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Título del trabajo: Institucionalización de nuevas profesiones. El caso del investigador médico en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA) (1955-1958) La Facultad de Medicina en el marco de los procesos de modernización y profesionalización académica en la Universidad de Buenos Aires (UBA) (1955-1958): temas en debate y frentes de convergencias. Autora: Lucía Romero Institución de pertenencia: Facultad de Ciencias Sociales, UBA y Departamento de Ciencias Sociales, UNQ. Correo electrónico y datos de la autora: laromero@unq.edu.ar; luromero19@gmail.com. Licenciada en Sociología, UBA. Profesora de Sociología, UBA. Magíster en Ciencia, Tecnología y Sociedad, UNQ. Doctoranda en Ciencias Sociales. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales -FLACSO Argentina. Resumen En este trabajo identifico y analizo las afinidades entre los contenidos centrales de los procesos de modernización académica (profesionalización de la actividad docente y de investigación) desarrollados en la Universidad de Buenos Aires (UBA) a mediados de 1950 y las figuras que lideraron tales procesos, con las visiones, transformaciones y sujetos innovadores que intervinieron desde la Facultad de Medicina (UBA). En particular, reconstruyo los debates, propuestas de transformación y cambios efectuados en dicha Facultad, atendiendo, en particular, a la figura de Alfredo Lanari y a las ideas sobre investigación clínica, docencia y atención médicas que él impulsó durante el Primer Congreso de Educación Médica de la Asociación Médica Argentina (AMA), celebrado en noviembre de 1957, las cuales mostraron la complejidad del full time para un perfil profesional como el del investigador clínico Palabras Claves: profesionalización académica- investigación clínica médica. Introducción Los procesos de profesionalización de la actividad de investigación (la ampliación del full time, la creación del CONICET y de la carrera de investigador) se destacan entre los cambios introducidos en la vida científica y universitaria argentina, tras el derrocamiento del gobierno peronista en 1955. Dichos procesos cobraron un singular dinamismo en el seno de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN). En este marco, y con menor grado de articulación y sinergia, en la Facultad de Medicina se conformó un frente modernizador con los profesores que orbitaban alrededor de la personalidad de Bernardo Houssay1. Dentro de este grupo, destacamos la figura de Alfredo Lanari, consejero titular y primer profesor de clínica médica en recibir una dedicación exclusiva en dicha Facultad, quien instaló en ese momento la discusión acerca de la urgencia de extender la figura del full time en Medicina. Este trabajo se propone avanzar en la reconstrucción de los debates suscitados en Medicina por parte de dicho grupo, atendiendo, en particular, a la figura de Lanari, a sus intervenciones y a las ideas sobre investigación, docencia y atención médicas que él impulsó desde el Consejo Directivo de la Facultad y desde el Instituto de Investigaciones Médicas (IIM), del cual fue director full time a partir de su creación en 19572 y otros espacios tales como congresos y publicaciones. Se trata de identificar los puntos sobre los cuales se conformaron convergencias entre los contenidos centrales de los procesos de modernización, en ciernes en la UBA y en FCEN, y las visiones sustentadas por parte del grupo de profesores modernizadores en Medicina, y los cambios impulsados por ellos en dicha Facultad, los que, por cierto, no estuvieron exentos de sufrir resistencias y confrontaciones desde el interior de dicho espacio académico. Aquí, por un lado, se esbozan los temas y proyectos de renovación que generaron reacciones adversas por parte de la mayoría de profesores en la Facultad. Por otro, se avanza en el análisis de los puntos sobre los que se establecieron alianzas entre los modernizadores y los frentes estudiantiles reformistas y también sobre los que provocaron diferenciaciones. En la primera sección se hace referencia a los contenidos centrales del proceso de modernización cultural y científico desencadenado en la UBA, con epicentro en FCEN. En la segunda, se presta atención a los contenidos particulares que tales modificaciones asumieron en la Facultad de Medicina, en lo concerniente a las acciones y proyectos de reformas en la enseñanza médica y la implementación del régimen de dedicación exclusiva. En tercer y último término, se analiza el Primer Congreso de Educación Médica, celebrado por la Asociación Médica Argentina (AMA), un mes antes de la normalización universitaria, en noviembre de 1957, y se muestran cómo las visiones y discusiones que se dieron en dicho espacio mantenían líneas de convergencia con los contenidos centrales de la renovación modernizadora en ciernes en la universidad. 