Discurso de marcial rubio correa en la ceremonia central del nonagésimo aniversario de la pontificia universidad católica del perú el 19 de octubre de 2007




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DISCURSO DE MARCIAL RUBIO CORREA EN LA CEREMONIA CENTRAL DEL NONAGÉSIMO ANIVERSARIO DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ EL 19 DE OCTUBRE DE 2007

Son noventa años de esta Pontificia Universidad Católica del Perú con una vida compleja y de principio. Somos una institución principista porque enarbolamos como banderas institucionales nuestras convicciones católicas, nuestra búsqueda del conocimiento, del perfeccionamiento de nuestra vida de enseñanza-aprendizaje, nuestro compromiso con nuestro Perú difícil y lleno de necesidades insatisfechas, nuestra defensa de una sociedad peruana democrática y honesta. Por sobre todo, tratamos de ser principistas al luchar no contra otros sino contra nuestras pequeñeces, nuestras ignorancias y nuestros defectos.
Somos una institución principista pero serena, intransigente en lo que no es negociable pero mansa como la paloma. Lo heredamos de nuestra historia, de los miembros anteriores de nuestra comunidad universitaria y, en especial, de nuestro fundador el Padre Dintilhac, que fue Rector tres décadas de constante progreso, en lucha contra la escasez de recursos y, muchas veces, contra la incomprensión de las gentes. Los relatos de la vida cotidiana de nuestro claustro en los primeros decenios de vida institucional no anuncian la universidad que hemos llegado a ser. Sólo el temperamento de nuestro fundador y de quienes lo secundaron, y la Providencia Divina, pudieron hacer la transformación.
Por esta herencia, por nuestra fe y nuestra esperanza fuimos, somos y seremos principistas.
También somos complejos porque tenemos muchos componentes a la vez, todos los cuales trabajan en permanente movimiento, con equilibrio inestable y evolución. Los grandes saltos de la Universidad se deben a esa complejidad y a sus síntesis creativas.
Somos complejos porque mantenemos el diálogo entre la fe y la razón; porque tenemos valores que la sociedad contemporánea no promueve; porque pretendemos construir una universidad de excelencia en un país de carencias y, muchas veces, de tuertos en país de ciegos; porque debemos modernizarnos y somos, en muchos sentidos, conservadores; porque estamos en un mundo en el que la competencia de las universidades se ha globalizado, pero en el que los recursos para el trabajo intelectual siguen mal distribuidos en perjuicio de nosotros, los tercermundistas; porque creemos en una cultura de derechos humanos fundamentales y de democracia y muchas veces hemos vivido lo contrario. Somos complejos porque somos una comunidad universitaria democrática que todo lo discute y decide en común, con diferencias y concertaciones. En definitiva, somos complejos porque en muchos aspectos de nuestra vida, afortunadamente, vamos a contracorriente por nuestras íntimas convicciones.
LA FE Y LA RAZON.
La fe y la razón son dos dimensiones en la unidad del ser humano creado por Dios, pero tienen cada una su dominio y su origen. La Fe es una gracia de Dios, la razón es una capacidad instalada del intelecto humano que lo hace entender muchas cosas inmanentes, pero que no tiene instrumentos para comprender, cabalmente, lo trascendente, aquello a lo que teleológicamente el ser humano se siente atraído.
Somos y queremos ser una universidad católica y pontificia y, por nuestra esencia, difundimos la Fe con respeto a la libertad de religión, y la hacemos dialogar con la razón. La fe tiene verdades y una ética que iluminan y encauzan al conocimiento humano, encarnado desde el Génesis en el árbol de la ciencia del bien y del mal. La Fe da calidad humana a la ciencia y el pensamiento riguroso fortalece y desarrolla la Fe. No existe incompatibilidad sino creativa interacción en la que ambas ganan y, sobre todo, a través de la cual la ciencia, que muchas veces pretende inexistente neutralidad, se viste de calidad ética. Ninguno de estos beneficios es automático y, si las relaciones son malentendidas, se puede hacer mucho daño a la Fe y a la razón. Por ello es un diálogo complicado, dialéctico, que debe ser realizado con inteligencia y, sobre todo, con la humildad de quien es conciente de sus grandes limitaciones y, por ello, está al tanto que puede errar fácilmente en un sentido o en otro.
