gurugú (que estaba a 100 metros de casa) y aprender la riqueza del Español en versión aguachinada de la Sargueta y Carpia de Sotileza, cuando dos sardineras dirimían sus diferencias de balcón a balcón. Ahí se podía escuchar la finura de nuestro idioma que inmortalizó para los Santanderinos el genial José Villa del Rio, el queridísimo Tonetti en su monólogo La Sardinera.

Mis padres que me llevaban derecho en casa (mi hermano Pedro era un bebé) consideraron que como entrenamiento ya había aprobado la asignatura Calle, y a principios de Septiembre 1946 me llevaron al Colegio de los Escolapios.

Nos recibió el P. Eustasio, que reinaba entre los parvulines y era una institución en Santander. Al final de la entrevista me dio el suave cachete que era como era el certificado de admisión en el colegio. Ya podías después pasar por secretaría para que el P. Manuel Sedano te inscribiera como alumno.

Como ya era casi mayor (pronto cumpliría siete años), en Octubre me pasaron a 2º Grado. En ese curso terminé mi entrenamiento en Lectura y me peleé (perdiendo casi siempre) con la escritura. No había manera de manejar aquellas infernales plumillas y sus palilleros, así que más que escribir emborroné. Se dio el caso curioso que los Reyes de aquel año nos trajeron a casi todos los compañeros un plumier...se ve que todos escribimos la misma carta.

Cuando llegué a Ingreso conocí a un profesor que recuerdo con especial cariño. D. Albino Recio. Nos llevaba derechos como velas, pero era una persona de trato afable y un gran educador.

En Ingreso se leía el Quijote, y como castigo si te pescaban dando carrete con un colega, tenías que escribir el capítulo correspondiente al día. Recuerdo que al menos tres días en el mes el silencio en clase era de Cartuja, y es que los capítulos eran larguísimos y nadie quería pasarse el domingo tirando de pluma y papel.

Por fin, llegamos a primero de bachiller. Los dos primeros días, observábamos atentamente la puerta de la clase para conocer que Profesor nos tocaba en las diferentes asignaturas. Este aspecto era muy importante, ya que te habían informado de cuales eran un hueso y mejor que dieran clase a otro curso.

Todo era nuevo: Para empezar, dabas clases en el segundo piso, lo que indicaba que "ya no eras pequeño". Para nosotros subir de piso equivalía a ascender en la escala colegial. Nuevos compañeros te acompañarían durante todo el bachiller, y comenzaba la búsqueda de afines en aficiones, estudio o deportes, estableciendo amistades que en muchos casos se han mantenido a lo largo de los años.

Qué decir de las asignaturas. Contemplábamos los libros de Mates, Latín, Francés, etc. con veneración. Todo era nuevo y un mundo por descubrir.

No puedo hablar de la categoría de los profesores, sin aludir al artículo de Gerardo García Rodríguez en este mismo rincón de recuerdos. Gerardo ha realizado un cuadro que suscribo 100%. Los ha descrito con la precisión de un Cirujano y la nota rezuma afecto por sus antiguos profesores. Solo añadir, que el cuadro de profesores del Colegio podría competir en la Champions League y llegar a la final. Todos los Escolapios y Seglares que daban asignaturas de Matemáticas, Física y Química o Ciencias Naturales, habían conseguido la Licenciatura Civil en las asignaturas que impartían. No les iban a la zaga los de Letras, y para completar el cuadro, el P. Constantino, que impartía las asignaturas de Dibujo y Francés estaba licenciado por la Sorbona.

Los cursos dividían las clases por orden alfabético, y me tocó el "B". Estuve literalmente rodeado de compañeros que al correr de los años han alcanzado fama internacional en sus disciplinas. Ramón Muriedas, Escultor, que comenzó de niño ganando todos los concursos de castillos en la arena que tenían lugar en la segunda playa del Sardinero, y que en los 70, Bienal a la que presentaba obras, premio que se traía debajo del brazo.

Juan Víctor Navarro Baldeweg: Arquitecto de fama internacional. Escultor y Pintor. Juan Víctor fue el primero de la clase durante gran parte del Bachillerato, y en modo alguno era el empollón al uso. De carácter abierto, era muy capaz de sentarse en las gradas del campo de futbol y rodearse de compañeros a los que aclaraba cualquier duda, así como importarle muy poco que le copiáramos los problemas de Matemáticas.

