A-life: bienvenido al universo de criaturas virtuales y virus inteligentes




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fecha de publicación06.02.2016
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Vida artificial: los herederos de Frankenstein

Maria Teresa Santoro y Rejane Cantoni

La forma más simple de generar vida no requiere más que del contacto físico entre dos operadores no especializados. Pero si, por diversas razones, los seres humanos renunciaran a este probado método, para producir “criaturas vivas” sería posible recorrer una serie de artificios que van desde lo mecánico hasta lo genético.

La idea de crear vida por medios no naturales es muy antigua. Ya desde la mitología griega se conocen versiones del mito de la vida artificial, es decir, de la creación artificial de entidades que pueden crecer, reproducirse, adaptarse y colaborar entre sí y con otros seres. Por ejemplo el caso de Talos, el gigante de bronce forjado por Hefaistos (el dios griego de la metalurgia) para proteger la isla de Creta; las doncellas de oro mecánicas de la fragata de Hefestos, que se mencionan en la Ilíada; la belleza sobrehumana de Galatea, esculpida en mármol, que cobraba vida cuando la acariciaba su creador; la figura del Golem, el hombre de barro que recibió el hálito de vida de un rabino mediante la palabra; o un pequeño muñeco de madera que el viejo Gepetto hizo para reemplazar al hijo que no podía tener.

Mientras que aquellas criaturas son animadas a través de un “soplo divino” o de procedimientos mágicos, la novela Frankenstein, o el Moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley, trata del primer caso en que una criatura es animada por procedimientos científicos. El galvanismo, por ejemplo, era una tesis que se discutía en la época y que Shelley utilizó para dar vida al monstruo [1].

Esa estrategia demostró ser bastante eficiente. La ficción creada por Shelley, además de llegar a ser mundialmente famosa, dio origen al desarrollo de otros Frankenstein en distintos contextos. Quiere decir que pese a la promesa de auodestrucción, sabemos que Frankenstein tuvo muchos “descendientes” [2].

Partiendo de la hipótesis de que crear algún tipo de vida por medios no naturales es posible, diversos experimentos científicos vienen construyendo seres artificiales que poseen propiedades de la “vida natural”. Según el consenso científico corriente [3], esto se traduce en seres con las propiedades de autoorganizarse, evolucionar, reproducirse y adaptarse a una diversidad de medios.
A-LIFE: bienvenido al universo de criaturas virtuales y virus inteligentes


De todas las criaturas artificiales ya producidas, seguramente nuestros semejantes más distantes (esto es, más distantes de un modelo natural), son las nuevas categorías de organismos generadas a partir de bits informáticos.

En la pantalla de una computadora hoy se puede ver nacer poblaciones de seres virtuales, que cooperan entre sí y hasta construyen ecosistemas. Un ejemplo de esto son los terribles virus informáticos, capaces de reproducirse, de mutar, de protegerse de cualquier intento de combatirlos, o las extrañas y sin embargo simpáticas criaturas de los juegos informáticos, como los Norms en Creature, los peces tropicales de Aquazone y los “humanos” de The Sims, que podrían considerarse fácilmente “vivos” de encontrarlos en la naturaleza [4].

Frecuentemente se asocia el origen de la vida artificial en la computadora a las primeras investigaciones de la ciencia informática. En 1954, John von Newmann, inspirado en las ideas de Alan Turing [5], especula sobre la imitación artificial de la vida en dos experimentos hipotéticos donde las máquinas matemáticas podrían emular (o replicar) cualquier otra máquina al infinito.

En la primera experiencia imaginada por von Newmann un robot habita un lago repleto de artefactos mecánicos. Ese robot es un constructor universal. A partir de un manual de instrucciones, puede juntar las partes apropiadas y construir cualquier máquina, incluso réplicas de sí mismo. Las nuevas máquinas hipotéticas también pueden construir otras máquinas o copias de sí mismas. Además de las copias, se preven pequeñas alteraciones arbitrarias en el modus operandi de esa “fábrica” imaginaria. Aquellas alteraciones sirven para causar mutaciones en las réplicas, dentro de una idea de proceso evolutivo donde las máquinas matrices dan origen a otras más complejas.

El segundo experimento, llamado por von Newmann “autómata celular”, es un modelo matemático de esa fábrica imaginaria, es decir, un equivalente lógico-formal del robot constructor [6].

