descargar 0.83 Mb.
|
Ciclo: Polimodal de Economía y Gestión de la Organizaciones. Espacio: Lengua y Literatura. Curso: 2do. Año Profesores: Unidad Nro. 1:
Unidad Nro. 2:
Unidad Nro. 3:
Unidad Nro. 4:
Unidad Nro. 5:
Unidad Nro. 6:
LITERATURA – REVISIÓN DE CONCEPTOS Concepto Definir qué es la literatura es un trabajo histórico porque depende de la época en que tal definición se formule y de quién la proponga. Como primera aproximación podemos decir que la literatura es un grupo de textos que, a través del tiempo se produjeron y de recibieron como literarios. También es posible definirla como un lenguaje, si entendemos como lenguaje un sistema que posibilita la representación artística del mundo. La literatura da indicios de conflictos, procesos y cambios en una sociedad. El concepto de literatura que se maneja en la actualidad es una noción propia de la modernidad. A partir del Renacimiento, la literatura se autonomiza de otras prácticas discursivas, ya que a partir de la irrupción de la economía de mercado, de la división del trabajo y de la invención de la imprenta, los intelectuales y los artistas, diferenciados como grupo, determinarán qué es literario o no, basados en la finalidad estética del uso del lenguaje. Función estético- poética. La literatura es lenguaje: no sólo se sirve de él, como sucede con los discursos con fines prácticos, sino que trabaja estéticamente con el lenguaje. Lo que importa en la literatura no es sólo qué se dice sino cómo ha sido dicho y por qué. Cuando el uso del lenguaje persigue este fin, se dice que se utiliza con una finalidad estética. El lenguaje posee la capacidad de sumar al significado habitual de las palabras otros matices de significación que comunican, indirectamente, otras informaciones. Este modo de significar se llama connotación. La literatura explota estas posibilidades mediante una serie de recursos, desde metáforas e imágenes hasta la disposición espacial del texto en una hoja de papel. Una obra se valora estéticamente en la medida en que depende de una norma. Como la norma y el valor son pactados social y culturalmente, el lenguaje funcionará estéticamente atendiendo a ese pacto. Por ejemplo, existen textos que originariamente no fueron pensados como literarios y hoy se lee como tales. Cada lector y cada escritor usa la literatura con fines diferentes, pero todos, o la mayoría, parecen tener en común el hecho de encontrar en la literatura una forma muy especial de placer. Todas las obras que e consideran literarias producen una suerte de placer vinculado con lo bello. La finalidad estética, propia de las obras literarias se vale de la función poética. El lenguaje literario Características:
Carácter ficcional La ficción no es lo contrario de lo real, sino que presenta la imagen que de lo real puede construirse. El propósito de los textos literarios no es mostrar la realidad tal cual es, sino de representar, por medio de la palabra, una percepción posible y peculiar del mundo. En este sentido, la ficción –propia de la literatura- equivale a una imagen de la realidad que un tiempo histórico determinado se propone para definir los ideales o para destacar los problemas o la decadencia moral y plantear los principios que deben modificarse. La literatura, por ser un hecho artístico, transforma la realidad y ficcionaliza. Los objetos a los que se refiere existen sólo en el texto, y en lugar de personas, la obra literaria cuenta con personajes, creaciones de ficción que pueden ser o no parecidas a seres existentes, pero que nunca llegan a serlo. El valor de la literatura radica en el modo de representación de esa realidad y no en la fidelidad a lo representado, es decir que la literatura se aprecia no por la verdad de lo que se dice, sino por la calidad estética con que se lo hace. La literatura es un discurso ficcional porque todo lo que leemos como literatura no tiene referencia directa en el mundo real. Entre el autor y el lector se establece un pacto por el cual el texto literario no se produce ni se consume como verdad. La referencia que se construye en cada texto se lee en relación con él. Sin embargo, la literatura (que es ficción y no mentira o fantasía) es profundamente verdadera: su autenticidad pasa por reconocer sus procedimientos de construcción de lo ficcional para, desde allí, representar lo real. Pero, además, ningún texto aparece aislado respecto de los demás. Cada texto literario, siempre se relaciona con otros textos previos que, de alguna manera, ingresan en él. Un autor no escribe su obra desde la nada: presenta elementos que podemos ver reflejados en ella. Esa obra también puede ser pie para una respuesta por parte de otros textos. Esta relación se denomina intertextualidad. Las relaciones transtextuales Todas las obras literarias mantienen relaciones explícitas u ocultas con otras obras del mismo género o de otros géneros. El teórico francés Gérard Genette denominó transtextuales a estas relaciones y distinguió cinco tipos diferentes.