1. Contexto de modernización cultural y científica: Profesionalización académica en la UBA. El derrocamiento del gobierno peronista en el año 1955, causado por el golpe militar liderado por el general Lonardi, introdujo cambios profundos, entre otros ámbitos, en la vida cultural argentina. Se trató de la conformación de un conjunto de acciones y proyectos que se orientaron a otorgarle a la ciencia y a la universidad un lugar de renovada significación en la sociedad3 que, en el seno de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y, en particular, en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN), adoptaron la forma de procesos de profesionalización de la actividad de investigación —manifestada en la aparición regular de posiciones ocupacionales de tiempo completo en la universidad— (Ben David, 1970). El período 1955-1966 de la UBA, estuvo cargado de significación histórica en la memoria colectiva, evocado por sus protagonistas y sus sucesores como la “edad de oro” de la universidad argentina, debido al dinamismo de sus cambios, en términos de: proyectos de reorganización institucional, tales como propuestas de departamentalización, de reestructuración de la enseñanza y de la extensión; debates sobre el gobierno y el estatuto de la universidad; los apoyos concentrados a la investigación y la formación de personal académico vía subsidios internacionales y becas locales y; la más fundamental de todas las acciones, por cuanto respecta a la profesionalización académica: la creación y multiplicación de plazas de dedicación exclusiva a la actividad de investigación y docencia (Halperín Donghi, 1962; Prego, 2010; Rotunno y Díaz de Guijarro, 2003). Este conjunto de transformaciones tuvieron su punto de inicio a partir de la intervención de la UBA, a cargo de José Luis Romero, continuadas luego, desde diciembre de 1957, en el marco del proceso de normalización universitaria, por Risieri Frondizi, y su posterior reelección por el período estatutario de cuatro años. En el nivel de la Facultades, este proyecto mantuvo continuidad con la intervención de José Babini en la Facultad de Exactas, en 1956, y el posterior decanato de Rolando García, a partir de 1957. Estos sujetos conformaron el denominado grupo de modernizadores (Prego, 2009). La discusión de fondo impulsada era el debate acerca de la “función social” de la universidad: cuya primera función fuera la de investigación, junto con las de enseñanza, de formación de profesionales y de extensión social. 4 El medio y, al mismo tiempo, el sustrato material para tal fin era la instauración y generalización de un régimen de trabajo de tiempo completo en la investigación y docencia universitaria: la dedicación exclusiva (DE) (Frondizi, 1958). Esta visión no contó con la legitimidad y apoyo total de todo el arco de actores universitarios, desencadenándose oposiciones a dichos procesos de transformación. Fue resistido por círculos de profesores y facultades de histórico corte profesionalista y, más tarde, por parte del movimiento estudiantil reformista que, en el marco de una creciente radicalización política mundial y nacional, a partir de 1959, comenzó a relajar la estrechez de la alianza y apoyo que, en un principio, le había prestado al grupo modernizador (Prego, 2010). Así, la transformación modernizadora fue centralmente una transformación impulsada y realizada “desde adentro” que, a su vez, encontró hacia mediados del proceso, contradicciones y límites desde el interior mismo del espacio universitario. 2. La Facultad de Medicina ante las transformaciones de modernización académica en la UBA: puntos y frentes de convergencias. Las transformaciones introducidas en Medicina, entre 1957 y 1966 se centraron en los modelos pedagógicos-organizacionales de entrenamiento y formación del médico, en una nueva articulación entre las actividades de docencia, investigación y asistencia y la discusión e importancia otorgada a la figura del full time en medicina. Hablamos de la extensión de las residencias en clínica médica (las primeras experiencias habían sido en al Instituto de Semiología, desde 1946, pero su adopción con carácter definitorio, vía su reglamentación, fue a partir de 1953), en el IIM y en la Sala XX del Hospital Rivadavia a partir de 1958, entre otros servicios y hospitales. 