La implementación que se transformó en un ejemplo clásico de las ideas de von Newmann es el Game of life. Creado por el matemático John Horton Conway, a fines de los años sesenta, fue adaptado a una computadora por William Gosper y equipo (MIT), en ese juego el proceso de aplicación recursiva de las reglas produce modelos repetitivos que se parecen a objetos animados que viajan a través de un tablero [7].

Sólo se estableció aquel tipo de vida como un área de investigación o disciplina en setiembre de 1987, durante la 1ª Conferencia Mundial sobre Vida Artificial (A-Life), en la ciudad de Los Alamos, Nuevo México. Organizada por Christopher Langton, en esa conferencia se llegó a un consenso sobre lo que es vida artificial. Se califica a un organismo artificial como “vivo” si posee las siguientes capacidades: 1) evolucionar a partir de una idea de selección natural; 2) tener un programa con instrucciones para operar y reproducir; 3) desarrollar complejidad[8]; 4) engendrar autoorganización.

La instalación interactiva Galápagos [9], del biólogo y artista Karl Sims, es un ejemplo actual de aquella formula. Exhibida entre 1977 y 2000, en el ICC de Tokyo, esa obra permitía al visitante controlar la evolución de organismos virtuales, seleccionando (esto es, permaneciendo de pie sobre sensores, instalados frente a monitores de computadora) los organismos que le parecían ser más interesantes desde el punto de vista estético. Como resultado, los organismos no seleccionados se removían, mientras que los organismos seleccionados sobrevivían, encontraban pareja, mutaban y se reproducían.

Si los organismos virtuales producidos por Game of life o por el proyecto Galápagos pueden o no ser considerados “vivos”, ése es un tema de debate. Cuando se le preguntó a Christopher Lagton, investigador estrella de A-Life, si había visto alguna cosa viva en la pantalla de su computadora respondió:

Sí, pero sabía que en esto dejaba atrás el terreno científico. Se trató solamente de una reacción intuitiva y neurobiológica de mi parte. Cuando era estudiante, trabajaba hasta la noche tarde en el laboratorio de informática de un hospital. En una de las computadoras hacía correr una versión del Juego de la vida. De repente, tuve la impresión de una presencia. Estaba seguro de que uno de mis amigos estaba allí para sorprenderme. Pero nada. También imaginé que uno de los animales del laboratorio había salido de su jaula. Pero tampoco era así. En ese momento giré en dirección de la pantalla de la computadora y vi a un modelo extraño salir del Juego de la vida. Y supe que él era la presencia. Una vez más, aquello no era racional, pero esta experiencia sin dudas puso un sello definitivo a mi interés por la vida artificial. [10]

Robots: ellos y nosotros



Basta mirar alrededor para saber que la vida artificial no se limita a las pantallas de las computadoras. Otro campo de investigación donde prolifera es la robótica, que promete poblar el ambiente en que vivimos con robots autónomos de formatos variados como humanoides, mascotas, insectos y nanopolvaredas.

El término robot, que define una máquina o mecanismo programable diseñado para desempeñar (de forma similar al hombre) tareas complejas como caminar y hablar, se origina en las palabras checas robota y robotinik, que significan respectivamente trabajo forzado y esclavo.

La palabra fue acuñada en 1920 por el escritor checo Karel Capek [11] en su obra teatral R.U.R. (Rossum’s Universal Robots). En el argumento creado por Capek, R.U.R. es una industria especializada en la construcción de “esclavos artificiales”, capaces de sustituir al hombre en trabajos poco interesantes. Construidos a gran escala y provistos de inteligencia, esos artefactos no tardan en superar a sus maestros, lo que los califica para actuar en ambientes hostiles, por ejemplo, como soldados en situación de guerra. En esta pieza teatral, la misión provoca la rebeldía de los autómatas, que se alzan contra sus maestros, la raza humana.

El concepto de robots humanoides existía ya antes de que el escritor checo inventara la palabra. Leonardo da Vinci, en sus estudios sobre la antomía humana, proyectó el equivalente mecánico de un hombre. En el siglo XVII, artesanos japoneses crearon un autómata (karakuri) que era capaz de servir té. Otro ejemplo de criatura mecánica es el famoso pato de Jacques de Vaucanson (S. XVIII). Este artefacto fue conocido por la articulación realista de las partes de su cuerpo, por comer, digerir y defectar de modo automático. Vaucanson construyó además otras tres criaturas humanoides: un ejecutante de mandolina que llevaba el compás con un pie, un pianista que parecía respirar y movía la cabeza y un flautista. Aquellos trabajos inspiraron otros. Pierre Jacquet-Droz y Henri-Louis, por ejemplo, construyeron una criatura que hacía que respiraba y miraba al público, luego miraba sus manos y la partitura mientras tocaba un órgano. Henri Maillardet construyó un autómata capaz de escribir en inglés y en francés y dibujar una variedad de landscapes.*

No obstante su complejidad mecánica, aquellos primeros autómatas, a diferencia de los personajes de R.U.R., no podían pensar, crear ni reaccionar; simplemente desempeñaban tareas con una precisión de reloj suizo.