Las obras literarias hacen permanentemente referencia a otros textos. Esta intertextualidad puede aparecer disfrazada: en una novela, por ejemplo, puede haber un personaje proveniente de otra. Los textos citados en una obra literaria pueden ser de los más diversos autores, de cualquier tiempo y lugar. Debido a esto, se dice que todos los textos hablan con otros, anteriores o contemporáneos. Un texto resulta un acto de absorción de otros textos a los que puede parodiar o criticar. De aquí se desprenden dos consecuencias para el análisis literario: a) ningún texto literario resulta radicalmente original: siempre es la marca de una lectura y de una apropiación generalizada de textos anteriores y b) tampoco puede concebirse al autor como un sujeto plenamente consciente de sus propios procedimientos y contenidos. El canon literario La palabra canon significa lista o catálogo. En relación con el arte, se aplica al conjunto de obras consideradas como artísticas en un período determinado. Entre ellas, se incluyen no sólo las obras realizadas por los autores contemporáneos sino también las de otras épocas, y que forman parte de la tradición literaria. Las obras que no son incluidas dentro del canon literario pasan a formar parte de lo que se denomina “literatura marginal”, por estar al margen o fuera de las pautas aceptadas. Por eso, muchas veces textos que conforman la literatura marginal en una época, forman parte del canon literario de otra. La característica más importante del canon es su relativa inestabilidad, dado que el concepto de lo que es literatura resulta variable. Su variación está determinada por cuestiones referidas, entre otras, al gusto y la moda. Por ello, la valoración de una obra depende de los criterios (sociales y culturales) y las ideas con que esa obra es analizada. El canon se constituye a partir de instituciones como las escuelas y universidades, los críticos literarios y las editoriales que determinan qué textos deben ser leídos como literatura y cuáles no. Las instituciones En cada cultura se pacta o se instituye qué es literario y qué no lo es. Lo que hoy calificamos como “literatura” es lo que las instituciones en las que lo literario circula designan como tal. Entonces, la valoración de una obra como literaria es una decisión generada por: ![]() ![]() ![]() La literatura es un género discursivo Por ser una práctica social la literatura es un género discursivo que incluye diferentes subgéneros: cuento, novela, fábula, soneto, romance, tragedia, comedia, etc. La literatura como sistema Lo que es posible producir y leer como literario en las distintas épocas se concreta en la existencia y uso de determinados procedimientos constructivos, léxico valorado como estético; temas, tópicos, motivos; modos de organización textual o composición. Estos elementos no aparecen sueltos sino funcionando unos respecto de otros. Además, se encuentran en diferentes posiciones de prestigio y reconocimiento, y se dirigen a distintos públicos. Los procedimientos, temas y estilos posibles en determinado marco cultural se organizan en distintos subgéneros literarios. Esta relación de los elementos constituye un sistema. Desde este punto de vista la literatura es un sistema, es decir, un espacio de producción y recepción. El sistema literario está regulado por pautas propias (literarias y extraliterarias), es decir, por las normas estético- sociales de cada cultura. Sistemas e historia de la literatura Una historia de la literatura puede pensarse como el estudio de cada sistema en un momento dado, y de los cambios que permiten pasar de un sistema a otro a través del tiempo. A partir de este concepto, por ejemplo, dos textos contemporáneos entre sí pueden ser reconocidos como pertenecientes a dos sistemas o subsistemas diferentes (ejemplo: hay textos de un mismo autor, fechados en el mismo año, responden unos a un estilo renacentista y otros a un estilo barroco). Esto permite dejar de ver la historia de la literatura como una organización de períodos. La literatura es una práctica histórica que se relaciona con el mundo en el que fue producida y en el que sea leída. El contexto histórico, político, cultural, aunque