Taller de escritores




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El caminante de los pies gigantes


Había una vez un señor muy alto, que tenía los pies tan grandes, que con un solo paso avanzaba como si hubiera dado tres.

El señor estaba orgulloso de sus pies, porque gracias a ellos podía hacer lo que más le gustaba: viajar.

Así, recorría con gusto los caminos. Su única propiedad era una bolsa donde guardaba un recuerdo de cada lugar que visitaba.

Un día se encontró a un pastor; luego de platicar un rato, éste le presumió:

—Fíjate que allá en mi tierra, viven unos peces que vuelan; y tú ¿de dónde eres?
El señor se quedó callado. No recordaba de dónde era, por eso respondió:

—No sé. Hace tanto tiempo que viajo, que ya se me olvidó.
—Si quieres te llevo con alguien que te puede ayudar —dijo el pastor.

Entonces fueron a ver a un gran sabio que vivía en una cueva.
Allí, el sabio dijo:

—Busca unas piedras que tienen huellas de pies como los tuyos; aunque escuches ruidos extraños, no temas, allí conocerás tu origen.
A partir de ese día, el señor caminó más rápido aún, pues deseaba encontrar las piedras. Fue al mar, a los cerros y al bosque, pero las piedras no aparecían.

Luego, tropezó con una señora muy malora y le preguntó por las piedras.

—Si me das tu bolsa, te digo dónde están —respondió la mujer.
Muy triste porque iba a perder sus recuerdos, el señor le dio la bolsa.
La mujer le dijo que caminara en dirección al sol.

Así lo hizo, pero su viaje era cada vez más largo. Ya le dolían los pies y miraba sin interés lo que había a su alrededor.

Una tarde oscureció temprano y el señor no pudo continuar su viaje. De pronto, oyó unas voces en el viento. Asustado, puso una mano sobre su oído y se durmió.

En su sueño, vio dos gigantes parecidos a él, aunque más altos y con pies enormes.

—Ha terminado tu búsqueda —le dijo uno de ellos.
El otro gigante continuó:

—Un día, a nuestro pueblo lo destruyó el egoísmo. Tú eres el último gigante, ahora que lo sabes, sigue tu viaje y haz el bien.

En eso, el señor despertó. Frente a él, estaban las piedras que tanto buscó. Eran muy grandes y tenían las huellas de sus antepasados.

Luego de un rato, recogió una piedrita y la guardó en la bolsa de su pantalón.
Era tiempo de seguir su camino, ya sabía dónde había nacido.

El relato histórico

El relato entonces entra en una estrecha relación con el conocimiento de una sociedad y con el discurso narrativo, pues no necesita justificación externa ni tampoco necesita remitirse a su pasado, ya que genera sus propias normas de autolegitimación, determinando además los criterios de competencia e ilustrando la aplicación. Al ser natural, el relato admite una pluralidad de juegos de lenguaje, cada uno regido por sus propias reglas, y su transmisión obedece a convenciones de orden pragmático: son estas normas las que constituyen el lazo social entre los usuarios.

Con el saber legitimado a través del relato, se distienden los procedimientos externos de exclusión del discurso, especialmente el referido a la oposición verdadero-falso, pues el traslado desde la enunciación al enunciado en el discurso científico permite que las disciplinas puedan, a través del relato, recrear hechos científicos más que sólo repetirlos. Asimismo, de manera similar a lo que ocurre con el saber tradicional y la transmisión de mitos y leyendas, el destinador del relato ha sido en algún momento destinatario de lo que narra, de tal forma que es el propio relato el que establece el vínculo societario y sus propios criterios de legitimación.

El relato subvierte el orden de importancia tradicionalmente concebido a su estructura y función, pues se trata de "hacer pasar el relato del orden de la pura constatación al orden performativo, donde el sentido de una palabra es el acto mismo que la profiere" (Barthes, 1974:35). Con ello, el discurso, más que identificarse con el logos que designa lo que se dice, se identifica ahora con la lexis, que constituye la forma de decir.

Finalmente, el relato tiene también incidencia en el tiempo, ya que obedece a un ritmo distinto, pues al configurarse una experiencia humana en texto, la trama le impone a ésta un tiempo lógico, un tiempo de orden narrativo que descronologiza el relato (Ricoeur,1987). Se trata pues de un tiempo interno dado por las reglas del propio discurso y no por las cosas designadas existentes en el mundo exterior.

Narrar, dice Ricoeur, es hacer pasar la experiencia, o más bien la huella de tales experiencias hacia el pasado, organizándolas en un tiempo interno al ser humano, que sólo puede ser expresado por medio de la narración. Por tanto, es la narración la que se encarga de ordenar estas vivencias para que adquieran un sentido para el ser humano y hacerlas culturalmente sensibles. En otras palabras, cada vez que se narra, se re-describe una realidad. Ahora bien, lo que se narra pueden ser 'historias' que evocan una cierta realidad con acontecimientos y personajes que se confunden con los de la vida real (Todorov,1974:157), o bien pueden ser vivencias experimentadas por un sujeto concreto en un tiempo cronológico y lineal; en todo caso, ambas acciones, al ser trasladadas al discurso narrativo, requieren de un narrador y de una trama que les otorgue coherencia y sentido. La base textual temática narrativa, dice Werlich, es seleccionada por los hablantes para expresar ocurrencias o acciones y cambios en el tiempo (en Ciapuscio,1994:78).