La robótica alcanzó su estado actual de desarrollo recién con la llegada de la computación y de la inteligencia artificial, que hicieron posible la inclusión de algún tipo de “cerebro” en los robots. El primer paso en esa dirección se dio en 1950, cuando Alan Turing, en el artículo “Computing machinery and intelligence”, propone una definición operacional de pensamiento. Su experimento, Imitation Game (que se conoce como Test de Turing), sugiere que en vez de preguntarnos si una máquina puede pensar, deberíamos comprobar si es capaz de superar un test de inteligencia. En el mismo, una máquina se considera inteligente si no existe diferencia entre su conversación y la de un ser humano.[12]

Todavía en la misma década, John McCarthy y Marvin Minsky enfrentaron el desafío de construir máquinas capaces de simular el comportamiento cognitivo humano. A finales de los años cincuenta, estos científicos fundaron el laboratorio de inteligencia artificial del MIT, el primer laboratorio dedicado a la construcción de robots y al estudio de la inteligencia humana –ya que entender cómo funciona la mente es una parte clave del problema de simularla.

Esta historia tuvo ciclos de éxitos y de fracasos. El plan de construcción de máquinas con inteligencia artificial se encuadra en dos vertientes principales: Al weak y Al strong. La última sostiene que las máquinas inteligentes pueden ser conscientes, mientras que la primera no apoya este argumento. Esa es la situación de las investigaciones. ¿Pero cómo se traduce eso en robots?

Muchos especialistas en robótica han construido máquinas programadas con “inteligencia”, pero sin “conciencia”. Un ejemplo actual del estado de las investigaciones en robots humanoides es el Honda P3. El P3 tiene la apariencia antropomórfica de un astronauta, pesa 130 kilos, mide 1,60 m. y puede caminar, subir escaleras y abrir y cerrar puertas de un modo casi humano. A pesar de no ser todavía totalmente autónomo (su comportamiento fue exhaustivamente programado paso a paso), sus cualidades le permitieron asumir la función de recepcionista de IBM, ganando el envidiable salario de 180.000 dólares al año.

Además de los humanoides (que ya ocupan nuestros empleos y que, se supone, nos destruirán), otro proyecto que le saca el sueño a mucha gente es el de Smart Dust. Desarrollado por el ingeniero Kris Pister y equipo, en la Universidad de California (UC Berkeley), esa investigación apunta a la creación de robots muy simples, pero minúsculos (aproximadamente de 1 milímetro cúbico por unidad). Combinados en millares en un único network, ellos podrían ser capaces de hacer cosas extraordinarias. Desde un punto de vista optimista, la lista de ventajas de uso de los robots superpequeños incluye desde la transformación de todo el ambiente en un robot invisible, hasta su introducción en un cuerpo humano, lo que podría expandir nuestros sentidos e incrementar la fuerza de nuestro sistema inmunológico.

Sin embargo, las previsiones sobre la evolución de los robots superpequeños no siempre son optimistas. En la obra de ficción The Diamond Age, de Neal Stephenson, esta tecnología anuncia tiempos terribles para la raza humana [13]. Según la visión del autor, millares de máquinas minúsculas, denominadas toners, iniciarían una guerra aérea y se expandirían como nubes de polvo negro. Distribuidas en el ambiente como caspa en los hombros de las personas, controlarían sus movimientos, al servicio de grupos poderosos, de corporaciones o de sujetos sin escrúpulos. Inyectadas en la corriente sanguínea de un individuo, los pequeños monstruos podrían destruirlo a partir de una sencilla señal de radio ejecutada a distancia.