Nuestro carácter de universidad católica y pontificia nos impone, también, el deber del ejemplo y de decir nuestra palabra ante la injusticia. Es por ello que estamos atentos al mundo y a nuestra realidad, que decimos nuestras críticas al poder y a la corrupción y que pretendemos con ello esclarecer, en una vida política que más de una vez está inmersa en oscuridades. Estamos orgullosos de haber dicho nuestra opinión cuando otros que pensaba igual no la decían por temor a las represalias o, peor aún, respaldaban tácita o expresamente lo irrespaldable. Institucionalmente, sabemos que como universidad católica tenemos que hablar en alto aunque lo que digamos no guste o no sea bienvenido. Una universidad como la nuestra habla a la sociedad para iluminar con la luz que la identifica, no para recibir aplauso o complacencia.

TENEMOS VALORES QUE LA SOCIEDAD NO PROMUEVE



Vivimos en un mundo predominantemente materialista, que muchas veces construye relaciones humanas hostiles, que busca el tener y no ser, que se conforma con lo inmediato y no pone su espíritu en lo trascendente. Muchas veces, es un mundo de injusticia, de discriminación y de abierta violencia en muy diversas manifestaciones. No es la naturaleza humana: son las estructuras que se van construyendo y que, muchas veces, se nos imponen por grupos dominantes de diverso tipo.
Nada de eso comparte nuestra historia institucional. Desde el principio, y durante noventa años, nuestra enseñanza estuvo destinada a la formación integral de la persona, a la sinceridad, a la paz, a ser y no sólo a tener, a dialogar con Dios y con el mundo. Tratamos de construirnos como una institución sin marginaciones sociales a pesar de las limitaciones que nos impone el hecho de tener que vivir exclusivamente de nuestros propios ingresos. Tuvimos, tenemos y tendremos, una política de apertura a quienes tengan la capacidad para estudiar. Quisiéramos dar becas a todos los que las requieran y no podemos. Pero somos una institución que hace verdadero esfuerzo de integración de todas las sangres peruanas en su seno, a pesar que vivimos en una sociedad a menudo llena de zanjas sociales, culturales y aun raciales. En la medida de nuestras posibilidades, acrecentaremos nuestros programas de apoyo a los alumnos capaces que carezcan de recursos para sufragarlos.
PARCIPAMOS EN LA GLOBALIZACIÓN, PERO CON SÓLIDO ENRAIZAMIENTO PERUANO
Somos una universidad que cree en la integración progresiva del mundo, que comenzó hace decenas de miles de años cuando los primeros humanos salieron de su lugar de origen a poblar toda la Tierra, que continuó con los encuentros muchas veces dolorosos de los pueblos de distintos continentes y que, ahora, acorta distancias a través de esta llamada globalización, fenómeno también complejo y que requiere inteligencia, matices y estrategia para ser adecuadamente aprovechado, especialmente por los pobres del mundo.
Estamos vinculados mundialmente a muchas de las principales universidades de otros países latinoamericanos, de los Estados Unidos de Norteamérica, de Europa y, recientemente, de Asia. El intercambio anual de alumnos que vienen y que van se cuenta por cientos. También recibimos y enviamos profesores a interactuar en el mundo. Participamos en redes de investigación formadas internacionalmente y promovemos contactos académicos y profesionales para participar en este mundo crecientemente integrado. Hasta ahora no fuimos capaces de inculcar en nuestros alumnos el manejo de una segunda lengua pero, luego de acondicionar instalaciones para la enseñanza masiva de idiomas, a partir del próximo año iniciaremos una campaña para que todo estudiante lea en inglés al egresar de estudios generales y hable y escriba inglés como requisito de egreso de la licenciatura. Nuestro objetivo es que cada egresado se haya apropiado del idioma castellano y sepa bien el inglés como segunda lengua para abrirse a la sociedad mundial.
