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Esta teoría es, de nuevo, irrebatible. Pero otra vez disponemos de un argumento ad hominem en su contra, que es el siguiente. Podemos preguntar al fisicalista: ¿A quién dirige su teoría? ¿A mi cuerpo o a mi comportamiento más o menos inteligente? ¿Quiere usted obtener una emisión verbal de mí? Su propósito no puede consistir en querer convencerme. En el mejor de los casos, su propósito puede consistir en hacer que mi cuerpo emita los sonidos verbales más o menos inte ligentes: «Estoy convencido». Pero ¿por qué armar todo este alboro to acerca del comportamiento verbal? ¿O es que existe algo parecido a la verdad y la falsedad? No obstante, si toda la discusión sobre la verdad y la falsedad es solamente comportamiento verbal y nada más, ¿por qué merece el comportamiento verbal el que haya que tomarse la molestia de realizar todos estos interminables argumentos? No sugiero que estos comentarios puedan rebatir el fisicalismo. Personalmente únicamente puedo decir que no me intereso lo sufi ciente por las emisiones verbales de los fisicalistas como para conti nuar con un comportamiento verbal que nosotros, los anticuados no fisicalistas, describiríamos como la crítica adhominem del fisicalismo. Habida cuenta de que he dicho tanto sobre el fisicalismo, tam bién podría decir unas palabras sobre los ordenadores: sobre la pre tensión de que nuestro cerebro, o tal vez nuestra mente, es un orde nador o viceversa; y sobre el comentario, realizado sin un atisbo de ironía, de que ios ordenadores gozan de un cerebro tan bueno como el nuestro o incluso mejor. Einstein dijo una vez: «Mi lápiz es más listo que yo». Lo que que ría decir, por supuesto, es que al utilizar su lápiz podía obtener resul tados que no había previsto. Es cierto: ésta es precisamente la razón por la cual fabricamos lápices y los utilizamos. Si no avanzásemos más con un lápiz que sin él, rio lo utilizaríamos. Por supuesto, lo mismo se puede decir de los ordenadores. Un ordenador no es sino un lápiz con pretensiones: un lápiz mayor, me jor, más potente y, lo más importante, increíblernente caro. Evidente- í- 160 162 KARL R. POPPER INTERACCIÓN Y CONCIENCIA 163 mente, no fabricaríamos estos superlápices tan increíblemente caros, si no fueran más listos que los lápices corrientes. En síntesis, el fisicalismo niega lo evidente, esto es, la existencia de los estados mentales o de la conciencia. Entre las teorías que no niegan la existencia evidente de los estados mentales, varias teorías de la mente han rivalizado por conseguir ser aceptadas. En primer lugar tenemos la teoría de Descartes. En una forma ligeramente moderni zada que evita hablar de «sustancia», la teoría de Descartes afirma que los estados mentales y los estados físicos interactúan. Su teoría es descrita, por tanto, como «interaccionismo». Dado que los estados fí sicos están localizados en el espacio y en el tiempo, se plantea la cues tión acerca de en qué lugar se produce la interacción. La respuesta de Descartes fue: «En el cerebro, en la llamada glándula ‘pineal’». Esta respuesta cartesiana ha sido muy ridiculizada, pero yo expondré aquí una respuesta muy parecida. Una alternativa al interaccionismo es la teoría que dice que los es tados físicos y mentales no interactúan sino que van paralelos. Esta teoría recibe el nombre de «paralelismo cuerpo-mente». En su forma más simple y conocida, que debemos a Spinoza, dice que la mente y la materia son dos aspectos de lo mismo. Un trozo de cáscara de hue vo observado desde el interior es cóncavo. Si miramos el mismo tro zo desde el exterior es convexo. Pero la convexidad y la concavidad son dos aspectos de lo mismo. Spinoza sugirió que ia realidad es men te si la observamos desde el interior, y es materia si la observamos desde el exterior. Es una teoría ingeniosa y quizá sea verdadera. Tal vez un electrón esté investido de conciencia, pero según la teoría cuántica, todos los electrones son exactamente iguales cualquiera que haya