descargar 213.49 Kb.
|
4.2 Epicuro de Samos En el siglo III a.C la bandera del hedonismo fue portada por Epicuro de Samos. En el año 306 a. C. Epicuro adquirió la finca llamada “El Jardín” en las afueras de Atenas y fundó su escuela de filosofía, formada tanto por varones como por mujeres (gran novedad en las escuelas griegas), en ella vivió aislado de la vida política y de la sociedad, practicando la amistad y la vida estética y de conocimiento. El objetivo de esta filosofía es el arte de la vida, la realización de una vida buena y feliz. Según nuestro filósofo, la Naturaleza ha puesto como objetivo de todas las acciones de los seres vivos (incluidos los hombres) la búsqueda del placer, como lo muestra el hecho de que de forma instintiva los niños y los animales tienden al placer y rehuyen el dolor. El placer y el dolor son pues los motivos fundamentales de todas las acciones de los seres vivos. El placer puro es el bien supremo, el dolor el mal supremo. Los placeres y sufrimientos son consecuencia de la realización o impedimento de los apetitos. Distingue Epicuro tres clases de apetitos:
Dado que el hombre está formado por cuerpo y alma habrá dos tipos generales de placeres:
Aunque el placer es un bien y el dolor un mal, no es inteligente elegir siempre el placer y rechazar siempre el dolor: debemos rechazar los placeres a los que les siguen sufrimientos mayores y aceptar dolores cuando se siguen de ello placeres mayores. Antes de obrar hay que pesar cuidadosamente el placer o el dolor que se seguirá de ello y establecer un balance placer-dolor. Así, por ejemplo, aunque no resulte placentero ingerir una medicina, debemos hacerlo pues de un pequeño mal se seguirá un bien mayor, de la misma manera no es conveniente comer y beber demasiado pues de un placer se puede seguir un mal mayor. Epicuro consideró que la filosofía tiene una doble tarea: combatir las ideas falsas que fomentan el miedo y el sufrimiento y crear en el sabio un estado de ánimo o talante favorable en toda circunstancia y lugar. Entre aquellas ideas hay que incluir fundamentalmente el miedo al dolor, el temor a la muerte, a los dioses y al destino. Para evitar estos temores Epicuro propone el cuádruple remedio, el tetrafarmakon.
En conclusión: no hay que renunciar a los placeres corporales sino ordenarlos y administrarlos de cara al bienestar físico y espiritual. La razón representa un papel decisivo en lo que respecta a nuestra felicidad: nos permite alcanzar el estado de total sosiego (ataraxia), de absoluta imperturbabilidad ante todo (Epicuro lo compara con el total reposo del mar cuando ningún viento mueve su superficie) y nos da libertad ante las pasiones, los afectos y los apetitos. El sabio alcanza la vida buena y feliz gracias a esta autonomía frente al dolor y los bienes exteriores, a los amigos con los que convive y a su aislamiento respecto de lo social. 5. Los cínicos. Otro grupo, otra escuela que tiene mala fama, es la de los cínicos. Hoy, si alguien llama cínico a otra persona no le esta tirando flores precisamente, está afirmando que esa persona carece de convicciones morales y se burla de los que creen saber que es lo correcto; como el cínico carece de convicciones hace siempre lo que más le conviene en cada caso sin atender a la bondad o maldad de la acción o a sus consecuencias sobre otras personas. ¿Es justificada la mala fama del cínico? Para responder a esta pregunta debemos remontarnos a los orígenes de este grupo. Sócrates no llego a definir la virtud, con lo que dejó la puerta abierta para que otros la definieran a su manera. Así para Aristóteles la virtud era prudencia y moderación, mientras que para Aristipo la virtud consiste en la búsqueda del placer. Entre los discípulos de Sócrates destaca Antístenes, fundador de la escuela de los cínicos (del griego kynos, perro, perruno), llamados así por sus extravagantes maneras de vivir: austeros hasta la mendicidad, “pasando” de usos, de costumbres y de