está estrechamente relacionado con la literatura, no alcanza para explicarla. Lo literario no se define desde parámetros externos sino en el modo posible y social en el que la literatura es producida y leída. Literatura y recepción No todas las épocas leen lo mismo en los textos ni de la misma manera. El sentido se constituye entre el texto y el contexto del que lee. Por eso, una obra en diferentes períodos, leída por diferentes lectores, tiene distintos sentidos. Cómo analizar un texto Si se considera que un texto es un producto de comunicación, analizarlo es establecer con él un diálogo profundo. Quien lee una obra e intenta avanzar en su comprensión más allá de una primera lectura encontrará seguramente elementos que habían pasado inadvertidos. El análisis plantea un recorrido que parte de una obra en concreto, la fragmenta y la recompone. Es decir que el análisis posibilita una mejor comprensión de la obra. Son muchas las formas de encarar el análisis de un texto. Estas formas dependen de las competencias con que cuenta cada lector y en algunos casos, de las corrientes de análisis en las que este se inscribe. Se pueden establecer dos grandes tendencias:
![]() Géneros literarios La primera clasificación de los textos literarios en géneros es la propuesta por Aristóteles (384-322 a.C.) en la Poética. El filósofo griego plantea que la literatura es imitación y que la distinción en géneros se sustenta sobre los modos de imitación que propone cada texto. De esta manera, es posible determinar tres géneros: el lírico, el épico (narrativo) y el dramático. Los tres modos de la configuración perduraron durante siglos y se convirtieron en productos históricos. Por este motivo y por estar sometidos a contextos de toda índole (sociales, morales, religiosos, estéticos), sufrieron modificaciones que generaron variantes y subgéneros que, con mayor o menor fortuna, perduraron en el tiempo. Muchos géneros desaparecieron y fueron reemplazados por formas nuevas más estrechamente vinculados con el marco extratextual (social) en el que fueron creadas. En otras palabras, la aparición de nuevos géneros se relaciona con las exigencias que los receptores de las obras literarias plantean en relación con sus preocupaciones políticas, religiosas, intelectuales y culturales. Por esta causa, actualmente se incluye el ensayístico.
![]() ![]() Teoría literaria Teorías literarias: las teorías proporcionan herramientas para definir la literatura como objeto de estudio. Además brindan elementos para el análisis de los textos literarios. Por ejemplo las nociones de narrador y punto de vista son elementos de la teoría de la narrativa que pueden aplicarse en el análisis de distintos textos narrativos. Las teorías además de conectarse con la crítica, se vinculan con la historia de la literatura. Las teorías definen cuál es el objeto a historiar a partir de una definición de la literatura, proveen la metodología de trabajo y pueden prever las herramientas útiles para el historiador literario. El escritor. El autor. Biografía. El autor se relaciona con su lector a través de su obra. Así planteado, el circuito de la comunicación literaria respondería a un modelo simple: ![]() ![]() ![]() Existen dos posturas al respecto: El método biográfico sostiene que el autor refleja su vida (espíritu, mente, psicología, situación social, etc.) en su obra. El lector se limita a encontrar la huella del alma del autor en el libro. Pero Wellek y Warren invalidan dos argumentos del método biográfico: las ideas de originalidad y de reflejo. En primer lugar, lo que aparece en una obra es un producto social, el resultado de una historia colectiva (con sus tradiciones y convenciones). En todo caso, si lo que se quiere evaluar es la originalidad de una obra, es necesario analizar aquéllas contemporáneas a su publicación y la extensa tradición de ese género. Una tarea de esta naturaleza demostraría que en un autor o en una obra, los rasgos distintos, geniales, son menos destacados de lo que se presume. En segundo lugar, ambos teóricos critican la idea del reflejo: la obra que transparenta el espíritu, la clase social o la mente del autor. Señalan que es preciso