5 Asimismo, nos referimos también a la creación de las Unidades Docentes Hospitalarias (UDH) en 19616 y de la primera plaza full time de clínica médica (Alfredo Lanari). Estas innovaciones fueron fruto de un largo proceso a nivel mundial y regional, con fuertes repercusiones locales, que atrajo la atención sobre los problemas de la educación médica y que constituyó a esta como una nueva disciplina. En la década de 1950 (y durante la siguiente) se desarrollaron un conjunto de propuestas de reformas de la enseñanza médica en diferentes espacios internacionales, regionales y locales: el 1° Congreso Panamericano de Educación Médica en Lima, Perú, en 1951, el 1° Congreso mundial de educación médica en Londres, en 1953, y los seminarios sobre la Enseñanza de la Medicina Preventiva y Social, en Viña del Mar, Chile, en 1955 y en Tehuacan, México en 1956, organizados por la Organización Panamericana de la Salud, conforme al interés que, en el seno de este organismo, existía en torno al cambio y la innovación de la enseñanza de la medicina preventiva y social (García, 1972). 7 En Argentina, en 1957, se realizó el 1° Congreso de Educación Médica de la AMA. En el congreso mundial de 1953, se dedicaron cuatro sesiones a la enseñanza médica preventiva, sobre la cual García J. C. establecía que la educación médica latinoamericana “era evaluada como atrasada científicamente, desintegrada de la prevención, indisciplinada y metodológicamente anacrónica” (Bustíos Romani, 2003: 136). Junto a la Organización Panamericana de la Salud, otras organizaciones internacionales tales como la Fundación Rockefeller, la Fundación Milbank y el Punto IV, se interesaron en el tema de la educación médica, realizando esfuerzos y dirigiendo acciones programáticas para corregir esas deficiencias diagnosticadas. Asimismo, en los seminarios de Viña del Mar (1955) y en Tehuacan (1956), se propuso otorgarle importancia a: 1) los problemas de salud de la comunidad, 2) la atención integral-preventiva, curativa y de rehabilitación del individuo y su familia y, 3) la integración de los conocimientos biológicos, psicológicos y sociales en la educación (Bustíos Romani, 2003). En el Congreso argentino, de AMA, muchos de los miembros participantes formaban parte de las autoridades de la Facultad de ese entonces, lo que “imprimía a la gestión académica una coherencia programática respecto a las transformaciones impulsadas en Medicina” y su consonancia con el proceso de modernización más amplio en la universidad (De Asúa, 1984: 112). Con la instalación de la UDH, en 1961, se cristalizaban aspectos del modelo norteamericano en la educación médica, íntimamente vinculado al establecimiento de la facultad como lugar de producción de conocimiento original: “la investigación buscaba espacio en la facultad de medicina de la UBA, lugar en el que le costaba entrar. El 1er Congreso de Educación Médica de la AMA en 1957 fue testimonio de esa campaña. En éste, Lanari insistía en la necesidad del full time, un antiguo postulado flexneriano” (De Asúa, 1984: 113). Este postulado, encarnado en Abraham Flexner, -admirador del modelo de enseñanza alemán- comenzó a propagarse, a partir de 1910, en las escuelas de medicina estadounidense. Aquél sustentaba un modo de enseñanza individualizado de las disciplinas experimentales y de un entrenamiento práctico con las experiencias clínicas, anatómicas y experimentales (Buch, 2006; De Asúa, 1984). A mediados del siglo XX, este modelo se extendió a otros países, con un fuerte impacto en el campo biomédico latinoamericano (Bustíos Romani, 2003), al punto de modificar la impronta que la escuela médica francesa había tenido sobre la enseñanza y el entrenamiento clínico médico local. Por ejemplo, observamos que se efectuó un cambio en los centros a donde viajaban la generación de maestros de Lanari: Mariano Castex, tuvo relaciones muy dinámicas con Francia principalmente (Legajo 33920), al igual que Houssay, con la Societé de Biologie (Buch, 2006). En cambio, Lanari luego se formó y trazó lazos, casi por completo, con centros de Alemania y EEUU, careciendo de relaciones con Francia. En las generaciones siguientes, los discípulos de Lanari, este movimiento se aceleró definitivamente. En este marco, el proyecto emprendido en la Facultad de Medicina de la UBA, por parte del frente modernizador de profesores, de esa casa de estudio, comenzaba a impulsar, a partir de 1957, los puntos sustantivos (el full time investigador, el modelo de enseñanza norteamericano de hospital escuela, entre otros) de una medicina clínica científica que, ya en el congreso mundial de 1953, algunos referentes como García Juan César y Alberto Hurtado, habían identificado como un avance de las ciencias básicas y de laboratorio sobre otras ramas y prácticas de la medicina -preventiva, social y de familia-, constituyendo a éstas, tempranamente, en miradas alternativas (de contrapeso o de reacción) al