La estructura narrativa es, en consecuencia, un tipo de superestructura conformada por un grupo de categorías que responden cada una a una función textual determinada. Las categorías que componen el núcleo del texto narrativo son la complicación, expresada en una secuencia de acciones y la resolución o reacción presentada ante el suceso. Acompañan a estas categorías el marco o escenario que define la situación, lugar, circunstancia, y otros aspectos del contexto; complicación, resolución y marco conforman la trama narrativa.


Relato histórico del Gran Torovenado del Pueblo




Manuel de Jesús Villagra Jiménez—



Fue un domingo 30 de Octubre del año de 1961, que sale por las calles de Masaya, por primera vez, de una forma muy sencilla lo que más tarde se denominaría, «Gran Torovenado del Pueblo». Escribir sobre su origen, objetivos, protagonistas y demás personas que nos acompañaron es ciertamente justo.

Verdadero y honesto nominar a los actores del Gran Torovenado del Pueblo, que por su valor histórico y trascendencia ha adquirido. Todavía dos de sus protagonistas están con vida y el tercero Señor Román Suazo Mercado ha fallecido y descansa en la paz del Señor (q.e.p.d.).

Por la verdad histórica comencemos agilizando un poco la memoria. El domingo 23 de Octubre de 1961, sale el renombrado y tradicional Torovenado de Manuel Rodríguez (culito). En ese entonces estando en la casa del señor Román Suazo vimos pasar esa jocosa e irónica manifestación folklórica, cuando al calor de los nepentes y la euforia toda llena de alegría que da la música Masaya con sus cachos y sones de toro, Román expresa: «Nosotros podríamos sacar uno mejor que ese». Fue así que el miércoles 26 de Octubre de 1961, en una reunión informal por la noche, y, en casa del mencionado señor, decidimos sacarlo, armados no más con el coraje que da la esperanza y el deseo supremo del éxito. Nos dijimos: ánimo!, la cosecha vendrá, en el trayecto se arreglarán las cosas y, carretero somos y en el camino nos vemos.

El jueves 27 de Octubre del mismo año se da a retocar donde el recordado maestro Don Sofonía Gómez, la imagen del santo patrono San Jerónimo, denominado más tarde el «cuitoso», por haber estado mucho tiempo en una harpilla de leña en casa de la extinta señora Doña Modesta Cuesta. El sábado 29 de octubre de 1961 y muy al atardecer, planificamos en casa del señor Suazo las diversas tareas que teníamos que desarrollar por la noche y el siguiente día, domingo 30 de octubre.

El que escribe, Manuel Villagra Jiménez, en compañía del Señor Román Suazo, tenía que recolectar lo infaltable en toda fiesta popular: aguardiente, café negro, rosquilla o bollo. El Señor Donald Ortega Ramírez traería al Santo Patrono ya retocado, al señor Alcalde de Vara, don Manuel Jiménez y la marimba de Pascual.

Don Ramón Taleno Miranda alias «Farsa» se haría cargo de la construcción de la Peaña y su adorno respectivo. Con todo preparado nos dirigimos a casa del Rey del averno señor Bosco Franco Regidor (Lucifer), que está situada frente a la iglesia de San Sebastián, Monimbó, con un amplio corredor que da a la calle. En ese lugar se puso en su peaña la imagen de San Jerónimo dando comienzo la velada, más que una alborada.

Abriendo un párrafo más podría decir que es muy justo reconocer la contribución que en especies hicieron las señoras dueñas de los restaurantes «Las Cabritas», «El Paredón», como también Doña Margarita Gaitán, don Lázaro Ñamendy y señora, nuestro reconocimiento en forma póstuma al señor alcalde de Vara quien muy a gusto se personó con sus cofrades y al señor marimbero Pascual. Es meritorio reconocer que en esa misma noche de velada a los primeros contribuyentes, los primeros mayordomos, ellos son: Señor Francisco Jiménez Lazo (q.e.p.d.), Antonio Blanco Hernández y Juan Ramón García, dinero que se utilizó en la compra de pólvora.

Es también justo reconocer que en esta tarea y muy solícitamente nos ayudaron los señores Ernesto Rodríguez Zelaya, Alejandro López Miranda, Orlando Cabrera Valle, Oscar Reyes (q.e.p.d.) y el siempre polvorero Fernando Ruiz Suazo (Chilo). Todos ellos estuvieron en las aceras y calles de Masaya recoletando el dinero para pagar la pólvora y la música.