Álvaro Pombo García de los Ríos. Académico de la Real Academia de la Lengua Española. Álvaro (me voy a permitir la licencia de utilizar solo el nombre), no era hablador en exceso. Tenía un reducido número de amigos y con ellos departía. Era una persona amable y estaba obsesionado con "publicar obra" en el Boletín Mensual del Colegio en el apartado Buzón del Colaborador. Tardó en conseguirlo, aunque una vez logrado le incluyeron varios artículos.

Para completar el cerco al que me veía sometido, tenía como compañero de pupitre al Poeta oficial del Colegio. Alfonso Peña Cardona. Alfonso que era un tipo estupendo y agradable a tope, se pasaba las clases escribiendo poemas o preparando artículos, lo que no le impedía que fuera un asiduo en el Cuadro de Honor de la clase. Las discusiones que en cursos superiores mantuvo con el P. Manuel Sedano podrían haber hecho las delicias de Azcona y una película de Berlanga.

Aquí, permitidme que haga un inciso: En aquellos tiempos de finales de los 40, lo primero que funcionaba cuando llegabas a Bachillerato era el boca a boca. A la semana de comenzar el curso ya conocías los alias por los que eran nombrados los profesores. Desde el Rector al más joven, todos absolutamente todos tenían su mote. Reconozcámoslo, era una falta de respeto, pero así eran las cosas.

En cuanto a castigos, aún cuando algunos cineastas oscarizados se empeñen en presentar los colegios de Religiosos con el talante de los Hospicios de Dickens o las obras Ramón Pérez de Ayala, la realidad era muy distinta (o lo era en nuestro Colegio). Cierto es que un escolapio se pasaba tres pueblos y le costó ser destinado al Colegio de Getafe, pero fue excepción y no regla. Los castigos se graduaban desde permanecer de pié al fondo de la clase, a que simplemente te expulsaran del Aula y te mandaran al P. Prefecto que te recetaba un día de descanso en el patio cubierto del colegio mientras tus colegas estaban en el cine o jugando al futbol. Era célebre la frase del P. Simón entonces Rector del Colegio cuando le mandaban un alumno. Le mantenía de pié delante de su despacho, y si el muchacho se movía o apoyaba en la pared, le soltaba:"Nene, manténgase usted derecho que me está tirando la Escuela Pía". Ciérrese el inciso.

Al llegar a 2º Curso, a aquel plantel de futuros fenómenos se le unió José Ramón Sánchez Sanz, que se convirtió en líder del curso sin mayor esfuerzo. A los 19 años realizó su primera exposición de Caricaturas, y tomando impulso siguió como Dibujante; Pintor; Ilustrador; Editor y Cinéfilo (sus exposiciones sobre la Historia del Cine tuvieron un éxito rotundo en España) y maestro en cualquier arte que se proponga ya que José Ramón es una persona sin fronteras. Entrañable amigo, de cuya amistad me honro, no había compañero de clase que no le apreciara. Estuvo con nosotros solamente en este 2º curso y aprovechó para ser el primero de la clase con un promedio estratosférico, dejando en segundo y tercer lugar a Navarro y José Antonio Serna (...que ya era dejar). Al cabo de tantos años sigue siendo un referente para sus antiguos compañeros.

Como se comprobará aquel 2º curso presento una notable proporción de futuras estrellas por metro cuadrado de pupitre".

Seguimos estudiando y en 6º Curso, las clases A y B se fundieron en una sola. Con el cambio ganamos todos y nos aportaron gente tan especial como Victoriano Diego Cubillas de profesión "Sus matrículas de Honor". El chaval no se apeaba de ellas desde primer curso y es que como bien decía el Guerra "Hay gente pa tó".

En 6º me volví a encontrar con José Antonio García Rodríguez, hermano de Gerardo (si no recuerdo mal coincidieron cuatro hermanos en el colegio).Ya estuvimos juntos en primaria. José Antonio era una persona muy abierta con el que no era difícil mantener un trato cordial y el Colegio estuvimos juntos en clase, en el Orfeón y como defensas laterales con el equipo del Colegio en el torneo de Barrios. También íbamos a los Kostkas del jesuita P. José Vela. Como el padre de los García Rodríguez era Farmacéutico, a José Antonio, en un alarde de originalidad le conocíamos como "El Farma".