sido su histo ria. Con otras palabras, no les afecta su historia. Si se asume el para lelismo, significa que, incluso si disponen de conciencia, no pueden disponer de ninguna clase de memoria. Ahora bien, la conciencia sin memoria consistiría en momentos fugaces de conciencia, cada uno de los cuales duraría un período mínimo de tiempo, y cada uno de los cuales carecería completamente de conexión con todos los demás. Una forma así de conciencia es factible, pero diferiría totalmente de lo que denominamos «conciencia», ya que ésta depende enteramente de la conexión de los estados de conciencia durante ciertos períodos de tiempo no demasiado breves. Basándome en razones como ésta, no creo que el paralelismo pueda ser tomado en serio, aunque existe una teoría que se puede considerar una variante del paralelismo, y que es más seria. Lleva el horrible nombre de «epifenomenalismo» y puede ser descrita del si guiente modo. Debido a la fricción, todo reloj produce algo de calor, pero se tra ta de un producto secundario que poco o nada tiene que ver con su funcionamiento: podemos comprender su mecanismo sin prestar ninguna atención a la pequeña cantidad de calor producida. Un fe nómeno irrelevante como el calor que produce un reloj se designa como «epifenómeno». En relación con el problema cuerpo-mente, el epifenomenalismo es la teoría según la cual las mentes existen, pero como epifenómenos —esto es, el fisicalismo, el materialismo o el con ductismo se equivocan al negar la existencia de la conciencia, pero es tán en lo cierto al hacer caso omiso de ella, ya que si la mente es un epifenómeno, entonces todo lo que posee alguna importancia puede ser expresado en términos conductistas. El epifenomenalismo comparte con el paralelismo la convicción de que el mundo de la física es completo o, con otras palabras, que en principio todo lo que puede ser explicado, puede ser explicado en términos puramente fisicos. Esta opinión de lo completo del mundo físico es contra la que yo intento luchar mediante mi teoría del mundo 3. Mundo 3: teorías, problemas objetivos. Mundo 2: disposiciones de comportamiento. Mundo 1: estados fíricos. El hecho de la existencia de los problemas objetivos que existen en el mundo 3, tales como los problemas que plantea la teoría de los números primos, junto con el hecho de que el descubrimiento de un problema de esa clase puede llevar a grandes y evidentes cambios en el mundo 1, creo que demuestra que el mundo 1 no está cerrado ni completo, sino abierto hacia el mundo 3, en donde el mundo 2 actúa como intermediario. Si esto es así, entonces el epifenomenalismo debe estar equivoca do: la mente o la conciencia no puede ser un epifenómeno insignifi cante. 164 KARL R. POPI’ER INTERACCIÓN Y CONCIENCIA 16.5 Mi rechazo del epifenomenalismo está apoyado asimismo por el enfoque eyolucionista: si la mente o la conciencia es un epifenómeno, ¿por qué se ha desarrollado?, ¿por qué ha adquirido cada vez mayor prominencia en los animales superiores? Estas preguntas indican a su vez que, a fin de comprender la men te o la conciencia y su relación con la fisiología del organismo, se debe adoptar un punto de vista biológico y preguntar: ¿cuál es la importan cia biológica de la mente?, ¿qué hace la mente por el organismo? Todas estas preguntas me han conducido a lo que yo tal vez de nominaría una nueva teoría de la mente y del ego. Comenzaré con el comentario de que el mundo de la conciencia es tan poco homogéneo como el mundo 1 o el mundo 3. Entre los estados de conciencia durante la vigilia y los estados de conciencia cuando dormimos y soñamos existe una diferencia cuali tativa que todos conocemos. Ocurren diferencias semejantes entre un sueño vívido que recordamos nítidamente y un sueño del que sólo guardamos un oscuro recuerdo. Sobre la conciencia animal sabemos muy poco, por supuesto, pero el comportamiento de los perros cuando duermen o están des piertos —o bien aparentemente perturbados por un sueño o bien su midos en un profundo sueño— es