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UNIDAD III

CAPITULO 9

ESTRUCTURA GRUPAL

9.1. INTRODUCCIÓN

Todo sistema vivo, y los grupos pueden ser considerados como tales, posee una estructura más o menos persistente definida por sus elementos y un conjunto de procesos que con su movimiento dinámico mantienen, desarrollan o cambian dicha estructura. Tanto la estructura como los procesos deben ser considerados como los dos ejes básicos e inseparables a partir de los cuales se organiza y desarrolla la vida del grupo.

El tema de la estructura, clásico en cualquier manual de grupos, ha visto declinar su interés en los últimos años, aunque algunos autores son más radicales y afirman que ha caído en el olvido (Moreland, Hogg y Hains, 1994). Este desinterés se debe en gran medida al auge de la teoría de la identidad social y la teoría de la autocategorización. Como ya vimos en su momento, las críticas más recientes a estas teorías se focalizan en la no consideración del grupo como un todo relaciona!, sino sólo en su faceta intergru-pal. Estas críticas justifican más que suficiente el análisis de la estructura de grupo. Para poder abordar este tema, tan importante como genérico, desarrollaremos en primer lugar el concepto de estructura y a continuación describiremos los principales componentes que la configuran y que hemos concretado en estatus, roles, normas y cultura grupal.

9.2. EL CONCEPTO DE ESTRUCTURA

La estructura, del latín structura (disposición, configuración que surge del orden de como están colocadas las cosas, Moliner, 1987), se refiere, en su aplicación a la psicología de los grupos, a la coordinación y distribución de los elementos que componen el grupo, así como a su consistencia, estabilidad y al patrón de relación entre ellos. Aplicado esto al caso concreto de los grupos, nos encontramos que cualquier descripción de la vida grupal recurre a términos que hacen referencia a la posición y al ordenamiento de los miembros en el grupo con la ayuda de un fenómeno muy psicosocial, la interacción.

Diferentes psicólogos sociales han hablado de la estructura del grupo como un modelo o patrón de relaciones interpersonales. Sirvan, a modo de ejemplo, las siguientes definiciones recogidas por Blanco y Fernández Ríos (1987):

«... un grupo está estructurado cuando adquiere cierta estabilidad en el arreglo de relaciones entre los miembros» (Cartwright y Zander, 1971a, p. 530).

«... el término estructura se utiliza generalmente para referirse a este modelo de relaciones entre las partes diferenciadas del grupo» (Shaw, 1979, p. 354).

«... la estructura social puede ser definida como la relación entre los elementos de una unidad social. Estos elementos pueden ser individuos o posiciones para las que los individuos han sido asignados» (Collins y Raven, 1969, p. 103).

«Cuando nace un grupo comienza a surgir una organización o una estructura. Se da un modelo de posiciones dentro de él, líneas de comunicación (estructura comunicativa), disposiciones de cómo se toman las decisiones y pasos en la asunción del liderazgo (estructura de poder), especializaciones en la tarea (estructura ocupacional), relaciones de unos miembros con otros (estructura sociométrica) y modos y medios para que los individuos puedan pasar de una posición a otra» (Sargent y Williamson, 1958, p. 327).

Lewin (1978) concibe la estructura del grupo como un campo dinámico, como un sistema en equilibrio cuasi estacionario, un estado de equilibrio entre fuerzas equivalentes en intensidad y opuestas en dirección. Es un equilibrio cuasi estacionario porque en el grupo se producen cambios que romperán el equilibrio y el grupo se estructurará en su totalidad en un equilibrio y distribución de fuerzas distinto del anterior. En palabras de Anzieu y Martin (1971, p. 68), «una vez que el cambio ha ido más allá del margen de vecindad, tiende a continuarse por sí mismo hacia un nuevo equilibrio y convertirse en irreversible».

Otros autores utilizan diferentes términos para referirse a este mismo fenómeno. Para Dunphy (1972, p. 96), la estructura debe concebirse como «la totalidad de las regularidades pautadas de un sistema que permanecen relativamente fijas en el tiempo», o según Forsyth (1999), «la pauta subyacente de relaciones estables». Levine y Moreland (19901 la definen como el patrón de relaciones que emerge entre sus miembros. Jiménez Burillo (1981) entiende por estructura la totalidad de regularidades pautadas en un sistema que permanece sin cambiar en un periodo amplio de tiempo. En la misma línea está, por ejemplo, la tan mencionada definición de Shaw (1979, p. 272): «cada componente del grupo ocupa en él una posición y la pauta de relaciones existente entre las posiciones dentro del grupo constituye una estructura de grupo», y más adelante añade: «... (la estructura) ejerce un influjo generalizado sobre la conducta de los miembros de ese grupo». Más parsimoniosa, pero con un mismo trasfondo, es la definición aportada por Roda (1999): «el modelo o patrón de relaciones interpersonales que le es propio».

