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IMAGEN Fig. 2.7: Una proporción justa de Tierra es la cantidad de tierra que cada persona conseguiría si toda la tierra ecológicamente productiva sobre la tierra estuviera eventualmente dividida entre la población mundial presente. Si tu proporción de Tierra fuera una isla redonda, tendría un diámetro de sólo 138 metros. Un sexto de tu isla podría ser tierra arable, el resto pasto, bosque y tierra sin cultivar, y área para la construcción. Claramente, como la población incrementa, nuestra cuota terrestre se encoge. También, por cada persona que excede su Huella Ecológica su proporción justa de tierra por, digamos, un factor de tres (como hacen los estadounidenses), otras tres personas tendrían que conformarse con sólo un tercio de una proporción para una sustentabilidad global. ¿Algún voluntario? que cualquiera relación con los límites biofísicos locales se ve velada. Hong Kong, por ejemplo, está densamente poblada y es increíblemente próspera, sin embargo tiene muy poca capacidad de carga natural, mientras muchos de los países africanos, con capacidades biofísicas mucho más grandes, sufren de hambruna. La Huella Ecológica evita este problema analítico, midiendo la carga total de la población en vez del número de personas. De esta forma reconoce que las personas tienen algún impacto en algún lugar, aunque esté obscurecido por el comercio y la tecnología. De hecho, en la misma forma en que el comercio parece incrementar la capacidad de carga local, la está reduciendo en otro lugar del planeta. Nuestro método resume los impactos de una cierta población sobre la naturaleza mediante un análisis del consumo agregado (o sea, la carga total = población x consumo per cápita) y la conversión de éste a un área de tierra correspondiente. Así, podemos producir una sola medida de la demanda ecológica (o las demandas Fig. 2.8: Sobrepasarse es crecer más allá de la capacidad de carga. Los límites de la capacidad de carga pueden ser sobrepasado sin un «big bang» debido a la disponibilidad de grandes existencias de capital. Las cosechas pueden continuar incrementándose y las rentas monetarias aumentar, aunque existan señales de fatiga ecológica, todo podría parecer normal. No obstante, al final, las consecuencias de la erosión del capital natural pueden resultar en una catástrofe y un colapso para la población. región de origen de una población y develar en cuánto se ha excedido la capacidad de carga local, y, luego la dependencia de esta población frente al comercio (es posible encontrar fragmentos de la Huella Ecológica de una población dada en el mundo entero). La Huella Ecológica también facilita las comparaciones entre regiones y muestra así el efecto de los diferentes niveles de ingreso y de tecnología sobre el impacto ecológico. No es de sorprendernos que mientras la capacidad local está severamente limitada, la Huella Ecológica de un habitante medio de Hong Kong es considerablemente mayor que la de un granjero de Etiopía. Se puede adaptar el enfoque de la Huella Ecológica a otras evaluaciones de la sustentabilidad. Por ejemplo, podríamos computar la Huella Ecológica IMAGENdel comercio para revelar cuánta «capacidad de carga» está incorporada en las importaciones de una región y cuánta capacidad se cede para producir las exportaciones necesarias para pagar estas importaciones. También, las Huellas Ecológicas 16 individuales o promedio per cápita pueden compararse a la proporción justa de Tierra actual. Una proporción justa de la Tierra corresponde a la cantidad de tierra ecológicamente productiva, disponible por habitante en la Tierra (¡pedimos disculpas a las otras especies!). Hoy, esta cantidad suma 1,5 hectáreas (3,7 acres), o un cuadrado de 122 metros cuadrados. Sólo 0,25 hectáreas (0,62 acres) de ésta son arables (Figura 2.7). Quizás como aporte importante, el análisis de la Huella Ecológica nos permite estimar el alcance de excederse a nivel global, y el déficit ecológico de cualquier país o región escogida. El «exceso» corresponde a cuánto más grande es la Huella Ecológica total de la humanidad respecto de la capacidad de carga global (véase Figura 2.8). Más allá de cierto punto, el crecimiento material de la economía mundial sólo puede obtenerse a expensas del agotamiento del capital natural y socavando los servicios proporcionados por las funciones de soporte vital, de las que todos dependemos. En otras palabras, estamos en situación «exceso» cuando el consumo de la economía excede la renta natural, tal como lo indica el deterioro ecológico. El déficit ecológico o de sustentabilidad es una medida de cuánto se ha sobrepasado «localmente». Estima las diferencias entre la capacidad ecológica doméstica de un país o una región determinada