lo suficientemente parecido a nuestro propio comportamiento como para conjeturar que los perros y otros animales superiores también poseen estados conscientes de varios niveles. Mi primera, y básica, conjetura puede ser formulada, entonces, del siguiente modo. Hablar del cuerpo y de la mente es algo engaño so, ya que hay muchas clases y niveles diferentes de conciencia en el reino animal. En ocasiones podemos encontrar muchos de los niveles inferiores en nuestra propia experiencia, en los sueños, por ejemplo, o durante la hipnosis. Mi segunda conjetura es ésta. Podemos distinguir entre la plena conciencia —esto es, la forma más elevada de conciencia humana— y formas inferiores que pueden ser enormemente distintas. Ahora se plantea la cuestión de la importancia biológica de estos diversos niveles de conciencia. Esta es una cuestión difícil de resol ver. Además, aquí todo es especulativo, incluso la existencia de una forma de conciencia inferior o animal. Al fin y al cabo, siempre po demos negar la existencia de la conciencia en general, como hacen los conductistas o fisicalistas radicales. Así, pues, en este campo no cabe esperar ningún argumento contundente a favor de nuestras especula ciones. Pero las teorías son siempre conjeturales y algunas de mis conje turas conllevan, al menos, consecuencias que se pueden someter a prueba. Con objeto de encontrar de forma conjetural una respuesta a la pregunta de la importancia biológica de la conciencia, introduciré dos ideas: la idea de una jerarquía de controles y la idea del control plástico. En todos los organismos superiores encontrarnos una jerarquía de controles. Existen controles que regulan el latido del corazón, la respiración y el equilibrio del organismo; hay controles químicos y controles nerviosos; hay controles de los procesos curativos y contro les del crecimiento. Y en todos los animales que se mueven libre mente, existe un control central de los movimientos del animal. Pare ce que este control es el más elevado de la Jerarquía. Yo conjeturo que los estados mentales están conectados con este sistema de control central, que es el más elevado, y que contribuyen a que este sistema sea más plástico. Denomino un control de esa Clase que nos hace parpadear cuando algo se acerca repentinamente a nuestros ojos, un «control no plástico». Cuando las posibles reacciones cubren un am plio espectro de posibilidades hablo de un «control plástico». Mi siguiente conjetura es ésta. En todos los animales que se mue ven hay complicados sistemas de alarma tales como los ojos o los ten táculos. Poseen asimismo un impulso innato de movimiento, esto es, de explorar el medio, especialmente en busca de alimento. El sistema de alarma está muy especializado. Advierte de los peligros, tales como el peligro de chocar contra un árbol o el peligro de un enemigo que se acerca. También puede advertir de una oportunidad que se aproxima, tal como un objeto que puede ser utiliaado como alimen to. Designemos a los peligros y a los objetos peligrosos como «bioló gicamente negativos» y a las oportunidades como «biológicamente positivas». Los órganos de la mayoría de los animales están construi dos para distinguir entre estas clases. Es decir, interpretan o descodi fican los estímulos con los que se encuentran. Pero este sistema de in terpretación o descodificación —que está basado anatómica y. por tanto, genéticamente— es en un principio más bien rígido que plásti co, y no acepta situaciones inusuales, como demuestra el ejemplo de 166 KARL R. POPPER INTERACCIÓN Y CONCIENCIA 167 los insectos que chocan contra el cristal de una ventana. Mi conjetu ra es que, merced a la evolución emergente, surgen unos primeros y vagos sentimientos que reflejan las expectativas que el animal tiene de sucesos negativos o positivos que van a ocurrir, o de una retirada o un avance incipientes, y que, por medio de ulteriores pasos en la evolución emergente, estos sentimientos se convierten en sentimien tos de dolor y placer. Estos poseen, en