Por fin Preuniversitario. Después de la Revalida de 6º nos habíamos convertido en los mayorones del Colegio, y llegados a este curso, mirábamos con condescendencia a los de 1º y 2º que no dejaban de ser a nuestros ojos unas criaturas. Preuniversitario fue, para que negarlo, un curso duro. Sucedió que chocamos con el P. Prefecto con quién no nos entendimos. Le habían nombrado hacía un año para el puesto y era joven, impetuoso, de carácter fuerte y de una oratoria magnífica. Al correr de los años llegó a ocupar el puesto más alto de las Escuelas Pías. Fue nombrado Prepósito General.

Comenzamos el curso con problemas. En la apertura del mismo y en su discurso, entendimos que hacía un desaire a algunos compañeros que estaban pendientes de los resultados de la Reválida. Uno de ellos sintiéndose aludido, se levantó de su asiento (estábamos en un palco que ahora no existe) y abandonó el Salón de actos. Uno a uno nos fuimos levantando y todo el curso siguió al compañero. Es fácil suponer el asombro de los presentes incluyendo el Rectorado.

Así comenzó una guerra soterrada que culminó en Mayo, cuando por otro malentendido (y ya llovía sobre mojado), el curso volvió a clase,(cuando nos habían dicho que podíamos tomarnos parte de la mañana de vacación) y se armó un jaleo descomunal. Volaron sillas; se gritó desaforadamente y nos comportamos de una forma completamente inaceptable. Al escándalo salieron de las clases otros cursos pensando que había comenzado una guerra, y como consecuencia de ello, el curso fue castigado todo el fin de semana y algunos recibieron un premio adicional de una semana rebajados de servicio hasta que sus padres fueron a hablar con el Prefecto.

No todo fueron malos rollos. El Rector P. Narciso nos impartía Geografía e Historia. En el último trimestre nos hizo trabajar hasta la saciedad con dos temas: Colón fue uno de ellos, y el otro El Mediterráneo. Acabamos hartos de ambos temas y mira por donde, en el examen de Preuniversitario que tuvo lugar en Oviedo nos cayeron ambos. Unos lo atribuyeron a la Divina Providencia, lo que tratándose de un Sacerdote era plausible. Los mal pensados opinaron que el P. Narciso había recibido un soplo más bien humano. En todo caso, como de Matemáticas llegamos al examen bien preparados, aprobamos todos los alumnos.

El Colegio disponía de una magnífica sala de juegos, pero a lo que se jugaba preferentemente era al futbol en los dos patios. El más grande de tierra, y el que llamábamos patio de arriba que desapareció con la edificación nueva. Aún hoy, no alcanzo a comprender como los alumnos que jugaban de portero en el recreo, eran capaces de identificar la pelota de sus cursos, teniendo en cuenta que eran 4 o 5 porteros por portería y que las pelotas de goma eran prácticamente iguales. Creo que intentaban parar todo lo que llegaba in mayores distingos.

A principios de los 50, el P. Moisés intentó implantar el Baloncesto y a tal efecto se jugó un partido, que terminó con el contundente resultado de 3-0.No es una errata, yo presencié el partido que terminó con esos guarismos. El P. Moisés entendió que quizás no estábamos dotados en el Colegio para ese deporte y lo dejó correr.

En el año 1955 el Periódico ALERTA patrocinaba el Trofeo Los Barrios en su X edición. El Colegio con el nombre de Escolapios-San Martín había participado años antes alcanzando las semifinales. Aquel año decidió inscribir un equipo con el nombre de Calasanz y contrató como entrenador a Oscar Rodríguez antiguo Internacional.

El Calasanz arrasó en los torneos X, XI y XII, presentando unos resultados espectaculares que no se volvieron a repetir por equipo alguno: 36 partidos jugados; 30 ganados; 6 empates; 98 goles a favor y 12 en contra expresan lo que fueron aquellos torneos (toda esta información se encuentra en la Biblioteca de Santander en forma de microfilm). En 1958, el equipo fue eliminado en semifinales.

Dos jugadores destacaron en aquellos torneos. José Antonio Serna, compañero de curso y capitán del equipo de 1955,era un jugador completo, que dirigía el equipo desde el centro del campo y todos se movían a su compás. En 1957,un jugador deslumbrante; puro talento; Pepín Odriozola. Jugaba de delantero centro y era un espectáculo. Pepín llegó a jugar como profesional en Primera División y lo hizo estupendamente bien. Con el Calasanz jugó 20 partido y marcó la friolera de 31 goles.

