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182 KARL R. POI’PER INTERACCIÓN Y CONCIENCIA 183 un esquimal... son extremadamente complejos. Un kayac es casi un submarino. Uno puede girar en él y mantenerse bajo la superficie dentro de él, etcétera. Todo esto está muy desarrollado, aunque, por supuesto, nada posee una base genética. Todo es tradicional y difiere en gran medida de las máquinas que emplean las demás razas, y está muy adaptado a medio concreto en que viven los esquimales, un me dio que no habitan desde hace demasiado tiempo, por lo que sabe mos. Así, pues, esto demuestra la plasticidad de este campo e indica que Mumford estaba equivocado. Interlocutor 8: Yo sospecho que aunque base sus argumentos so bre pruebas empíricas, habla más como cuestión de principio —tal vez debido a la convicción de que el mismo lenguaje puede ser ins trumentalizado, incluso instrumentalizado al nivel más básico, una teoría que también ha sido propuesta en otras partes. Popper: Por supuesto, yo también pienso que el lenguaje es ins trumental. No es únicamente instrumental, pero es instrumental. Es decir, no hay duda acerca del hecho de que las teorías son instru mentales. La cuestión del instrumentalismo frente al no instrumenta lismo no gira en torno a si las teorías son instrumentales, sino en tor no a si son solamente instrumentales y nada más. De modo que en este punto estaría de acuerdo con el carácter instrumental de las teo rías, pero diría que también son algo más. ¿Alguna pregunta más? Interlocutor 5: Me gustaría hacerle otra pregunta, aunque quizá sea demasiado trivial. Me gustaría preguntarle, acerca de este esque ma, cómo describiría usted la interacción entre estos tres niveles cuando un médico cualificado diagnostica un problema. Popper: Mañana acudirá un grupo de facultativos al seminario, de modo que tal vez podamos discutirlo allí. Pero de todos modos, en este caso está particularmente claro que la cualificación es en gran medida una cuestión del mundo 3. Casi por. completo, especialmente en cuanto al diagnóstico. Aunque un cirujano, por ejemplo, también la posee en la destreza de sus dedos —por así decirlo, en las puntas de los dedos— e incluso aunque el diagnóstico se puede convertir en algunos médicos en algo en parte inconsciente y casi instintivo, Sé que hay algunos médicos que cuando entran en una habitación «hue len» un diagnóstico, como si dijéramos. Tienen una especie de sensi bilidad para ello. Pero esto no es tan importante; lo realmente im portante es que el diagnóstico es casi por completo una cuestión de ensayo y error. Es decir, es una cuestión de ensayo y error que avan za sistemáticamente —como hacen muchos procesos de ensayo y error, ya que de ningún modo son todos aleatorios— según un plan que, a su vez, ha sido desarrollado a partir del ensayo y error. El mé dico ha aprendido una especie de programa de las preguntas que debe realizar. Algunas preguntas que hay que hacer son muy genera les, sobre la edad, etcétera, hay también algunas preguntas específicas sobre dónde se siente el dolor y qué le sucede al paciente, etcétera. Por una especie de rutina, se excluyen ciertas cosas. Se trata por lo general de una cuestión de eliminar errores —de un método sistemá tico de supresión de errores que es aprendido en ios libros o en la clí nica—. A través de un método sistemático de ensayo y error, y de un método especial sistemático de eliminación de error, el médico llega a un reducido número de posibilidades. A partir de aquí, el proceso consiste entonces, por lo general, de nuevo en la eliminación de una posibilidad tras otra de ese pequeño número, digamos, por medio de un análisis de sangre o de cualquier otra cosa. Entonces sólo queda el diagnóstico. Ahora bien, todo esto supone, por supuesto, que la fis jo logía humana sea razonablemente simple. Es decir, si no es tan sim- pie como se esperaba, entonces el diagnóstico será erróneo.., algo que puede ocurrir. Así es el proceso a grandes rasgos. En este proceso, al gunos de los