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TransmutacióN de los ElementoS La vida secreta de las plantas El alquimista medieval, cuyo afán de trasmutar un elemento por otro fue ridiculizado aviesamente a lo largo de los siglos, puede ser reivindicado ahora gracias a los esfuerzos desarrollados por las plantas vivientes. A principios de este siglo, un joven estudiante bretón que se estaba preparando para hacerse científico, comenzó a observar algo extraño que estaba ocurriendo con las aves del gallinero de su padre. Cuando escarbaban la tierra, parecían estar constantemente picando motas de mica, material silíceo esparcido por el suelo. Nadie pudo explicar a Louis Kervran por qué los pollos buscaban la mica, ni por qué , cuando se mataba un ave para alimento de la familia, no se encontraba en él rastro alguno de mica, ni a qué se debía el que todos los días pusiesen las gallinas huevos de cáscara calcárea, aunque no habían ingerido calcio alguno de la tierra, la cual carecía totalmente de piedra caliza. ![]() Tardó muchos años Kervran en averiguar que estas aves de corral transmutaban un elemento en otros, como verdaderos alquimistas. Leyendo la novela de Gustavo Flaubert, Bouvard et Pécuchet, el joven Kervran se encontró con una alusión a Louis Nicolas Vauquelin, famoso químico francés, que, "después de haber calculado la cantidad de cal de la avena con que se alimenta una gallina, encontró más todavía en la cáscara de sus huevos. Por lo tanto, es una creación de materia. Nadie sabe de qué manera." Parecióle a Kervran que, si la gallina se las había arreglado, por el procedimiento que fuese, para manufacturar calcio en su cuerpo, cuanto había aprendido de química en la clase tenía que ser revisado y rectificado. Desde finales del siglo XVIII, cuando el contemporáneo de Vauquelin, Antoine Laurent Lavoisier, considerado como el "padre de la química moderna", formuló el principio de que, en el universo "nada se pierde, nada se crea, todo se transforma", se creía que los elementos podían alterarse con diferentes combinaciones, pero no cambiarse uno en otro; millones de experimentos parecían corroborar el principio de Lavoisier. ![]() ![]() La primera grieta que se formó en este muro, al parecer invulnerable, levantado en torno al átomo, fue el descubrimiento a principios del siglo XX de la radiactividad, que demostraba cómo unos veinte elementos podían cambiarse en algo distinto, sin acatar ya la ley de la conservación de la materia. El radium, por ejemplo, se desintegra en electricidad, calor, luz y otras sustancias, como plomo, belio y diversos elementos. Al surgir la física nuclear, el hombre pudo crear determinados elementos que faltaban en la famosa gráfica trazada por el genio campesino ruso, Dimitri Mendeleyev, porque se creía que se había desvanecido radiactivamente en tiempos antiguos, o que nunca habían existido en estado natural. ![]() Ernest Rutherford, el físico británico que formuló la teoría del núcleo del átomo, mostró en 1919 cómo podían transmutarse los elementos, bombardeándolos con partículas alfa idénticas a los átomos de helio sin sus electrones, práctica que se ha perpetuado hasta los tiempos presentes, con "una artillería cada vez más pesada". Pero, ni siquiera estos progresos echaron por tierra el pronunciamiento de Lavoisier sobre los 80 o más elementos no radiactivos. Los químicos siguen sosteniendo que es imposible crear otro elemento por reacción química, y aseguran que todas las reacciones producidas en la materia viva son exclusivamente químicas. Según su punto de vista, la química puede y tiene que explicar la vida. ![]() Recién graduado de ingeniero y biólogo, Kervran recordó el experimento de Vauquelin y se decidió a repetirlo. Cebó una gallina con avena nada más, después de haber medido cuidadosamente su contenido de calcio. Comprobó después lo que había en sus huevos y en sus heces, y vio que había producido el cuádruplo de calcio que ingiriera. Preguntó Kervran a sus colegas bioquímicos cómo había podido producirse la cantidad extra de calcio, y le contestaron que procedía del esqueleto del ave. Esto le parecía a Kervran que podría ocurrir en casos de emergencia; pero, si una gallina tuviese que elaborar cáscaras de huevo durante mucho tiempo, su esqueleto