Reflexiones sobre “O atraso económico de Galiza”




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EL ATRASO POLÍTICO DEL

NACIONALISMO AUTONOMISTA GALLEGO

Reflexiones sobre “O atraso económico de Galiza”



Félix Rodrigo Mora


La publicación en el ya lejano año de 1973 de “O atraso económico de Galiza”, de Xosé Manuel Beiras, catedrático de Estructura Económica de la universidad de Compostela, marcó un hito en la historia del pensamiento económico y, sobre todo, en la vida política gallega, por más que su magnificación fuera, en primer lugar, un acontecimiento prefabricado1 por las muy poderosas fuerzas políticas y económicas que estaban tras dicha obra, a situar en el marco de los acontecimientos de su época, sobre todo, en el contexto de los Planes de Desarrollo del franquismo, a los que en definitiva pertenece.

“O atraso económico da Galiza” se fundamenta en una bibliografía escasa, poco sustanciosa y deficientemente elaborada, proporciona un aparato argumental parvo y manifiesta un conocimiento reducido de la realidad que pretende analizar, sobre todo de la agraria, en su pasado y presente. Es, además, una repetición, o mejor dicho, una traducción, si bien simplificada, del castellano al gallego, de obras anteriores de su autor, “El problema del desarrollo en la Galicia rural”, de 1967, y “Estructura y problemas de la población gallega”, de 1970, en particular de la primera, quizá la mejor, de la que “O atraso económico da Galiza” es una recreación, a menudo casi literal, en los capítulos más importantes.
DEL ESPAÑOL AL GALLEGO
El libro considerado manifiesta una conversión del autor a un cierto galleguismo militante (luego se verá cuál), por cuanto anteriormente había publicado en castellano, exteriorizando siempre la misma idea fija, que el “atraso económico” era –y, al parecer, sigue siendo- el problema número uno de Galicia, a solventar por medio de un programa de acelerado desarrollo económico, en el que la industrialización desempeñaba la función principal. Para él, la meta final es una Galicia modernizada, convertida en una potencia industrial, con un nivel muy alto de renta por persona, un elevado consumo y un estatuto mundial de gran nación, dentro de sus condicionantes demográficos y geográficos, en todo similar a Holanda, Dinamarca y otros países europeos, aunque sin independencia política, pues Beiras se declara, primero, partidario de un “pacto federal” de peculiar naturaleza y, posteriormente, del régimen de las autonomías que se fundamenta en la Constitución Española de 1978, por más que de vez en cuando lance alguna andanada verbal contra él, sin consecuencias por lo demás.

Para alcanzar tales propósitos elabora la teoría del dominio “colonial” de Galicia por España, causa de que la primera no haya podido desarrollarse en lo industrial y financiero, al haber sido convertida en proveedora de materias primas y mano de obra, de ahí que el sector agrario sea tan substancial en ella, situación que le desagrada, debido a que concibe de facto al campesinado gallego popular tradicional incompatible con su proyecto modernizador. Según confiesa, toma la teoría del “colonialismo” de ciertos autores franceses que, al estudiar la pretendida situación de atraso y subdesarrollo económico de ciertas áreas del hexágono (territorio europeo sometido al Estado francés), concluyen que están reducidas a una explotación de tipo “colonial”, no obstante, también pesa en tal elaboración teorética la situación mundial en los años 60, marcada por las “luchas de liberación nacional” contra el colonialismo, ya en ese tiempo residual, de las que Argelia, aludida en alguna ocasión por Beiras, fue particularmente influyente, pues este país conoció la independencia formal en 1962, aunque en realidad pasó de una forma de dependencia colonial a otra neocolonial, con el FLN (Frente de Liberación Nacional) como nuevo partido único, por tanto, totalitario, explotador y antipopular, en definitiva a las órdenes de EEUU y Francia.

