Entrevista. Cuestionario




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TEXTO RETOMADO CON FINES DIDÁCTICOS

Técnicas de investigación

en ciencias sociales.
DATOS. OBSERVACIÓN.

ENTREVISTA. CUESTIONARIO


Alain Blanchet

Profesor de la Universidad

de París
Rodolphe Ghiglione

Profesor de la Universidad

de París
Jean Massonnat

Profesor de la Universidad

de Aix-Marseille
Alain Trognon

Profesor de la Universidad

de Nancy


Madrid: Narcea, 1989.

1889 pp.

París: Bordas, 1987. Título original: Les techniques d’enquête en sciences sociales.

Observer, interviewer, questionner. TR. de Guillermo Solana Alonso.


Indice

PRODUCIR DATOS, por Alain Trognon....................................................................

Introducción........................................................................................................................

1. Observación y experimentación...................................................................................
Paradoja de la observación...........................................................................................
Paradoja de la experimentación....................................................................................
Más que una complementariedad.................................................................................
OBSERVAR, por Jean Masonnat.......................................................................................
Introducción........................................................................................................................
¿Por qué observar en ciencias humanas y sociales?............................................................

1. Definición y problemas generales................................................................................
La observación en las ciencias humanas y sociales......................................................
La observación: vía de elaboración de los saberes.......................................................
Profundización teórica, metodológica y práctica..........................................................

2. Trayectorias de la investigación...................................................................................
Lugar de observación en las trayectorias de investigación...........................................
Opciones teóricas y metodológicas para organizar la producción de

datos..............................................................................................................................

3. Prácticas de observación y construcción de un dispositivo de estudios......................
Inventario de prácticas de investigación.......................................................................
Construcción de los encasillados o registros de observación.......................................
ENTREVISTAR, por Alain Blanchet.................................................................................

1. Límites del dispositivo y de su uso...............................................................................
Situación y definición...................................................................................................
Utilización y concepción problemáticas.......................................................................

2. Concepción interactiva de los niveles de comunicación..............................................
La situación social.......................................................................................................
El contrato de comunicación.......................................................................................
El sistema de intervenciones......................................................................................

3. Intervenciones y discursos..........................................................................................
Las declaraciones........................................................................................................
Las reiteraciones.........................................................................................................
Las interrogaciones.....................................................................................................

4. Interacciones verbales................................................................................................
La lógica de las interacciones verbales en la entrevista..............................................
Estudios experimentales..............................................................................................
La construcción del sentido.........................................................................................

ENCUESTAR, por Rodolphe Ghiglione...........................................................................
Introducción......................................................................................................................

1. Construcciones referenciales y encuesta...................................................................
La comunicación es un contrato.................................................................................
La co-construcción de la referencia...........................................................................

2. Objetivos: cuestionarios y método alternativo..........................................................
El cuestionado de estimación o de descripción.........................................................
Cuestionario y comprobación de hipótesis................................................................

3. Conclusiones..............................................................................................................

PRODUCIR DATOS

Por Alain Trognon


Introducción

Las ciencias sociales, como las demás, no operan sobre datos bru­tos, sino sobre datos producidos, elaborados. El estudio de los proce­sos de producción de los datos resulta pues vital en las ciencias socia­les. Pero existen varias maneras de abordarlo.

Una, la más frecuente, es la del «catálogo de métodos». Pero los catálogos presentan dos inconvenientes dignos de consideración:
1. En primer lugar, cosifican los métodos de producción de los da­tos, no tanto por voluntad de los autores como porque el género «catálogo» exige separar los métodos de los contextos en los que son elaborados y aplicados. En la misma medida, el utilizador po­tencial y novel se ve inducido a adoptar respecto de los métodos la misma actitud que ante los artículos de un supermercado.

2. Segundo inconveniente, ligado al primero: de los procesos de pro­ducción de los datos, los catálogos sólo devuelven la parte menos dinámica y menos inventiva.
Más concretamente es de los procesos de producción de los datos en las ciencias sociales de lo que querríamos informar al lector, em­pezando por el lugar de estos procesos en la experimentación.