mismos métodos de eliminación, si han sido realizados con frecuencia, adquieren casi un carácter disposicional. Con todo, es únicamente el mundo 3 el que ha llevado a que esta cuestión haya adquirido carácter disposicional, es decir, el mundo 3 junto con la ru tina, como ocurre con la bicicleta. ¶ EL YO, LA RACIONALIDAD Y LA LIBERTAD Damas y caballeros: El tema de esta conferencia es «El yo, la racionalidad y la liber tad». Se trata de un tema muy amplio en el que se corre el peligro de degenerar en todo tipo de vagas generalizaciones, especialmente en un campo en el que hay tanta especulación. En primer lugar, diré algo más sobre el ego o el yo de lo que pude decir en la última conferencia para pasar más tarde a la racionalidad. Para empezar, sobre el yo: mi tesis central, tal como la formulé en la última conferencia, es que el yo o el ego está anclado en el mundo 3 y no puede existir sin el mundo 3. Antes de ocuparme de esta tesis con más detenimiento, será ne cesario eliminar la siguiente dificultad. Como he dicho aquí con tan ta frecuencia, el mundo 3 es, en líneas generales, el universo de los productos de nuestra mente. Pero, ¿cómo puede ser esto así, si por otra parte la mente o nuestro yo no pueden existir sin el mundo 3? La respuesta a esta aparente dificultad es muy sencilla. Nuestro yo, las funciones superiores del lenguaje, así como el mundo 3 se han desarrollado y han emergido conjuntamente, en constante interac ción. Por tanto, aquí no se plantea ninguna dificultad especial. Para ser más específico, niego que los animales tengan estados de plena conciencia o que posean un yo consciente. El yo evoluciona junto con las funciones superiores del lenguaje, con las funciones descriptiva y argumentadora. Los animales poseen un sentido espacial muy desarrollado —un sentido de la rientación que sin duda es, en gran medida, si no com pletamente, resultado inconsciente del instinto combinado con los resultados de la exploración espacial—. Del mismo modo, tanto los animales como las plantas poseen relojes innatos y, por tanto, un sen- 186 KARL R. POPPER tido del tiempo. Yo conjeturo que también son conscientes. Pero de lo que carecen —todo esto es una conjetura, por supuesto— es de la habilidad de verse a sí mismos extendiéndose en el tiempo y en el es pacio, así como actuando en el tiempo y en el espacio. En la medida en que son conscientes, sus estados internos dirigen su conciencia ha cia los sucesos importantes que ocurren fuera de ellos mismos, si no exclusivamente, por lo menos casi exclusivamente. Mi teoría de la anticipación animal: anticipan movimientos de un enemigo o de una presa —la rana y la mosca— por medio de un efec to de plantilla, merced a una inervación parcial de ios movimientos de respuesta, que hace que la inervación final sea más rápida y apro piada. Conjeturo, junto con Gomperz yjames/Lange, que estas iner vaciones parciales están representadas en las sensaciones. En contraposición, la conciencia del yo contiene como uno de sus componentes el conocimiento que tenemos de nosotros mismos como entidades que se extienden a lo largo del tiempo, al menos du rante un pequeño lapso. Nuestro sentido de la localización en el es pacio contiene al menos una historia básica de cómo hemos llegado ai lugar en el que nos encontramos. Si nos-despertamos en un lugar extraño, tenderemos a preguntarnos a nosotros mismos: « es toy? ¿He tenido un accidente? ¿Cómo he llegado aquí?». Pero no vivimos únicamente con una conciencia rudimentaria de nuestra historia anterior, sino también con una conciencia rudimen taria de nuestras expectativas, que normalmente suponen los objeti vos y propósitos, los intereses inmediatos y más remotos que tenemos en la vida. Todo esto está presente en nosotros de un modo disposicional. Pero estas disposiciones son disposiciones a que nuestra conciencia recuerde el pasado. Son, por tanto, muy distintas del sentido espa ciotemporal de los animales que es igualmente disposicional, ya que las mencionadas disposiciones humanas