En suma, la estructura del grupo se podría definir en base a tres características fundamentales:

  1. el orden y distribución de los elementos (sujetos, tareas, roles, etc.) que lo com
    ponen;

  2. la consistencia y estabilidad en la disposición de esos elementos o «piezas», y

  3. producida por unos patrones o modelos de relación entre ellos.

La estructura del grupo cumple, pues, una función estabilizadora del mismo, c i relaciones y de sus metas comunes y hace referencia a las «interrelaciones entre los miembros del grupo y las directrices de su comportamiento que le hacen funcionar de una manera ordenada y predecible» (Canto, 1998, p. 91). En este sentido, Haré (1 p. 89) apunta «que todos los miembros desarrollan expectativas recíprocas en base tanto a la red informal de elecciones mutuas como a los roles formales» (la cursiva es nuestra).

A los conceptos clave de red interdependiente y regularidades pautadas hemos de añadir el de reciprocidad e interacción. La estructura grupal es originada por la interacción. De las tres acepciones del término interacción que señala Turner (1994): la interacción como relación causa-efecto, la interacción como afiliación y la interacción como unidad psicosocial, resulta pertinente para la comprensión de la estructura grupal la tercera de las acepciones. Sin menoscabo de los efectos directos de un sujeto sobre el otro (relación causa-efecto) ni de la mayor incidencia de las normas grupales en las situaciones cara a cara (afiliación), destacamos la interacción como unidad psicosocial. En palabras de Turner, «la interacción no es la suma de las partes, sino integradora y creadora de nuevas pautas de comportamiento..., pautas de acción que van más allá del efecto directo de un sujeto sobre otro y que dependen del sistema que engloba esas interacciones» (p. 30).

La importancia que la estructura tiene en los grupos lo han puesto de manifiesto Cartwright y Zander (1971a, pp. 641-642), para quienes es casi imposible describir lo que ocurre en los grupos «sin recurrir a términos que indiquen el emplazamiento de unos miembros con respecto a otros (...). Varios términos han sido utilizados, pero los más corrientes son: posición, estatus, rango, ocupación, rol, parte, dique y subgrapo». Todos estos términos permiten situar a los miembros de un grupo en relación con otros de acuerdo con algún criterio de localización, y «tal localización de los miembros es importante para comprender qué sucede en y a los grupos».

Wilke y Van Knippenberg (1990, p. 323), al hablar de estructura, hacen referencia a la función de separación y a la de integración: «La estructura grupal tiene relación con elementos diferenciadores y con mecanismos integradores a la vez. Los elementos son personas y posiciones, mientras que los mecanismos integradores son la comunicación, la atracción, el estatus, el control y los roles.» Levine y Moreland (1998) ponen de manifiesto que una de las funciones básicas de la estructura es la de regular y controlar las relaciones entre los miembros y así evitar o moderar posibles tensiones y enfrentamien-tos. Entre las características distintivas de la estructura, señalan:

Todos los grupos la poseen por rudimentaria que sea.

  1. Una vez consolidada no cambia con facilidad.

  2. Incrementa la fluidez de la interacción y, en consecuencia, la comunicación y eficacia de los grupos. Es decir, el realizar acciones que llevan a la consecución de las metas sólo es posible en la medida que la conducta de los otros es predecible, en la medida que el patrón de interacción grupal al que llamamos estructura existe y posee estabilidad.

9.3. COMPONENTES DE LA ESTRUCTURA

Las definiciones antes apuntadas adelantan algunas consideraciones sobre los componentes de la estructura grupal. Para el matrimonio Sherif, el paso, y en consecuencia la diferencia del simple agregado de personas al grupo, se produce a través de la interacción repetida y permanente a lo largo del tiempo. Esta interacción se va regulando y a la vez va creando una configuración de roles y unas normas por las que se van a regir las actividades del grupo. Es decir, la interacción en relación con unas metas y objetivos comunes es la que, en último término, origina la estructura de estatus, roles y normas de un grupo y les concede una cierta estabilidad y permanencia a lo largo de la existencia del grupo. Estos mismos elementos son considerados por Cicourel (1983), pero en sentido inverso: las normas y roles son procedimientos de interpretación de la realidad social comunes a los miembros de un grupo que posibilitan la coparticipación en un mundo de significados comunes y, en definitiva, la interacción, a partir de la cual surge la estructura grupal.