Faltaba por decir que la música de esta hermosa e irónica procesión folklórica estuvo a cargo del consagrado y reconocido maestro Señor Don Carlos Ramírez, gloria de Masaya.

Siendo las 10 a.m., del día 30 de Octubre de 1961, en el último domingo del mismo mes, como cierre de las festividades de San Jerónimo y en hombros de «El Tico», chicharrón con pelo, Ñeque, Ñeque y el mondongo, sale lo que años después constituyó la mayor atracción folklórica de nuestra histórica y heroica ciudad.

Como Ud., puede observar amable lector, esta memorable fiesta popular se hizo gracias a la colaboración de todos. Fue el pueblo unido quien hizo posible esa realización. Por eso se llama «Gran Torovenado del Pueblo». Por el momento Basta.

VIVA MASAYA, VIVA MONIMBÓ!

Porto Alegre, Brasil 26/11/99

La cucharada estrecha

Julio Cortázar
Un fama descubrió que la virtud era un microbio redondo y lleno de patas. Instantáneamente dio a beber una gran cucharada de virtud a su suegra. El resultado fue horrible: esta señora renunció a sus comentarios mordaces, fundó un club para la protección de alpinistas extraviados, y en menos de dos meses se condujo de manera tan ejemplar que los defectos de su hija, hasta entonces inadvertidos, pasaron a primer plano con gran sobresalto y estupefacción del fama. No le quedó más remedio que dar una cucharada de virtud a su mujer, la cual lo abandonó esa misma noche por encontrarlo gro­sero, insignificante, y en todo diferente de los arquetipos morales que flotaban rutilando ante sus ojos.

El fama lo pensó largamente, y al final se tomó un frasco de virtud. Pero lo mismo sigue viviendo solo y triste. Cuando se cruza en la calle con su suegra o su mujer, ambos se saludan respetuosamente y desde lejos. No se atreven siquiera a hablarse, tanta es su respectiva perfección y el miedo que tienen de contaminarse.

Instrucciones para llorar

Julio Cortázar
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.

Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.

Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia dentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
Nota de enciclopedia

Pautas y sugerencias para la redacción de informes
El informe de laboratorio es una acabada prueba de que hicimos un experimento, lo analizamos y comprendimos. Cuando redactamos el informe es cuando terminamos de ordenar nuestros datos, gráficos, anotaciones y sobre todo nuestras ideas. Debe ofrecer a los lectores un recuento claro y completo de las actividades experimentales realizadas, nuestras conclusiones y reflexiones de lo que hicimos. El informe debe ser, ante todo, claro, y, en lo posible, breve. Debemos redactarlo en lenguaje preciso y ameno, tratando de atraer y retener la atención de los lectores.

Organización del informe

El informe debe contar con secciones bien diferenciadas, que garanticen orden y cohesión. Se sugiere el siguiente esquema para el texto del informe, que es usualmente empleado en publicaciones científicas y técnicas.
Encabezamiento del informe

Título

Autoría

Resumen
Cuerpo del informe

Introducción

Método experimental

Resultados

Discusión

Conclusiones

Referencias
Encabezamiento del informe
Título: El título del trabajo debe ser específico e informativo, y en lo posible agudo y provocador. Con él debemos dar una idea clara del tema estudiado.
Autoría: Nombres de los autores incluyendo alguna vía de comunicación con los mismos, por ejemplo dirección electrónica, teléfono, dirección postal, etc.
Resumen: El resumen del informe debe dar un adelanto de lo que se leerá en el cuerpo del mismo, en lo posible en no más de 100 palabras. Aquí debemos indicar con concisión el tema del trabajo, referirnos sucintamente a la metodología seguida y destacar los resultados más importantes obtenidos.
Cuerpo del informe
Introducción: En esta sección debemos orientar al lector hacia el tema de estudio y la motivación por hacerlo elegido. Para esto es aconsejable que incluyamos un marco teórico–experimental del tema que estudiamos, con referencias adecuadas (ver Referencias) que lleven rápidamente a los antecedentes del problema y que destaquen la conexión de esas ideas con el trabajo realizado. Estas referencias deben orientar al lector hacia el “estado del arte” del tema. Asimismo debemos enunciar claramente el propósito u objetivo del experimento.
Método experimental: En la sección describimos los procedimientos seguidos y el instrumental usado. Es útil incluir un esquema del diseño experimental elegido. Para esto puede recurrirse a diagramas esquemáticos que muestren las características más importantes del arreglo experimental y la disposición relativa de los instrumentos. Es una buena práctica indicar también cuáles variables se miden directamente, cuáles se obtienen indirectamente y a cuáles tomamos como datos de otras fuentes (parámetros físicos, constantes, etc.). También es aconsejable describir las virtudes y limitaciones del diseño experimental, analizar las fuentes de errores e individualizar las que aparezcan como las más críticas.
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