Como deseábamos elaborar una obra más «formativa» que infor­mativa, hemos juzgado oportuno abordar la noción de procesos de producción, derivando de aquí los principales problemas de aplica­ción y de interpretación. Esta interpretación guarda siempre relación con los tipos de métodos empleados.

Abordaremos estas cuestiones de una manera predominantemente práctica, a partir de los ejemplos reales escogidos de los trabajos de investigación, a fin de introducir los procesos de producción más co­rrientemente empleados en las ciencias sociales: la observación, la en­trevista no directiva de investigación, el cuestionario y, sobre todo, los problemas correspondientes a su aplicación.

1. Observación y experimentación
Tradicionalmente, y más en psicología social que en sociología, observación y experimentación se oponen; son escasas las obras que no evocan esta distinción que ya se ha hecho casi ritual. Es cierto que está en juego la cuestión de la cientificidad de las ciencias socia­les y, muy especialmente, de la psicología social. Podría incluso decir­se que se negocia, y hasta tal punto a veces, que experimentación y observación son las banderas tras las cuales se entablan luchas menos valerosas, más prosaicas, por créditos y puestos, en suma, por intere­ses «vulgares», al menos desde el punto de vista de la cientificidad. No hay por qué escandalizarse; los utilizadores de las ciencias socia­les, incluidos los investigadores, son hombres y a este titulo respon­den a la psicología social de los grupos. Y además todas las ciencias, incluyendo también las de la Naturaleza, muestran fenómenos análogos.
Son bien conocidos, por ejemplo, los obstáculos que los seguidores de Lavoi­sier alzaron en el camino de quienes, para su desgracia, habían descubierto la química orgánica.

Y le bastaría al lector consultar cualquier obra de historia de las ciencias y de la epistemología, sea cual fuere la problemática, para sentirse edificado.

Esta no es, sin embargo, una razón para desviarse del problema que plantea la oposición observación/experimentación. Serge Mosco­vici la formula así (Moscovici, 1984, Pp. 17 y 18):
«Trabajando sobre el terreno, un poco como el clínico, el psicosociólogo trata de registrar de manera precisa y sistemática las actividades a las que se dedican las personas en su marco normal. Toma notas o emplea el magnetófo­no, el video, la película (...). En razón del escaso número de personas o de la escasez de ocasiones para observar, no es posible extraer conclusiones segu­ras. Sin embargo, las hipótesis o ideas sugeridas pueden constituir una excelen­te manera de captar ciertos fenómenos en toda su complejidad.

(...) Una de las formas de observación más corrientes es, ciertamente, la encuesta. En este marco los psicosociólogos utilizan el procedimiento de la entrevista para estudiar los sentimientos, las preferencias, las representaciones o las acciones de las personas. Se estimula a éstas a expresarse lo más comple­tamente posible y se registran sus declaraciones en un magnetófono. Estas son las encuestas por entrevista. Resulta, sin embargo, frecuente emplear un cues­tionario compuesto de preguntas de formulación precisa: “¿Qué piensa de la pena de muerte?” “¿Tiene usted contactos con policías’?’, a las que la persona debe dar respuestas no menos precisas, formuladas de antemano; más exacta­mente, elegir entre las respuestas que se les brindan la que corresponde a su opinión.

En cambio, la experimentación trata de provocar una serie de reacciones en condiciones determinadas de antemano. La hipótesis del experimentador es la que define a la vez estas condiciones y la serie de las reacciones esperadas. Por tanto, y de un lado, delimita las causas, y de otro, prevé los efectos Así, la hipótesis de Sheríf supone que la influencia del grupo será tanto más fuerte cuanto más ambiguo resulte el objeto del juicio. En consecuencia, se presenta­rá a unos sujetos una pantalla en la que aparecen cierto número de puntos y se les pedirá que cada uno diga en voz alta cuántos hay. Está previsto que cuanto más numerosos sean los puntos y por tanto, más difícil e inseguro contarlos, mas se influirán mutuamente los individuos en sus respuestas.

La investigación experimental recurre a dos factores: el que el experimenta­dor varia sistemáticamente —aquí el número de puntos— es denominado variable independiente, el comportamiento resultante de la manipulación experi­mental —aquí la convergencia cíe los juicios individuales— se llama variable dependiente (Nioscovicí, pp. 17 y 18.)

