Talleres y texto de clase de Fray Luis de Granada O. P




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Énfasis

Dar sentido a lo que se dice, acentuar lo que tiene más interés, poner énfasis ( equivale al subrayado en la expresión escrita) en aquellas partes –palabras o frases- en las que el emisor quiere llamar la atención de los que escuchan, es fundamental en la transmisión oral de las ideas. Lo que es la médula de un párrafo puede pasar muchas veces inadvertida por no cuidarse este aspecto tan importante de la dicción. El no valorar antes lo que es nervio del discurso, dónde ha de ponerse énfasis para que sobresalga la idea principal, hace difícil que entren con claridad en la mente de los que escuchan las ideas básicas del mensaje transmitido.

Sin embargo, debemos procurar no caer en dos prácticas viciosas: por una parte el uso exagerado de la fuerza enfática, y por otra, el uso del énfasis de una manera continua. Si intentamos destacar un punto más allá de lo que su verdadero valor o importancia merecen, la audiencia perderá la fe en nuestra facultad de establecer unos juicios fundamentales; si, por otra parte, pretendemos recalcar todas las cosas por medio del énfasis, el resultado será que ninguna de ellas logrará destacar entre sus vecinas. La mejor práctica consiste en seleccionar las ideas realmente importantes, y apoyarse, únicamente en ellas, con el énfasis que merecen.

Ejercicios

1. Una de las más conocidas Rimas de Bécquer se titula “ Las Golondrinas”. Durante décadas los declamadores las recitaban en tono apesadumbrado y triste, hasta que un gran declamador las dijo en tono colérico y de ira, hallando en el poema un matiz novedoso. Recite en voz alta, primero en tono de tristeza, y luego en forma colérica, el poema:

Volverán las oscuras golondrinas

En tu balcón sus nidos a colgar,

Y otra vez con el ala a sus cristales

Jugando llamarán;
Pero aquéllas que el vuelo refrenaban

Tu hermosura y mi dicha al contemplar,

Aquéllas que aprendieron nuestros nombres,

Ésas... ¡ no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar,

Y otra vez a la tarde, aún más hermosas,

sus flores abrirán.
Pero aquéllas cuajadas de rocío,

Cuyas gotas mirábamos temblar

y caer, como lágrimas del día...

Ésas... ¡no se abrirán!
Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas,

como se adora a Dios ante un altar,

como yo te he querido... desengáñate,

¡así no te querrán!
2. Diga la siguiente frase: El país puede permitirse los gastos que el homenaje ocasiona, en:

  1. Forma interrogativa

  2. Forma negativa

  3. Forma dubitativa. Note la diferencia en el matiz entre la forma dubitativa y la interrogativa.


3. Con el objeto de subrayar exclusivamente en énfasis, haciendo abstracción del contenido, pronuncie en ocho segundos la secuencia numérica del 1 al 20, con énfasis en los números 3, 6, 9,12, 15 y 18. Varíe el tiempo empleado y cambie los números subrayados con la palabra.



  1. Repita el ejercicio anterior intentando darle diferentes matices emocionales.




  1. Repita, dándole diferentes matices emocionales, la siguiente oración:” El cadáver está tendido en la sala”. Cuide el ritmo de exposición. Unas veces deberá pronunciarla más lentamente que otras.


7. Repita varias veces en alta voz, con pausas, tono y ritmo adecuados, los textos de discursos que se señalan, impresos precisamente sin signos de puntuación. Hemos escogido estos discursos a pesar de lo extemporáneo que resultan, precisamente por la excesiva presencia de inflexiones y exclamaciones que requiere.
“ Para Cuba que sufre la primera palabra de altar se ha de tomar a Cuba para ofrendarle nuestra vida y no de pedestal para levantarnos sobre ella y ahora después de evocado su amadísimo nombre derramaré la ternura de mi alma sobre estas manos generosas que no a deshora por cierto acuden a dármele fuerzas para la agonía de la edificación ahora puestos los ojos más arriba de nuestras cabezas y el corazón entero sacado de mí mismo no daré gracias egoístas a los que creen ver en mí las virtudes que de mí y de cada cubano desean ni al cordial Carbonel ni al bravo Rivero daré gracias por la hospitalidad magnifica de sus palabras y el fuego de su cariño generoso sino que todas las gracias de mi alma las daré y en ellos a cuantos tienen aquí las manos puestas a la faena de fundar por este pueblo de amor que han levantado cara a cara del dueño codicioso que nos acecha y divide por este pueblo de virtud en donde se aprueba la fuerza libre de nuestra patria trabajadora por este pueblo culto con la mesa de pensar al lado de la ganar el pan y truenos de Mirabeau junto a artes de Roland que es respuesta de sobra a los desdeñosos de este mundo por este templo orlado de héroes y alzado sobre corazones yo abrazo a todos los que saben amar yo traigo la estrella y traigo la paloma en mi corazón. “
Discurso pronunciado por el cubano José Martí en el