Tenemos la convicción de que, para ser ciudadano del mundo, hay que tener raíces en el terruño. Que para vivir la integración tenemos que ser peruanos, que para hablar otros idiomas tenemos que saber óptimamente el nuestro, que para asumir con creatividad otras culturas, debemos desarrollar sólidamente la nuestra. Somos una universidad del Perú, aquí tenemos nuestras raíces, aquí trabajamos y deseamos hacerlo por peruanos, para los peruanos, compartiendo el mundo con los demás. Tenemos un sentido de patria y asumimos la responsabilidad de colaborar a hacer mejor la sociedad en la que Dios nos puso a vivir. Por eso nuestra comunidad universitaria trabaja desarrollando la conciencia de que aquí, o en otro territorio, nuestros esfuerzos como profesionales o académicos, tengan siempre una arista de compromiso con la sociedad peruana y su progreso. A nuestro Perú lo acompañamos “en lo favorable y en lo adverso, con salud o enfermedad (políticas)”. Éste es un matrimonio sin divorcio.

PRETENDEMOS SER UNA UNIVERSIDAD DE EXCELENCIA



Heredamos de toda nuestra historia pasada el tratar de ser una universidad de excelencia. Esto significa muchas y muy variadas cosas. Entre ellas, el conflicto creativo de la diversidad de posiciones dentro de la comunidad universitaria. Sin duda, también el concepto de lo que es una universidad cambia con el tiempo y con la evolución social. Todo ello nos obliga a una permanente reflexión sobre nuestro quehacer, así como a realizar transformaciones en nuestra manera de organizarnos y de actuar.
Creemos en una formación integral y sólida desde siempre. Alguna universidad del Perú a la que francamente no recuerdo, ni me gustaría recordar, organizó una campaña publicitaria diciendo algo así como “aquí te enseñamos tu profesión desde el primer día, no te hacemos perder el tiempo estudiando cosmología”. Pues nosotros sí enseñamos y enseñaremos cosmología en los Estudios Generales porque creemos que el futuro profesional debe ser una persona culta y ubicada en todo su entorno. En nuestros alumnos, pretendemos abrir ventanas a la física, la química, la matemática, la filosofía, la historia y la lingüística. Las ciencias exactas y las humanidades son parte del proyecto de aprendizaje que ofrecemos a todos quienes eligen a nuestra Casa de Estudios para su formación superior. También creemos que deben leer (en general leen mucho), deben hablar y escribir. En la sociedad de la información, quien no sabe comunicar pierde las posibilidades mejores y comunicar no es sólo transmitir sino, también, saber pensar y saber decir. Desde luego, ponemos énfasis distintos en los Estudios Generales Ciencias y en los Estudios Generales Letras, pero hacemos un esfuerzo sostenido por mejorar en cada uno de ellos y por darles el complemento que les falte de manera cada vez mejor. Tenemos logros y fracasos y estos últimos nos molestan sobremanera. Por eso persistimos, concientes de que la formación académica integral es fundamental.
Los libros forman parte esencial de la vida universitaria de nuestro campus y la Biblioteca tiene un lugar central en él. La Universidad invierte significativamente en la adquisición de libros, de colecciones y de material en formato computarizado. Tenemos un sistema de consulta actualizado y potente y mandamos leer todo lo que se puede. Quien postula a la Universidad sabe que sin leer no podrá hacer los estudios. Esto, no obstante, no nos debe hacer olvidar que necesitamos otra gran instalación de biblioteca para las ciencias, ahora desperdigada en multitud de bibliotecas pequeñas, y que nuestra biblioteca central nos ha anunciado recientemente que no hay anaqueles disponibles para los nuevos libros. Es un problema crónico a enfrentar: una crisis, pero de crecimiento. A los noventa, nos alegra tener problemas de quinceañero.
Somos cultores del arte. Tenemos larga tradición en la enseñanza de las artes plásticas y del teatro. Siempre hemos tenido actividades musicales y de danza en el campus y, ahora, pretendemos darles rango de estudios universitarios a corto plazo. Creemos que es nuestro deber contribuir a la formación artística del Perú y también sostenemos que es fundamental desarrollar las potencialidades artísticas de nuestros alumnos, porque los ayudará en su realización humana.