Moscovici prefiere el método experimental al método de observa­ción, pero aboga por su complementariedad. Por lo demás, como ad­vierte, no existe medio de proceder de otra manera. De hecho, estos dos métodos existen en la psicología social desde su constitución. Ade­más, se nutren el uno del otro. En último término, cada uno tiene sus inconvenientes. Añadiremos que cada uno tropieza con dificulta­des cuya toma en consideración conduce a poner en tela de juicio el ideal que tratan de alcanzar.

Paradoja

de la observación
La observación trata de registrar de manera «precisa y sistemáticas>, objetivamente, «las actividades a las que se entregan las personas en su marco normal». Pero, como señala justamente Moscovici (1984),
«las personas afectadas por esta investigación saben las más de las veces que se les observa. No hablan ni se comportan como harían de modo habitual entre sí» (Moscovici, p. 17).

Esta paradoja de la observación se halla abundantemente ilustra­da en la literatura etnológica, sociológica y psicosociológica. En vez de una teorización de conjunto, veamos dos ilustraciones.
Estudiando la brujería en el bosque, Favret-Saada (1977) señala que:
«No existe una posición neutra de la expresión: en brujería, la expresión es la guerra. Quien quiera que hable es un beligerante y el etnógrafo como todo el mundo» (Favret-Saada, p. 22).

De hecho, la palabra dirigida depende de la posición ocupada por el observador y/o de la posición que le es atribuida en el campo de la obser­vación. Al estar en el exterior del campo se le brinda la denegación. El observador que está «dentro» recibe, por el contrario, un discurso que varía según que se encuentre en el puesto del hechicero o del desencanta­dor:
«El primer punto que hay que aclarar en la etnografía de los hechizos con­siste, pues, en saber a quién cree dirigirse cada ‘informador’, pues tiene discur­sos radicalmente diferentes según el lugar en que sitúe a su interlocutor. A alguien que no esté convencido le dirá: ‘los hechizos no existen’; ‘eso ya no existe’; ‘es una cosa antigua’; ‘existía en tiempos de nuestros antepasados’; ‘eso existe, pero no por aquí, vaya a Saint-Mars’ (o a Montjean o a Lassay, o a otro sitio); ‘allí están muy atrasados’; ‘¡Ah, los hechizos! ¡No me gusta nada esa tontería!’. A alguien ‘convencido’ se le habla de otra manera según que se le coloque en posición de hechizado o de desencantador. Al presunto brujo no se le habla, pero ese silencio es todo un discurso, la afirmación muda de una lucha a muerte, que siempre produce algún efecto» (Favret-Saada, p. 209).

«De modo más grave el propio hechizado, cuando se dirige a un etnógrafo, supuestamente sólo admite las teorías oficiales de la desgracia, se apresura a hablar de si mismo como suelen hacer el médico, el maestro y el etnógrafo. Pretende tener de los hechos tan sólo un conocimiento indirecto y lejano, Co­mo ‘supersticiones de gentes atrasadas’, o como ‘creencias de los antiguos’; se franquea rápidamente el paso entre antiguos y atrasados.

En un primer momento, en que la brujería es presentada como la creencia de otro, toda información está, pues, necesariamente sobrecargada o hecha irre­conocible; lo que al indígena le importa es que quien le escuche —es decir, el etnógrafo que necesariamente participa del lenguaje objetivista— no pueda reconocerle en lo que le enuncia. Sólo habla de la brujería a condición de distinguirse de ella y, en consecuencia, de presentarla como una construcción especialmente infantil, abracadabrante y ridícula» (Eavret-Saada, p. 28).
Este comportamiento no deja de ser sorprendente; el «informa­dor no duda en desvalorizarse ante un observador «neutral»; en rea­lidad, el informador identifica a una persona a priori desfavorable y con la cual no tiene, por tanto, nada que negociar. Este comporta­miento ha sido señalado en campos de observación muy diversos, siem­pre en donde la relación de observación se inscribe en un trato social desigual.
Veamos, por ejemplo, cómo escribe Labov (1978, Pp. 117-124) las rea­daptaciones experimentadas para observar la conducta lingüística de un niño de ocho años que habla normalmente una variedad estigmatizada del inglés: el americano negro.