distinguir, por un lado, el autor- escritor, con su vida y su oficio y, por el otro, la figura del narrador o del yo- poético, seres de ficción que le permiten contar una historia o desplegar un poema. Confundir el ser real con el de ficción implica no sólo un error de identidad sino también una confusión entre la autobiografía (diarios íntimos, cartas, memorias) y la literatura (novelas, cuentos, poesías, dramas). La literatura no es una autobiografía real ni fingida de su autor. Es sólo literatura. La investigación sobre la vida de un autor sólo participa en el análisis del proceso literario a título de dato auxiliar o de información contextual. No es allí en donde se revela el sentido de una obra ni en donde se explica el proceso literario. Campo literario En los últimos años se han producido otras aproximaciones a la figura del autor. Desde la sociología de la cultura, Pierre Bourdieu ha propuesto un concepto –el de campo literario- que permite pensar la noción de autor a partir de un conjunto de relaciones. Un campo literario se define como un sistema de posiciones, variable y relativamente autónomo. Por sistema de posiciones se entiende el lugar que ocupa un autor en relación con otros escritores (agrupaciones, movimientos, revistas) o con las instituciones (la universidad, por ejemplo). Un artista puede estar marginado de las instituciones, ser el artista oficial, pertenecer a un grupo privilegiado o estar expulsado del mismo. Se dice que el sistema es variable porque se modifica históricamente: el artista marginado o vanguardista puede ser al poco tiempo oficializado. O a la inversa. Finalmente, se destaca la relativa autonomía del sistema. Es decir, el campo literario tiene sus propias instituciones y leyes que lo rigen. Por un lado, las instituciones consagran a unos y expulsan a otros: la universidad, los suplementos literarios de los grandes diarios, las editoriales. Por el otro, hay leyes que explican el funcionamiento del campo. Según Bordieu, en un campo literario se compite por definir la literatura legítima: cada grupo de escritores pretende conquistar un lugar de privilegio para, desde allí, poder establecer qué obras son valiosas y cuáles ni siquiera merecen llamarse literatura. Un grupo, entonces, valora ciertas tradiciones (autores u obras del pasado) y descalifica otras, fija unos estilos (un modo de escribir poesía o cuento) y critica los demás, propone un conjunto de temas y rechaza otros, promueve una concepción de la literatura (moderna, europeísta, nacionalista) y polemiza con las restantes, etcétera. En ese sentido en el interior de un campo literario, existen por lo menos dos grupos: los oficiales y los marginados. Los primeros son quienes dominan el campo. Tienen el poder para establecer sus valoraciones artísticas y, al mismo tiempo, luchan por conservar ese privilegio. Los marginados o dominados, en cambio, luchan por conquistar ese poder que les permitirá imponer sus perspectivas y sus obras. El campo literario como sistema de posiciones determina el lugar de cada escritor. El campo es autónomo pero lo es relativamente. Si bien tiene su propio funcionamiento se relaciona con un campo mayor: el social. Allí se determinan ventajas y desventajas sociales como el nivel económico o la formación escolar de sus miembros. Con sus limitaciones, el estudio de la biografía de un escritor resulta útil para aproximarse a su obra. Pero es el análisis del campo literario el que permite comprender además del lugar de un autor, el de su obra. Las obras Sistema En las primeras décadas del siglo XX, también como reacción frente a los enfoques biográficos o psicológicos, surgen otras teorías que proponen definir y analizar la obra literaria por sí misma, sin necesidad de recurrir a variables externas tales como el autor o la sociedad. Una de esas corrientes recibió el nombre de formalismo, (de origen ruso) en 1960 otra teoría, el estructuralismo, no sólo se hizo cargo de traducir los textos de los formalistas sino que, además, desplegó una concepción similar de la obra literaria. A partir de la influencia de la lingüística y de la semiología, el formal- estructuralista delimitó el objeto de estudio de