También creemos que es nuestra función desarrollar la cultura en nuestra sociedad. Muchas son las actividades grandes y pequeñas que realizamos con esa finalidad. La de mayor permanencia en los últimos años es nuestro Centro Cultural, incansable difusor de cultura a los peruanos a través de los más diversos eventos. Muchas otras actividades sociales de cultura nos caracterizan. De entre ellas hay que destacar el próximo auto sacramental que escenificaremos en el atrio de la Iglesia de San Francisco y que continúa una ya larga trayectoria de puestas de esta naturaleza, peregrinando por los portales de las iglesias de la ciudad.
Creemos que el deporte entre los jóvenes es una disciplina formativa del cuerpo y del espíritu. Esta instalación que hoy nos acoge es un polideportivo dedicado a ello, al lado de muchas otras instalaciones aledañas, unas bien hechas y otras muy modestas, que en conjunto contribuyen a la riqueza de la vida estudiantil en el campus. Próximas inversiones mejorarán significativamente la infraestructura actual.
Creemos que también es nuestro deber formar buenos ciudadanos, libres y democráticos, con sólidos valores morales. La universidad promueve y desarrolla valores personales desde la Fe, desde el conocimiento y, por consiguiente, desde el punto de vista de la forma de vida. Sabemos que es fundamental que cada persona se pregunte siempre si lo que está haciendo es bueno o malo y que, con esa reflexión permanente, ilumine su conducta hacia el bien. No sólo incorporamos esta dimensión en los procesos de enseñanza aprendizaje: tratamos también de enseñarlo con el ejemplo, con la pulcritud moral que buscamos en toda nuestra actividad universitaria.
Desde luego, también tratamos de enseñar a ser un buen profesional, científica y técnicamente formado con excelencia, con actualización de conocimientos, con metodología de trabajo y con capacidad de reflexión. A nuestra vez, tenemos logros y fracasos en esta tarea pero la revisamos constantemente para mejorar, corregir errores y avanzar. La Universidad tiene establecida, desde mucho tiempo atrás, una ardua reflexión sobre enseñanza-aprendizaje, tiene sistemas de actualización para nosotros los profesores y debate internamente, con vehemencia y discrepancias, sobre cada uno de estos asuntos, segura de que el diálogo fructifica.
No podría realizarse esta formación especializada sin la existencia de laboratorios en los que la universidad invierte constantemente, o sin el auxilio de la informática. Contamos en la actualidad con una red interna de más de cinco mil computadoras enlazadas en el campus con fibra óptica y conectadas a otros locales por sistemas telemáticos. Cada profesor y cada estudiante cuenta con los servicios informáticos más importantes y útiles y, a partir del próximo año, en el edificio Mac Gregor en actual construcción, se instalará nuevos y más grandes laboratorios que sirvan a toda la comunidad universitaria. Desde hace dos años, tenemos una Dirección de Informática Académica que se especializa en poner toda esta infraestructura al servicio de la enseñanza y la investigación para potenciar posibilidades y usos reales. Se están implantando resultados sorprendentes que pronto tendrán amplia difusión, porque es siempre difícil empezar a trabajar con ellos: los profesores jóvenes los asumen en automático pero nosotros, los mayores, tenemos que poner la palanca en primera y hacer rugir el motor para remontar lo nuevo con éxito. Los servicios informáticos están presentes en prácticamente todas las aulas del campus y cada uno de nuestros alumnos debe egresar con un conocimiento suficiente de las herramientas informáticas para poder integrarse con ventaja al mercado laboral.