quedaría pronto reducido a pulpa. En realidad, cuando se priva de calcio a una gallina, empieza a poner huevos blandos a los cuatro o cinco días. En cambio, si se la alimenta con potasio, sus huevos adquirirán una cáscara dura compuesta de calcio. No cabe duda de que el ave puede transmutar el elemento potasio - que se encuentra en concentraciones altas de avena - en el elemento calcio. Kervran se enteró además de que, al retirarse Vauquelin, el inglés William Prout realizó un estudio sistemático de las variaciones que se producían en el calcio al incubar las gallinas sus huevos, y averiguó que, cuando empollaban, contenían cuatro veces más cal de la que había en el huevo, y que, por otra parte, no había cambiado el contenido calizo de la cáscara. Sacó en consecuencia que tenía que haber una formación endógena de cal dentro del huevo. Esto ocurría mucho antes de que los científicos tuviesen conocimientos del átomo, dice Kervran, por lo cual era demasiado pronto para hablar de la transmutación atómica. ![]() Uno de sus amigos le indicó que, allá por el año 1600, un químico flamenco, Jan Baptista Helmont, plantó un sauce en un tiesto de barro que contenía 200 libras de tierras secadas al horno, y durante 5 años no alimentó al árbol más que con agua de lluvia o destilada. Cuando lo retiró y lo pasó, había ganado 164 libras, mientras el peso del suelo seguía siendo más o menos el mismo. Quedose cavilando Helmont si la planta no habría cambiado el agua en leña, corteza y raíces. ![]() Otra anomalía vegetal que intrigaba a Kervran, era que la Tillandsia, o musgo hispánico, que puede crecer sobre cables de cobre sin contacto alguno con el suelo, cuando se le quemaba, no dejaba residuos de cobre en la ceniza, sino óxidos de hierro y otros elementos, todos ellos procedentes indudablemente de la atmósfera. ![]() Henri Spindler, otro científico francés, estaba fascinado porque las algas llamadas Laminaria parecían capaces de manufacturar yodo. ![]() Buscando soluciones a sus inquietudes en la literatura medio olvidada que se guardaba en las polvorientas estanterías de las bibliotecas, vio que un investigador alemán llamado Vogel, había sembrado simientes de berro en una vasija cubierta con una campana de cristal, y que las alimentaba exclusivamente con agua destilada. Unos cuantos meses después, al quemar las plantas ya adultas, vio Vogel que contenían el doble del azufre presente en las semillas. Descubrió además Spindler que, poco después de Vogel, dos ingleses, Lawes y Gilbert, habían averiguado, en el famoso Instituto de Investigación Agrícola de Rotohamsted, Inglaterra, que los vegetales parecían extraer del suelo más elementos de los que contenían. ![]() Durante diecisiete años estuvieron estos dos investigadores cultivando un campo de trébol, cambiándolo dos o tres veces al año y sembrándolo exclusivamente cada cuatro años, sin fertilizante alguno. Obtuvieron cosechas tan abundantes que, según se calculó, si hubiera tenido que añadirse lo que se había retirado durante el periodo entre la llegada de un enjambre de langostas de diecisiete años (Magicicada septendecim) y el siguiente, sería necesario volcar en el terreno más de 5.700 libras de cal, 2.700 de magnesia, 4.700 de potasio, 2.700 de ácido fosfórico y 5.700 de nitrógeno, o sea, más de 10 toneladas en total. ¿De dónde habían venido todos estos minerales?. Profundizando más en el misterio, Spindler estudió el trabajo realizado por el barón de Hannover, Albrecht von Herzeele, quien publicó en 1873 un nuevo libro revolucionado, titulado El origen de las sustancias inorgánicas, en el que se demostraba cómo, en lugar de limitarse a absorber materia del suelo y del aire, los vegetales están constantemente creándola. Von Herzeele realizó durante su vida centenares de análisis, que indicaban que el contenido original de potasio, fósforo, magnesio, calcio y azufre aumentaba inexplicablemente si se cultivaban las simientes con agua destilada. Aunque la ley de la conservación de la materia aseguraba que tenía que haber el mismo contenido mineral en las plantas regadas con agua destilada que en las semillas de que brotan, los análisis demostraban también que, no sólo las cenizas minerales, sino que cada uno de los componentes de las plantas aumentaba, como el