Los ecos del Barranco




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títuloLos ecos del Barranco
fecha de publicación13.02.2016
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El Barranco del Hambre o la Rambla David.

(Por las tierras del Tormo)
Hubo un tiempo de fiestas y de alegría,

de penas y sufrimientos, de vida.

Pero hoy, tan sólo queda el vacío.”

Los ecos del Barranco.



.

A la vista del caminante, la ladera del Tormo se asoma al valle como un hermoso tendedero donde cuelgan prendidas misteriosamente las casas blancas y las piteras verdes y amarillas. Y sobre la colina, recortado por un cielo azul y ardiente, el Castillo en ruinas. “Quisieron trasladar el pueblo a un nuevo emplazamiento, allá abajo, a la explanada de los Yermos. Eso fue en los años cincuenta, antes de la construcción de la nueva carretera. Precisamente nos ofrecieron el traslado a cambio de no hacerla, se ve que les salía más barato. Pero nos negamos en redondo. ¿No le parece que hicimos bien?. Un pueblo con tantos centenares de años a cuestas no podía desaparecer de ese modo”. El caminante ha alcanzado las espaldas del pueblo siguiendo las huellas de la antigua carretera, entre pedruscos y romeros, tomillos y aliagas.
Una vez en la plaza de la Iglesia, bebe agua de la fuente y descansa. Desde allí contempla su pequeño y barroco campanario con sus dos campanas y su antigua matraca de madera, al parecer en mal estado de conservación. ¿Sonará todavía en los días de fiesta?. Adosada a la torre observa el caminante una caseta que hace desmerecer el campanario. Que lo afea y le quita prestancia. Es la caseta del reloj, un reloj de maquinaria mecánica que desde principio del siglo XX acompaña dando las horas a las gentes del pueblo. Ya dentro de la Iglesia, dedicada a la Virgen de los Desamparados, patrona del pueblo, el caminante se encuentra con un ordenado, limpio y coqueto recinto; se sienta en uno de los bancos y disfruta de su paz y de su recogimiento. La imagen de la Virgen parece observarle con curiosidad. “Cuentan que cuando la peste, trasladaron la Virgen a Cirat, porque aquí en el Tormo no hubo apestados. No sé, se creían que era gracias a la protección de Nuestra Señora. Aunque el hecho de que aquí no tuviésemos apestados tal vez fuese, porque, al estar nuestro pueblo más alto y más aireado, la epidemia no llegó a extenderse. El caso es que a los pocos días de la llegada de la Virgen a Cirat, la peste quedó controlada y ya no nos la querían devolver. Se la querían quedar para siempre. Menudos son los de Cirat, lo quieren todo para ellos”.
De nuevo en la plaza, el caminante conversa con una pareja de jóvenes veraneantes. “¿Qué cuando son las fiestas?. Ahora el pueblo está dividido por culpa de las fiestas. Unos las quieren en septiembre, cuando tradicionalmente han sido. Otros las prefieren en agosto, porque coinciden con las vacaciones. Pero, oye, no hay mal que por bien no venga. Ahora los jóvenes disfrutamos de las dos” (...) “¿Para ir al Barranco del Hambre?. Fácil, pero hay un buen trecho. Coja usted aquella pista que se ve allí al fondo, no tiene pérdida. Va subiendo hasta la Muela y después baja hasta el mismo Barranco. Pero allí ya no queda nadie”.
El caminante, mochila a la espalda, cayado de apoyo, inicia su andadura. “Cuando llegue a la rambla, si dispone de tiempo, no deje de ir al estrecho del Ontanal. Disfrutará con aquel paraje apenas visitado, ya nadie se acerca por allí. Verá el barranco con sus aguas cristalinas, el pozo de la Caldera, las minas de carbón... Yo nací en los Gavites, es la primera masía que se va a encontrar antes de cruzar el barranco. De buen gusto le acompañaría, no crea; pero ya no me quedan fuerzas para llegar”. Cuesta arriba, el pueblo se va alejando y empequeñeciendo. Al girar un recodo, un rebaño de ovejas con su pastor al frente ocupa la vereda. Los perros pastores, las envuelven, las rodean, las protegen y las dirigen con sus estudiadas carreras. Apenas ladran. El caminante saluda al pastor, se hace un hueco, pasa entre las ovejas y sigue su camino. Levanta la mirada y ve el pico de la Muela que espera su llegada. Poco a poco, desde que emprendió su andadura, va quedando atrapado por el paisaje, por sus piedras, por sus gentes. Un fuerte olor a pino y a romero lo impregna todo. Le acompaña una suave brisa. Desde que le hablaron de la existencia de aquel valle abandonado, quiso conocerlo y ahora lo tenía al alcance de la mano.
Se lo habían avisado. “Cuando llegué a la Muela se encontrará con otro valle. Si levanta la vista y se fija, en lo alto de la loma verá una ermita. Es la ermita de la Benachera. Allí todo se llama Benachera, la loma, la ermita, el caserío... Eso ya pertenece al término de Ludiente. ¿Sabe, usted?. La imagen de Sta. Rosa de Benachera la compramos un grupo de amigos de aquí, del Tormo. ¿Dónde se ha visto una ermita sin una Virgen, nos dijimos?. Así que la compramos y se la regalamos a los de Ludiente. Desde entonces se celebra una romería cada primer domingo de mayo y allí acudimos todos, unos y otros”