Todo esto que ha sido un relato largo pero que es apenas una vista a vuelo de pájaro sobre el diario quehacer académico y de enseñanza, es muy distinto a pretender “enseñar solamente la profesión”. Creemos que ofrecer esto último es a la larga un engaño y, entre muchas, las razones fundamentales son dos. La primera que los conocimientos avanzan contemporáneamente a un ritmo aceleradísimo. Probablemente, en ciertas disciplinas, se duplican cada cinco o seis años, prácticamente el período en que se estudia una carrera. Esto quiere decir que algunos conocimientos aprendidos con actualidad al principio del ciclo universitario, ya requieran ser reestudiados al finalizarlo. No podemos pretender formar un profesional cabalmente dándole simplemente los conocimientos de hoy en su disciplina.
La segunda razón por la que “enseñar solamente la profesión” nos parece un engaño consiste en que es muy fácil darse cuenta que hoy se trabaja hasta los ochenta años de edad y, como la mayoría de nuestros estudiantes tiene una edad entre diecisiete y veinticuatro años, trabajará durante las próximas seis décadas.
Esta constatación enfrenta a nuestra labor de enseñanza-aprendizaje con un dilema muy serio: no sabemos cómo será el mundo futuro, aunque estamos seguros que será completamente distinto. Formamos hoy profesionales para que naveguen en mares que pronto serán completamente nuevos y en los que navegarán doce lustros, con sólo uno de aprendizaje.
Entonces, debemos hacernos la pregunta de ¿qué enseñar hoy para que sirva durante las siguientes seis décadas? Nuestro auditorio nota fácilmente que ésta es una pregunta de ética en la tarea universitaria. Lo más fácil es tomar los conocimientos actuales (mejor si son de frontera) y transmitirlos a los estudiantes. Pero, con ello, los condenaremos a saber lo de hoy y no lo de mañana y, consiguientemente, a regresar periódicamente a aprender la profesión para la que, teóricamente, ya se habían preparado.
El secreto de no engañar, entonces, es enseñar fundamentos, método y capacidad de auto aprendizaje, puertas abiertas a la cultura y confianza en las propias capacidades intelectuales.
Los fundamentos son los conocimientos profundos en los que se basa una disciplina. El saber fue un árbol, como ya dijimos, desde el Génesis. Hace unos momentos destacamos que siempre fue “del bien y del mal”. Ahora destacamos que el conocimiento se ramifica constantemente en nuevos avances y nuevas disciplinas, convirtiéndolo en un frondoso ramaje. Pero todos intuimos que ese árbol, como todo otro, tiene tronco y ramas. El secreto es discriminar en cada momento, qué es lo que constituye el tronco de cada área del saber. Quien conoce el tronco llega a las ramas. El que conoce una rama no conoce el tronco y difícilmente llegará a las otras ramas. El fundamento es lo primero y verdadero que enseñar: el tronco de una disciplina que, por el avance del conocimiento, está en constante transformación.
Los métodos son esenciales para el conocimiento. Nos ayudan a discernir, a clasificar, a definir y a incorporar nuevos contenidos. Sin ellos todo es aleatorio y sin estructuración. Algunos métodos nos permiten acumular nuevos conocimientos, habilidad esencial en una sociedad en la que el saber avanza rápidamente.
Como no podemos ver el futuro, sobre todo en largo plazo, nos es difícil si no imposible, prever cómo será el mundo de aquí a unos años: el mundo en el que tendrán que trabajar profesionalmente nuestros actuales alumnos. La vida humana, sin embargo, tiene también un tronco general del conocimiento. Muchos definen la cultura como la capacidad de un ser humano de entender cosas nuevas y distintas a aquéllas a las que estuvo acostumbrado. Para eso tendrá, primero, que saber que puede haber muchas maneras de ver el mundo y que la suya no es la única. Desarrollar las sendas de la cultura de cada uno, permite que comprenda mejor el mundo presente y, sobre todo, el futuro. Eso fortalece su autoconfianza y, también, su habilidad para aprender más cosas y, sobre todo, cosas nuevas.
Por eso fundamentos, método, autoaprendizaje, cultura y autoconfianza, son los elementos esenciales de nuestro modelo académico de enseñanza universitaria. Creemos que es el mejor, el más útil en el largo plazo para el estudiante que confía en nosotros y, también desde luego, el más útil para nuestro Perú.