Liceo cubano de Tampa el 26 de noviembre de 1891.

“ Ni el amor a la verdad ni aún el amor a la justicia bastan para que un sistema de educación obtenga del hombre lo que ha de hacer el hombre si a la par de esos dos santos amores no desenvuelve la noción del derecho y del deber la noción del derecho para conocer y practicar la libertad la del deber para extender prácticamente los principios naturales de la moral desde el ciudadano hasta la patria, desde la patria obtenida hasta la pensada desde los hermanos en la patria hasta los hermanos en la humanidad junto por tanto con el amor a la verdad y a la justicia había de inculcarse en el espíritu de las generaciones educadas un sentimiento poderoso de la libertad un consentimiento concienzudo y radical de la potencia constructora de la virtud y un tan hondo positivo e inconmovible conocimiento del deber de amar a la patria en todo bien por todo bien y para todo bien que nunca más resultara posible que la patria dejara de ser la madre alma de los hijos nacidos en su regazo santo o de los hijos adoptivos que trajera a su seno el trabajo la proscripción o el perseguimiento tenaz de un ideal.”

Discurso pronunciado por el puertorriqueño Eugenio María de Hostos, en la investidura de los primeros maestros normales de la República Dominicana, año 1884.

“ Tú oh paladín eras la resurrección de la epopeya ave Hatuei al sentirse hollada por ti se estremeció de júbilo la tierra acepta héroe sus viriles y ruidosos entusiasmos al saludarte al festejarte al glorificarte orgullosa y altiva el alma de la patria saluda y festeja y glorifica en ti el hondo sentimiento del heroísmo y de la gloria saluda y festeja y glorifica a Cuba libre al término de sus espantosas décadas sangrientas saluda y festeja y glorifica la radiosa trinidad que ha de alzarse triunfadora en el rebelde piélago caribe saluda y festeja y glorifica por último a América arrojando intrépida la carga de sus épicos dolores y de sus nefandas servidumbres y encarándose a los siglos sin amos libre heroica próspera ubérrima íntegra y gloriosa.”

Discurso pronunciado por el dominicano Eugenio Deschamps en homenaje al generalísimo Máximo Gómez, en abril de 1900.

LA EXPRESIÓN CORPORAL

El lenguaje del cuerpo
Nos comunicamos con nuestros oyentes por medio de palabras y, como hemos afirmado en el capítulo anterior, también de lo que evocan sus entonaciones, ritmos e intensidades, pero además con ese elocuente lenguaje mudo que es la expresión corporal. El cuerpo, con sus movimientos o con la ausencia de ellos, interviene decididamente en la comunicación oral, de tal manera que no es fácil de concebir una comunicación a través de la palabra hablada en la que no entre en juego todo el ser del que la pronuncia.
En la vida cotidiana, una persona puede, sin hablarnos, comunicarnos una impresión de simpatía, de hostilidad, de desdén o de indiferencia, por sólo el movimiento de sus hombros, de sus manos o de sus cejas. Con razón ha dicho Henri Bergson: “ En todo orador el gesto rivaliza con la palabra. Celoso de la palabra el gesto corre detrás del pensamiento y procura, él también, servir de intérprete”.
Permanecer inmóvil, conservar un rostro impenetrable mientras se habla, es dar lugar a la monotonía; acaso suscitar la impresión de que somos orgullosos o estamos distantes del público; y todo ello es privarse de un precioso medio de actualización sobre el auditorio.
Cuando se habla ante un micrófono, se actúa de un modo rígido, casi sin libertad de movimientos, puesto que el emisor no puede separarse del aparato que la expande, so pena de que su voz quede ahogada. Pero normalmente los oyentes ven al orador a la vez que lo están escuchando, por lo que la conducta física de éste cuando se encuentra en la tribuna o el estrado, es de suma importancia. El valor del aspecto físico y de la actividad corporal es pues, manifiesto. El auditorio aprecia el significado de la expresión facial del orador, del modo en que se sitúa o se desplaza, del gesto de la cabeza, los brazos, los hombros y las manos. La ligera contradicción de un hombro o el movimiento expresivo de una mano son aveces más reveladores que un centenar de palabras. Por otra parte, puesto que el orador se le ve antes de que se le oiga, es esta primera impresión visual la que produce el auditorio una reacción estimativa de la sinceridad, la cordialidad y la energía de las palabras que le dirigen.
Presentación del emisor