una teoría literaria: la obra como sistema. Esta tesis implicó un aporte sustancial en más de un sentido. Por un lado, otorgó un lugar especial a los estudios literarios, que ya no tenían que depender de los enfoques psicológicos, filosóficos, económicos, sociológicos para explicar la obra literaria. El análisis inmanente (hacia el interior) excluía toda perspectiva trascendente (hacia afuera). Por otra parte, dado que el objeto de estudio pasaba a ser las relaciones internas de una obra, el formalismo y el estructuralismo desarrollaron una metodología de análisis más específica y rigurosa. La consideración de la obra literaria como sistema supone analizar las relaciones de oposición que se entablan entre cada una de las unidades y los niveles del texto literario. Un análisis formal- estructuralista de una poesía se ocuparía de las relaciones fonológicas (sonido), léxicas (vocabulario), sintácticas (oración), etc. Estas teorías pretendieron explicar lo específico del discurso literario, aquello que los formalistas denominaban literariedad, es decir, el rasgo que distingue la literatura, su función estética o poética. El predominio de la función poética o estética por sobre las restantes funciones del lenguaje produce un efecto de extrañamiento (de extrañeza o de rareza, por oposición al lenguaje común). Tal efecto, por un lado, distingue y define la lengua literaria de los restantes discursos. Por el otro, explica una de las finalidades de la literatura: desautomatizar la lengua y al lector. Para los formalistas, la función de la literatura es liberar el lenguaje de los automatismos de las frases hechas, de los lugares comunes que saturan nuestros discursos cotidianos. En ese sentido, lo propio del discurso literario sería transformar continuamente la lengua para no convertirla en algo fijo, estable, repetido, automático. Al mismo tiempo, la obra literaria aspiraría a desautomatizar al lector. Es decir, a sensibilizar su percepción del mundo, a llamarle la atención sobre los objetos más habituales, a poner en duda todas sus certidumbres. Otra tesis del formalismo es ésta: no hay contenido (temas) por un lado y forma (la manera en que está expresado) por el otro. Forma y fondo no se contraponen sino que constituyen una misma unidad: la de la obra. En resumen, las teorías formalistas y estructuralistas determinaron un objeto específico de estudio, concibieron la obra como un sistema de relaciones, superaron la oposición forma/fondo, rechazaron los enfoques extraliterarios y le asignaron a la literatura una finalidad transformadora. Si bien estas teorías han significado un gran aporte al desarrollo de una ciencia de la literatura, esto no significa que sus aportes no estén en discusión. Series El formalista Tinianov, elaboró una propuesta que consiste en extender el concepto de sistema y pensar la literatura en sus relaciones externas, es decir cada obra en particular se correlaciona con otras obras hasta constituir un sistema mayor o serie literaria. El concepto de serie literaria hace referencia al conjunto de relaciones que una obra establece con otras del mismo autor, de la tradición literaria o de sus contemporáneos. De allí que, leída dentro de su serie, cada obra literaria manifieste continuidades y rupturas, afinidades y oposiciones, rechazos e influencias. Tinianov consideró la existencia de series no sólo literarias sino también sociales. Esto significa que, si tomamos el conjunto de obras de un autor (de una época, de un país, etc.), es posible observar las relaciones que entabla con los hechos económicos, políticos, sociales. Se han producido diversas teorías para explicar este punto. Una de ellas es desarrollada por un lingüista contemporáneo pero opuesto al formalismo, llamado Mijail Bajtín. Para este autor, la relación entre literatura y sociedad se manifiesta discursivamente. Esto significa que la literatura no representa la sociedad sino los discursos sociales que en ella circulan. Desde esta perspectiva, toda obra tiene un carácter dialógico, es decir, establece un diálogo imaginario con los discursos de su época y del pasado. Hacia fines de 1960, teorías desarrolladas en Francia después del