“¿Y la historia del muerto de la fuente Navarro, no la conoce?. La fuente Navarro es el punto donde se juntan los términos de Arañuel, Cirat, Zucaina y, desde aquel suceso, el de Ludiente. Ocurrió que un día apareció un muerto junto a la fuente, y ninguno de los tres pueblos se quería hacer cargo de él. Y allí estaba el pobre patas arriba, a la espera. Hasta que uno de Ludiente se hizo el ánimo y se lo llevó para enterrarlo cristianamente... Por eso se ve en el mapa como una lengua que llega hasta la fuente, ¿la ve?. A cambio de quedarse con el muerto, se alargó su término hasta allí.”
Hace calor. De bajada al barranco la pista se va estrechando. Parece poco transitada. La maleza invade algunos de sus tramos. El aire, denso, anuncia la llegada del barranco. La soledad lo inunda todo. También el silencio. Es como si los pájaros con su respetuoso aleteo no quisiesen turbar aquella quietud, aquel valle otrora lleno de vida y ahora abandonado. Al llegar a Los Gavites se encuentra el caminante con un caserío destrozado, algunas casas aún conservan su estructura intacta, pero las puertas y las ventanas aparecen desvencijadas. Tras las ventanas se ven restos de muebles, algunos platos rotos y algún que otro colchón. Y aunque el caminante ya había oído esa historia en alguna otra parte, se dispuso a escucharla. “Les ocurrió a los últimos que abandonaron el caserío. Habían recogido una cría de culebra y se la llevaron a casa. Le pusieron de nombre Maruja. Allí la alimentaron con leche, pero al tener que marcharse a Barcelona, la dejaron abandonada. El matrimonio volvió al verano siguiente para recoger algún objeto que para ellos tendría cierto valor sentimental y se quedaron a pasar la noche. ¿Y sabe qué?. Pues que a media noche se despertó el marido, porque notaba su pierna aprisionada y vio a la culebra Maruja que se lo estaba engullendo y que ya se le había tragado casi toda la pierna. No vea usted el susto que se pegó. La cuestión es que lograron que soltase la pierna y, según dicen, aún anda la serpiente merodeando por allí. Ande usted con cuidado”. El caminante oye a sus espaldas como un gemido y se gira. Nada, es la brisa agitando un papel en un zarzal.
Después prosigue su camino. Al otro lado del barranco le esperan otros caseríos, la Artijuela, la Casica, la casa del Tío Tadeo. “Menos la casa del Tío Tadeo, los otros caseríos ya pertenecen al término de Ludiente. No crea, hubo un tiempo que allí se ganó dinero, hasta se extrajo durante una temporada carbón de la mina. No sé por qué le llamarían el Barranco del Hambre, tal vez fuese por lo mal comunicado que está, vaya usted a saber”. Todo abandonado. El caminante reflexiona sobre el misterio de la vida y de la muerte. Una profunda congoja le recorre el cuerpo. Siguiendo la pista se encuentra el caminante con una cueva ennegrecida, antiguo refugio de ganado y quién sabe si del maquis o de bandoleros; y a los pocos metros el barranco, un pedregal sin agua y sin rastro de vida. Tras cruzar el barranco seco, aún se aprecian campos otrora trabajados, olivos abandonados, viñales yertos...
“¿Ahora en el Tormo?. Apenas llegaremos ni a ochenta los censados. Pero no crea, este pueblo en los años veinte llegó a tener una escuela mixta con más de cuarenta alumnos. ¿Y sabe qué?, los críos de la Rambla David venían cada día a la escuela. Hasta con la nieve se atrevían. Claro, que eran otros tiempos. Esto aguanta por los que mantenemos las casas y por el veraneo”.
Al otro lado del barranco la sensación de soledad y de vacío se va agrandando. Arriba, la Artijuela, un montón de casas apiñadas en la ladera, vigila desconfiada al caminante. Más abajo La casa del tío Tadeo, cerrada a cal y canto, aunque con un portalón destruido a patadas, aún conserva en su interior numerosos utensilios del último morador. “Era un señor que tenía una enfermedad degenerativa. Ya debe de haber muerto, porque hace unos años que no se le ve por allí” . Junto a la casa, una fuente y un mural de cerámica que representa la imagen de la Virgen de los Desamparados. Por el suelo descarnado, aparecen tramos de la tubería que sirvió en su momento para canalizar el agua hasta allí. Y una fecha 1995. También una parra abandonada. El vacío y la tristeza contagian poco a poco al caminante, que revive por un momento el alboroto de los niños por las cercanías de la casa, a los labradores recogiendo las olivas, el olor de un cocido recién hecho, la ropa tendida en la alambrada... Nada de eso queda. Ni rastro de aquel modo de vida, de aquel mundo arraigado a la tierra... Por un momento la desolación invade su espíritu y siente la necesidad de escapar de aquel laberinto, de huir a toda prisa de aquel abandono. Es como si con su presencia hubiese turbado la paz de aquellos que allí vivieron y que allí murieron. Se siente como un objeto extraño en un mundo ajeno a él. Como si las voces que aún perduran en la densidad del aire le inquiriesen qué pintas tú aquí, o a qué o para qué has venido. En el Tormo le espera una apetecible y sabrosa comida y no se hace de rogar. Inicia el camino de vuelta y deja para otro día la exploración de cada uno de los recovecos escondidos, de los misterios indescifrables, de los parajes olvidados, de la apiñada Artijuela, del estrecho del Ontanal, del pozo de la Caldera, de la mina de carbón...
Ya de vuelta, al alcanzar de nuevo el pico de la Muela y divisar el Tormo, desde su altura, un profundo suspiro de tensión contenida sale de su pecho; una sensación de alivio se apodera de su cuerpo, como si hubiese dejado atrás una pena indescriptible, un dolor inmenso. Se promete volver un día e indagar con más detalles cada uno de los secretos que estos parajes esconden, cada trozo de vida olvidado, cada historia perdida. Pero esa será, desde luego, otra historia.
Como cada año, en Cirat a 20 de agosto de 2005.
Ángel Sorní.
P.D. Mi agradecimiento a los habitantes del Tormo por el rato tan agradable que pasé con ellos.