convenciones sociales. El más famosos de ellos (siglo IV a.C) vivía en un tonel y satisfacía sus necesidades donde le apetecía, era Diógenes. Otro Crates de Tebas, abandono a su familia y sus riquezas para ir por el mundo mendigando. Entre sus filas aparece Hiparchía, la mujer sabia, la primera mujer filósofa que aparece en los libros. Los cínicos defendían que la vida humana debería seguir los dictados de la naturaleza. Una vida sencilla, frugal, adaptada al medio como la de los animales, ¡la vida de un perro!, según sus detractores, por ello fueron llamados “cínicos”. El cínico por tanto no se guiará por las convenciones o los usos sociales sino por la virtud natural: ¡vivir según la Naturaleza! Así, por ejemplo, no respetará las normas de educación o cortesía, no tendrá pudor alguno, no se someterá a ninguna ley humana pues el cínico solo se somete a la Naturaleza. Desde el punto de vista político el cínico es un ciudadano del mundo, un cosmopolita (“cosmopolites” es un término inventado por Diógenes) que no reconoce más patria que la humanidad entera. No reconocen banderas, ni patria, ni raíces. Necesitan horizontes amplios para poder vivir. 6. Los estoicos. Abstine et sustine! ¡Domínate y aguanta! Este era el lema de los estoicos, los filósofos que explicaban su doctrina en el pórtico (“estoa”). Zenón su fundador aparece en Atenas seis años después de que Epicuro fundara su Jardín. Sus teorías tuvieron éxito, incluso siglos más tarde entre las clases sociales más dispares: un esclavo como Epicteto, un filósofo cortesano y español, Séneca y un emperador romano, Marco Aurelio. Según los estoicos el universo entero está dominado por una Ley universal o Logos que todo lo rige, desde el movimiento de los planetas y las estrellas hasta las cuestiones más nimias e insignificantes (si has perdido un bolígrafo no es casualidad, forma parte del Plan Universal que todo lo controla). Así pues no existe lo que solemos llamar “casualidad “, nada es casual, todo cuanto acontece ocurre porque tiene que ocurrir. La libertad humana aparece así mermada considerablemente: el futuro no está en nuestras manos, todo está ya escrito; entonces... ¿en qué sentido podemos afirmar que somos libres? No podemos elegir lo que nos pasa, pero si podemos elegir como reaccionar frente a lo que nos pasa. Por ejemplo, podemos tener un accidente a consecuencia del cual quedamos parcialmente impedidos; nada podemos hacer para evitarlo (ni siquiera aunque lo supiéramos previamente, pues “todo está escrito”) pero podemos elegir entre pasar el resto de la vida amargados y lamentándonos de nuestra mala suerte o aprender a vivir de nuevo, asumiendo la discapacidad como parte de nuestro Yo y buscando nuevas tareas más apropiadas a nuestra actual situación. ¿Cuál es el consejo de los estoicos? ¿de qué manera podemos reaccionar ante un mundo que se mueve al margen de nuestra voluntad? Mediante la razón. El Logos que rige el universo es una ley racional, cuando actuamos racionalmente, actuamos conforme al Logos, conforme a la Naturaleza. Por el contrario cuando actuamos movidos por nuestros apetitos y sentimientos no actuamos conforme al Logos, es más, nos convertimos en esclavos de nosotros mismos pues rechazamos la única libertad posible. Los sentimientos no los elegimos están en nosotros al margen de nuestra voluntad. Cuando el único criterio de la acción es dar satisfacción a los deseos (de riqueza, poder, comida, bebida, sexo...), nos convertimos en sus esclavos y nos asemejamos más a animales que a personas. La virtud consiste en vivir de manera racional sometiéndose a los dictados del Logos. El medio para obtener la virtud es el ejercicio de la voluntad para abstenerse del placer y soportar el dolor (“abstine et sustine”) así el hombre sabio alcanzará la sabiduría y la libertad (que no es otra cosa que actuar conforme al logos). El estoico se dedica preferentemente al estudio de la filosofia y la ciencia, entiende que su misión en la