monopolio que, sobre la definición de la naturaleza del conocimiento médico y de la práctica médica, la medicina de laboratorio comenzaba a detentar y a acrecentar en el ámbito de la clínica médica. El médico peruano Alberto Hurtado, también presente en el congreso mundial celebrado en Londres, exponía los principales puntos que se encontraban en debate entonces: “Para los críticos más optimistas, la educación médica atraviesa hoy día una etapa de transición (…) Todos están de acuerdo en indicar la urgente necesidad de una reforma (…) El intenso progreso de las ciencias básicas ha originado la aproximación de éstas a la clínica, modificando sus conceptos (…) La medicina, abandonando en un grado considerable sus tradicionales modalidades de arte, se ha hecho técnica o científica. Pero la reacción ha surgido ante esta situación”. (Bustíos Romani, 2003:136). Como veremos a continuación, si bien el frente modernizador en Medicina de la UBA, en particular, en ocasión del congreso de la AMA de 1957, reservó un espacio de reflexión a los temas de la medicina social y preventiva, éste fue poco significativo si se lo compara con el interés y espacio cedidos a preocupaciones tales como la instalación y extensión del régimen de full time, la ampliación de las residencias médicas (en base al modelo hospital escuela norteamericano, entre otros) –estas preocupaciones eran parte sustantiva de aquello que Hurtado y García, cuatro años antes, describían como el avance de la ciencias de laboratorio y de la medicina científica. 2.1 El frente modernizador. El decano interventor designado en Medicina en 1955, por propuesta de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), fue Nerio Rojas, quien gobernó con una junta consultiva conformada por Carlos Canitrot y Carlos A. Velasco Suárez. Más tarde, una vez lanzado el proceso de normalización de la UBA, los dirigentes estudiantiles de Medicina, pertenecientes a FUBA, apoyaron la candidatura para Rector de Risieri Frondizi y de Florencio Escardó para Decano ya que consideraban que eran quienes podían continuar las reformas de reconstrucción institucional inauguradas por Romero. Las ideas centrales del proyecto de modernización en la UBA, encarnadas por esta gestión en Medicina, pueden resumirse en las palabras que se encuentran en la memoria que preparó Escardó del primer año de su gobierno: “(…) Queda una facultad posible y una facultad imposible; la imposible es la de la cátedra feudal, monologal y absoluta, que el profesor siente como una propiedad o el fácil accesorio de una profesión fructífera; la posible, la única posible, es la del docente full-time que entrega a la enseñanza la totalidad de su tiempo (…)” (Escardó, 1958: 64). El cuerpo de profesores de Medicina, sin embargo, no le brindó el mismo sustento: Frondizi y Escardó fueron electos, en diciembre de 1957, por un año, con el apoyo del siguiente grupo de profesores en el Consejo Directivo: Eduardo Braun Menéndez, Eduardo De Robertis, Alfredo Lanari, Mario Brea, Eduardo Manzini, Armando Parodi, Venancio Deulofeu, Florencio Escardó (Barrutia, 2003). El grupo modernizador en Medicina era una minoría en el conjunto de los profesores de esa Facultad. La mayoría mostró desde temprano resistencias a los cambios proyectados por aquellos. Un ejemplo de ello fue la posición adoptada por la mayoría de profesores ante el cuestionario sobre el proyecto de reorganización departamental que, hacia mediados del ´56, había sido preparado desde el Departamento de Pedagogía del Rectorado de la UBA. Los puntos centrales del cuestionario se establecieron en torno a la cuestión institucional, es decir, la forma o ámbito organizacional (departamentos/cátedra) y del vínculo entre carrera docente, "dedicación exclusiva" y su carácter (normal/excepcional). En términos generales, las posiciones más distantes de la propuesta reorganizadora fueron Medicina, Agronomía, Económicas y Arquitectura, las cuales omitieron toda referencia a la organización departamental. Con relación al principio de reestructuración de las actividades académicas, la prioridad de la cátedra fue también afirmada en las primeras tres Facultades antes mencionadas. En cuanto a la carrera académica, Medicina, Odontología e Ingeniería coincidieron en que la exclusividad fuera para las materias básicas o científicas (RUBA, 1956). Como veremos en la siguiente sección, un año más tarde, en el 1º congreso de educación médica de la AMA, la propuesta de reorganización departamental conformaría uno de los temas más discutidos del encuentro al tiempo que recibiría un apoyo total entre el grupo de profesores modernizadores de Medicina (minoría en la Facultad). Las ideas impulsadas por el grupo