Se ha dicho que el público es como el mar, porque no puede conocerse de antemano su comportamiento. Su aproximación al mismo presenta incógnitas indescifrables que ponen en el corazón cierta angustia o excitación, según el temperamento de cada uno. Pero, ¿ está bien lanzarse ante el público como en los brazos de una bella desconocida, o como un piloto tan seguro de sí o de su estrella que ni siquiera consulte los mapas? Importa saber antes a que clase de auditorio se va a hablar, su número aproximado, su nivel medio de cultura y en general cuanto permita conocer sus preocupaciones, inquietudes y tendencias dentro del marco de la comunicación que se le va a transmitir.
Uno de los componentes esenciales del arte de la palabra es la presencia, que se manifiesta generalmente por la atención que el público presta al orador. Es un requisito previo cuidar la apariencia física, ajustándola al auditorio, a la ocasión y aun a la naturaleza del mensaje que se pretender comunicar.
Es esencial que cuando el orador se encare con su auditorio trate de crear en los medios del mismo la impresión de que se dirige personalmente a cada uno de ellos. Esto es muy importante porque el oyente tiende a rechazar al orador que parece ignorar su identidad como individuo; en cambio, sabe valorar un ambiente de relación personal próxima, como el que existe en un coloquio informal. ( IMAGEN)
En la imposibilidad de mirar a cada uno de los miembros del auditorio al mismo tiempo, el orador debe comportarse como en una conversación amistosa, es decir, eligiendo a una persona a la que se habla directamente durante unos segundos, mirándola rectamente a los ojos durante ese tiempo, y luego trasladando la mirada a otra. Esta regla se ha resumido del siguiente modo: “ Manifiéstese buscàndole los ojos al público. Fíjese sucesivamente en este, en el otro, en aquel individuo. Olvídese de las paredes y el techo”.
Posición
No hay regla universal que nos diga cómo se debe permanecer mientras se pronuncia un discurso, pero sí pueden señalarse algunas prácticas viciosas que deben desterrarse por ejemplo, no es una buena norma dar la impresión de que nos amparamos detrás de la mesa, sino que en ciertos momentos es conveniente permanecer a un lado de la misma y moverse unos pasos para acentuar el énfasis

de las palabras. Evitemos que todo el peso del cuerpo descanse sobre los talones. Cuando se habla de causa mala impresión que el orador se empine de puntillas y descienda otra vez, produciendo un movimiento de sube y baja, o balanceándose de derecha a izquierda, apoyando el peso en cada uno de los pies alternativamente. (IMAGEN)

Algunos oradores jugarán repetidamente con el mismo botón de su chaqueta, o se frotarán continuamente las manos con un jabón invisible, o enlazarán y desenlazaran sus dedos, o no sabrán que hacer con sus manos, o preferirán hablar con éstas en los bolsillos. Podemos concluir que si se habla sentado, debe adoptarse una posición cómoda pero lo suficientemente correcta para no acusar una falta de educación; si se hace de pie el orador debe mantenerse erguido pero no hasta el punto de aparentar la rigidez de una estatua, con lo cual podrá causar la impresión de que está alerta y a la expectativa, mostrando siempre la seguridad de quien controla la situación y se controla a sí mismo.

Que se hable en una u otra posición –sentado o de pie- dependerá de la naturaleza del mensaje que se trata de transmitir o de la clase de comunicación que se pretender establecer.

Se hablará sentado cuando se trate de una mesa redonda, una sesión de trabajoo conferencia de prensa. A veces quien habla se levanta, pero permaneciendo en su sitio. Si decide hablar sentado puede atenuar los efectos de la inmovilidad de la siguiente manera:

1.Mantener derecho el busto, pero sin tiesura forzada.

