Catecismo de la iglesia católica año b comisión episcopal de enseñanza y catequesis subcomisión episcopal para la catequesis índice




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SOLEMNIDAD DE SANTIAGO APÓSTOL (inizio)


(25 de Julio)
“Oh feliz pueblo de España, protegido por tal patrono”
Hch 4,33; 5,12.27-33; 12,2: “El rey Herodes hizo decapitar a Santiago”
Sal 66,2-3.5.7-8: “!Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”
2 Co 4,7-15: “Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús”
Mt 20,20-28: “Mi cáliz lo beberéis”
Las autoridades acusan a los discípulos de “hacernos responsables de la sangre de ese hombre”. A toda costa quieren decir que Jesús fue condenado legalmente, y que no consentían que se le presentara ahora como inocente, y a sus jueces como culpables.

En los discípulos se había suscitado la pregunta sobre quién sería el mayor en el Reino (cf. 18,1-5), y ahora ellos quieren esa oportunidad. Jesús volverá a mencionar la pasión con la metáfora del cáliz. Y empezaron a comprender. Su respuesta es decidida y resuelta.

La autoridad absoluta que Jesús menciona, aunque no la juzga, era la corriente en las culturas helenística y romana. Ahora se invierten los términos; y el que quiera mandar, que sirva y sea el último. Exactamente lo que ha hecho Jesús.
Aquella fórmula de los ilustrados: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, un tanto descarada, pero sincera, pone en evidencia muchas caras del poder humano. Se trata de vender como sea el servicio, la disponibilidad, la entrega. Se nos ofrecen constantemente proyectos en los que lo más importante es el esfuerzo de quienes pretender servirnos, aunque muchas veces el servicio a alguien es la máscara del servicio a uno mismo.
_ Razón del ministerio eclesial:

“Nadie se puede dar a sí mismo el mandato ni la misión de anunciar el Evangelio. El enviado del Señor habla y obra no con autoridad propia, sino en virtud de la autoridad de Cristo; no como miembro de la comunidad, sino hablando a ella en nombre de Cristo. Nadie puede conferirse a sí mismo la gracia, ella debe ser dada y ofrecida. Eso supone ministros de la gracia, autorizados y habilitados por parte de Cristo. De Él reciben la misión y la facultad ;obel ``poder sagrado'';cb de actuar ``in persona Christi Capitis''. Este ministerio, en el cual los enviados de Cristo hacen y dan, por don de Dios, lo que ellos, por sí mismos, no pueden hacer ni dar, la tradición de la Iglesia lo llama ``sacramento''. El ministerio de la Iglesia se confiere por medio de un sacramento específico” (875; cf. 845).
_ La autoridad como servicio:

“Los que ejercen una autoridad deben ejercerla como un servicio. ``El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro esclavo'' (Mt 20,26). El ejercicio de una autoridad está moralmente regulado por su origen divino, su naturaleza racional y su objeto específico. Nadie puede ordenar o instituir lo que es contrario a la dignidad de las personas y a la ley natural” (2235; cf. 2087).
_ “``Los otros diez se indignaron contra los dos hermanos''. Ya veis cuán imperfectos eran todos, tanto aquellos que pretendían una precedencia sobre los otros diez, como también los otros diez que envidiaban a sus dos colegas. Pero, si nos fijamos en su conducta posterior, observamos que están ya libres de esta clase de aspiraciones. El mismo Juan, uno de los protagonistas de este episodio, cede siempre el primer lugar a Pedro... En cuanto a Santiago, no vivió por mucho tiempo; ya desde el principio se dejó llevar de su gran vehemencia y, dejando a un lado toda aspiración humana, obtuvo bien pronto la gloria inefable del martirio” (San Juan Crisóstomo, In Ev, Mat hom. 65).
Grande es el espíritu de quien acepta el programa de Jesucristo como instrumento corrector de sus propias ambiciones.

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA (inizio)


Misa vespertina de la Vigilia

(15 de Agosto)
“No te alcanza la pena debida por el pecado, porque la muerte ha sido derrotada; y, como vencedora por tu Hijo, eres llevada en cuerpo y alma al cielo”
1 Cro, 15,3-4.15-16; 16,1-2: “Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado”
Sal 131,6-7.9-10.13-14: “Levántate, Señor, ven a tu mansión; ven con el arca de tu poder”
1 Co 15,54-57: “Nos da la victoria por Jesucristo”
Lc 11,27-28: “Dichoso el vientre que te llevó”

San Pablo, recordando a Isaías y Oseas, ensalza la derrota de la muerte, ya que ambos profetas habían anunciado la restauración mesiánica; el apóstol ve en esta derrota de la muerte la realización de aquellas promesas. Las palabras de desafío a la muerte y a sus “acompañantes” son una muestra más de la confianza que ha generado en san Pablo la victoria de Jesucristo.