general, carácter de antici pación y se convierten, a su vez, en la base de un sistema de interpre tación o descodificación ulterior o de más alto nivel de las señales que recibe el animal, esto es, de un sistema de interpretación o descodifi cación que va más allá del sistema que los mismos órganos sensoria les proporcionan. Por tanto, el segundo mundo puede haber emergi do a partir del primero, y ya hemos visto cómo el mundo 3 puede emerger a partir del 2. En situaciones inusuales, el animal con frecuencia malinterpreta o descodifica erróneamente las señales que recibe. Yo conjeturo que esto conduce a interpretaciones provisionales, a un titubeo entre, digamos, retirada y avance o entre sentimientos de miedo y de valor. A partir de éstos, se pueden desarrollar interpretaciones de una situación provz nales o de antic: Son anticipatorias en el sentido de que están más bien relacionadas con la inervación incipiente de los movimientos que con los movimientos reales. Este sería un paso decisivo y significa ría un ensayo provisional de posibles movimientos o de posibles reac ciones, sin realizar inmediatamente los mismos movimientos reales. La ventaja biológica de un proceso de esta clase parece evidente y puede conducir a una fase en la que hasta cierto punto se pueden en sayar diversas lineas de comportamiento posibles y su adecuación a la situación, sin correr el riesgo de llevar a cabo los movimientos reales. Pero esto implicaría una especie de imaginación: la previsión ima ginada del resultado esperado del movimiento —junto con un retroce so ante los resultados imaginados o previstos que son biológicamente negativos y la aceptación de los que son biológicamente positivos— y la acción consiguiente. Este es entonces el modo en que la conciencia interactúa con el cuerpo. Se puede conjeturar que este ensayo de anti cipación está relacionado con movimientos provisionales incipientes o inervaciones incipientes de los órganos del movimiento. Así como la in terpretación o descodificación de señales puede estar estrechamente relacionada con el estado general del organismo —esto es, con la anti cipación de reacciones o su disposición para reaccionar— estas iner vaciones, que casi pueden desembocar en movimientos, pueden del mismo modo inducir a cambios o interpretaciones provisionales de las señales recibidas. De este modo, un animal que se encuentra ham briento o agresivo interpretará su medio de un modo distinto a como lo hará, digamos, un animal saciado, asustado o herido: el primero in terpretará el medio desde el punto de vista del posible suministro de alimento, el último desde el punto de vista de los modos de huida. A este nivel, la conciencia puede estar relacionada con la inter pretación y la acción que están inscritas en sentimientos generales de placer y dolor, de actividad, de curiosidad, de iniciativa y de retirada o huida. Es comprensible que esto otorgue al organismo una ampliación de su sistema de control central merced a una mejor previsión, al igual que más provisional, del desarrollo tanto de la situación medio- ambiental como de sus propias reacciones comportamentales. Lo que he esbozado hasta ahora es una especie de trasfondo evo lutivo general de mi nueva teoría conjetural de la mente y del ego hu manos. Pero antes de pasar a esta teoría, permítanme que les indique que la relación entre los estados mentales y los estados físicos según esta teoría es fundamentalmente la misma que la existente entre los sistemas de control y los sistemas controlados —especialmente con la retroalimentación desde el sistema controlado hacia el sistema de control—. Es decir, se trata de una interacción. Ahora me ocuparé de la conciencia humana. Esta contiene gran cantidad de residuos de formas inferiores de conciencia, tales como son todo tipo de vagos sentimientos mezclados con sentimientos más pronunciados de dolor. De hecho, un ser humano puede, por ejem plo, sentir un agudo dolor, sentir aprensión y ser muy feliz,.., todo a un mismo tiempo. |