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PABLO: No sirve. Es más fácil hacer fotos MABEL: Pero menos auténtico. PABLO (pensativo): Sabes, me has dado una buena idea. Podría sobornar a la casera haciéndole un retrato. Aunque no sé si podré aguantar el mal trago. (Se levanta y arrastra el caballete hasta un rincón, para que no moleste). PABLO: Hasta luego, Mabel. Tengo cosas que hacer. (Sale. MABEL se queda un momento sentada en el comedor, escuchando la música de ALEJANDRO, que suena de fondo. Entra OCTAVIO). OCTAVIO: Ah, estás aquí... MABEL: (en voz baja): Ssshhh... escucha. (Callan los dos y escuchan atentamente). MABEL: ¿Verdad que toca bien? Y tiene mucha voluntad. Creo que terminará en el Conservatorio como él quería, pero tenéis que ayudarle. Tenéis que ayudaros unos a otros. OCTAVIO (algo apagado): Sí, claro... es bueno. (Se sienta junto a ella). Escucha, quería preguntarte una cosa. ¿Te gustó... eh... te gustó la poesía que te di ayer, en la comida? MABEL (con sinceridad): Sí, mucho. No sé cómo darte las gracias. Nunca nadie me había escrito nada tan bonito. Eres muy bueno con la pluma. OCTAVIO: Bah, no lo dirás en serio. MABEL: Sí te lo digo en serio. Ya se lo he dicho a Pablo, creo que en este piso viven cuatro grandes artistas en potencia. Y hablando de Pablo, me ha dicho no sé qué de un cuento de Rubén Darío con el que se siente identificado. Dijo que tú me lo explicarías. OCTAVIO (sorprendido): Eh, pues... tiene cierta razón. ¿No te dijo que te pareces a la reina Mab? MABEL: ¿La reina Mab? No, ¿qué es eso? OCTAVIO: Cuenta Rubén Darío que en una buhardilla vivían cuatro artistas bohemios y zarrapastrosos: un pintor, un escultor, un músico y un poeta. Un día la reina Mab, soberana de las hadas, entró por la ventana con su carruaje hecho de una sola perla y los escuchó lamentarse de su desdicha. Vivían en un tiempo donde el arte ya no se valoraba, porque no era útil ni daba dinero. Se sentían marginados y olvidados. ¿Para qué el arte en tiempos de miseria? MABEL: ¿Y qué pasó entonces? OCTAVIO: La reina Mab se compadeció de ellos y los cubrió con el velo azul de los sueños. Y, en adelante, nunca más sintieron tristeza o miedo ante el futuro. MABEL: Qué historia tan bonita. OCTAVIO: A mí también me lo pareció. Por eso la leí en una reunión. Pero Pablo dijo que la reina Mab había engañado a los artistas. El velo les cubría los ojos y no les permitía ver la dura realidad: los había convertido en idiotas soñadores que, al fin y al cabo, morirían de hambre. La gente se burlaría de ellos. Serían como don Quijote. MABEL: Cada uno lo ve de una manera diferente. OCTAVIO: En realidad, ese cuento define bastante bien nuestra situación, sólo que nosotros tenemos un actor en lugar de un escultor. MABEL: Eso me convierte a mí en la reina Mab. OCTAVIO: Exacto. Cuando Pablo te comparaba con un hada, sabía muy bien qué estaba diciendo. (Entra MANUEL por la derecha). MANUEL: Oye, ¿vosotros sabéis qué mosca le ha picado a nuestro Van Gogh? ¡Está enrollando sus lienzos y cargándolos en una mochila! Dice no sé qué de una "cuestión de supervivencia”... (Entra PABLO, que cruza el escenario desde la puerta derecha a la izquierda. Lleva una enorme mochila llena de lienzos enrollados). PABLO: Chao, bohemios. Nos vemos a la hora de cenar. (Sale. Entra ALEJANDRO por la derecha). ALEJANDRO: ¿A dónde va ése tan deprisa? MABEL: ¡A ganarse el pan! OCTAVIO: Bueno, tengo que daros una noticia. Quería esperar a que estuviéramos todos, pero no he podido contenerme. Veréis, me he cansado de editoriales. Voy a ir poco a poco, así que he hablado con la gente de la revista de mi facultad, y me van a editar alguna poesía. Es una revista con una tirada de quinientos ejemplares, pero por algo se empieza, ¿no? MANUEL: ¡Es una gran noticia! ¡Vámonos a celebrarlo! ¿Hace un café? MABEL: Eso. Así será como una despedida, porque me voy dentro de tres días. (Silencio. Los tres se han quedado sorprendidos). OCTAVIO: Pero eso... es muy pronto, ¿no? MABEL: No tenía previsto quedarme más tiempo. De todas formas, muchas gracias por todo. Lo he pasado muy bien. MANUEL: ¿Y a qué hora te irás? MABEL: Después de comer. Vendrá mi novio a buscarme. OCTAVIO: ¿Novio...? (A ALEJANDRO, en voz baja). ¡No me habías dicho que tenía novio! ALEJANDRO (a OCTAVIO, en el mismo tono): ¡Lo siento! No tenía ni idea de que mi prima te había robado el corazón. MABEL: ¿Qué estáis susurrando, vosotros dos? ALEJANDRO: Nada, que más vale que nos demos prisa, o se va a hacer tarde. MANUEL: Pues entonces, ¿a qué esperamos? (Salen los cuatro por la izquierda). ESCENA VII (ALEJANDRO, OCTAVIO, PABLO y MANUEL, sentados alrededor de la mesa, Luz tenue). OCTAVIO (suspira): Ya nada volverá a ser como antes. PABLO: Adiós al hada madrina. MANUEL: Éramos más. Podríamos haber reducido al novio y secuestrado a Mabel, para que no se la llevara. PABLO (tristemente): He vendido algunos cuadros. A este paso, podremos pagar el alquiler. MANUEL (suspira): Esta tarde han venido a la representación casi treinta personas. Pero ella ya no estaba para verlo. OCTAVIO: La revista pronto estará en la calle, y mucha gente leerá mis poesías. ALEJANDRO: Y yo lo estoy aprobando todo. Podré seguir estudiando aquí y prepararme para el Conservatorio. MANUEL: ¿Pero no sentís que no tiene sentido si ella no está? ALEJANDRO: Se nos pasará. Porque seamos francos, ¿no nos habremos enamorado de ella? MANUEL: No sé. PABLO: ¡No, hombre! Es un encanto, nos ha ayudado mucho, pero... OCTAVIO (soñador): ¿Y si ella fuera realmente la reina Mab, la reina de las hadas? ALEJANDRO: Qué va. Es mi prima. La conozco desde que éramos bebés. PABLO: No se ha llevado el retrato porque no le cabía en la bolsa. ¿Qué os parece si lo cuelgo en la pared del salón? OCTAVIO: Una gran idea. (Breve silencio MANUEL se levanta. Los otros hacen lo mismo y unen sus manos sobre la mesa). MANUEL: Compañeros artistas, no podemos seguir así. Sabíamos lo que queríamos, pero lo habíamos olvidado. Ella nos ha devuelto la ilusión y la energía. Tenemos que seguir adelante, por nosotros mismos y porque la reina Mab cree en nuestro trabajo; y eso es lo que importa, ¿no? ¡Viva el GAMBA! OCTAVIO: ¡Viva la reina Mab! PABLO: ¡Viva la bohemia! ALEJANDRO: ¡Vivan los sueños! TODOS: ¡Viva el arte! TELÓN |