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Apertura hacia una nueva línea de definición programática e intencional. Hay que profundizar más, aunque sea a costa de abandonar el familiar reducto de la especialidad antropológica y pisar dominios que no son míos y en los que me reconozco intruso y sin autoridad, dominios para mí más incómodos, supongo que filosóficos. En un primer paso ofrezco esta traducción [generalización] de las definiciones empírico-críticas más difundidas. Traducción de RV: es religión la postulación social de una realidad que sobrepasa al mundo y la sociedad, pero los incluye sin reducirse a ellos, como discontinua, no en planos independientes sino conexos y mutuamente referidos. De tal postulación se derivan y tal postulación puede deducirse por el estudioso a partir de prácticas y modos de vida de la sociedad que muestra profesarla. Trataré de que el curso de mi pensamiento sea susceptible de crítica y para ello haré explícito cada uno de mis pasos. La coincidencia que más claramente resalto en las definiciones que traduzco es que en todas ellas es central la idea de la discontinuidad de la realidad (dioses, hombres, sagrado, profano) y la de que los discontinuos ámbitos resultantes están mutuamente referidos, con lo que creo que quiero decir que su ser es presentado como ser para el otro (5 de junio). Y a partir de mi traducción [generalización] construyo esta definición mía que declaradamente se propone ser programática, intencional, hipotética: La ofrezco en dos versiones. Una primera que creía completa hasta últimamente. RV: Propongo llamar religión al fenómeno que se produce en el proceso social cuando una sociedad construye una realidad social discontinua en esferas, planos, grados, ámbitos sociales [de personas] epistemológica y ontológicamente diferentes, y desiguales al menos en poder y valor; grados no independientes sino necesariamente conexos y mutuamente referidos a través de la comunicación y de la acción que configuran entre quienes comunican y actúan no relaciones simétricas de igualdad, sino asimétricas de dominio y subordinación [sumisión]. Ese dominio y esa subordinación dan a la realidad social no sólo su forma y su estructura, sino también su justificación y su sentido. Esta definición me satisfacía hasta hace poco. Pero dudaba. La definición dice *fenómeno que se produce en el proceso social+.)Era necesaria esa imprecisión, o me resultaba conveniente? Decir construcción social estaría de acuerdo con mi forma de expresarme *cuando una sociedad construye' etc+, pero es un término de Berger y en el sentido ideacional en que éste lo usa no me sirve, y cambiarlo tampoco: es suyo. Así es como he llegado últimamente (finales de mayo del 2000) a una segunda versión.)Definitiva? Es esta: RV: Propongo llamar religión a la enculturación que construye una realidad social discontinua en esferas, planos, grados, ámbitos sociales [de personas] epistemológica y ontológicamente diferentes, y desiguales al menos en poder y valor; grados no independientes sino necesariamente conexos y mutuamente referidos a través de la comunicación y de la acción que configuran entre quienes comunican y actúan no relaciones simétricas de igualdad, sino asimétricas de dominio y subordinación [sumisión]. Ese dominio y esa subordinación dan a la realidad social no sólo su forma y su estructura, sino también su justificación y su sentido. Sobre esta definición mía de religión, como sobre la también mía de institución social y otras muchas que también he explorado, me justificaré con la reflexión de Quine: *Hay empero un tipo de actividad definitoria que no se limita a informar acerca de sinonimias preexistentes. Pienso al decir esto en la que Carnap llama explicación, actividad a la que son aficionados los filósofos y también los científicos en sus momentos más filosóficos. En la explicación, la intención no es meramente parafrasear el definiendum mediante un sinónimo palmario, sino perfeccionar realmente el definiendum, afinando o completando su significación+. (Desde un punto de vista lógico). Debo estar loco. Con el poco tiempo que tengo complicar más las cosas y tener que introducir también un concepto de enculturación revisado. Pero lo haré. Hace muchos años que estoy