Somos una Universidad, en este sentido, que en lo académico da importancia a los conocimientos básicos y fundantes al lado de los saberes específicos y técnicos. Nuestros planes de estudio pretenden que todo esto se aprenda en nuestras aulas.
TRABAJAMOS SOLIDARIAMENTE POR LA EDUCACIÓN SUPERIOR PERUANA
Somos, también, una de las pocas universidades que forma científicos puros y humanistas puros para la enseñanza en nuestra universidad y en otras del Perú. Protegemos los estudios superiores en estas disciplinas como un servicio a la cultura y a la alta enseñanza en todo nuestro país: son muchos los profesores de otras universidades que se han formado en nuestros postgrados. También en varios casos, esos profesores mantienen contacto con sus pares de aquí y los solicitan más tarde para montar postgrados en sus propias instituciones. Se produce así una colaboración permanente en el trabajo académico en varios lugares del territorio, entre nuestra universidad y muchas de sus similares fuera de Lima.
En estos días, precisamente, tejemos una red con universidades de otras provincias del Perú para intercambiar profesores, alumnos y esfuerzos académicos diversos en beneficio de la consolidación del hacer universidad seriamente entre los que creemos que eso es posible y necesario en nuestra patria.
Una complejidad adicional para nosotros es tratar de hacer excelencia compartiendo las carencias nacionales con otras instituciones del saber. Resulta muy fácil tentarse a admitir alumnos “pocos pero buenos” o “pocos pero ricos”. También es más fácil establecer relaciones con universidades de fuera que nos empujen pero no con universidades peruanas que nos demanden. Es difícil tener un pie en la excelencia y otro en la realidad cruda de la educación básica peruana.
Nuestra comunidad universitaria debate intensamente estos problemas. Algunos de nosotros decimos que sólo hay que tener programas de excelencia, a toda costa, y otros decimos que hay que tomar en cuenta la realidad y trabajar a partir de ella, de sus limitaciones. Son dos posiciones muy distintas entre sí en cuanto a sus consecuencias concretas para la vida académica. Sin embargo, de esa discusión se producen muchas nuevas síntesis que contribuyen a construir una manera de ser universitaria y de entender la colaboración con la sociedad en su sentido amplio.
BUSCAMOS LA PERFECCIÓN SABIENDO QUE ESTÁ MUY LEJOS Y QUE ES INALCANZABLE
Ya dijimos que tratamos de luchar contra nuestras pequeñeces, nuestras ignorancias y también, porqué no decirlo, contra nuestras soberbias. Porque de todo eso tenemos.
Durante muchísimos años fuimos una buena escuela profesional y nada más. Desde hace poco más de dos decenios, cuando la ley universitaria reabrió la posibilidad, pretendemos también ser una buena institución de postgrado en las áreas en las que tenemos capacidad para hacerlo (que no son todas). Postgrado es investigación y, consiguientemente, debemos prepararnos académicamente y, a su vez, invertir para ello.
Tenemos que convertir una universidad de pregrado en una de pre y postgrado y eso hace girar muchos aspectos íntimos de la realidad institucional y de las características de nosotros mismos, los profesores. También requiere modificar la orientación de los planes de estudio de pregrado, para preparar a nuestros estudiantes en las labores de investigación. Los profesores que investigan suelen sostener que deben enseñar menos horas para poder centrarse en dicha labor. La significación económica de estos cambios para una universidad que en esencia tiene ingresos económicos por la enseñanza, es muy importante y debe ser cuidadosamente estudiada.
Las sociedades del mundo actual tienden a hacer que buena parte de la población pase por la Universidad y eso presiona a nuestras instituciones en muchos sentidos. Más alumnos significa masificación, mayores exigencias de servicios y recepción de alumnos con formación previa de menor calidad. La universidad que pretenda excelencia, no podrá esperar recibirla servida desde el colegio: tendrá que adaptarse y enseñar lo que se supone que los alumnos traen ya sabido para trabajar universitariamente. Eso requiere otra enseñanza y otras capacidades en nuestra plana profesoral.