2. Dejar un espacio de unos 20 centímetros entre el abdomen y la mesa, e igual espacio entre la espalda y el respaldo de su asiento. ( IMAGEN)

3. Aprovechar dichos espacios para avanzar el cuerpo y producir efectos de acercamiento, confidencia o expresión de algún asunto importante; en otros casos retrocediendo el cuerpo sugiriendo espera, despegue, mirada de conjunto.

4. Evitar bajo la mesa el cruce y descruce continuado de las piernas y cuantos tics puedan distraer al auditorio o provocar su hilaridad.

Para hablar de pie con el máximo de libertad y eficacia pueden seguirse algunas reglas de carácter general, como las siguientes:

1. Acercarse al estrado o tribuna con andar natural, desembarazado, evitando el paso entrecortado, el aire constreñido, la marcha nerviosa, la cabeza arrogante.

2. Durante la presentación no mirar al suelo fingiendo modestia, sino mirar sencillamente tanto a los asistentes como al presentador.

3. Una vez colocado en su sitio, no empezar enseguida el discurso conferencia, sino tomarse unos momentos para organizar sus ideas y mirar a los oyentes, treinta segundos son suficientes.

4. Mantenerse recto, pero sin rigidez, con los pies separados unos 30 centímetros, uno de ellos soportando el mayor peso del cuerpo y el otro un poco avanzado. ( IMAGEN)

5. Siguiendo la regla anterior las piernas permanecerán flexibles cuando, a intervalos, se cambie el peso del cuerpo al otro pie; habrá además facilidad para que el orador se desplace dando algún paso hacia delante o de lado.

6.Para subrayar un punto importante –suponiendo que se hable desde un estrado o escenario, y no desde tribuna- será un buen efecto avanzar algunos pasos. Retrocederlos puede significar que se van a considerar las cosas en su conjunto.

  1. Fijar los ojos en el suelo por breve tiempo y mediante una pausa, puede sugerir que el tema merece honda reflexión antes de volver a hacer uso de la palabra.

  2. Al finalizar el discurso o conferencia, no apresurarse a abandonar la sala, sino que, tras una pausa final, lo bastante larga para que los oyentes puedan asimilar el significado de las últimas frases, salir con paso firme y mesurado.

Gestos

Los gestos – complementos de la palabra y en contadas ocasiones sustitutos de ella- son los movimientos “ a propósito” realizados por alguna parte del cuerpo, ya sea la cabeza, los hombros, los brazos o las manos, para reforzar o demostrar lo que decimos. Si la palabra ha de ser dicha con naturalidad y espontaneidad, el gesto es necesario e involuntariamente espontáneo, sin sujeción a normas objetivizables. Dar normas sobre el gesto equivaldría a propugnar la afectación, que podrá ser justificada en el actor de teatro, pero nunca en el que quiera expresarse con naturalidad.

El gesto está animado sobre todo por el mundo afectivo del que habla y es su mejor expresión. El gesto puede llegar a donde la palabra no llega y puede expresar con fidelidad estados de ánimo que la palabra a veces no puede reflejar. El ademán nace siempre de un impulso interior, representa la respuesta natural a este deseo de movimiento, y supone una ayuda que refuerza las ideas que se pretendían comunicar. Por eso el orador no puede establecer por adelantado si en un momento dado del discurso va a señalar con su índice un lugar determinado, ni si unos minutos más tarde va a crispar sus manos en ademán belicoso. En una palabra, los gestos para ser eficaces, tienen que proceder espontáneamente de un estado de ánimo de ansiedad, entusiasmo o emoción.

Por otra parte los gestos, además de su utilidad para reforzar y clarificar las ideas, son muy valiosos también en cuanto ayudan a mantener la atención de los oyentes. Del mismo modo en que nos fijamos más en un orador que se desplaza de uno a otro punto, que en otro que se mantiene fijo en el mismo lugar, también escucharemos con mayor atención al orador que efectúa los ademanes apropiados. A menos que pueda compensar y suplir de alguna manera la falta de gestos, el orador no conseguirá, si no los usa, más que una respuesta apática de los oyentes.

Gestos y mímicas eficaces

Algunos criterios, como los siguientes, nos podrán servir para determinar el grado de eficacia:

Sinceridad: Concordancia entre lo que se siente y lo que se revela a través del gesto o la mímica.