están vinculadas a otras dis posiciones que van dirigidas hacia las teorías: una teoría del tiempo basada en el círculo que conforman el día y la noche, una teoría del espacio como un conjunto ordenado de distancias espaciales invaria bles entre cuerpos físicos prominentes, y una teoría de los cuerpos fí sicos como constantes destacadas de nuestro entorno. Pero lo que constituye nuestro yo o nuestro ego es, en parte, el hecho de que po demos vernos a nosotros mismos situados en este marco y el hecho de EL YO, LA RACIONALIDAD Y LA LIBERTAD 187 que hemos alcanzado nuestra posición a través de movimientos reali zados en él. Además, vemos a nuestros cuerpos como constantes, como si se tratara de otros cuerpos o, tal vez, como si cambiaran len tamente. Y comprendemos y nos percatamos del ciclo de la vigilia y del sueño, y de las interrupciones de nuestra conciencia durante el sueño, mientras que nuestro cuerpo continúa estando ahí. Ahora bien, todo esto posee claramente un carácter teórico: depende del len guaje descrz e incluso del lenguaje argumentador. Las funciones específicamente humanas de nuestra memoria re presentan un papel importante en todo esto. En el sentido más amplio, se puede atribuir la memoria a algo cuyo comportamiento depende de su historia. En este sentido tan amplio se puede decir que los imanes y, de forma más general, los cristales y, por tanto, la mayoría de las estructuras físicas complejas —y sin duda todos los organismos— tienen memoria. Como mencio né en mi conferencia anterior, los electrones carecen de memoria, al igual que les sucede, por lo que sabemos, a los átomos. A partir del comportamiento de un perro dormido, podemos conjeturar que todos los perros sueñan, y es probable que retazos de la memoria desempeñen en estos sueños un papel similar al que representan en nuestros propios sueños. Pero únicamente los vínculos que nos unen a los objetos del mundo 3 hacen posible el recuerdo controlado de una experiencia humana, tal como sucede cuando intentamos recor dar conscientemente un poema aprendido de memoria hace años. Esto es válido incluso para el recuerdo consciente de sucesos anterio res: los encontramos al intentar conectarlos con otros retazos de me moria de acuerdo con alguna teoría que sostenemos acerca de nues tra historia anterior. En todo esto utilizamos un conocimiento formulado lingüísticamente —al menos en parte o de forma disposi cional. De todo esto resulta evidente que incluso el papel que represen ta la memoria en nuestro yo consciente está anclado en el mundo 3, el mu del conocimiento que puede ser criticado, del conocimiento en sentido objetivo. Constantemente criticamos nuestros intentos de recordar o de reconstruir algún recuerdo como deficiente e intenta mos encontrar los elementos que faltan. De este modo alcanzamos el resultado que mencioné en mi últi ma conferencia: el ego o yo está estrechamente vinculado a las fun 188 KARL R. POPPER EL YO, LA RACIONALIDAD Y LA LIBERTAD 189 ciones superiores del lenguaje y esto indica que la plena conciencia interactúa con el centro del habla de nuestro cerebro. A continuación formularé en forma de tres tesis algunas de estas ideas, así como algunas ideas adicionales. 1. El ego, el yo o la conciencia de la propia identidad emerge en la evolución de la especie junto con las funciones superiores del len guaje —esto es, las funciones descriptiva y argumentadora— e inte ractúa con estas funciones. 2. El ego, el yo o la conciencia de la propia identidad evolucio na en el desarrollo del niño junto a las funciones superiores del len guaje y, por tanto, después de que el niño ha aprendido a expresarse y a comunícarse con otras personas, a comprender sus relaciones con otras personas y a ajustarse a su entorno físico. 