Para bien o para mal, la mayor parte de las tecnologías corrientes todavía funcionan fuera de nuestros cuerpos (por ejemplo, celulares, laptops, agendas electrónicas). Sin embargo, esta situación empieza a cambiar. En casos dramáticos, como en deficiencias y otros problemas clínicos, algunos dispositivos externos están siendo implantados internamente (por ejemplo, implantes de cóclea en el oído interno, de ojos biónicos, etc.). Suponiendo que estas tecnologías lleguen a ser más comunes, se impone la pregunta de si también las utilizaremos para extender los límites de nuestros cuerpos.

Para el especialista inglés Kevin Warwick no quedará otra alternativa. Actualmente la inteligencia humana supera la inteligencia robótica, pero esto comienza a cambiar. Considerando el ritmo de los avances tecnológicos, en los próximos años los robots serán más inteligentes y poderosos que los humanos, lo que puede significar que viviremos en un mundo R.U.R. dominao por robots. Para el investigador, una solución será ampliar las capacidades de nuestros cuerpos, transformándonos en cyborgs [14]. Kevin Warwick ya experimenta en esa dirección. El 14 de marzo de 2002 se sometió a una cirugía para implantar una interfaz electrónica directamente en su sistema niervioso, lo que le permite interactuar de manera más íntima e inmedita con computadoras y seres humanos. [15]

Warwick no está solo en las predicciones y en los métodos. Analizando las tendencias de la evolución tecnológica, el director del Artificial intelligency Laboratory del MIT, Rodney Brooks, en su libro Flesh and Machines sugiere que a mediados del siglo XXI tanto los robots como los seres humanos tendrán, inevitablemente, otra naturaleza.

“A mediados del siglo XXI los robots tendrán componentes de silicona, de acero, de titanio, tal vez hasta de algún arseniato de galio, y ciertamente una variedad de otros materiales y superconductores, y polímeros, y estructuras que difícilmente podamos imaginar. Nuestros cuerpos también contarán con todas esas tecnologías. Pero nosotros y nuestros robots estaremos también repletos de nuevos tipos de tecnologías – manipulaciones biotecnológicas...

Estamos en camino hacia profundos cambios en nuestro genoma. No se trata de mejorías dirigidas a lograr humanos ideales, como se teme. En realidad, tendremos el poder de manipular nuestros cuerpos como manipulamos actualmente el design de las máquinas... No hay por qué preocuparse de que simples robots nos superen. Nosotros nos superaremos a nosotros mismos con proyectos de manipulación de cuerpos y con capacidades que facilmente podrán igualarse a la de cualquier robot.

La distinción entre nosotros y los robots va a desaparecer.” [16]

Hello Dolly!


Una forma de creación de vida artificial que generó mucha polémica es el clon. En su etimología, clon viene de la palabra griega klon, que significa brote vegetal.

La clonación es el proceso de reproducción de la vida originada de otra, un fenómeno de división celular encontrado en la naturaleza en animales invertebrados, en las plantas y en la creación de gemelos univitelinos. Por lo tanto, clon es la denominación que se da al grupo de organismos o de otra materia viva que posee el mismo patrimonio genético de otro.

Los científicos han tenido siempre curiosidad por la conocida división celular encontrada en la naturaleza y se han preguntado por la posibilidad de clonar organismos más complejos.

Basados en las investigaciones del alemán Hans Spemman sobre la separación artificial de células de embriones, [17] en 1952 los biólogos norteamericanos Robert Briggs y Thomas King desarrollaron en Filadelfia un método artificial de división celular llamado transplante nuclear o transferencia de núcleo celular. En sus experimentos, Briggs y King removieron el núcleo [18] de una célula embrionaria de un organismo y lo transplantaron a un óvulo no fecundado de otro organismo de la misma especie. El óvulo transplantado, acomodado en una incubadora nutricia, se dividió y creció, lo que provocó el nacimiento de un primer clon de un embrión de sapo, un renacuajo. Briggs y King se valieron sólo de células embrionarias, porque ellas aún no estaban especializadas ni eran capaces de desarrollar todo un organismo.

Experimentos con células especializadas adultas fueron desarrollados entre los años sesenta y setenta, entre otros, por el biólogo molecular John Gurdon, en Inglaterra. Gurdon en sus experimentos explora la posibilidad de transformar células especializadas adultas en células totipotentes, o sea, células capaces de desarrollar un organismo completo. Él utilizó el núcleo de células del intestino de renacuajos y, luego de transferirlo a células sin núcleo, produjo clones de sapos. Las experiencias siguientes con animales vertebrados, entretanto, fueron frustrantes y los pocos animales que nacieron, no sobrevieron a la edad adulta.