Sincronismo: Cuando las palabras expresen duda será el momento preciso en que deba aparecer un rictus dubitativo en el rostro del emisor.

Exactitud: No bastará solamente apuntar un gesto ni abandonarlo después de haberlo comenzado.

Diversidad: Decían los antiguos que” las cosas dos veces repetidas agradan”. Sin embargo, más de dos veces pueden desagradar. Pero si hay que hacerlo, se debe usar de gestos variados y espaciarlos suficientemente, porque la repetición frecuente de un gesto, acaba por importunar.

Sencillez: Preséntese uno tal cual es, sin ademanes afectados, ni gestos preciosistas ni mímicas demasiado estudiadas. Evítense a toda costa las falsas sonrisas, los ojos deliberadamente entornados, los movimientos pedantescos o las admiraciones suspiradas, que se apartan de la naturalidad.

Gestos y gesticulación

La ausencia de normas concretas que regulen de un modo adecuado los gestos, se debe a la imposibilidad de una normativa, que si existiera contra la espontaneidad y la naturalidad que son uno de los atractivos y también exigencias de una correcta expresión hablada. El gesto es una expresión personalísima- no nos cansemos de repetirlo-, un desahogo en cierto modo íntimo y cada uno usa el que se adecua a su peculiar modo de ser.

El mejor gesto es el que se acierta a exteriorizar con el cuerpo o con algún miembro del cuerpo, sobre todo brazos y manos, lo que desea expresar el que está hablando y cuando no puede expresarlo con sólo la ayuda de la palabra, porque si ésta bastase el gesto sobra. Otra cosa sería la gesticulación, que es un movimiento anárquico e incontrolado del propio cuerpo, un movimiento artificioso e inexpresivo (por exceso o defecto) o que no expresa lo que pretende el que lo realiza.

Empleo de las manos y los brazos

Los gestos de la mano, que embarazan a tanto neófitos – y a buen número de los que no lo son- se hacen casi siempre acompañados del brazo. Las manos, insistimos, constituyen un pequeño problema, sobre todo para los que no están acostumbrados a producirse en público. Al principio de la disertación o discurso no se sabe qué hacer con ellas y es como constituyeran un verdadero estorbo. A medida que se avanza, si el que habla va sintiendo cuanto dice y lo hace con emoción, necesita acompañar sus palabras con el gesto de las manos y de los brazos. (IMAGEN)

Algunas reglas para su empleo adecuado

1. En los primeros momentos tener de algún modo ocupadas las manos, bien sea discretamente sujetas a la mesa, tribuna, atril o barra del micrófono; o sujetando unas cuartillas, siempre que ello no provoque movimientos anárquicos que denoten el nerviosismo del que habla.

2. Si el tema no requiere que sea expuesto de modo expresivo, su postura correcta será mantener las manos quietas.

3. Debe evitarse poner una mano en el bolsillo, pero es atodas luces incorrecto poner las dos. ( IMAGEN)

4. En estos gestos, como en los demás, ha de actuarse con naturalidad, pero sin excesiva familiaridad.

Gestos convencionales

Son aquellos movimientos básicos de las manos y brazos que, gracias a la rutina de la costumbre, han llegado a constituir una especie de lenguaje por signos de carácter universal.

1. Señalar, indicar: Cuando el orador quiere llamar la atención sobre una idea u objeto, apunta hacia él con el índice de la mano derecha, o de la izquierda.

2. Dar o recibir: Tanto para una acción como para la otra, el orador extiende la mano con la palma hacia arriba. Se usa con frecuencia este mismo gesto cuando el emisor quiere presentar un idea nueva, o cuando pide ayuda al auditorio para la idea que expone.

3. Rehusar, rechazar: Con un movimiento oscilante de la mano con la palma hacia el público, se expresa generalmente la desaprobación de una idea. (IMAGEN)

4. Apretados los puños: Expresa la intensidad de un sentimiento, como ira o firme determinación.

5. Precaución: De la misma manera que cuando quiere calmarse la excitación de una persona, se apoya la mano en su hombro o se palmotea suavemente su espalda, el orador emplea un movimiento parecido de la mano, como si se apoyara en una espalda imaginaria, para advertir a los oyentes del peligro que encierra perder la ecuanimidad.