«Una entrevista con un niño negro en una escuela de Nueva York, una entre centenares. El niño penetra en una sala en donde hay un entrevistador alto, cordial y blanco; éste coloca un juguete sobre la mesa que tiene ante él y dice: ‘Dime lo que puedas sobre esto’. (Sus restantes intervenciones aparecen entre paréntesis.)

(12 segundos de silencio)

(¿A qué crees que se parece esto?)

(8 segundos de silencio)

Una nave espacial,

(Hum)

(13 segundos de silencio)

como uuuun... reactor,

(12 segundos de silencio)

como un avión.

(20 segundos de silencio)

(¿De qué color es?)

Naranja (dos segundos) Yyyy... blanco (2 segundos) y verde. (6 segundos de silencio)

(¿Y qué podrías hacer con esto?) (y así sucesivamente).

(...) El comportamiento verbal que acabamos de ver no es debido (...) a una falta cualquiera de aptitud por parte del entrevistador. Procede mucho más profundamente de factores socio-lingüisticos regulares, siempre presentes en una situación asimétrica y que actúan sobre el adulto y sobre el niño. Lo hemos encontrado con frecuencia durante nuestro trabajo en los ghettos. Por lo común, actuamos con chicos de edades comprendidas entre los diez y los diecisiete años, pero cada vez que hemos querido explorar la capacidad verbal de niños de ocho o nueve años hemos necesitado técnicas diferentes. Así co­menzamos una serie de entrevistas con los hermanos de Thunderbirds. Extraída de esa serie, es la entrevista de Clarence Robins con León L., de ocho años, quien, respecto de temas que despiertan un vivo interés entre chicos de más edad, formula las mismas respuestas mínimas que hemos observado anterior­mente:


C.R.: Bien, si vieses a un chico que da patadas a otro que está en el suelo, o que le pega con un palo, ¿qué harías?

Leon: Hum...

C.R.: ¿No le dirías que tenía que luchar limpiamente?

León: No se.

C.R.: ¿Que no lo sabes’? ¿No harías nada?... ¿Eh? No te oigo.

León: No.

C.R.: ¿No has visto nunca pegar a alguien de un modo horrible?

Leon: ... No... (y así sucesivamente).»

No es cuestión del tema de la charla, porque cuando el entrevistador aborda un asunto más neutral, León no modifica su comportamiento. Sin embargo, el entrevistador es negro, «se ha criado en Harlem y (...) conoce bien el barrio y a los chicos que allí viven».

«De este modo decidimos emplear esta entrevista con León como una prueba para nuestro propio conocimiento de los factores socio-lingúísticos que con­trolan el discurso. y en la que ahora se presenta aportamos las siguientes modificaciones a la situación social:

1. Clarence se presenta con un paquete de patatas fritas, haciendo así de la entrevista una ocasión para comerlas.

2. Ha traído consigo al mejor amigo de León, Gregory, de ocho años de edad.

3. Tratamos de disminuir la desproporción de estaturas, solicitando de Clarence que se siente en el suelo (la reunión tenía lugar en la habi­tación de León); de un metro ochenta y cuatro se redujo así a cosa de un metro.

4. Clarence ha introducido palabras y temas tabúes, mostrando con eran sorpresa de León que ante nuestro micrófono se podía decir todo, sin miedo al castigo. De estos cambios se deduce una diferen­cia muy clara en cuanto al volumen y al estilo del discurso.

C.R.: Hay algunos que dicen: ¿Bebe pipí tu mamá?’

León: (rápidamente y reteniendo el aliento): ;Vaaava!

Greg.: ;Huy!

León. Y además ‘Tu padre come caca para desayunar!’

C.R.: ;Oooh! (se ríe).

León: Y dicen que tu padre... ‘¡Tu padre come caca para cenar!’

Greg.: Pues si alguien se mete conmigo, le digo CBS y CBM.

C.R.: ¿Y qué es lo que quiere decir eso?