La oveja Dolly, clonada a partir de una célula adulta o célula diferenciada en 1996, fue el primer éxito en el transplante nuclear de un mamífero. En este experimento, el embriólogo escocés Ian Wilmut, del Instituto Roslin, de Edimburgo, aisló el núcleo de una célula mamaria de una oveja adulta y, a través del cultivo in vitro, esta célula volvió a tener las mismas características de una célula embrionaria. En laboratorio, la nueva célula embrionaria fue implantada en un óvulo no fertilizado de otra oveja, que comenzó a comportarse como un óvulo recién fecundado por un espermatozoide. El siguiente paso fue implantar ese óvulo en el útero de una oveja de raza Scottish Blackface, lo que dio origen a Dolly, una pequeña oveja blanca idéntica al donante original, es decir, con el ADN heredado de la oveja blanca de raza Finn Dorset.

Wilmut explica el nombre de la oveja relacionándolo con la cantante norteamericana de música country: “No hubiéramos podido pensar en ningún otro conjunto tan impresionante de glándulas mamarias como el de Dolly Parton” [19].

El experimento de Dolly pareció abrir un camino concreto a la clonación humana y los científicos creyeron que éste sería un método fácilmente aplicable a las personas que no pudieran tener hijos. Además de ser tapa de revistas en todo el mundo, la fiebre que Dolly causó hizo surgir ideas fantásticas sobre la posibilidad de generar bebés sin defectos y más saludables, seres superiores y más inteligentes. Ideas aún más fantásticas fueron las de clonar a Jesucristo a partir de una muestra de sangre del Santo Sudario, o la clonación de momias intactas. Era demasiado prematuro y luego surgieron los problemas.

Desde el nacimiento de Dolly las cuestiones éticas y políticas sobre la posibilidad de clonación humana han encendido inflamados debates en la sociedad, en la Iglesia y entre los propios científicos. Dos días después de haber sido anunciada la clonación de Dolly, en febrero de 1997, el presidente Clinton organizó una comisión nacional de bioética para discutir las implicancias de la clonación, y en los Estados Unidos, así como en la mayoría de los países occidentales, la clonación de embriones humanos está oficialmente prohibida desde entonces.

A pesar de las prohibiciones legales, en abril de 2002, la revista New Scientist publicó la noticia de que el médico italiano Severino Antinori había clonado un embrión humano con finalidades reproductivas y su gestación tendría ya 8 semanas. El argumento de Antinori y de sus colegas a favor de la clonación humana es que tal procedimiento no presenta riesgos, dada la posibilidad de examinar los patrones epigenéticos anormales en embriones antes y después de la implantación.

Mientras tanto, la presidente de Clonaid [20], la “obispa” raeliana [21] Brigitte Boisselier, lanzó el 26 de diciembre de 2002 la bomba informativa del nacimiento del primer clon humano. Según Boisselier, Ph.D. en física y química biomolecular, la niña clon, llamada Eve (Eva), sería la copia de su madre, una norteamericana de 31 años. Como divulgó Clonaid, Eve fue generada a partir de los mismos procedimientos utilizados para producir la oveja Dolly. No se divulgaron otras informaciones técnico-científicas. Hasta enero de 2003, Clonaid no presentó pruebas de la identidad entre el ADN de la mujer clonada y el de la niña clon. Es difícil saber cuánto hay de científico o de mentira en esto.

Verdadera o falsa, la noticia de la clonación humana vuelve a encender el debate sobre los riesgos que puede correr un bebé clon. Los científicos que se oponen a la clonación humana, dudan, por ejemplo, de la seguridad de los experimentos actuales. La muerte de muchos embriones clonados apunta a problemas en la eficiencia del método de clonación: demuestra que los especialistas no conocerían todo el funcionamiento de los genes durante el desarrollo del embrión ni serían capaces de controlarlos artificialmente. La comunidad científica viene testeando cuestiones sobre la eficacia de la célula tronco (diferenciada o adulta). En el pasado reciente se creía que ésta era una célula “comodín” que podía asumir las funciones de cualquier tejido animal. En marzo de 2002, el científico japonés Naohiro Terada, de la Universidad de Florida, cuestionó su pluripotencia mediante un experimento donde comprobó que las células tronco simplemente se habían fundido con las células embrionarias.

Además de esto, Dolly y otros animales clonados nacieron más grandes que lo normal, presentan problemas de envejecimiento precoz, defectos en el pulmón, el corazón y el hígado. Una vez más los científicos explican que, hasta ahora, no se sabe exactamente si la reprogramación de la célula diferenciada es perfecta o no.