Heinicke y Bales (1953) —en una línea muy similar a la de Sherif y Sherif— indican que en el fondo de la estructura grupal se encuentran unas redes o modelos de interacción: la estabilidad y permanencia de pautas de interacción. El desarrollo de esta estructura grupal y los cambios que en ella se vayan sucediendo dependen del alto o bajo consenso que los miembros del grupo tengan respecto a la jerarquía de estatus dentro del grupo.

Cartwright y Zander (1971a) señalan tres tipos de factores en el origen de la estructura de los grupos:

Primer factor: hace referencia a aquella modalidad de estructura que requiere un grupo abocado esencialmente a la productividad y a la ejecución, una estructura basada en la división de tareas y responsabilidades y en la jerarquización de poderes e influencias.

Segundo factor: hace referencia a las características individuales bajo la presunción de que las personas tienden, por capacidad, temperamento u otras peculiaridades personales, a buscar y preferir ciertas tareas, posiciones, responsabilidades, protagonismos, etc. Son las personas quienes, en definitiva, definen las regularidades de interacción sobre las que se sustenta la estructura grupal. Tercer factor: el ambiente físico (número de sujetos que componen un grupo, disposición espacial de los sujetos, cantidad de espacio disponible, etc.). Un factor que en algunos momentos es decisivo, ya que afecta de manera especialmente directa al flujo comunicativo, pieza clave de la estructura grupal.

Otros autores consideran la posición —y las funciones adjuntas a ella— como el origen de la estructura grupal, ya que suponen que el grupo no es sino un conjunto de posiciones organizadas y dirigidas a la consecución de ciertos objetivos y metas. Por ejemplo, Whyte (1943) fundamenta la estructura en la posición, estatus o rango y en la interacción continua entre los sujetos. Rango e interacción aparecen como dos elementos mutuamente interdependientes. En el transcurso de las interacciones se va conformando una estructura jerárquica que regula, a su vez, un sistema de comportamientos y obligaciones esenciales para la cohesión y supervivencia grupal.

Diferentes autores han tratado de concretar los elementos de este entramado que denominamos estructura grupal. Sirvan a modo de ejemplo los que a continuación citamos:

  • Barriga (1982) distingue dos tipos de elementos en la estructura grupal: a) los elementos estructurales manifiestos: tamaño del grupo, lugar físico, características biográficas, etc., y b) los elementos estructurales implícitos: características sociales del ambiente (redes afectivas, normas, valores), roles y estatus.

  • Vendrell y Ayer (1997) señalan los siguientes elementos: composición del grupo,
    posiciones, estatus y roles, tamaño del grupo, redes de comunicación y normas
    de grupo.

  • Para Morales, Navas y Melero (1996), «cualquier dimensión que sirva para unir
    a los miembros del grupo será también un componente de la estructura grupal».

  • Levine y Moreland (1990) se refieren al sistema de estatus, roles, normas, cohesión y cultura.

  • Para Forsyth (1999) serían los roles, la autoridad, la atracción, la comunicación,
    las normas y las estructuras de recompensa del grupo.

  • Blanco y Fernández Ríos (1987), en base a la clasificación realizada por Shaw
    (1979), señalan que los elementos sustanciales de la estructura grupal vendrían a
    ser: estatus, rol, comunicación, poder, liderazgo, atracción y normas. «Unos ingredientes en estrecha relación entre sí y respecto a los cuales resulta extraordinariamente arriesgado hacer una enumeración en términos de causa y efecto, dedependencia o independencia» (p. 373).

9.4. ESTATUS

En 1936, Ralph Linton (1972) definía el estatus como un conjunto de pautas recíprocas de conducta, como una posición dentro de una pauta concreta, como un conjunto de derechos y deberes cuya puesta en práctica constituyen la función que cada individuo debe cumplir en la sociedad. A partir de Linton, el concepto de estatus se ha asociado a dos aspectos fundamentales:

a) la localización o posición dentro de una estructura, y

b) el conjunto de derechos y obligaciones vinculados a dicha posición. Según el Diccionario de Psicología Social y de la Personalidad (Harré y Lamb, 1992), el estatus es esencialmente el rango o la posición de un individuo en la jerarquía de prestigio de un grupo o comunidad.