También se presta importante servicio a la sociedad, en la actualidad, en las tareas de educación continua que son las de formación de los profesionales ya graduados, en actualización de nuevos conocimientos que no existían cuando ellos pasaron por la universidad. Casi podría decirse que, en cada centro de estudios universitarios, a la universidad que da pre y post grado, se puede añadir otra igual o mayor que da educación continua.
Los profesores, en el pasado, siempre enseñamos presencialmente aunque muchos de nosotros no lo sabíamos porque no había otra modalidad con la que hacer el contraste. Ahora sí y se llama educación virtual o educación a distancia. Las tecnologías informáticas y de comunicación contemporáneas, han permitido desarrollar la educación a distancia de manera imprevisible hace muy pocos años.
No todos estamos de acuerdo en nuestra universidad con la educación a distancia. Algunos ingresan a dictar y seguir cursos en ella muy fácilmente, otros son renuentes y, otros, la consideran una forma imperfecta de enseñanza. También en estos detalles la universidad es compleja y sujeta a tesis y antítesis. Los órganos de gobierno, han decidido empujar hacia delante la educación virtual como una forma de crecimiento y, también, de mejor servicio al país cubriendo no sólo a quienes puedan venir a Lima, sino a quienes permanezcan en provincias. La indicación, sin embargo, es lograr calidad equivalente a la de la educación presencial. Con ello, hoy dictamos muchos cursos de todos los niveles (pregrado, postgrado y educación continua), mediante procedimientos de educación continua.
Todas estas nuevas realidades han transformado profundamente a nuestra universidad, y lo siguen haciendo. Hoy en día tenemos alrededor de dieciséis mil alumnos en pregrado, pero cerca de veinte mil en cursos cortos y largos de educación continua. Aun cuando la mayoría de nuestros alumnos están sujetos a enseñanza presencial, cerca de cinco mil llevan cursos a distancia. En los últimos veinte años hemos desarrollado nuestra escuela de postgrado hasta llegar, en la actualidad, a poco más de dos mil estudiantes de este nivel. Todos éstos son logros, pero requirieron mucho esfuerzo de conversión institucional, mucha discusión y buena disposición para ganar y perder batallas: en cierta medida, dejar de ser lo que fuimos y reconvertirnos en una nueva institución.

Una cosa es indispensable decir en aras de la verdad: como las universidades buscamos siempre la cima y la frontera del conocimiento, somos reticentes a creer que podemos no ser lo mejor ni los mejores. Así, también podemos pensar que no hay mucho que cambiar. “Sólo se que nada se” es una afirmación conocida por todos pero compite con nuestras emociones y sentimientos concretos. Buscar la excelencia es, por ello, un esfuerzo en pos de la humildad. Un verdadero esfuerzo, pueden creerme.
La Universidad la hacemos todos los que ponemos esfuerzo en ella: los estudiantes que la definen (porque si aquí no hubiera estudiantes seríamos más bien un centro de investigaciones), los profesores y los compañeros de trabajo administrativo que permiten que las ruedas de esta institución avancen en la vida diaria. Todos nosotros nos preparamos para ello y, cada uno, debe tratar de avanzar para que el todo avance.

PRINCIPISTAS Y COMPLEJOS, PERO CON ILUSIÓN



Hemos querido, en estas palabras abrir una ventana a nuestra intimidad institucional en este nonagésimo aniversario, mostrándoles varios de los esfuerzos que realizamos y algunas de las limitaciones propias contra las cuales luchamos en pos de ser mejores y de servir mejor a nuestro Perú. Estamos serenos con nuestros resultados hasta aquí, pero sabemos que quien no avanza retrocede. Por ello avanzaremos, principistas como hemos dicho que somos, y buscando complejidad antes que simplicidad. Con estas recetas, y cultivando la humildad, estamos seguros que llegaremos jóvenes a nuestro centenario ya cercano y que iniciaremos, con paso vigoroso, el trayecto de ese segundo centenario. Esperamos, para dentro de ciento diez años, haber hecho bien las cosas hoy de manera que el recuerdo que nuestros seguidores tengan de nosotros, sea tan feliz como el que nosotros tenemos de quienes nos precedieron.
Muchas gracias.

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