León: CONGO-BOOGER SNATCH (aproximadamente: Cazapulgas del Congo) (risas).

Greg.. Pues yo hay veces que digo BB.

C.R.: ¿Y eso qué es?

Greg.: ¡BLACK BOY! (A León, que come patatas fritas), éste es un MBB.

C.R.: ¿MBB? ¿Qué es eso?

Greg.. MERICAN BLACK BOY (negrito (a)mericano)

C.R.: ¡Oooh...!

Greg.: De todas maneras, americanos y blancos es parecido, ¿no?

León. Y hablan de Alá.

C.R.. ¡Ah! ¿Si?

Greg.. Si.

C.R.. ¿Qué dicen de Alá?

León. ¡Alá... Alá es Dios!

Greg.: Alá...

C.R.: ¿Y qué más?

León: No sé el resto.

Greg.: Alá... Alá es Dios, Alá es el Dios único, Alá...

León: Alá es el hijo de Dios.

Greg.: ¿Pero puede hacer milagros?

León: No.

Greg.: Yo sé quién puede hacer milagros.

C.R.: Quién?

León: El verdadero Dios.
(...) El observador se ve ahora obligado, desde luego, a modificar del todo sus conclusiones en cuanto a la capacidad verbal de León. El niño que hablaba mediante monosílabos, que no tenía nada que decir respecto de nada y que no recordaba lo que había hecho el día anterior, ha desaparecido por completo. En su lugar vemos a dos chicos que tienen tantas cosas que decir que no dejan de interrumpirse y que aparentemente no experimentan dificultad alguna en expre­sarse en inglés. Hasta tal punto, que sus discursos bastan para ofrecernos todo el abanico de los procedimientos gramaticales que necesitamos conocer para ana­lizar el lenguaje americano negro.»


Paradoja

de la experimentación
El método experimental es más ambicioso que el método de ob­servación. Mientras que el segundo se contenta con tomar nota lo mejor posible de un estado de cosas, el ideal del primero estriba en experimentar la causalidad de un estado de cosas; en suma, de some­ter a la prueba de los hechos una relación entre una causa (en el ejem­plo de Moscovici, la ambigüedad del objeto) y un efecto (en el ejemplo de Moscovici, la influencia del grupo). Y ello, haciendo variar sistemáticamente las propiedades de la causa y formulando la hipóte­sis de que a una variación de la causa corresponde una variación del efecto. En el método experimental es, pues, la hipótesis lo que resulta vital porque a través de ésta se operacionaliza «la prueba de los he­chos». No se explica de otra manera el cuidado que aportan los expe­rimentalistas a la realización de la situación experimental y que algu­nos

erróneamente juzgan maníaco: para que la prueba de los hechos resulte pertinente, es esencial que sea desde luego la causa invocada por el experimentador la que produzca el efecto y no, como se dice, una causa «incidente» (Desportes, 1975; G. Lemaine; J. M. Lemaine, 1968, Pp. 83-178; J. M. Lemaine, 1975). Porque el sujeto experimental

—resulta tranquilizador— es activo en el contexto de una experimen­tación. Con sus valores, sus normas y sus estrategias interpreta la si­tuación que le constituye el experimentador y reacciona ante tal inter­pretación. De tal suerte que del método experimental no se halla ex­cluido, como del método de observación, un quiproquo (César, Trog­non, 1983).
Por ejemplo, se supone, basándose en la lingüística transformacional (Eberhart, Trognon, 1971; Trognon, 1976, 1986) que las frases negativas son perceptivamente más complejas que las frases afirmativas. Se propo­ne a los sujetos experimentales unas frases de dos especies (la variable independiente es la complejidad transformacional de las frases) y se ob­servan los tiempos de reacción de los sujetos (variable dependiente), por ejemplo, en una tarea de comprobación. La experiencia confirma general­mente la predicción. Pero ¿es desde luego la complejidad sintáctica la va­riable eficiente de la experiencia? Resulta dudoso porque en las experien­cias de Wason, en donde las frases negativas son concebidas como inter­venciones reactivas (Moeschler, 1982) a enunciados afirmativos conocidos de los sujetos, los tiempos de reacción ante estas frases no difieren de los tiempos de reacción ante las frases afirmativas. Se sospechará, pues, la existencia de una variable incidente: la propia situación experimental y más exactamente su artificialidad.
«Afirmar “el tren no tuvo retraso esta mañana” no aparece, en las situa­ciones corrientes, como un enunciado adaptado más que si el tren habitual­mente lleva retraso: la negación se presenta aquí como la corrección de una afirmación anterior, o habitual, o simplemente posible (...).