y su Huella real. Por lo tanto, revela en cuánto aquella región depende de la capacidad productiva extraterritorial, que obtiene por intermedio del comercio o de los flujos naturales, que se apropia. Son muchas las evidencias hoy de que la Huella Ecológica de la humanidad ya excede la capacidad de carga global. Este «exceso» sólo es posible en forma temporal e impone altos costos a las generaciones futuras. Sin un esfuerzo concertado para reducir el transflujo material hoy, nuestros hijos tendrán que satisfacer sus demandas de renta natural y las otras necesidades de una población cada vez mayor a partir de reservas de capital natural mucho menores (riqueza real). De cómo el análisis de la Huella Ecológica puede ayudar a avanzar hacia la sustentabilidad Medir una gama amplia de actividades humanas en términos de sus Huellas Ecológicas hace posible comparar sus impactos ecológicos separados. Al mismo tiempo, en contraste con las evaluaciones ambientales convencionales «estáticas», los análisis de la Huella permiten un enfoque acumulativo para el análisis de impactos. Cada actividad económica impone una demanda sobre la ecósfera y la Huella Ecológica muestra como todas aquellas demandas de alimentos y fibras, recursos no renovables, absorción de desechos, desarrollo urbano, así como el mantenimiento de la biodiversidad, compiten entre sí por un mismo espacio ecológico. (La expansión de las iniciativas humanas necesariamente se «apropia»» de recursos y del hábitat de otras especies). La Tierra es increíblemente productiva y posee una capacidad enorme para sostener a los humanos y sus economías, sin decir nada de las otras especies. Sin embargo, la producción de muchos bienes y servicios en un mercado cada vez más globalizado, ya se basa demasiado en el agotamiento del capital natural, incluyendo formas autogeneradoras importantes, tales como las existencias de peces, como en sus flujos sustentables. El concepto de Huella Ecológica es una herramienta efectiva para hacer aflorar esta realidad a nuestra conciencia. Es una pena que ni el precio ni las etiquetas de los productos declaren que nuestros bienes de consumo representan los intereses generados o la disminución de los ahorros de la naturaleza. Usar el área de suelo productivo como unidad de medida hace que el análisis de la Huella Ecológica sea consistente con las leyes básicas de la física, especialmente las leyes del equilibrio de masas y de la termodinámica. En particular, el mundo moderno ha llegado a aceptar el axioma de la Segunda Ley de que cualquier sistema autoorganizador y complejo (tal como la economía) tiene que tener un influjo continuo de energía y materia desde su sistema «anfitrión» para crecer y mantenerse a sí mismo (o sea, para superar su deterioro entrópico interno -véase el recuadro 2.4). En este sentido, el área de suelo o de un ecosistema es una unidad de contabilidad más adecuada para la economía humana que sólo el flujo de energía, porque refleja tanto la cantidad como la calidad de la energía y materia disponible para la economía humana. El factor limitante clave para la vida humana no es la cantidad de energía solar que llega a la Tierra, sino lo que la naturaleza puede hacer con esta energía. Por ejemplo, una planta solitaria creciendo en una 16 Previamente hemos definido esta huella individual como el «planetoide personal». (Mirar William Rees y Mathis Wackernagel, «Ecological Footprints and Appropriated Carrying Capacity: Measuring the Natural Capital Requirements of the Human Economy» , en Investing in Natural Capital: The Ecological Economics Approach to Sustainability, ed. A-M. Jansson, M. Hammer, C. Folke, and R. Costanza (Washington: Island Press, 1994).) t hectárea del desierto del Sahara es ecológicamente y económicamente menos significativa que una hectárea de bosque tropical, aunque ambos reciben la misma radiación solar. Este último punto enfatiza que los atributos de «suelos» van más allá de las leyes de la termodinámica. El área de tierra no solamente define el carácter finito del planeta Tierra, sino también puede ser visto como una figura razonable para numerosas funciones de soporte vital esenciales, desde el intercambio de gases hasta e1 reciclaje de nutrientes. Se puede estimar mejor el estado del mundo biofísico a partir del estado de las reservas de capital natural autogenerador que cumplen con estas funciones. Tomen en cuenta que estas existencias en sí mismas representan la energía bioquímica que ha sido acumulada en la ecósfera. El punto es que la Tierra sostiene la fotosíntesis, el conducto energético para la red de la vida. Este proceso singular distingue nuestro planeta de los planetas muertos como Marte o Venus. La fotosíntesis sostiene todas las cadenas tróficas importantes y