Mientras se abren debates principalmente debido a las actuales limitaciones científicas y tecnológicas [22], una brecha parece animar a los investigadores de las áreas farmacológica, biológica, médica, etc. Según estos científicos, el tiempo venidero será de nuevas drogas y de una alimentación más nutritiva, desarrollada por medio de la clonación de animales y plantas. Con el conocimiento obtenido del experimento de Dolly y la suma de nuevas informaciones aportadas por otras experiencias de clonación, los especialistas en medicina genética ya están trabajando en torno de un nuevo paradigma: en vez de clonar nuevas criaturas, quieren transformar las actuales en seres perfectos a través de la medicina regenerativa. Esto es un retorno a la idea de personas libres de defectos congénitos, de problemas degenerativos, accidentes y enfermedades.

Un ejemplo de esto ocurrió en diciembre de 1998, en Inglaterra, cuando el Consejo de Fertilización y de Embriología Humana y la Comisión del Consejo de Genética Humana liberaron la investigación con embriones humanos, pero recomendando que se debe restringir a los propositos de corregir enfermedades genéticamente adquiridas y de desarrollar nuevos tratamientos para órganos y tejidos dañados (es decir, en la medicina regenerativa). Esto significa que, incluso con los riesgos, los debates éticos, las prohibiciones y predicciones apocalípticas que esta investigación provoca (la posibilidad de generar ejércitos artificialmente o el espectro de la eugenesia), el campo más promisorio parece ser el de la clonación terapéutica, que apunta a la utilización del material genético de células de pacientes para crear células que reparen o reconstituyan otras que no funcionan o que están enfermas, proponiendo alternativas de tratamiento para varias enfermedades.

A pesar de que la investigación científica no se encuentra oficialmente ni de un modo comprobado en un estadio de creación de vida humana artificial, su actual situación da a entender que se encamina hacia un futuro inevitable, en el que el hombre tendrá un mayor conocimiento de la vida y la habilidad suficiente para su manipulación.

¡Felicitaciones: es un híbrido!
El siglo XXI es testigo de la infiltración de la vida artificial en nuestro medio ambiente. Superada la barrera de la clonación, el hombre ya puede crear seres biológicos de forma artificial. Otras formas de vida artificial, robots y criaturas informáticas, hoy son también una realidad.

¿El próximo paso? Todo indica que incorporaremos esas tecnologías en nuestros cuerpos, es decir, los herederos de Frankenstein serán seres híbridos, mixturas biotecnológicas, criaturas sintéticas y otras no tanto.

No se trata más de una ficción. El arte transgénico de Eduardo Kac exhibe en este momento algunos de estos casos. Alba, creada en 2000, es una coneja transgénica fluorescente verde, resultado de la inserción en sus genes de la proteína GFP K-9 (Green Fluorescent Protein), aislada de una de las más antiguas y resistentes amebas del océano Pacífico, Aequorea Victoria, que emite una luz verde brillante cuando se la expone a la luz UV o luz azul [23].

Y ella no es el único ejemplo. En la instalación The Eighth Day (2000-2001), el artista da un paso más allá. Simula todo un sistema ecológico artificial que agrega formas de vida transgénicas y un biobot (un robot que posee un elemento biológico activo, esto es, una colonia de amebas-GFP que actúan como células cerebrales). Encerrado en una cúpula de vidrio (plexiglas) de 1,20 m. de diámetro, ese “extraño mundo nuevo” permite visualizar criaturas bioluminiscentes como plantas, amebas, peces y ratones. Al igual que la coneja Alba, estos organismos sufrieron alteraciones en su código genético mediante la introducción del gen responsable de la producción de la proteína verde fluorescente [24]. Por Internet, el usuario remoto puede sumergirse en ese ecosistema transgénico a través de los ojos del biobot. Le toca al usuario imaginar lo que sucederá en el caso de que el vidrio se quiebre.

Como sugieren estos trabajos, las nuevas formas de vida artificial, cualquiera sea, han venido para quedarse y para cambiar una vez más nuestras vidas y nuestra percepción de nosotros mismos y del mundo. Victor Frankenstein se fugó de su proyecto luminoso, era un exceso científico. Y en cuanto a nosotros, ¿estamos ya preparados para las nuevas criaturas?