Jesús ofrece las señales de la verdadera santidad: “Los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. María es bienaventurada sobre todo porque escucha la Palabra, la pondera y medita en su corazón.
A quien tiene del hombre una visión tan corta que todo su horizonte se acaba con la muerte “negadora de todo”, es grato ofrecerle una perspectiva que trascienda esta vida y la presente un futuro sin límites. Hay antropologías que estrechan las fronteras del hombre reduciéndolas a un callejón sin salida. Se supone que intentan dar respuesta a sus interrogantes, el resultado es la nada y la muerte como inapelable final definitivo.
_ “El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella. ``Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte'' (LG 57). Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión. La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de Madre que, llena de amor, daba su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima. Finalmente, Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas palabras: ``Mujer, ahí tienes a tu hijo'' (Jn 19,26-27)” (LG 58) (964; cf. 963).
_ María, figura de la Iglesia:

“María es la orante perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con ella al designio del Padre, que envía a su Hijo para salvar a todos los hombres. Como el discípulo amado, acogemos a la madre de Jesús, hecha madre de todos los vivientes. Podemos orar con ella y a ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de María. Le está unida en la esperanza” (2679; cf. 2675).
_ “Hoy envió nuestra tierra al cielo un precioso regalo, para que, dando y recibiendo, se unan en trato feliz de amistades lo humano y lo divino, lo terreno y lo celestial, lo ínfimo y lo sumo. Porque allá subió el fruto sublime de la tierra, de donde descienden las preciosísimas dádivas y los dones perfectos. Subiendo pues, a lo alto, la Virgen Bienaventurada, nos dará también dones a nosotros los hombres. Y, ¿ cómo no? Ni le falta poder ni voluntad. Reina de los cielos es, misericordia es, Madre es, en fin del Hijo Unigénito de Dios” (San Bernardo, In Assump. serm 1).
El Dios que no deja que sus fieles conozcan la corrupción, llevó en cuerpo y alma a la gloria a la que fue siempre fiel y modelo de fidelidad.

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA A LOS CIELOS (inizio)


Misa del día

(15 de Agosto)
“Vencedora de la muerte y del pecado, estás, oh Virgen María, sentada junto a Cristo; y el universo entero te proclama por eso su Reina”

Ap 11,19a; 12,1.3-6a.10ab: “Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal”
Sal 44,10,b,c.11-12.ab.16: “De pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de Ofir”
1 Co 15,20-27a: “Primero Cristo como primicia; después, todos los que son de Cristo”
Lc 1,39-56: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes”
En el Apocalipsis se contempla a la Iglesia como una realidad celestial, triunfante. San Juan no pierde de vista la perspectiva mariológica, como miembro del pueblo que alumbró al Mesías: la mujer celeste adornada de esplendor. La victoria de los cristianos es segura si son fieles a su Señor, y con ese triunfo queda asegurada la instauración de su Reino.

La contraposición entre Adán y Cristo es para san Pablo la garantía de que todo ha cambiado desde el triunfo de Jesucristo. Por Él todos volveremos a la vida. Él como primicia. El triunfo de la Virgen María, asunta en cuerpo y alma a los cielos, es la esperanza que tiene la Iglesia de ser un día lo que ya es su Santísima Madre.

En el Magníficat el poder de Dios se manifiesta en especial en favor de los necesitados. Que Dios despliegue “su brazo” nos hace recordar hazañas del Antiguo Testamento.
!Qué gran generosidad la de quien piensa en los demás antes que en sí mismo a la hora de compartir la victoria! Pero suele suceder que el que gana no comparte fácilmente su éxito. Los que lo comparten a veces tienen que arrebatar los despojos a modo de botín.
_ La Asunción de María:

“La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su Cuerpo” (974).

