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AMOR El amor, me dí cuenta hoy, es una manifestación de identificación. Amamos lo que nos es conocido. Amamos lo que nos resulta familiar, aún cuando en apariencia lo que amamos parece diferente. El primer amor, hacia nuestros padres, nace del amor que existe entre ellos cuando fuimos concebidos. Y difícilmente podemos sentirnos completos sin la mirada permanente de ambos. Pareciera que esas células que se hicieron uno, guardan un imán genético que pide permanentemente el reconocimiento de las células del padre, que fueron la primeras en asumir el objetivo, y de la células de la madre que es quienes esperan a aquél que le permite concretar la acción. Las células del hijo siempre van a extrañar las células de su padre y de su madre, aún cuando alguien quisiera suplantar las identidades de éstos, sólo por el hecho que únicamente estos gametos pudieron concretar un organismo vivo completo y eso a nivel microscópico también se denomina amor. Amor a través de la continuidad de la vida. Reconocer en nuestros hijos, las partes que los conforman y mirarlas con respeto, permitirá a nivel macro tener individuos amorosos pero sobre todo sanos. Nuestro segundo amor, nuestra profesión, está también ligada a lo que podemos hacer por nuestra familia a través de las personas con los que nos relacionamos. Y tal vez fuimos contadores en una familia de ingenieros, pero al final de cuentas lo que buscamos fue restituir las herencias pérdidas de nuestra familia y en el camino atendimos requerimientos de las autoridades, hicimos planeaciones para eficientar recursos y ordenamos el dinero y los lugares de terceros buscando organizar los nuestros. Les invito a mirar hacia su interior y encontrar que hacen por los otros que quisieran hacer por los suyos. Es en esta mirada, que pueden también encontrar sus conflictos laborales. Sobre todo cuando confundimos a nuestros jefes o compañeros de trabajo con nuestros parientes. Y todo al final termina siendo un acto de amor mal entendido. El amor a la pareja, parece que se salva cuando estamos enamorados y también parece que nuestra elección es libre. El otro al que estoy pretendiendo amar, no tiene nada parecido a lo que he conocido hasta ese momento, es único y original. Sólo basta que la química del cerebro llegue a niveles estables, para comenzar a encontrar las fallas irreconciliables de la relación. Cuando lo que sucede es que mis ojos enamorados desde el fondo están mirando a mi padre o a mi madre y a sus carencias afectivas. Y nosotros amamos a nuestras parejas porque reconocemos estas carencias en ellos, que son las mismas con los que hemos convivido todo el tiempo. El amor aquí, es tal vez sea el acto de reconocimiento más efectivo, sólo con una mirada nos prendamos del otro, del otro al cual ya identificamos perfectamente a quien se parece sin que la conciencia haga acto de presencia. Desde ese fondo, que voltea la imagen como cámara fotográfica parece que no son ellos, desafortunadamente lo que sucede es que pretendemos sanar los dolores de nuestros padres a través del amor que les damos a nuestras parejas. Y en un principio es sencillo porque también nos apoyan la dopamina y la norepinefrina, químicos que estimulan la sensación del enamoramiento. Todo parece sencillo de enfrentar, con el tiempo cuando nos han dejado solos en esta tarea, la imagen se vuelve nítida y del estado de ceguera pasamos al de la realidad absoluta Ya no es sencillo y ni si quiera agradable y cada vez nos sentimos más solos y desgastados. Y después llegan los dolores propios más los de nuestra pareja. Es entonces cuando el acto de amar, nos pide el mayor de todos. Amarnos a nosotros mismos primero, entender nuestras carencias y desde que lugar estamos amando a los demás. Conocer nuestra historia y desde el conocimiento reescribirla, sanar nuestras heridas primarias con nuestros padres y dejarles la responsabilidad de su bienestar y de su felicidad a ellos mismos, para desde este lugar emprender de nuevo el camino con la misma pareja o con otra que nos permita seguir creciendo. Decir un lo siento antes de exigir disculpas. Porque cierto es que mientras no sabemos porque hacemos las cosas nos dañamos y dañamos a los demás. Esta acción deja de ser un acto de reconocimiento y pasa a ser un acto de conocimiento propio, dejamos pues de amar lo familiar para amar lo real con sus consecuencias, pasamos a ser concientes de nosotros mismos y de lo que damos a los otros |