Notas y referencias bibliográficas



1. Shelley narra la história de un estudiante de ciencias naturales, Victor Frankenstein, quien descubre la fórmula para dar vida a un cuerpo inanimdado. Con partes de cadáveres, construye un ser gigantesco y lo anima por medio del galvanismo. En la época de Shelley, científicos y médicos experimentaban y aplicaban la electroterapia a partir del descubrimiento de que el nervio humano y animal podían ser excitados mediante la electricidad. La investigación trabajaba con la estimulación nerviosa en el tratamiento de defectos como la ceguera y la sordera y enfermedades como parálisis, afasias y convulsiones.
2. Múltiples versiones de Frankenstein fueron hasta hoy reeditadas, traducidas, filmadas, interpretadas, etc. En el cine, los filmes de los descendientes de Frankenstein explotan la idea de que él no murió. Son apariciones aterradoras que asumen varios nombres y distintas caracterizaciones. El primer filme de Frankenstein es de 1931, una producción de los Estudios Universales, que poco antes habían asombrado al mundo con Drácula, un gran éxito comercial del género de terror. Aquel filme lanzó a Boris Karloff como actor de éxito de filmes de terror, en la piel del monstruo. En 1935 el cine presenta La novia de Frankenstein, de James Whale, que comienza con Mary Shelley contando al grupo de Ginebra que el monstruo no murió, narrando la continuación del primer filme. En una secuencia de éxitos de taquilla, aparece, todavía en los años treinta, el filme El hijo de Frankenstein. Otras versiones son de 1958, La hija de Frankenstein, y la comedia El joven Frankenstein, de 1974, con dirección de Mel Brooks. Entre las versiones más recientes se encuentra la ficción de 1990, Frankenstein unbound, de Roger Corman, basada en la novela del mismo nombre, de 1973, escrita por Brian Aldiss. Otro ejemplo de vida artificial encarnada en la figura humana lo constituyen los replicantes de Blade Runner, filme de 1982, donde los androides del futuro son creados por la Tyrell Corporation, para ser “more human than human”.
3. Semejante esfuerzo es interdisciplinario y abarca a varias áreas del conocimiento, como la biología, la química, la física, la ingeniería y la ciencia informática, entre otras.
4. Creatures, Aquazone y The Sims son juegos informáticos que simulan autoorganización, reproducción y comportamiento de seres vivos. En estos juegos las criaturas están programadas para “pensar” y “actuar” por sí mismas.
5. La investigación de Turing, además de la máquina universal, también desarrolló una vertiente biológica. En 1952 él publica un artículo sobre morfogenesis (un desarrollo matemático de formas biológicas). Margaret A. Bolden resume aquella idea de Turing: “He proved that relatively simple chemical processes (described in abstract mathematical terms) could generate new order from homogeneous tissue. Two or more chemicals diffusing at different rates could produce ‘waves’ or differential concentrations which, in an embryo or growing organisms, might later prompt the repetition of structures such as tentacles, leaf-buds, or segments.” [Margaret A. Bolden. The philosophy of artificial life (New York: Oxford University Press, 1996) p. 5].
6. El autómata celular de von Newmann básicamente es un espacio matricial hecho de muchas células y una tabla de reglas. Las reglas determinan cómo cada célula modifica su estado, teniendo en cuenta el estado de las células vecinas. A medida que transcurre el proceso, la estructura celular original transforma las células vecinas a su estado, es decir, la célula original se duplica en la matriz. Además de esto, el sistema tiene previstas pequeñas modificaciones randómicas (mutaciones) que pueden pasar a las futuras generaciones. Recordemos que 6 años después de la muerte de von Newmann, dos investigadores americanos, Francis Crick y James Watson, revelaron la estructura del ADN. Ese descubrimiento, que les valió el Premio Nobel, permitió comprender cómo opera la reproducción a nivel molecular. El dato sorprendente es que la lógica utilizada por la naturaleza se parece a la lógica del autómata celular descripto por el matemático von Newmann.


  1. El juego de Conway es una simulación de procesos vitales. Para jugarlo se necesita un tablero como el de ajedrez (haciendo de cuenta que este es un plano infinito compuesto de células) y piezas de 2 colores (los organismos). Cada célula del tablero tiene 8 células vecinas (4 adyacentes en ángulo recto y 4 adyacentes en diagonal). El juego se inicia con una configuración simple de piezas ocupando cada célula y, luego, se aplican las reglas genéticas de Conway. Estas reglas son: 1) supervivencia: cada pieza 2 o 3 vecinas sobrevive a la próxima generación; 2) muerte: cada pieza con 4 o más vecinos muere por superpoblación y cada pieza con 1 vecino muere por aislamiento; 3) nacimiento: cada célula vacía adyacente a exactamente 3 vecinos es una célula nueva que será ocupada en el próximo turno.