descontento con el concepto de enculturación que manejamos los antropólogos, un concepto cuasi curricular. Hablamos de enculturación como hablamos de bachillerato: algo que los adultos hacemos a los niños para introducirlos en la cultura del grupo. Milagro que no hayamos pensado en añadirle pruebas de selectividad a la enculturación. Hoy entiendo que la enculturación es un proceso permanente que acompaña a una cultura mientras existe y que involucra a niños y a adultos, a todos los miembros del grupo. Creo que podría decir: la enculturación es la energeia, de la que la cultura es el ergon. La enculturación es la energía, y su ergon describible es la cultura. Aún tengo que introducir muchas matizaciones. Estos últimos días pensaba que debo asegurarme de si la cultura no es un ergon de múltiples energías de las que una es dominante. Como quiera que sea quiero dejar constancia de que lo que sí rechazo explícitamente es que ese *fenómeno que se produce en el proceso social+ en el que yo pensaba en la primera versión sea uno de los modelos integradores en que tanta gente ha pensado, esos diversos modelos integradores de las creencias (Shils, con amplísimo consenso) morales y cognitivas sobre el hombre, la sociedad y el universo (este último en relación con el hombre y la sociedad) que florecen en las sociedades humanas: credos, concepciones del mundo, programas, sistemas y corrientes de pensamiento, ideologías. Todos ellos son ideacionales, y uno de los propósitos de mi definición es escapar de ese ámbito. El fenómeno que yo pienso se produce en el proceso social es uno que me introduce en otro ámbito, un ámbito cultural objetivo, palpable, visible, audible. Recurriré a Leslie White, que nunca me ha fallado. Nadie lo ha dicho con tanto rigor ni tanta inteligencia como White: *Cultura es una organización de los fenómenos objetos materiales, actos corporales, ideas y sentimientos que consiste en o depende del uso de los símbolos+. *Cultura es el nombre de un orden o clase distintiva de fenómenos, a saber, los objetos y los actos que dependen del ejercicio de una habilidad o capacidad peculiar a la especie humana, que se llama capacidad de simbolizar+. *Cultura+ es hoy un término que sólo los mayores acostumbramos a usar. Tiene mala fama por la multiplicidad de sus referenciales, por su vaguedad. Cultural se usa más, y sin embargo tiene más referenciales y es más vago. Una de las definiciones de *cultura+ más adecuada para mi propósito es ésta que hace coincidir la cultura con *la clase de cosas y acontecimientos que consisten en o dependen de la capacidad humana de simbolizar, esto es, de traficar con significados no sensoriales, significados que como la santidad del agua bendita no pueden ser percibidos por los sentidos+. (White, 1959) La clase de cosas y acontecimientos que dependen de la capacidad humana de simbolizar: una palabra, un hacha de piedra, un fetiche, el evitar a la suegra, la repugnancia ante la leche, la hisopación con agua bendita, un cuenco de porcelana, decir una oración, formular un voto, santificar el sabbath y, para incorporar a Tylor *toda clase de capacidades y hábitos adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad+. Así White dejó clara la innecesariedad y la inexactitud de concebir la cultura como una abstracción, de recluirla en el plano ideacional. La cultura tiene manifestaciones bien concretas, estudiables, en el tiempo y en el espacio: a) en los seres humanos, en forma de conductas observables; b) en la interacción social entre seres humanos; c) en los objetos materiales que los seres humanos producen y manipulan en el proceso de interacción social. Un autor contemporáneo al que no citaré, porque él no citó a White cuando escribió las líneas que siguen, dice esto mismo hasta más ajustada y brillantemente: *Distinguiríamos: 11. Contenidos culturales cuya recurrencia depende sobre todo de los automatismos conductuales que constituyen una suerte de programa o pauta de secuencias grabadas en el sistema nervioso de cada sujeto corpóreo, por aprendizaje o/y por herencia. Esta cultura intrasomática es una determinación del concepto de cultura. 21 Contenidos culturales cuya recurrencia depende de automatismos sociales constituídos por la concurrencia de diversos sujetos corpóreos: cultura intersomática. 