Se comprende entonces (...) la dificultad especial de la negación en las ta­reas experimentales habituales: para entenderla, los sujetos tienen que restable­cer previamente la afirmación que ella corrige; mientras que, en el empleo co­rriente del lenguaje, esta forma suele partir del contexto» (Caron, 1983).

Pero las variables incidentes y otras parásitas son fruslerías en com­paración con el «efecto Rosenthal». Si se quiere comprender de qué se trata, es indispensable volver al propósito con el que se lleva a ca­bo una situación experimental: poner a prueba una hipótesis de con­comitancia. Para que la experiencia resulte concluyente, es necesario que la hipótesis pueda

ser invalida; en suma, que «en juego con la naturaleza», el experimentador pueda ser contradicho. Pero he aquí que se nos enseña que los sujetos experimentales presentarían una ten­dencia a realizar las predicciones de los experimentadores sean cuales sean. Si la afirmación fuese verdadera, ninguna investigación experi­mental, al menos en las ciencias humanas y sociales, podría confir­mar jamás una predicción, puesto que la confirmaría siempre. Esto es lo que Rosenthal y sus colaboradores tratan constantemente de es­tablecer desde hace unos veinte años. ¿Cómo? ¡Pues con la ayuda de una experiencia! Se dispone así:
«Un investigador al que se denominará experimentador principal desea mos­trar que unos sujetos realizan automáticamente las predicciones que otros ex­perimentadores, a quienes se califica de experimentadores ingenuos, hacen so­bre el comportamiento de los sujetos. Para ello, el experimentador principal induce experimentalmente ciertas esperanzas entre los experimentadores inge­nuos. La variable independiente manipulada en esta experiencia se halla cons­tituida por las esperanzas de los experimentadores ingenuos, siendo la variable dependiente el comportamiento de los sujetos. Si éste, permaneciendo por lo demás todas las cosas iguales, varía en función de las esperanzas de los experi­mentadores ingenuos, queda establecido el efecto de una esperanza» (Flieller y Trognon, 1985, pp. 550-555).

Es cierto que las experiencias realizadas por Rosenthal no están exentas de críticas (véase Lemaine y Lemaine, 1969): no siempre las variables se hallan bien controladas; las tareas a las que se invita a los sujetos experimentales les inducen quizá en exceso a calcular unas intenciones ocultas bajo las que proclaman los experimentadores in­genuos, etc. En el mismo sentido, Carlier y Gottesdiener (Carlier y Gottesdiener, 1975, Pp. 219-241) han mostrado que en 19 experiencias de control, sólo 5 comportaban un efecto Rosenthal. Finalmente, la prueba misma que proponen Rosenthal y sus colaboradores no consi­gue convencer: ¿Por qué el experimentador principal no iba a inducir sus propias esperanzas de confirmar el efecto Rosenthal? Pero si así sucede, este efecto no puede ser ya probado por la misma razón que anteriormente. De este modo la hipótesis del efecto Rosenthal condu­ce a una regresión hasta el infinito. En otros términos, engendra una paradoja (Flieller y Trognon, 1985). Estas razones, sumadas unas a otras, no autorizan, sin embargo, a desdeñar el efecto Rosenthal’.
Más que una complementariedad
Observación y experimentación tropiezan así con obstáculos lógi­camente semejantes. Cada una a su manera trata de rehuirlos.
1. En el método experimental, completando el contexto y en especial disociando la concepción y la realización de la experiencia y con­fiando esta segunda tarea a unos operadores que ignoren las hipó­tesis y que no tengan contacto con quienes las hayan concebido.