Yo tuve la oportunidad de jugar los años 1956 y 57 (este año me" ficharon" aunque ya había terminado el Colegio) y las copas están en las vitrinas del patio de abajo.

Otro apartado importante de aquellos años fue el Orfeón Calasancio. El Profesor D. Agustín Latierro convirtió la escolanía del Colegio que actuaba en las llamadas Misas Cantadas en un Orfeón de altos vuelos. Basado en un trío de voces blancas que cantaban extraordinariamente bien: Chuchi Mora, Julio Suarez y Felipe Santamaría, creó un Orfeón de 70 voces que se atrevía (sin haber estudiado música) con obras muy complejas. El Orfeón actuó en Santander; muchos Pueblos de la Provincia y Madrid.

Rafael Frühbeck de Burgos, desde hace años una de la mejores batutas del mundo, era entonces, y aprovechando que hacía la Mili en el Regimiento Valencia su director de la Banda.

En bastantes ocasiones cantamos apoyados con ellos, y en una de ellas, Frubeck dio la entrada de la pieza y se volvió al público cruzando los brazos. La banda completó sin fallo la obra y los presentes les dedicaron una ovación de oreja y rabo, y es que Frühbeck ya era mucho Frühbeck a los 20 años.

El Frente de Juventudes, organizó un concurso de Orfeones Infantiles e invitó al Colegio. El Orfeón ganó en la zona Norte y se con ello su derecho a participar en la final que tendría lugar en Madrid. La dirección del Colegio impuso una serie de condiciones que le fueron aceptadas: los componentes del Orfeón llevarían camisa azul pero quedaría a criterio del alumno incluir el escudo de Falange.(Solo lo llevaron los que pertenecían a una centuria).Tampoco llevaría pantalón corto. Como concesión si se pondrían el cinturón oficial. A pesar de estas limitaciones al uniforme oficial, un compone destacado del Orfeón se quedó en casa. Su padre prohibió terminantemente llevara una camisa azul y hombre de principios los mantuvo hasta el final.

En Madrid ocurrió de todo. Lo primero y más importante: El Orfeón ganó el trofeo Nacional de Orfeones Infantiles. Segundo, hasta desfilamos con otros tropecientos mil por la Gran Vía, y tercero: Lo más original por lo insólito y que da la medida de como se la gastaban en el Colegio: Sucedió que nos alojábamos en un campamento montado en la casa de campo de Madrid, dormíamos en tiendas de campaña y cenábamos al aire libre en unas mesas alargadas. Una noche un jefe de centuria se dirigió de muy malos modos a un muchacho de nuestro grupo. Escucharlo y levantarse un compañero de curso que con los años ha sido un prestigioso médico neonatólogo de Santander todo fue uno. Se enzarzó verbalmente con el jefecillo llamándole de todo menos bonito. A los gritos de ambos se acercaron algunos colegas del baranda e inmediatamente Alberto Solaeta y Gabriel Mantilla a los que no se ponía nada por delante se pusieron en pié de guerra. La cosa no llegó a mayores por la actuación del Jefe del Campamento que increpó a los suyos y castigó sin cenar a los nuestros. Es fácil deducir que nos unimos todos y allí no cenó nadie. Como la cosa seguía caliente nos pidieron volver a las tiendas y allí se armó el jaleo. Dos tiendas fueron escrupulosamente desmontadas al tiempo que parecía que los indios atacaban a Custer. Cuando procedíamos a desmontar la tercera tienda fuimos "invitados" a abandonar el Campamento. El Colegio de Getafe nos acogió los días que quedaban de certamen.

El tema ha quedado como una novela por entregas, pero es, que excepto en el cuadro de honor en el que no merecí aparecer, en todo lo demás estuve digamos que entre primera y segunda línea, y asevero que se me queda mucho en el tintero.

Todo lo contado lo viví con mis compañeros, así que aunque soy de Ciencias puedo dar fe.

En el colegio recibimos conocimientos y buenos ejemplos. Pasamos nuestra niñez y primera juventud y salimos a enfrentarnos con la vida. A todos los Profesores Religiosos y seglares mi afecto más sincero.
Manuel Pedraja Carral

Zaragoza. Septiembre 2012

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