  1. Una definición corriente de sistema complejo es la de aquel cuyas partes interactúan

con tal elaboración que el resultado no puede ser previsto por ecuaciones lienales, siendo que el número de variables operando en el sistema y el comportamiento general que resulta sólo pueden ser comprendidos como una consecuencia emergente de una miríada de comportamientos internos [Margaret A. Bolden. The philosophy of artificial life ( New York: Oxford University Press, 1996)].
9. Site: http://www.genarts.com/galapagos/
10. Pierre-Yves Frei, L’HEBDO, 4 de enero, 1996, pg. 36-37.
11. Algunos autores sugieren que el verdadero autor del término fue Josef Capek, hermano de Karel. [Stuart J. Russell y Peter Norvig. Artificial intelligence: a modern approach. (New Jersey: Prentice-Hall, Inc. 1995) p. 810].
12. En su formulación original, el test de Turing (o Imitagion Game, nombre original dado por Turing) es un juego donde un hombre y una mujer, ubicados en habitaciones diferentes, se comunican con un entrevistador por medio de un teletipo. El hombre debe convencer a quien lo entrevista (respondiendo sus preguntas) de que es la mujer, mientras que ella intenta comunicar su identidad real. En un momento dado del test el hombre es reemplazado por una máquina y si quien interroga no es capaz de distinguir a la máquina de aquel que es humano, entonces la máquina habrá superado el test, lo que daría como resultado que la máquina es inteligente. Versiones actuales del test de Turing reemplazan la mujer por otra persona (hombre o mujer). También las habitaciones se reemplazan por un único ambiente donde se encuentra o una persona o una máquina, y el entrevistador tiene que determinar si está dialogando con una persona real o con un artefacto [Alan Turing. “Computing machinery and intelligence”. Mind 59, 1950, pp. 433-460].
13. Neal Stephenson. The Diamond Age. (New York: Bantam Books, 1996).
14. Un cyborg es un organismo cibernético, en parte humano, en parte máquina.
15 Site: http://www.rdg.ac.uk/kevinwarwick/Info/home.html
16. Rodney A. Brooks. Flesh and machines: how robots will change us. (New York: Pantheon Books, 2002) pp. 233-236.


  1. Al iniciarse el siglo XX, el embriologista Hans Spemann (1869-1941) experimentó con la separación de células de embriones y obtuvo en 1935 el premio nobel por sus investigaciones sobre el principio organizador de esas células en su desarrollo, mostrando que la célula embrionaria retiene la información genética para crear un nuevo organismo, proponiendo la posibilidad e un método de clonación. [The Official Web Site of The Nobel Foundation, 23 de julho de 2001].


18. El núcleo es la estructura celular que contiene la mayor parte del material genético y controla el crecimiento y el desarrollo del organismo.
19.John Carey, Bussines Week, 10 de marzo, 1997. pp. 37-38
20. CLONAID entrará en la historia como la primera compañía de clonación humana. Fundada en febrero de 1997, por el ex-periodista Claude Vorilhon (conocido como Raël) la compañía, conforme al site oficial (http://www.clonaid.com), se dedica a comercializar una vasta gama de productos : CLONAID™, producto para clonación humana; INSURACLONE™, kit genético de almacenamiento de células humanas;

OVULAID™, servicio para escoger la apariencia de un futuro bebé; CLONAPET™, producto para clonación de mascotas.
21. El movimiento raeliano es una organización religiosa de alcance internacional que pregona la existencia de una raza humana extraterrestre, denominada Elohim (nombre extraido de la Biblia para representar la palabra Dios), que utilizó la ingeniería genética y el ADN para crear vida en la tierra. El movimiento también cree en la estirpe de Elohim y en sus técnicas de clonación para la resurrección de Jesús. De acuerdo con Raël, líder de la secta, el progreso de las investigaciones en clonación representa la clave para la vida eterna.
22. Sobre el desarrollo y la reprogramación del gen y de la seguridad de clonación de seres humanos.
23. Site: http://www.ekac.org/gfpbunny.html
24. Site: http://www.ekac.org/8thday.html


* NdT.: en inglés en el original.




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