agotamiento del estructuralismo crearon el concepto de intertextualidad –relaciones entre textos- para explicar el fenómeno por el cual en un texto resuenan otros textos: literarios y no literarios. En el campo de la sociología de la literatura, existen otras propuestas teóricas que proponen analizar las correspondencias entre la obra literaria y el todo social: ![]() ![]() Crítica literaria Crítica literaria: suele definirse como comentario o análisis de los textos literarios a partir de uno o varios supuestos teóricos. Hay diferentes maneras de analizar los textos literarios, según los modelos teóricos que se adopten y la intención que persiga la crítica. Por ejemplo, parte de la crítica sociológica considera las obras literarias como reflejo de la realidad, del medio en que se producen. Otros autores consideran los textos literarios como unidades absolutamente independientes, que no necesitan remitir a ninguna realidad más allá de sí mismos para ser interpretados. Ambas posturas (la sociologista y la estructuralista) niegan la posibilidad de la múltiple lectura. En cambio, el sentido de un texto es múltiple y depende de las condiciones en que se haya producido, de sus relaciones con otros textos y de lo que el lector, a partir de su contexto, puede privilegiar en él. ![]() El lector Público Es el lector el que actualiza o pone en funcionamiento una obra. La formación de un público lector se advierte a partir del siglo XVIII. Los factores que inciden en la constitución de un público masivo se vinculan con un importante nivel de desarrollo social y económico: urbanización de la sociedad, escolarización, aumento del tiempo de ocio, etc. En la Argentina estas características se reconocen a principios del siglo XX. La cantidad y variedad de lectores que paulatinamente comenzaban a acceder la literatura alteraron el proceso literario en su conjunto. Dicho de otro modo, pusieron en crisis el lugar del escritor, el estatus de la obra y la concepción de la lectura. En la historia de las relaciones entre autor, obra y público se manifiestan dos tendencias: ![]() ![]() A partir e estas consideraciones sobre el lector, algunas corrientes teóricas contemporáneas proponen cambiar el punto de vista de las historias literarias: detenerse en la variabilidad de las lecturas, en lugar de seguir el desarrollo de autores y obras. Por ejemplo: analizar las distintas lecturas que históricamente se han realizado de una misma obra. Para ello se apela a todos los testimonios (comentarios del libro en revistas o diarios, impresiones de otros autores, etc.). La tesis central que comparten estas teorías es que la literatura se concreta con las sucesivas lecturas de públicos sucesivos. En consecuencia, el sentido de una obra no estaría determinado por el autor ni por el texto sino por sus lectores. Lector modelo Las teorías sobre la recepción también han propuesto analizar lo que denominan lector modelo, potencial o implícito. Es decir, ya no es el público real al que la obra se enfrenta sino el público imaginario que la propia obra construye. Umberto Eco habla de los “espacios en blanco” que el autor deja para que el lector modelo los complete en un determinado sentido. Esto requiere de un lector con competencias culturales, capaz de registrar claves de interpretación, de comprender las transformaciones contemporáneas, de tener información sobre los acontecimientos de la época. Sin embargo, rara vez se produce una coincidencia absoluta entre el lector modelo (conformado por un escritor) y el lector real (el que accede a la obra). Apenas unos pocos contemporáneos al autor lograrían alcanzarla. Lo habitual es la no coincidencia entre lo propuesto y lo recibido. Los lectores, contemporáneos o no, pueden relacionar la obra con series (literarias y sociales) que no estaban previstas por el autor. Por otra parte, cada lector se aproxima a una obra desde una formación cultural, social e ideológica particular. Sólo esas dos razones bastan para concluir que toda lectura implica un desvío. ![]() Campo literario Público ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Obra. ![]() ![]() ![]() ![]() Sistema Series ![]() Autor Lector modelo ![]() |