vida es conocer, entender el orden del mundo y no alterarlo caprichosamente. Los estoicos, siguiendo las enseñanzas de lo cínicos, se consideraban ciudadanos del mundo –cosmopolitas- , consideraron a todos los hombres como hermanos y crearon el concepto de humanidad. Antiguamente un hombre se sentía ateniense o espartano, todo lo más heleno, partícipe de una cultura común, pero el resto de los hombres eran bárbaros, no demasiado diferentes a los animales. Esto empieza a cambiar con los estoicos y más adelante con los cristianos. Como resumen final, no solamente del estoicismo sino de todas las escuelas éticas helenistas, podemos afirmar que el objetivo final de todas ellas es...consolar. En un mundo cambiante e incomprensible como el siglo III a.C. y también como nuestro siglo XXI, las personas se sienten solas y desamparadas. Las escuelas helenísticas ofrecen consuelo a estas personas. Les aconsejan que dediquen su vida a la obtención de placeres, o que vivan una vida sencilla, o que eviten el dolor, o que busquen el conocimiento o que se abstengan de los placeres. Las recetas son variadas, pero el fin es el mismo: afrontar la vida en las circunstancias más ventajosas posibles para que esta no te destroce y, en la medida de lo posible encontrar la felicidad o, al menos evitar la angustia y la desolación. 7. El cristianismo. La influencia de las escuelas helenísticas no se limita a Grecia, sino que de allí pasa a Roma y son la referencia ética en el mundo antiguo durante varios siglos, hasta que hace su aparición el cristianismo. El cristianismo no es una filosofía sino una religión, una doctrina que se presenta con el objetivo de salvar a los hombres. Sin embargo su influencia ha sido tan importante que ha afectado a todas las facetas de la actividad humana. Pronto surge una filosofía y una ética cristiana (en el siglo V con San Agustín y, sobretodo, en el siglo XII con Santo Tomás) que toma en consideración las aportaciones de la filosofía clásica griega (Platón y Aristóteles), pero también, y especialmente los mandatos de la fe religiosa. Para Aristóteles el ser humano es un ser racional que aspira a la felicidad, este es su fin último, que consigue en la medida que realiza con excelencia las funciones propias de su naturaleza. Santo Tomás recoge este argumento y lo adecua a las exigencias de la fe: el hombre es una creación de Dios y, por consiguiente, Dios se convierte en el fin último, en el supremo bien para el hombre. Toda la vida humana debe orientarse hacia Dios, hasta poder contemplarlo en la otra vida. En esta contemplación divina alcanzará el hombre la felicidad. La verdadera felicidad está en Dios y para conseguirla el alma debe purificarse para alcanzar la perfección que le conduzca a la contemplación divina. Si queremos alcanzar el objetivo final, la contemplación de Dios, debemos hacer el bien y evitar el mal. Y esto se concreta en una serie de normas que de hecho son los diez mandamientos (honrarás a Dios, a los padres, no matarás, no tendrás relaciones sexuales ilícitas, etc). Ser virtuoso consiste en cumplir los mandamientos y estos deben cumplirse para alcanzar la verdadera felicidad en la vida eterna. No podemos reprochar al cristianismo ofrecer una ética ambigua que pudiera ser interpretada de forma contradictoria, por el contrario, el mayor mérito de la ética cristiana es su concreción y simpleza que ha hecho posible su pervivencia a través de los siglos, en el fondo todo se reduce a cumplir con unas normas muy concretas con el objetivo de alcanzar la felicidad en la otra vida. Además los mandatos de la ética cristiana, al provenir directamente de Dios, obligan más que los de cualquier otra ética que hayamos considerado. Por ejemplo, Aristóteles recomendaba ser prudente para alcanzar la felicidad; bien... ¿y si no quiero? Simplemente no seré feliz según Aristóteles. En el caso de la moral cristiana la desobediencia del mandato divino es un pecado y la consecuencia no es el no alcanzar la felicidad, siempre según la falible opinión de algún filósofo, sino la garantía divina de la condenación eterna. No es de extrañar que haya más cristianos que aristotélicos o epicúreos. 