Dado que investigar y exponer la verdad no forman parte de sus propósitos y a fin de ofrecer una imagen lo más tremendista posible del supuesto “atraso” rural de Galicia el libro citado ignora casi por completo los grandes cambios que habían tenido lugar en el agro gallego desde comienzos del siglo XIX, debido en primer lugar a la presión del Estado liberal español, estatuido conforme a la Constitución de 1812. Dichos cambios habían introducido en cierta medida las relaciones mercantiles, la propiedad privada capitalista y el uso del dinero, así como la maquinaria, abonos químicos y uso de fitosanitarios. Eso pone en evidencia que el libro es un panfleto al servicio del desarrollismo e industrialismo promovido desde el régimen franquista, el cual se sirve del idioma gallego para hacer que tales sistemas de ideas accedan mejor al universo agrario de Galicia, haciéndolas así más eficaces.

Se ha de notar que esa obra, supuestamente muy radical, antifranquista y en gallego, superó la censura del régimen de F. Franco, cuando cientos de libros, en todos los idiomas hablados por los diversos pueblos sometidos al Estado español, no podían ser editados. En efecto, los textos anteriores de dicho autor, en castellano, eran por esto mismo inapropiados para influir en la sociedad popular gallega, no servían para introducir en ella, con el suficiente poder de penetración, las atroces formulaciones de “la ciencia económica”, que con tanta devoción exalta Beiras en sus escritos. Por tanto, era necesario cambiar de idioma, y de nombre, aunque no de pensamiento ni de adhesiones, pues siempre ha sido, en tanto que profesional (no es ésta una critica a la persona, sino a la función), un profesor-funcionario, un servidor desde su puesto como catedrático de Estructura Económica de los intereses fundamentales de orden empresarial y del aparato institucional español2, de manera que cuando actúa como político y se declara nacionalista está maniobrando para que su credo desarrollista, tecnoentusiasta, progresista3, capitalista e industrialista moldee mejor al sujeto gallego medio.
EL MARCO POLÍTICO Y ECONÓMICO
Para velar las metas y propósitos de la obra analizada, su autor nada dice sobre el ámbito político y económico dominante en la España del franquismo, en particular en los años 60 y primeros 70 del siglo pasado. Para superar esa falta, se hará ahora una breve exposición. El régimen de Franco, deseoso de convertir a España en una potencia mundial, al menos de segunda fila, promovió desde sus primeros días la industrialización y tecnificación. Tras los avances industrialistas de los años 50, bastante notables, y reorganizada después la economía a través del Plan de Estabilización de 1959, diseñado y realizado bajo los auspicios de los organismos económicos internacionales manejados por EEUU, el fascismo español pasó a la imposición de una política desarrollista explícita, con el recurso de la planificación económica indicativa.

Esto se concretó en los Planes de Desarrollo Económico y Social, el I Plan vigente durante 1964-67, el II en 1968-71 y el III en 1972-73. Sus fines eran llevar adelante la industrialización, poner fin al supuesto atraso, liquidar el mundo rural popular tradicional, que era presentado como lo más sustantivo de dicho “atraso” y como la causa de casi todos los males y carencias, desarrollar el capitalismo, fomentar el poder de la banca, extender el ámbito de acción del mercado, la circulación monetaria, la bancarización y la acumulación de capital, estatuyendo además la sociedad de consumo de masas y ampliando los ingresos fiscales percibidos por el ente estatal español, lo que fortalecía de forma notable al régimen de Franco. Hay que tener en cuenta que el franquismo fue más una dictadura de los técnicos, los ingenieros, los economistas, los expertos y los tecnócratas, desde el primer momento, con los militares como fundamento, que del clero y el falangismo. De hecho, en la raíz de la guerra civil están más los proyectos de aquéllos que las formulaciones del siempre débil fascismo civil español.

Dichos fines son exactamente los que la obra examinada preconiza para Galicia, de manera que no hay inconveniente gnoseológico en situarla en el marco del III Plan de Desarrollo franquista, como una aplicación particular de éste a la muy peculiar y diferenciada realidad gallega, que tenía preocupados a los jerarcas del régimen, precisamente porque, a pesar de las muchas y continuas presiones, coacciones y represiones, el pueblo gallego, sobre todo su núcleo decisivo en ese tiempo, la población rural, se resistía a ser modernizada con un vigor y eficacia que sólo puede suscitar admiración en las personas amantes de la libertad, magna epopeya de la que luego se dirá algo más. En efecto, de todos los pueblos sometidos al Estado español, el gallego, en lo que tiene de rural y agrario, se ha caracterizado por afirmar con más determinación su esencia particular, estilo de vida, idiosincrasia, lengua, cosmovisión y escala de valores, hasta convertirse en un grave problema para Madrid, que en vista de los limitados resultados logrados por las políticas modernizadoras, tuvo que acudir a medidas extraordinarias, de tipo político, ideológico, académico y lingüístico, para contribuir a doblegar la resistencia.