mantiene la integridad estructural de los ecosistemas. Milagrosamente ha transformado la superficie originariamente inhóspita de la Tierra en una ecósfera autogeneradora y auto rregu ladora con una abundancia y diversidad espectaculares. La Huella Ecológica nos recuerda que, a pesar de la tecnología, los seres humanos seguimos dependientes de los bienes y servicios ecológicos y que éstos tienen que estar disponibles en cantidades crecientes desde algún lugar del planeta, mientras que siguen creciendo las poblaciones humanas y el consumo per cápita. Como lo observamos anteriormente, la pregunta ecológica fundamental para la sustentabilidad es si las existencias de capital natural son adecuadas para satisfacer la demanda que se prevé para el futuro. El análisis de la Huella Ecológica aborda directamente esta pregunta. Proporciona un medio para comparar la producción por parte de la ecósfera con el consumo por parte de la economía, revelando así la brecha de sustentabilidad que debe enfrentar la sociedad. En síntesis, el análisis de la Huella Ecológica puede ayudar a determinar los factores limitantes ecológicos dentro de los cuales opera la sociedad; diseñar políticas para evitar o reducir el «exceso»; y monitorear el progreso hacia el logro de la sustentabilidad. El análisis de la Huella Ecológica no implica que vivir dentro de la capacidad de carga sea una meta deseable. Al contrario, la Huella Ecológica pretende mostrar cuán peligrosamente cerca de los límites naturales hemos llegado. Es más probable que el poder de recuperación ecológica y el bienestar social estén asegurados si la carga humana total se mantiene substancialmente por debajo de la capacidad de carga de la Tierra. Viviendo en el límite ecológico se compromete la adaptabilidad, robustez y capacidad regeneradora de los ecosistemas, amenazando así las otras especies, ecosistemas enteros y en último término a la misma humanidad. El reconocimiento de la existencia de factores limitantes biofísicos y el hecho de que los usos humanos de la naturaleza compitan entre sí, plantean unas preguntas de tipo social y económico altamente pertinentes. Por ejemplo, obliga a los sobreconsumidores a enfrentar los costos implícitos y las relaciones de otra manera escondidas, entre su riqueza y la pobreza y sufrimiento humanos que persisten en otros lugares. Si estos límites biofísicos son reales ¿no deberían ser los mecanismos para la redistribución tan predominantes como la eficiencia y expansión económica lo son dentro de los planes que pretenden combatir la creciente desigualdad material? El reconocimiento de que no todo el mundo puede llegar a ser tan rico en términos materiales como los estadounidenses o europeos de hoy día, sin socavar las funciones de soporte vital globales, debe imponer una mayor responsabilidad respecto a la riqueza y proporcionar a los pobres una mayor influencia en la pugna para conseguir sus derechos al desarrollo, transferencias tecnológicas y otras medidas que apunten a una mayor equidad. El análisis de la Huella Ecológica puede reforzar los argumentos propuestos en los procesos de acuerdos internacionales sobre cómo compartir de forma más equitativa los bienes comunes globales y la capacidad productiva de la Tierra, así como las formas de usarlo más cuidadosamente. Hasta ahora el discurso no se ha salido de un fuerte carácter antropocéntrico. Sin embargo, las Huellas Ecológicas también hacen aflorar en nuestra conciencia la apropiación desproporcionada por parte de la humanidad de los flujos energéticos/materiales y del hábitat que de otra forma estarían disponibles para las otras especies. ¿Tenemos un derecho inherente a la productividad de la naturaleza, a costa de los varios millones de otras especies que viven en el planeta? En síntesis, al poner la sustentabilidad en términos sencillos pero concretos, el concepto de Huella Ecológica proporciona un marco intuitivo para comprender el mínimo ecológico aceptable de la sustentabilidad. A su vez estimula el debate público, construye un conocimiento común y sugiere un marco para la acción. La Huella Ecológica vuelve el desafío de la sustentabilidad más transparente, -los tomadores de decisiones disponen de un criterio físico para jerarquizar las opciones de políticas, los proyectos o la tecnología según sus impactos ecológicos. Finalmente, la Huella Ecológica subraya el imperativo global para la acción local. Demuestra que los impactos ecológicos y sociales del sobreconsumo van más allá de nuestras regiones de origen. Introduce así la dimensión moral de la sustentabilídad, y al demostrar que la contribución al deterioro global, tanto del crecimiento poblacional como del consumo material, enfatiza la necesidad de políticas que enfrenten ambas problemáticas. 47 |