8. Spinoza y Hume En el transcurso de los siglos XVII y XVIII son muchos los pensadores que dedicarán una parte importante de su obra al tratamiento de asuntos relacionados con la ética y la política. Por lo que se refiere a la primera de estas disciplinas, las nuevas teorías van a mostrarse ciertamente deudoras de los grandes sistemas desarrollados en la antigüedad, si bien aportarán matices ciertamente novedosos e interesantes. Hemos seleccionado como ejemplos más representativos las éticas de Spinoza y de Hume. 8.1 El vivir conforme a la razón de Spinoza. Spinoza nació en Amsterdam en 1632 en el seno de una familia judía de origen portugués. Fue educado en la comunidad judía de su ciudad natal hasta ser expulsado de ella bajo la acusación de herejía en 1656. Pocos años más tarde se estableció en La Haya. Allí se dedicó a fabricar instrumentos ópticos y a su gran pasión, la filosofía. En 1673 se le ofreció una cátedra en la universidad de Heidelberg, pero la rechazó: era un hombre muy sencillo y de naturaleza enfermiza al que le gustaba sentirse completamente libre y alejado de la vida pública. Murió de tuberculosis a la edad de 44 años. Para Spinoza la Naturaleza, tal y como defendían los estoicos, es perfecta. Es un todo orgánico constantemente autorregulado. En ella no falta nada ni sobra nada; cada elemento es como tiene que ser. En la naturaleza ninguna cosa está llamada a ser algo distinto de lo que es; antes bien, cada cosa procura conservar sus características esenciales. "Cada cosa se esfuerza, cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser". Por lo que respecta a las personas, ocurre exactamente lo mismo: también perseguimos, por medio de las diferentes acciones que llevamos a cabo, no dejar de ser lo que en esencia somos. Pretendemos consolidar los atributos que nos diferencian de los demás seres. La meta a la que tienden nuestros actos no es otra que el desarrollo de todas y cada una de las facultades que se consideran propiamente humanas. Pues bien, según Spinoza, cuando logremos perfeccionarnos como personas, desde un punto de vista ético, avanzaremos en el camino que nos lleva a la felicidad. Siendo más concretos, cabe decir que para este filósofo la perfección humana que conduce a la felicidad se basa, fundamentalmente, en un aumento de nuestras capacidades físicas o corporales y de nuestra capacidad racional. El aumento de ambas capacidades es el criterio para establecer lo que es moralmente bueno, y que suele acompañarse del afecto llamado "alegría"; la disminución de las mismas, por el contrario, establece lo que resulta moralmente malo, y se acompaña de otro afecto llamado "tristeza": En la parte IV de su Ética, el autor concluirá que lo más beneficioso para nosotros, lo que produce más alegría, lo que nos aporta la verdadera felicidad es el conocimiento, o lo que es lo mismo, vivir de acuerdo con la razón. |
![]() | «Ninguno de nosotros pide nacer, y por lo tanto, uno no puede deberle a alguien por algo que nunca pidió», sino para que ella se... | ![]() | |
![]() | «atascos» en sus señales psicotrónicas. —Cómo hacer que los demás vean las cosas como usted.—Haga resonar cada célula de su cuerpo... | ![]() | |
![]() | «amor al saber» o «deseo de saber» (philos: amor, sophía: saber, sabiduría). Pero hay que ir más allá del mero significado etimológico.... | ![]() | |
![]() | «como una huella en la arena». Además, el nuevo saber, por no estar religado, tampoco está asimilado ni integrado. Paradójicamente,... | ![]() | «el uso del conocimiento científico para especificar modos de hacer cosas de una manera reproducible» |
![]() | «El Matrimonio Perfecto», no hubo espiritualista de Colombia que no lanzara contra nosotros la infamia de sus críticas, y es que... | ![]() |