2. En el método de observación, multiplicando los puntos de vista

y’ por tanto, los procedimientos de observación.
Así fue como procedieron Labov y sus colaboradores para estu­diar el lenguaje negro americano con la esperanza de que los efec­tos contrastados de la aplicación de métodos múltiples atrapasen una realidad independiente de la observación, objetiva en suma.
3. 0 también se puede abandonar una regla de exterioridad genera­dora de efecto perverso. Este es el método llamado de la observa­ción participativa variando el grado de participación del observa­dor de la simple presencia a la presencia bajo el control de un tercero (Spradley y Mann, 1979), hasta una participación activa.
Favret-Saada se convierte en ayudante de una desencantadora.
4. O finalmente, se combinará la observación participativa y la ob­servación exterior, como Labov.

Los dos métodos presentan a veces un grado de complejidad tan considerable que uno se ve inducido a dudar de la representatividad de las conductas destacadas, como Caron (1983) al denunciar la arti­ficiosidad de estas experiencias psico-linguísticas en donde se introdu­cen:
«(...) operaciones que no tienen lugar en las condiciones naturales de la comunicación sino que vienen impuestas por las condiciones de la experiencia; impedir la realización de operaciones que, regularmente efectuadas en las con­diciones naturales, no hallan en las condiciones experimentales la posibilidad de ejercerse; disimular, por falta de atribuirse los medios de controlarlas, unas operaciones que corresponden al tratamiento normal de los enunciados pero que, al no estar previstas por el experimentador, se desarrollan a sus espaldas (Caron, pp. 168-169)».
Además se dispone (¿se disponía?) en psico-lingüística de una teoría de la relación entre la conducta requerida de los sujetos en la ex­periencia y sus conductas lingüísticas naturales. Lo que autoriza (¿auto­rizaba?) más o menos al experimentador a generalizar los efectos ob­servados (Clark, 1973, Pp. 335-359). Pero esta situación resulta excepcional.

Aunque se empieza a pensar que los obstáculos hallados por la observación y por la experimentación corresponden a un fenómeno único: la interacción (Trognon, 1985, Pp. 558-561), existe todavía de­masiado a menudo el empeño de olvidarlo a partir de la aplicación de un método experimental o de un método de observación, muy es­pecialmente en psicología social; hecho tanto más sorprendente en cuan­to que hay teóricos de la interacción entre los «padres fundadores» de esta disciplina, como G. H. Meadk Pero es cierto: aunque Jac­ques (1979, 1982, 1985) haya elaborado ya un marco epistemológico, aún resulta difícil advertir cómo es posible operacionalizar la noción de interacción4 ¿Sería quizá preciso en ciencias sociales reemplazar una epistemología de los estados por una epistemología de los proce­sos?

De cualquier modo se ve que en materia de rigor o de ideal de racionalidad, la observación no cede en nada ante la experimentación (Vcrmersch, 1984, Pp. 297-303). No es ya la oposición entre el campo y el laboratorio lo que distingue a estas dos trayectorias. Es posible llevar a cabo experiencias sobre el terreno, desde luego más difíciles de realizar (Leplat, 1976, Pp. 25-30), pero la purificación del contexto no conduce de modo necesario a la eliminación de las variables incidentes. Propiamente, experimentación y observación son complemen­tarias. Este es va el argumento que con mayor frecuencia se encuentra en los textos, porque la materia de la primera es proporcionada por la segunda: «En psicología (...) los descubrimientos no se hacen en cl laboratorio sino mediante la observación fortuita o sistemática», escribe Paul Fraisse en un artículo titulado «En el principio fue la observación».Pero 105 textos se muestran también discretos: porque la experimentación contiene necesaria y orgánicamente la observación ¿qué experiencia(s) en ciencias sociales no emplea(n) procesos de ob­servación?

Así la idea de separar observación y experimentación, partiendo de oponerlas, se basa en un análisis parcial. La observación se halla desde luego antes de la experimentación, pero se encuentra también en el núcleo de ésta, porque la observación es el instrumento de acce­so al efecto que el experimentador trata de delimitar a través de la variable dependiente. Simplemente, la observación no funciona ya por si misma; la engloba la vía experimental.