_ María: “Dichosa la que ha creído”:

“La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. En la fe, María acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que ``nada es imposible para Dios'' (Lc 1,37); y dando su asentimiento: ``He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra'' (Lc 1,38). Isabel la saludó: ``!Dichosa la que ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!'' (Lc 1,45). Por esta fe todas las generaciones la proclamarán bienaventurada” (148).
_ El “Magníficat”, canto de la Virgen y de la Iglesia:

“Por eso, el cántico de María es a la vez el cántico de la Madre de Dios y el de la Iglesia, cántico de la Hija de Sión y del nuevo Pueblo de Dios, cántico de acción de gracias por la plenitud de gracias derramadas en la economía de la salvación, cántico de los ``pobres'' cuya esperanza ha sido colmada con el cumplimiento de las promesas hechas a nuestros padres ``en favor de Abraham y su descendencia, para siempre''” (2619).
“Hoy descansa en el templo divino, no fabricado por mano alguna, la que fue también templo del Señor. Hoy el Edén recibe al paraíso del nuevo Adán, donde fue otra vez plantado el árbol de la vida y remediada nuestra desnudez. Desde hoy la Virgen Inmaculada, que no tuvo jamás afectos terrenos, sino celestiales, ha dejado de habitar en la tierra, y como cielo animado es colocada en las mansiones celestes” (San Juan Damasceno, hom. 2 In assump).
Canta y salta de gozo, Iglesia santa, porque lo que en María es ya una gozosa realidad, es en ti esperanza; porque la misma victoria que a Ella le ha hecho Inmaculada y Asunta en cuerpo y alma a los cielos, a ti también se te ha regalado.

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS (inizio)


(1 de Noviembre)
“!Oh glorioso reino en el que reinan con Cristo todos los santos!”

Ap 7,2-4.9-14: “Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas”
Sal 23,1-2.3-4ab.5-6: “Ése es el grupo que viene a tu presencia, Señor”
1 Jn 3,1-3: “Veremos a Dios tal cual es”
Mt 5,1-12a: “Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”
Bajo la simbología de número está designada la Iglesia entera. Mencionando primero a la tribu de Judá, de la que procedía Jesús, recorre todas las tribus de Israel, el antiguo pueblo que dio paso a los marcados con el sello de Jesucristo.

Los “pobres de espíritu” de san Mateo se identifican con todos aquellos que tienen a Dios como fundamento de su esperanza. Se parecerían a los “mansos” de la tercera bienaventuranza. El consuelo que se promete a “los que lloran” vendría de que lamentaban los pecados del pueblo. “El hambre y sed de justicia” es el afán por la santidad. La misericordia es habitual en los evangelios, y el premio para quien la tiene es recibirla de otros. Jesús bendice a “los limpios de corazón”, es decir, a los de pureza interior. Son “bienaventurados los pacíficos” porque son reconciliadores.
Los santos son los que nunca se han creído que lo eran. Hoy no es infrecuente la ostentación de valores, hazañas, logros. Porque la exhibición forma parte del éxito. ¿Y cómo encajar esto con las bienaventuranzas?
_ “La comunión con los santos. ``No veneramos el recuerdo de los del cielo tan sólo como modelos nuestros, sino, sobre todo, para que la unión de toda la Iglesia en el Espíritu se vea reforzada por la práctica del amor fraterno. En efecto, así como la unión entre los cristianos todavía en camino nos lleva más cerca de Cristo, así la comunión con los santos nos une a Cristo, del que mana, como de Fuente y Cabeza, toda la gracia y la vida del Pueblo de Dios'' (LG 50)” (957).

_ “La intercesión de los santos. ``Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra... Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad'' (LG 49)” (956).
_ “A la ofrenda de Cristo se unen no sólo los miembros que están todavía aquí abajo, sino también los que están ya en la gloria del cielo: la Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico en comunión con la santísima Virgen María y haciendo memoria de ella así como de todos los santos y santas” (1370).

_ “Siguiendo la misma norma de vida, los creyentes comparten la ``bienaventurada esperanza'' de aquellos a los que la misericordia divina congrega en la ``Ciudad Santa''” (2016).
_ “Pertenece a la gloria de los Santos el prestar auxilio a los que lo necesitan para su salud, porque de este modo se hacen cooperadores de Dios ``que es lo más divino que hay'', como dice san Dionisio. De donde se deduce que los santos tienen conocimiento de aquellas cosas que para esto se requieren. Y así es manifiesto que conocen en el Verbo los deseos, las devociones y las oraciones de los hombres que se acogen a su protección” (Santo Tomás de Aquino, Suppl. q. 72 a).
El triunfo de Jesucristo en los santos se manifiesta de muchas maneras; pero solemos fijarnos más en las admirables que en las imitables.
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