nitrógeno que se quemaba en la incineración de dichas semillas. Descubrió además von Herzeele, que los vegetales parecían transmutar en forma alquímica, el fósforo en azufre, el calcio en fósforo, el magnesio en calcio, el ácido carbónico en magnesio, y el nitrógeno en potasio. Uno de los muchos casos extraños que registra la historia científica, es que los escritos de Herzeele, publicados entre 1876 y 1883, fueron recibidos con el más profundo silencio por las academias oficiales, que sostenían que los fenómenos biológicos podían explicarse atómicamente según las leyes químicas. De hecho, la mayor parte de las obras de Herzeele no lograron llegar a las bibliotecas. Spindler llamó la atención de sus colegas sobre los experimentos de este ilustre alemán. Uno de ellos era Pierre Baranger, profesor y director del laboratorio de química orgánica en la famosa Escuela Politécnica de Paris, que, desde su fundación en 1791, ha venido formando las mentes científicas y mecánicas más gloriosas de Francia. Para comprobar la obra de von Herzeele, Baranger inició una serie de experimentos, que duraron casi una década entera. Con ellos se confirmó ampliamente su obra, y se comprobó que la ciencia atómica iba a experimentar posiblemente una verdadera revolución. Cuando Baranger anuncio sus descubrimientos al mundo científico en enero de 1958 ante un distinguido auditorio de químicos, biólogos, físicos y matemáticos del Instituto Ginebrino de Suiza, observó que, sí continuasen sus investigaciones, habría posiblemente que modificar un determinado número de teorías, que no parecían suficientemente comprobadas desde el punto de vista experimental. Esta cautelosa afirmación, dictada por los imperativos científicos, fue más explícitamente declarada por Baranger en una entrevista para Science et Vie, en 1959. "Mis resultados parecen imposibles - dijo -, pero ahí están. He tomado todas las posibles medidas de precaución. He repetido muchas veces los experimentos. He realizado durante años, millares de análisis. He hecho que terceras partes comprobasen los resultados, sin que supiesen a qué se referían. He empleado diversos métodos. He cambiado de experimentadores, pero no hay evasiva posible : tenemos que someternos a la evidencia de que las plantas conocen el antiguo secreto de los alquimistas. Todos lo días y ante nuestros mismos ojos, están transmutando los elementos." En 1963, Baranger había demostrado irrebatiblemente que, en la germinación de las semillas leguminosas en una solución salada de manganeso, éste desaparecía, y en su lugar aparecía el hierro. Con el propósito de proyectar más luz sobre los mecanismos en juego, descubrió toda una serie de complejidades relacionadas con la transmutación de los elementos en semillas, entre las cuales estaba el tiempo de su germinación, el tipo de luz en que se habían llevado a cabo, y hasta la fase exacta de la Luna. Para comprender la enormidad del trabajo realizado por Baranger, es preciso recordar que, según la ciencia nuclear, para estabilizar los elementos se necesitan tan gigantescas energías de fijación, que, al no ser capaces de producir y dirigir esa energía, nunca hubieran podido los alquimistas haber transmutado un elemento en otro, como pretendían. Y sin embargo, las plantas están constantemente transmutando los elementos de una manera totalmente desconocida para la ciencia, sin necesidad de los enormes destructores atómicos modernos. La brizna más diminuta de hierba y la hojita más frágil de un azafrán o de una petunia pueden lograr lo que hasta ahora ha sido imposible para los alquimistas modernos, a quienes llamamos físicos nucleares. Hablando de su nueva investigación, el reposado y cortés Baranger dijo : "He estado enseñando química en la Escuela Politénica 20 años, y pueden creerme, el laboratorio que dirijo no es un cubículo de ciencia falsa. Pero jamás he confundido el respeto por la ciencia con los tabú impuestos por el conformismo intelectual. Para mi, cualquier experimento escrupulosamente realizado es un homenaje a la ciencia, aunque lleve la contraria a nuestros hábitos inveterados. Los experimentos de von Herzeele fueron demasiado escasos para convencer plenamente. Pero sus resultados me animaron a controlarlos con toda la precaución posible en un