31 Contenidos culturales cuya recurrencia depende de automatismos extrasomáticos dotados de un finis operis que se superpone al finis operantis (una casa, una calle, una máquina)+. No sé si será lo que White quiere decir, pero el caso es que lo dice: la cultura construye un mundo, un mundo en el que además de rocas y estrellas, que ya estaban ahí, además de lluvias y sequías, además de ríos y de islas, hay con la misma realidad enfiteusis y bandos del alcalde, y casas y templos y hoces y martillos y calles y puentes, además de madres e hijos, hay padres y hay amantes, y hay dioses y santos y Vírgenes (tiene que ser con mayúscula), y todo, todo es real.)Es que era acaso Huitzilopochtli menos real que la víctima cuyo corazón arrancaban los sacerdotes aztecas para ofrecerselo en sacrificio cruento? Mas bien parece que la irrealidad estaba en la parte de la víctima. Yo suelo decir: Dios existe, los que no existimos somos los ateos. Lo digo desde que en el año 1959 una mañana de Noviembre en Vegadeo contemplaba ociosamente la llegada de los paisanos que acudían al mercado (semanal) cargados con sus hortalizas y sus pollos y sus lechones de engorde que traían para vender. Yo estaba sentado en unos troncos apilados que había junto a la caseta de arbitrios por la que tenían que pasar los paisanos para pagar las tasas por los productos que entraban en el municipio para vender. Le llegó el turno a un hombre grandón, con un carro y un caballo también grandes. El caballo estaba muy inquieto y quería tirar y el hombre lo calmó con un sonoro reniego: *M=cago=n Dios, tate quieto+. Y el municipal que cobraba las tasas tiró de libreta y lo multó por blasfemar en público. Y el grandón pagó. Por eso digo yo que Dios existe. En cuanto a lo de que los que no existimos somos los ateos viene de una visita mía algo después al inspector de Enseñanza Media en Oviedo. Era un buen amigo, mucho mayor que yo, catedrático de Latín y sacerdote. En la primera ocasión que tuvo me leyó la cartilla. Me dijo: *Tu tus cosas te las callas, que el coadjutor de Tapia tiene mucha mano con el obispo y se entera de todo lo que haces y dices en el pueblo. Así que mucho ojo y no te busques líos+. Por eso digo yo que los ateos no existimos, no podemos existir. Declararse ateo en una sociedad religiosa es algo así como un error gramatical. Por supuesto que hablo de existencia social, pero es que esa es la que cuenta, esa la que importa. Desde mi perspectiva de antropólogo: la que hay. La realidad que importa nunca es la de las cosas eternas, objetivas, *extrañas al sujeto+, sino la del medio en que el sujeto vive, *el mundo social de su experiencia+, el mundo en que trabaja, el mundo de su experiencia lingüística, el mundo en que habla, del que habla, con el que habla. Esa es la realidad que la enculturación religiosa diseña, configura, construye a golpe de desigualdades. Desigualdades entre poderosos dioses, con su séquito distribuido en los grados inmediatos, ángeles, arcángeles, virtudes, dominaciones, potestades, principados, y santos y beatos, y entre grado y grado cesuras de desigualdad. Como entre ellos y los dignatarios religiosos (una noticia interesante: los *ángeles de las iglesias+ de que habla el Apocalipsis 2: 1,8,12,18; 3: 1,7,14, durante mucho tiempo se creyó que eran los obispos, pero actualmente se considera que son otro grado de verdaderos ángeles) y como entre los dignatarios de más y de menos rango, y como entre estos y los grados de humanos sagrados y de humanos rasos, guerreros, clérigos menores, fratricelli, siervos y las últimas sus mujeres. Mana y el origen de la religión. Os hablaré de esa noción crucial en la antropología y la historia comparada de las religiones: la noción de mana. Escribí estas páginas hace muchísimos años para unas clases que dí en el Instituto Alfonso II el Casto a los alumnos de Filosofía de D. Pedro Caravia. El juvenil entusiasmo con que D. Pedro, ya anciano, acogió las ideas que expuse allí ha sido probablemente un factor de estímulo para mi tenacidad de mostrenco en la persecución de mi definición. La primera descripción del mana. La palabra mana aparece por primera vez en la bibliografía antropológica en 1836 en un vocabulario de las lenguas hawaianas