3. El yoo el ego está vinculado a la función central de control del cerebro, por una parte, e interactúa con los objetos del mundo 3 por otra. En la medida en que interactúa con el cerebro, la ubicación de la interacción se puede localizar anatómicamente. Yo sugiero que la inte racción se centra en el centro del habla del cerebro. Con anterioridad ya he hablado extensamente sobre la primera de estas tesis, concerniente a la evolución lingüística de la especie, y no voy a añadir nada nuevo. Sobre la segunda tesis, concerniente el desarrollo de la conciencia de la propia identidad en el niño, únicamente realizaré uno o dos co mentarios. Soy un gran admirador del sentido común y creo en él, pero a ve ces el sentido común se puede equivocar seriamente. Así sucede en relación con la teoría del conocimiento como ya hemos podido com probar, ya que la teoría del sentido común del conocimiento es sub jetivista y sensualista. La teoría del sentido común del conocimiento es la teoría cubo de la mente que afirma que, como cuestión de nues tras historias personales, nosotros —y «nosotros» significa los diver sos egos— adquirimos conocimiento a través de nuestros sentidos. Los filósofos idealistas adoptaron esta teoría. La filosofía solipsis ta y la filosofía de Berkeley—que, por lo general, se denomina «idea lismo subjetivo»—, que mencioné en mi conferencia precedente, se origina a partir de esta teoría errónea del conocimiento. Creen que todo conocimiento consiste en la propia experiencia o en el recuerdo de algunas de las propias experiencias. Pero si hablamos de las propias experiencias, entonces entra en juego el ego o yo. Por tanto, todas estas filosofías dan por sentado el ego o el yo o el sujeto e intentan construir el mundo externo —in cluidas otras personas y otras mentes— sobre la base del ego o del contenido de nuestra mente. Y fracasan. Pero como cuestión del hecho psicológico, el conocimiento dis posicional del ego o yo se produce en un momento posterior del de sarrollo del niño que el conocimiento disposicional del mundo exter no, de otras personas y de otras mentes, ya que el conocimiento disposicional del yo se adquiere en aquel proceso de crecimiento du rante el cual adquirimos los lenguajes descriptivo y argumentador. El desarrollo del niño transcurre paralelo a la evolución de la especie: mientras que ios animales tienen acceso al conocimiento disposicio nal del mundo externo y de otras personas, el yo emerge únicamente en el nivel humano. A continuación me ocuparé de mi conjetura anatómica. Esta con jetura parece poder ser sometida prueba, y las pruebas son fasci nantes y, de hecho, asombrosas. Cuando elaboré por primera vez esta conjetura anatómica no era consciente de que durante cierto tiempo se habían estado realizando experimentos que se podían interpretar como pruebas de mi conjetura. (Leí por primera vez algo sobre estos experimentos en la Conferencia Eddington dictada por Sir John Ec cIes en 1966.) Les informaré muy brevemente sobre estos experimentos. Nuestro cerebro se compone de dos mitades simétricas, la mitad izquierda sirve al lado derecho del cuerpo, y viceversa. En la mayoría de las personas -—por lo menos, en la gran mayoría de las personas el centro del habla está localizado en el hemisferio izquier do del cerebro. Las dos mitades del cerebro están unidas por medio de una espe cie de puente portador de una gran cantidad de conexiones entre los dos hemisferios cerebrales, Este puente se designa como «la gran co misura cerebral». Ahora bien, en algunas operaciones quirúrgicas del cerebro, este puente se corta y se rompe la conexión entre los lados izquierdo y de recho, 190 c&RL R. POPPER Esta operación se llevó por primera vez a cabo en animales, in cluidos los primates, y se observó que quedaban perfectamente satis fechos —y así les sucede a los pacientes humanos a ios que se ha rea lizado esta operación en los últimos cuatro o cinco años. Por cierto, la operación se realiza con personas que sufren ata ques epilépticos graves y parece una verdadera cura de la epilepsia. Las personas en las que se llevó a cabo la operación han quedado sa tisfechas y se comportan como personas corrientes en todos los as pectos, aunque se pueden detectar diferencias cuando son sometidos a una investigación. |