El Barranco del Hambre.

Rambla David.

Los ecos del Tormo.

Los Gavites. Casa Tadeo. La Artijuela. La casica.

Salida del Tormo. Antigua carretera Cirat-Tormo. La Muela. Subir y bajar. Pista de montaña. La mina de carbón. El estrecho del Ontanal. El pozo de la Caldera. La ermita de la Benachera. Primer domingo de mayo, romería. Sta. Rosa de Benachera. La virgen la compró el Tormo, un grupo de amigos. ¿Cuándo y por qué? ¿Había una ermita sin Virgen? .¿Cómo se llama el paraje donde se sitúa la ermita?.

La peste. La virgen. Cirat. La Virgen de los Desamparados, patrona del Tormo, también de Cirat. No la querían devolver. Tal vez al estar el Tormo más alto no les afectó.

Fuente Navarro: la historia del muerto que nadie se quería hacer cargo. Lo cogió uno de Ludiente y por eso ahora tiene la manga hasta la fuente. Punto donde se juntas los términos de Ludiente, Cirat, Arañuel y Zucaina.

Posibilidad de trasladar el Tormo a un nuevo emplazamiento, a los Yermos, junto a la carretera, como alternativa a hacer el tramo de carretera. Les saldría incluso más barato. Cuándo?

La historia que se cuenta de los Gavites. La culebra Maruja, la alimentaban con leche, la dejaron en la casa, se fueron a Barcelona y al volver se lo tragaba por la pierna. Se cuenta en otros pueblos la misma historia.

Campanario barroco con dos campanas y una antigua matraca de madera en mal estado de conservación. ¿Ha sido tocada últimamente?Hay un reloj de maquinaria mecánica adosado a la torre en una caseta, que la afea y le quita prestancia. ¿Cuándo lo colocaron?. Después del de Cirat. Sobre 1910?.

El castillo del Tormo. Abu Zayd. Restos inapreciables, tal vel los basamentos de la torre mayor. Dependiente del castillo de Cirat, tal vez como puesto fortificado avanzado.

Actualmente 80 vecinos censados?. O no llegan?.
“A su madre la coneja.

A su padre el tío Porrillo

Al cura pesetero

Y a su hermano pelavivas.

La tía Valera, madre de Enrique Peña. Que compró dos casas en Cirat. 1923. Al servicio de...................Consiguió que se declarara la Torre de interés nacional. Por eso no se tiró. Dejó legada una de las casas como bilioteca para el pueblo.

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