escrito por un grupo de misioneros. En ese vocabulario aparece definida como *fuerza, poder, fuerza sobrenatural+. Hasta 1879 los estudiosos no comenzaron a interesarse por esa noción..Un obispo inglés, R. H. Codrington (1830 1922), escribió aquel año una carta a Max Müller indicándole que el infinito del que éste hablaba era conocido por los melanesios como mana. Decía en su carta: *Existe la creencia en una fuerza completamente separada de la fuerza física, capaz de lo bueno y de lo malo, y que es sumamente ventajoso poseer y controlar. Eso es el mana... Toda la religión melanesia consiste de hecho en conseguir ese mana para uno mismo+. *...una fuerza que, aunque en si misma impersonal, siempre está vinculada con una persona, que la dirige+. Codrington había sido entre 1871 y 1877 misionero en Melanesia, e hizo sus observaciones sobre todo en las Nuevas Hébridas, las islas Salomon y algunas islas menores. La idea de mana la describe en su obra The Melanesians: Studies in Their Anthropology and Folklore (1891). Según dice allí, el mana no era espíritu ni deidad, sino una fuerza neutral, impersonal, fuera de los procesos normales de la naturaleza, que actúa automáticamente y se manifiesta en objetos y en personas. Los dioses, los fantasmas y los espíritus poseían también este poder. No era una propiedad inherente, sino una cualidad que podía venir e irse. Objetos y personas podían poseerla en cantidad mayor o menor, o no poseer ninguna en absoluto. El acto grandioso de la creación había sido posible por la gran cantidad de mana de la divinidad creadora; el jefe del clan podía serlo porque poseía mana. Según Codrington, la mentalidad melanesia está poseída completamente por la creencia en una fuerza o influencia llamada casi universalmente mana... fuerza o influencia no física y en cierto sentido sobrenatural, pero que se muestra en la fuerza física o en cualquier tipo de poder o excelencia que posea un hombre.... Todo lo que se aparta de lo normal tiene mana... La religión melanesia consiste de hecho en conseguir este mana para uno mismo o hacer que actúe en beneficio de uno. Nociones afines. Inmediatamente después de la publicación del libro de Codrington los antropólogos empezaron a advertir la presencia de nociones parecidas en sociedades muy distintas a las melanesias; de hecho, los informes relativos a Melanesia pasaron a segundo plano. Se habló así del orenda de los iroqueses (un pueblo indio americano que vivía en los bosques orientales de los Estados Unidos, estudiado por J. N. B. Hewitt): un principio o fuerza mágica presente en todos los seres y cuerpos de la naturaleza y en los atributos, propiedades y actividades de éstos; del wakan(da) de los sioux que tiene una significación aún más amplia, designa todo lo maravilloso y llamativo; del manitu de los algonquinos, etc. Todos estos principios, según los informantes, tenían características parecidas al mana. Otras ideas comparables son el maxpe de los indios crow, el njomm de los ekoi, el zemi de las Antillas, oki de los hurones, ngai de los masai, andriamanitha malgache, petara de los dayak, tandi de los batak, ngarong de los dayak, sila de los esquimales, xvarenah iranio, imperium romano, hamingja nórdico. Los pigmeos africanos conocen la fuerza impersonal megbe y muchas etnias bantu la fuerza llamada ndoki, o con alguna palabra derivada de ésta. Ndoki es una fuerza ambivalente. A primera vista se tiene la impresión de que es enteramente negativa. Pero si un gran caudillo tiene éxito es por su poderoso ndoki, si un nganga prestigioso tiene clientes es por que tiene un gran ndoki. Sin embargo, cuando se atribuye ndoki a un hombre común ello equivale a acusarle de brujería. Así en los hombres insignificantes el ndoki es exclusivamente negativo: la fuerza impersonal tiene pues una significación que depende del contexto social. A pesar de todo, los bantu están constantemente preocupados en apropiarse la fuerza, por una parte para conjurar las influencias nefastas, por otra para llegar a ser más poderosos que sus convecinos. Puede ser importante señalar que esa fuerza de la que tratan de apropiarse no es una fuerza libre, sino que está contenida en objetos, en receptáculos en que la ha concentrado el especialista nganga. En fetiches. |