6. División: Cuando se pretende indicar la separación neta y clara de los hechos o las ideas en varios grupos, el orador se sirve del gesto de acercar y separar las palmas de las manos ante sí, manteniéndolas paralelas. ( IMAGEN)

Gestos descriptivos

Se trata de movimientos de las manos y brazos , menos tradicionales y más individualizados, con los cuales se pretende describir o imitar directamente la idea o concepto que se quiere comunicar. Algunos ejemplos nos servirán para ilustrar este tópico.

1. Con el movimiento de la mano y el brazo, el orador puede ofrecer una idea del tamaño, la forma y hasta el funcionamiento de un aparato .

2. Blandiendo el brazo al aire puede mostrarse el vigor con que fue hecha una agresión mediante los puños.

3. La baja estatura de una persona, manteniendo la mano paralela al suelo a la altura que alcanzaría la cabeza de la misma.

4. La velocidad de un automóvil, por medio del rápido movimiento del brazo por delante de la cara de los interlocutores.

5. Los detalles de un movimiento complicado, con la repetición del mismo movimiento.

Movimientos de la cabeza y los hombros

El gesto de encogerse de hombros y negar o asentir con la cabeza tiene, en el arte dirigirse al público, el mismo significado que se le atribuye en una conversación ordinaria. Se usa también para clarificar una idea o para dar mayor énfasis a la expresión.

Estas actividades del cuerpo tampoco pueden planearse o ejecutarse de modo totalmente consciente o controlado. Para que no parezcan artificiales y forzadas han de nacer del deseo interior de lograr una comunicación más eficaz. De otro modo causarán un perjuicio en lugar de mejorar el mensaje del orador.

Los gestos faciales

Los psicólogos han venido interesándose, desde hace mucho, en el estudio de la importancia de la expresión del rostro para la comunicación de ideas y sentimientos. Sin embargo, por propia experiencia personal podemos afirmar que todas estas expresiones hablan, a menudo, con una mayor elocuencia que las palabras.

La expresión facial, igual que los demás gestos, ha de ser siempre natural y espontánea, de modo que pueda revelar una convicción sincera y un sentimiento profundo. En ocasiones el orador para hacer más vivida una anécdota o una historia, se sirve del recurso de hablar y actuar como si se tratara de la persona a quien se está refiriendo. En este proceso de imitación, es posible que combine gestos y expresiones faciales para personificar el objeto de su narración. Es aconsejable sin embargo, que se haga un uso prudente de este recurso, ya que una representación dramática en exceso, puede ir en perjuicio de la idea que se trata de comunicar.

Ejercicios

1. ¿ Por qué se afirma que la expresión corporal es también un medio de comunicación?

2. ¿ Qué requisitos debe tener en cuenta el orador o conferencista para presentarse ante un auditorio?

3. ¿ Por qué el orador debe dar la impresión de que al hablar se dirige personalmente a cada uno de los miembros del auditorio?

4. ¿ Cómo debe comportarse el orador cuando se está haciendo su presentación al auditorio?

5. Resume las posiciones que debe adoptar el orador ante el auditorio.

6. ¿ Cuándo los gestos complementan las palabras y cuándo las sustituyen?

7. Enumere los criterios que pueden servir para determinar el grado de eficacia de los gestos. Dé una ligera idea de tres de los mencionados criterios.

8.Trate de comunicar las siguientes ideas, repitiendo en su casa este ejercicio, sirviéndose únicamente de gestos:

  1. Ahora o nunca. Esa es nuestra determinación.

  2. ¡ Qué alegría me da verte! ¿ Cuándo llegaste?

  3. Fue un viaje terrible, agotador, pero al fin ya estabamos en casa.

  4. ¡Lárgate de aquí! No quiero verte más por estos sitios.

  5. ¿ Puedes dedicarme unos minutos, por favor?

  1. Suponga que está pronunciando una charla. ¿ Cómo mantendría las manos en el curso de la misma?

  2. Ante las situaciones que se describen seguidamente reaccione con el gesto que le parezca más natural y adecuado a cada una de ellas y acompáñelo de las palabras que se sentiría animado a pronunciar:

  1. Mientras hacemos fila para asistir a una conferencia una persona corpulenta nos da, sin quererlo, un pisotón.

  2. Nuestro automóvil se ha quedado sin combustible en una carretera de poco tránsito y tratamos de que alguien acuda a nuestra ayuda.

  3. Al examinar la lista de la lotería comprobamos que por un solo número de diferencia no hemos obtenido el premio mayor.