Hablar de estatus significa, en suma, hablar de ordenamiento jerárquico, asumir que, en función de ciertas dimensiones, hay individuos que ocupan posiciones más altas que otros. «El sistema de estatus es el término que empleamos para referirnos a la jerarquía de posiciones en un grupo»

Hartley, 1952, p. 555) y que refleja la distribución de poder entre sus miembros (Levi-ne y Moreland, 1998).

Parsons (1969) nos indica que el estatus, como el rol, no es un atributo del actor, sino del sistema social, lo que significa que las funciones (al menos las socialmente significativas), junto con la valoración de tales funciones, son asignadas independientemente del sujeto; es decir, el proceso social es anterior al sujeto y se encuentra regulado por ciertas normas y valores que en lo fundamental no son voluntarios, sino impuestos. Pero esta posición, extremadamente sociologista, no considera que las características del propio actor son claves en la lectura o interpretación que realizará del estatus. Precisamente esta consideración ha sido defendida desde la teoría de los estados de expectativas y desde la teoría etológica.

La teoría de los estados de expectativas (Berger, Rosenholtz y Zelditch, 1980) defiende que los miembros del grupo forman expectativas sobre las posibles contribuciones de cada integrante para el logro de los objetivos grupales. Estas expectativas se basan en la observación de características personales (inteligencia, conocimiento, preparación para la realización de la tarea, etc.), aunque también se consideran aquellas que tienen una connotación más genérica, como la edad, el sexo y presumiblemente los atributos de clase social. Las personas cuyas características son más positivas evocan mejores expectativas y son asignadas por el grupo a los estatus más altos. Estas asignaciones pueden ser modificadas en base a las contribuciones reales que se producen conforme el grupo va avanzando hacia la meta. Ahora bien, en este proceso de reevaluación no siempre se reequilibran las aportaciones de los miembros con los estatus que reciben. Por ejemplo, Ridgeway (1982) puso de relieve que aquellas personas que obtienen un bajo estatus inicial tienen grandes dificultades para demostrar más tarde su valor a los miembros del grupo.

Si el estatus se fundamenta en las expectativas que mantienen los miembros entre sí, es fundamental, por tanto, especificar los factores sociales que configuran estas expectativas. Esta teoría especifica tres procesos diferentes en el establecimiento del estatus. El primero describe cómo las características de los sujetos, socialmente significativas, llegan a ser salientes activando creencias culturales compartidas que configuran expectativas de rendimiento. El segundo toma como interés el impacto de las recompensas sociales sobre las expectativas e influencia. El tercero se centra en el desarrollo de patrones de intercambio conductual entre los actores.

Desde la posición etológica o biosocial (Mazur, 1985), se defiende que los miembros del grupo lo que evalúan son características físicas como vigor, estatura, expresión facial. Estas percepciones llevan a adjudicar estatus aitos a los aparentemente fuertes y estatus bajos a los débiles. El resto de los integrantes del grupo se implican en breves concursos de dominancia de los que resultan «ganadores» y «perdedores», a los que se asignan los correspondientes estatus.

Estas teorías cuentan con ciertas evidencias empíricas favorables (por ejemplo, Driskell y Mullen, 1990; Fisek, Berger y Norman, 1991), por lo que la cuestión aquí sería si la asignación de estatus responde más a la habilidad o a la fuerza de los sujetos. Aunque no han faltado esfuerzos por tratar de dilucidar esta cuestión (Driskell, Olmstead y Salas, 1993), los resultados no son unánimes. Una solución a este problema es construir una teoría que integre los procesos descritos tanto por la teoría de los estados de expectativa y la teoría etológica. Ridgeway ha llevado a cabo esta tarea proporcionando evidencia empírica favorable (Ridgeway y Diekema, 1989; Ridgeway y Johnson, 1990). De acuer do con Ridgeway, la asignación del estatus es, generalmente, un proceso cooperativo basado en las expectativas de rendimiento compartido sobre los miembros del grupo. No obstante, también pueden surgir «retos competitivos», por ejemplo, cuando algunos miembros aspiran a un mayor estatus que el asignado por el grupo. Los resultados de tales aspiraciones dependen de algunos factores, entre los que se incluyen determinadas tácticas conductuales que estos miembros utilizan y la cantidad de apoyo que reciben de los otros miembros del grupo.