Un texto que expone la ortodoxia del régimen franquista, “Congreso regional de la emigración gallega”, Santiago 1965, enumera los “males” que afectan a Galicia: reducida renta por persona, un sector industrial poco desarrollado, un mundo agrario “retrasado” y cuantitativamente dominante, escasa significación de las relaciones capitalistas y baja tecnificación, todo lo cual ya había sido estigmatizado en un documento oficial anterior, de pedagógico título, “Posibilidades del desarrollo económico-social de Galicia”4. Su lectura evidencia la verdad más indudable: lo que proponen en nada importante (e incluso en muy pocos asuntos secundarios) se diferencia de lo auspiciado por los libros y otros textos de X.M. Beiras. Cabe destacar que el último trabajo citado es obra del sindicalismo vertical falangista, pues está elaborado por el “Consejo Económico Sindical del Noroeste” y editado en Compostela en 1964. Tales son, muy probablemente, las fuentes directas de inspiración de aquel autor.

El franquismo fue una forma monomaniaca de desarrollismo e industrialismo, verdad que ha sido negada por la izquierda institucional (hoy la expresión política principal del capital) y el progresismo estatolátrico, para velar lo evidente, que tienen las mismas metas estratégicas que el régimen de Franco, pero que ya hoy empieza a ser admitida5. Tras su derrota ante EEUU, en 1898, el Estado español pugnó por recuperar su estatuto de gran potencia imperialista promoviendo por todos los medios el desarrollo económico y la industrialización, tarea que chocó con la resistencia de las gentes del agro, en todos los territorios sometidos a él, sí, pero muy en particular en Galicia. El franquismo llevó a sus últimas consecuencias tal designio modernizador, por lo que tuvo a esta nación, a su ruralidad, como un gran problema, a resolver por medio de una combinación de presión legislativa, fuerza policial y astucia política. Por eso, cuando constató que, a pesar de todos los esfuerzos realizados durante los años 60, en 1971 todavía el 48% de la población activa pertenecía en Galicia al sector agrario (otras fuentes dan un porcentaje mucho mayor, incluso), frente al 27% de todo el ámbito estatal, concluyó que debían ponerse a punto nuevos y muy originales instrumentos para la desintegración y trituración del mundo agrario gallego, por tanto, para asestar un golpe fundamental al pueblo gallego como tal. Ese es el marco en que se fraguó “O atraso económico de Galiza”. Hasta tal punto es una obra que recopila y sintetiza lo hecho entonces desde las instituciones que su declaración a favor de la planificación se puede explicar a partir de lo investigado en “Planificación agraria na Galicia da autarquía (1939-1955)”, de A. Bernárdez Sobreira.