  4. Una manifestación estudiantil huye aterrorizada ante la represión de la fuerza pública, y usted que transita por el lugar trata de tomar otra dirección.

  5. Un automóvil frena violentamente para no atropellar a una anciana que cruza la calle.

  6. Alguien le grita para evitar que un pesado macetero que está cayendo de un alto balcón le alcance.

  7. Al contestar una llamada telefónica recibimos la noticia de que hemos sido favorecidos con un gran empleo.

  8. Al rasgar un sobre que ha sido colocado sobre nuestro escritorio advertimos que contiene una disposición dejándonos cesante de empleo y sueldo.

  1. Sin emplear palabras, trate de representar mediante gestos, con la mayor fidelidad, algunas de las situaciones siguientes:

  1. Ante una congestión del tránsito, el chofer de un camión está encolerizado porque teme llegar tarde a su destino.

  2. Un peatón trata de abrirse paso ente un grupo que huye anárquicamente de la fuerza pública.

  3. Presenciando un juego de béisbol un jugador da un batazo que es decisivo para el club de sus simpatías.

  4. Una persona a quien no conoce viene hacia usted en actitud hostil.

  5. Le presentan un trabajo defectuoso para el que usted ha dado con todo esmero instrucciones precisas.

  1. Asista a la primera conferencia, disertación o charla que tenga oportunidad. Haga un resumen sobre las actitudes del orador en relación con los aspectos siguientes:

  1. Su comportamiento mientras hace la presentación.

  2. ¿ Cómo mantuvo su contacto con el auditorio?

  3. ¿ Qué posición conservó a lo largo de la charla?

  4. ¿ Qué frases o expresiones apoyó con sus gestos?

  5. ¿ Qué tipo de gestos realizó?

  1. Pronuncie una breve charla ( no debe pasar de cinco minutos) para describir un hecho emocionante que usted haya presenciado, tal como un intento frustrado de tomar el poder a través de una revuelta de civiles con algún apoyo militar.

  1. Emplee los gestos para expresar los detalles con mayor fidelidad.

  2. Trate de exponer los hechos con tanta naturalidad como le sea posible.

  3. Utilice todos los movimientos que sean precisos para que el auditorio experimente las mismas sensaciones que experimentó usted en presencia de los hechos.

EL RECEPTOR EN EL PROCESO COMUNICATIVO

El receptor en el proceso comunicativo

El receptor o receptores del mensaje que el emisor intenta transmitir, es tan protagonista como éste del proceso de comunicación y ha de ser tenido muy en cuenta para que ésta realmente se produzca. Esto es así porque tanto el emisor y su mensaje como el oyente, integran y complementan el proceso comunicativo.

El escuchar el sonido de la propia voz puede ser una sensación placentera y que ayude al orador a confirmar su identidad, pero no hay que confundir esto con el otro objetivo completamente distinto, que es el de comunicar a otras personas ideas y sentimientos. Muchos oradores se olvidan de este hecho fundamental y, absortos en sus propios intereses y sugestionados por ideas que les parecen tan importantes, olvidan que se están comunicando con personas cuyos intereses y actitudes pueden resultar completamente distintas a las suyas.

Entre el que habla y el que escucha ha de establecerse un hilo conductor – la palabra- que permita el intercambio de ideas y sentimientos. Todo esfuerzo del que habla, superior en principio al esfuerzo y a la responsabilidad del que escucha, debe orientarse a que se consiga esta comunicación, y para ello ha de tener presente , a todas horas, la situación anímica, nivel moral y cultural, edad, aficiones, capacidad intelectual, receptividad, etc., del que está escuchando, porque de lo contrario no hay comunicación.

Importancia del auditorio

Cada día debe concederse más importancia al auditorio. Una bella exposición, un discurso perfectamente elaborado y concebido, una reunión preparada como sumo esmero, pueden fracasar, sencillamente porque al prepararse no se haya pensado suficientemente en el destinatario del mensaje que se pretende comunicar, en sus características mentales y en sus circunstancias.

No puede olvidarse que un auditorio es un pequeño universo formado por individuos, cada uno con sus preocupaciones, sus opiniones y su historia. Es forzoso lograr que por una doble corriente, ese universo y el orador se comuniquen, y esto se realizará adaptando la disertación, charla, conferencia o discurso los oyentes, y éstos a ella.

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