Una vez que el sistema d,e estatus se ha desarrollado en el grupo, su cambio puede ser lento. Y esto porque la asignación de estatus en el grupo tiene sus consecuencias tanto en el plano personal como en el interpersonal. En sus relaciones con los otros miembros del grupo, los sujetos que tienen un alto estatus tienen más oportunidades de ejercer influencias, intentan de hecho ejercerlas con más frecuencia y son realmente más influyentes que las personas que poseen menos estatus, por lo que difícilmente abandonarán su posición. Además, el estatus también tiene su influencia en la percepción interpersonal, de tal modo que ante una conducta similar, las personas con más estatus tienden a ser evaluadas más favorablemente que las que poseen menos estatus (Sande y coíaboradores, 1986). También el estatus influye en la propia evaluación, como se pone de manifiesto en el alto nivel de autoconcepto que poseen las personas de estatus superior en comparación con las que se sitúan por debajo de ellas.

La teoría de la identidad social también se ha ocupado del estatus del grupo y en este sentido ha destacado el papel tan importante que desempeña la identificación a la hora de determinar las respuestas de los miembros del grupo a su estatus quo. La investigación ha demostrado (por ejemplo, Ellemers, Van Knippenberg y Wilke, 1990; Ellemers y colaboradores, 1988; Lalonde y Silverman, 1994) que en grupos de bajo estatus, y cuando los límites del grupo son flexibles, las personas exhiben un bajo nivel de identificación, no así cuando los límites del grupo son fijos y no permeables. Este efecto de permeabilidad no es observado en grupos de alto estatus. Es decir, las personas están dispuestas a ser leales al grupo en la medida que les proporciona una identidad social positiva. Cuando no es el caso, y a las personas se les proporciona la posibilidad de cambiar de grupo, intentarán hacerlo.

No obstante, estudios posteriores han demostrado que estos resultados son incompletos. En concreto, gran parte de la investigación mencionada se ha realizado en el laboratorio, donde los grupos se forman en base al azar o a cuestiones triviales. Cuando nos fijamos en los estudios que han utilizado una categorización con más significado (por ejemplo, que los miembros del grupo piensen que tienen un rasgo en común), los sujetos no suelen optar por la movilidad individual para hacer frente al bajo estatus (por ejemplo, Ellemers y colaboradores, 1992, 1993). Es decir, parece que la importancia subjetiva de la pertenencia grupal para su identidad social es un factor crucial.

Ellemers, Spears y Doosje (1997) argumentan que el nivel de compromiso probablemente esté influyendo en la decisión de abandonar el grupo, independientemente de si los límites son o no permeables. En sus estudios, estos autores demostraron que variables del contexto estructural, tales como estatus y permeabilidad de los límites del grupo, pueden, en ocasiones, ser menos importantes que el nivel subjetivo de compromiso con el grupo. Cuando el estatus de un grupo es alto, el nivel de compromiso no afecta a la conducta orientada al grupo. Tanto los muy comprometidos como los poco comprometidos tienden a percibir a los otros y a sí mismos en términos de su pertenencia grupal. No obstante, cuando el estatus del grupo es bajo, el nivel de compromiso es un moderador importante de la conducta de los miembros del grupo. Mientras los poco comprometidos están insatisfechos con su grupo y quieren cambiar, los muy comprometidos están más dispuestos a apoyar a su grupo durante los momentos difíciles.

Otro aspecto importante a considerar en el estatus, desde la teoría de la identidad social, es la estabilidad o inestabilidad del mismo. De nuevo, esta variable parece estar moderada por el nivel de compromiso con el grupo. Así, para los miembros altamente comprometidos o identificados con su grupo, sus conductas y cogniciones dependerán en menor medida de las perspectivas futuras de su grupo. Sin embargo, los sujetos poco comprometidos o identificados son más instrumentales, en el sentido de que ellos sólo están dispuestos a expresar su afiliación al grupo cuando su estatus es probable que cambie a mejor (Doosje, Ellemers y Spears, 1999).

Estas diferencias entre identificadores altos y bajos son más evidentes cuando se hace saliente el contexto intergrupal. Spears, Doosje y Ellemers (1999) analizaron el papel de la identificación con el grupo y el estatus del grupo sobre la autoestereotipia grupal. Encontraron que cuando el estatus del grupo es alto no existían diferencias entre los que puntuaban alto y bajo en identificación grupal. Sin embargo, cuando el estatus del grupo es bajo, los que puntuaban bajo en identificación grupal presentaron menos autoestereotipia grupal que los que puntuaban alto en identificación grupal. Es decir, los sujetos bajos en identificación grupal se distancian del estereotipo grupal, mientras que los sujetos con alta identificación grupal continúan enfatizando su similaridad grupal, aunque el estatus del grupo sea bajo.
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