Un aspecto del industrialismo que se debe resaltar es que está siempre vinculado al totalitarismo político, pues la industrialización requiere “ley y orden” en grado superlativo, de manera que exigir aquél es defender éste. Cuando en la URSS, al poco de realizar la revolución, se escogió, por las jefaturas políticas recién aupadas al poder, la vía de la industrialización acelerada, se eligió implícitamente la creación de un aparato estatal que disciplinara y vigilara a la mano de obra, de donde salió la nueva burguesía y nuevo artefacto estatal que hoy dominan en Rusia. En aquel libro se insinúa el asunto, presentado de manera positiva, aunque con la necesaria doblez y cautela, adecuándolo a las condiciones de España y Galicia. Lo indudable es que no hay industria a gran escala sin Estado omnipotente, sin aplastamiento de las libertades, sin multiplicar los cuerpos policiales, sin hacer crecer el sistema judicial y llenar las cárceles, sin el adoctrinamiento y embrutecimiento planificado de las masas, sin un organismo descomunal para la recaudación de impuestos, una parte de los cuales llega luego a los industriales y empresarios como subsidios, ayudas y concesiones, de muy variada naturaleza. Por eso todos los autores industrialistas, todos los tecnócratas en general, son adversarios de la libertad. De hecho, una de las causas de la guerra civil fue la necesidad de estatuir una sociedad hiper-disciplinada de forma autoritaria, apta para realizar un rápido proceso industrializador.
LA RURALIDAD GALLEGA
De atenerse a los trabajos de Beiras, lo que se llega a comprender de ella es muy poco, y este poco notablemente alterado conforme a sus apriorismos doctrinarios. Se ha señalado que aquél se niega a admitir los progresos que el capitalismo, inducido por el Estado español, había realizado en el campo gallego antes de 1960, enfoque acertado, pero al mismo tiempo parcial, pues lo más grave de sus formulaciones es que no permiten comprender apenas nada de la realidad social agraria y rural que tiene ante sí, cegado como está por los dogmas de la economía académica, un sistema de creencias de una rigidez, alejamiento de la realidad, adhesión ciega al statu quo y falta de verdad formidables. Su entusiasmo desarrollista le lleva a dar de lado, o quizá a desear borrar de la memoria colectiva para siempre, incluso lo que Castelao expone sobre el universo rural gallego en, por ejemplo, “Sempre en Galiza”, sin olvidar “La aldea gallega”, de N. Tenorio, ni tampoco lo que L.M. García Maña expone sobre el concejo abierto gallego en un área bien singular, en el libro “Couto Misto: unha república esquecida”, o “Concellos abertos na Limia”, de X. Fariña Jamardo. Esto, por sí mismo, pone en evidencia lo sospechoso del nacionalismo de Beiras, que es poco más que una ideología de circunstancias para mejor publicitar lo que le interesa verdaderamente, promover la industrialización, engordando con ello al Estado (español) por vía fiscal.

El análisis imparcial de los hechos muestra, por un lado, que el universo agrario gallego había conocido cambios sucesivos desde comienzos del siglo XIX, que le había ido integrando en el capitalismo. La acción del Estado español fue determinante en ello, lo que algunos autores destacan, señalando que la fuerte presión tributaria, al manifestarse además como exigencia de pagos en dinero6, rompió de manera creciente el sistema de autoabastecimiento (incompleto, pues un extenso trueque y una cierta circulación monetaria siempre se dieron) anteriormente existente. Es de justicia resaltar que Beiras, en la obra mencionada, está acertado cuando señala que los pagos a la Seguridad Social Agraria que el franquismo había impuesto hacía poco al campesinado cumplían la función real de un incremento de la carga tributaria que aquél sufría, lo que perjudicaría a lo que, arbitrariamente y con desdén, denomina las “explotaciones precapitalistas de subsistencia” propias de Galicia, en realidad un orden socioeconómico magnífico, si bien ni perfecto ni idílico, claro está. Pero el asunto va mucho más allá, pues es la presión fiscal impuesta por el Estado español constitucional y parlamentario, que desde el Trienio Liberal tenía, además, que satisfacerse exclusivamente en numerario (que el campesinado no poseía y que debía adquirir en el mercado, a cambio de entregar una cantidad creciente de bienes), lo que va a provocar, como causa principal, la monetización y mercantilización paso a paso de la sociedad rural popular tradicional gallega, es decir, su aniquilación al final de dicho proceso.

Esto, unido a la implantación, a viva fuerza, también por el ente estatal, de la propiedad privada capitalista en el campo, a través de la plasmación jurídica de la proterva obra de Jovellanos “Informe de Ley agraria”, de 1795, lo que se hizo a través de dos normas legales, el Decreto de 1813 y, sobre todo, la Ley de Desamortización Civil de 1855, impuestas a punta de bayoneta. Así se crearon las condiciones para la expansión del sistema empresarial, con declive continuado de la producción agrícola, ganadera, pesquera y silvícola de autoabastecimiento, y decadencia de la
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