Los próximos capítulos se dedican a la exposición de los procesos de producción más a menudo empleados en ciencias sociales, el cues­tionario, la entrevista no directiva de investigación y la observación.

Las operaciones implicadas en cada uno de estos procesos y los problemas que suscitan son específicos. Por eso es por lo que cada uno de los procesos debe ser presentado en sí mismo. Sin embargo, cada uno de estos procesos establece una situación de interacción en­tre el observador y el observado, entre el investigador y el investigado, entre el entrevistador y el entrevistado. Esta situación de interacción deforma más o menos unos parámetros de la interacción «ordinaria», diferentes según los procesos considerados. En consecuencia, es una teoría de la interacción la que permite comprender lo que sucede en estos diferentes procesos. Los autores de los capítulos que siguen a éste lo expresan cada uno a su manera.

Son muchas las cuestiones que no han sido abordadas en esta parte introductoria y que, sin embargo, habrían merecido serlo.
Cuestiones epistemológicas como la del papel que desempeñan los procesos de producción de los datos, en la objetividad o la cienti­ficidad de las ciencias sociales;

cuestiones morales: ¿es legítimo obtener unos datos, a veces sin que lo sepan los sujetos?; cuestiones teóricas, por ejemplo: ¿son en principio accesibles todos los fenómenos de los que tratan las ciencias sociales?, ¿o se hallan limitados los procesos de produc­ción a una determinada especie de fenómeno, los que son produci­dos por las estructuras modulares, como parece sostener Fodor

(1986)?;

— cuestiones históricas (Leclere, 1979);

— y muchas otras.
Tendría que ser ya evidente que no existe un proceso de produc­ción de los datos que no interfiriera en el conocimiento para cuya capacitación ha sido concebido. Enunciado así, huelgan los comenta­rios. Lo que importa no es tanto advertir que por medio de un proce­so de producción no se accede a una realidad original, como precisar la naturaleza de esta interferencia. Nos parece dudoso que el produc­to de un proceso sea puramente un artefacto, creado de pies a cabeza.


Por ejemplo, la escasa creatividad de lenguaje manifestada por un ni­ño de un ghetto negro interrogado por un adulto blanco no está de nin­guna manera causada por el proceso de producción en cuanto tal. Labov no se equivoca. El niño adopta una conducta defensiva porque el proceso reproduce, al menos desde su punto de vista, una «forma normal»6 de interacción: la interacción disimétrica de propósito evaluativo en donde todo lo que el niño dice puede virtualmente ser utilizado en su contra. De tal modo que se llegaría incluso a afirmar que lo que se pone en tela de juicio no es la artificialidad de la interacción producida por el proceso de observación, sino precisamente su «naturalidad». En otros tér­minos, la conversación del niño negro con un adulto blanco no es ni más ni menos natural que la conversación con un compañero. Sin embargo, la primera es en cierto sentido errónea y la segunda es correcta, ¿por qué? Si se trata de observar las conductas lingüísticas del niño en el gru­po al que pertenece, el primer procedimiento resulta erróneo, pero no lo es si tiene como objetivo estudiar las conductas de evitación en situación disimétrica. De este modo, si se trata de observar las conductas lingüísticas del niño en el grupo al que pertenece, la conversación del niño negro y del adulto blanco no solicita el contexto bueno.
Generalizando un poco, se dirá que, dado un objetivo de investi­gación, cuanto más se aleje la interacción efectuada por un proceso de producción de la interacción que ocasiona normalmente el aconte­cimiento que se pretende, menos pertinente resulta el proceso de pro­ducción. La pertinencia de un proceso de producción constituye, pues, una relación entre contextos con respecto a un objetivo7 . En resu­men, en ciencias sociales, y sin duda en otros campos, la cuestión no estriba nunca simplemente en cómo producir, sino en qué se produce activando qué contexto(s) y según qué deformación(es) regla­mentada(s). Otras tantas interrogantes que van ahora a ser aborda­das, proceso de producción por proceso de producción y conforme a un mareo teórico unitario en donde cada proceso de producción será concebido como una situación de interacción que aplica todos los parámetros de la interacción, particularizando algunos de ellos.
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