laboratorio moderno, y a repetirlos las veces que fuera menester, para que resultasen irrebatibles estadísticamente y esto es lo que he hecho." Baranger comprobó que las simientes de la algarroba de Cerdeña, cultivadas en agua destilada, no mostraban cambio alguno en su contenido de fósforo y de potasio. Pero las desarrolladas en una solución salada de calcio alteraban el contenido de estas los mismas sustancias en una proporción enorme del 10 por ciento, y que el calcio aumentaba en ambos grupos. "Comprendo perfectamente bien - dijo a los escritores científicos -, que los acosaron como buenos periodistas con todas las objeciones posibles durante la entrevista, que estén ustedes asombrados con estos resultados. Porque, en efecto, son para pasmar a cualquiera. Comprendo que andan ustedes buscando por todos los medios algún error que eche por tierra estos experimentos. Pero, hasta ahora no se ha encontrado tal error. El fenómeno sigue en pie : las plantas son capaces de transmutar los elementos." Por desorientadores y contradictorios que pudiesen parecer los experimentos de Baranger, Science et Vie indicó que la misma física nuclear ha llegado a una etapa en que se formulan cuatro teorías distintas y casi contradictorias respecto al núcleo atómico. Más aún, dicen, no se ha encontrado todavía el verdadero secreto de la vida, acaso porque nadie lo ha buscado en el núcleo atómico. Hasta ahora, prosiguen, la vida se ha considerado principalmente como un fenómeno químico y molecular, pero es posible que sus raíces lleguen hasta los más remotos sub-fondos y profundidades de la física atómica. Nunca podrán calibrarse en su verdadero valor las consecuencias prácticas de los descubrimientos de Baranger. Uno de ellos es que algunas plantas pueden aportar al suelo elementos útiles para el desarrollo de otras, lo cual puede provocar muchos cambios en las doctrinas tradicionales sobre los barbechos, las rotaciones de cultivo, las cosechas mixtas, los fertilizantes o el abono con estiércol de los suelos infértiles y yermos, como averiguó Fried Sykes con ensayos y comprobaciones efectuadas en su tierra de Wiltshire. Además, según opina Baranger, nada nos impide pensar que ciertas plantas son capaces de producir elementos raros de importancia industrial. Nos dan un ejemplo de transformación subatómica que no somos capaces de realizar en el laboratorio sin poner en acción partículas de alta energía, de la misma manera que no poder producir a temperaturas ordinarias las síntesis de innumerables productos, alcaloides o de otros tipos, que se extraen de las plantas. Kervran, hombre vinculado constantemente a la tierra a pesar de sus obligaciones académicas urbanas, comenzó a interesarse por otro fenómeno de naturaleza global, conocido desde hace mucho tiempo por los especialistas en agricultura. En la obra de Didier Bertrand, El magnesio y la vida, publicada en francés el año 1960, leyó que cada vez que se recoge una cosecha de trigo, maíz, patatas o cualquier otro producto, los elementos de la tierra utilizada por las plantas para el proceso de su desarrollo desaparecen. Como el suelo virgen laborable contiene de 30 a 120 kilogramos de magnesio por hectárea, Bertrand insistió en que la mayor parte del terreno arable debía estar totalmente exento de este elemento desde hacía mucho. Pero no sólo no es así, sino que en varias partes del mundo, como Egipto, China y el Valle del Po en Italia, los suelos siguen siendo altamente fértiles a pesar de las enormes cantidades de magnesio que se les han arrebatado desde hace millares de años con las cosechas. El que las tierras hayan sido capaces de reponer los productos que necesitan, pensaba Kervran, se debe quizá a que la vida vegetal tiene poder para perturbar la tabla periódica de los elementos, por ejemplo, para hacer magnesio de calcio, o carbono de nitrógeno. ![]() |
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![]() | «químico loco», que a toda costa buscaba en los compuestos o metales la fórmula para convertir todo en oro | ![]() | «oposición» y Galileo. Pocos piensan en «colaboración», y nadie en Duhem. Es una lástima |
![]() | «aire». A partir de los trabajos de Priestley, acertó a distinguir entre un «aire» que no se combina tras la combustión o calcinación... |