modernizador versaban sobre la formación, transmisión y producción de conocimiento, es decir, la estructura organizacional de la enseñanza (la cátedra versus el departamento), la formación del médico (complementación y refuerzo del ciclo clínico con un ciclo de materias de ciencias básicas; la introducción y generalización de las residencias médicas) y el régimen de dedicación para la docencia y la investigación (la dedicación exclusiva). En enero del 56, momento de gestación del proceso de renovación universitario, aparecía una publicación médica local, Anales Argentinos de Medicina, cuyo consejo de redacción estaba conformado por figuras cercanas al grupo modernizador en la Facultad, como Alejandro Ceballos y Gregorio Aráoz Alfaro y, en otros casos, como Rafael Celani Barry y Oscar Croxatto, nombres que serían referentes importantes del IIM, a partir de 1957, y de la tradición Lanari, allí conformada (Anales, 1956). Su primer número publicó una entrevista, realizada a un profesor de fisiología de la Universidad de Berna (Alejandro Lipschutz), que mostraba el clima de debate y renovación en la Facultad. La entrevista proponía dos ejes principales de discusión: 1) si en la universidad, y en especial en la facultad de medicina, preocupada sobre todo por preparar a profesionales, correspondía un lugar también a la investigación, 2) en caso de ser esto último, en qué forma debía darse cabida a la investigación científica en una facultad de medicina. Respecto al primer punto, la respuesta era categóricamente que no era posible pensar en una universidad ni en una facultad de medicina sin investigación científica, dado que “instituciones que se atribuyen el nombre de universidad o de facultad de medicina, sin que en ellas se haga investigación, son un mal entendido” (Anales, 1956: 76). La respuesta al segundo eje se enlazaba con esta visión; postulaba que la facultad de medicina debía facilitar a su personal docente la posibilidad de realizar investigación científica, experimental o clínica y que, a su vez, debía ser estimulada y exigida tanto en las ramas básicas de la medicina como en la clínica. La investigación era valorada como una actividad y una “atmósfera” positiva y enriquecedora para la práctica médica así como también para la formación y entrenamiento de los estudiantes (Anales, 1956: 78). Al mismo tiempo que pregonaba a favor de la producción de conocimiento original en una facultad como la de medicina, advertía sobre las peculiaridades de este ámbito en tanto su primera y tradicional función era la práctica profesional –cuestión que recibía una consideración particular también en los debates del grupo modernizador (Anales, 1956). De este modo, entre los años 56 y 58, en la Facultad de Medicina prevaleció un estado de permanente debate y de circulación de ideas de refundación de sus misiones y funciones centrales respecto a la enseñanza y la investigación, impulsadas por los profesores del grupo de Houssay –quien, a partir de la creación del CONICET en 1958, desde su presidencia, trasladó dichas estrategias de renovación, desplegadas en el ámbito facultativo de Medicina, al espacio estatal delimitado por el naciente Consejo, conformando la Comisión Asesora de Medicina del CONICET con sus leales y discípulos, el llamado grupo modernizador. Los representantes estudiantiles de Medicina, reformistas en su mayoría, formaron parte del grupo de modernizadores que, aunque con discrepancias8 y diferencias “ideológicas” de grado, compartieron las visiones de renovación, al menos durante la primera fase del proceso de modernización. Los puntos sobre los cuales convergieron, en una primera etapa, fueron: el proyecto de reorganización departamental y la importancia de incrementar la investigación en la Facultad. Con relación al primero, los consejeros estudiantiles, Fernández Cornejo, Horne y Cantis presentaron, a comienzos de 1958, un proyecto de reestructuración de la Facultad que apuntaba a establecer la organización departamental como modo normal de enseñanza e investigación médica. Las deficiencias más urgentes que detectaban eran la falta de: a) una enseñanza moderna, contraria a la clase magistral y a la formación enciclopedista, b) una comprensión de la función integral del médico en la sociedad y c) de investigación científica. (Acta de CD Medicina, Acta 821, p.7-16). En relación con la importancia de incrementar la investigación en la Facultad, Barrutia, miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Medicina por la mayoría estudiantil reformista entre 1958 y 1959, afirmaba al respecto: “(…) La gran lucha se dio entre la antigua corriente clásica y los que proponían actualizarse con la corriente moderna. Por eso nos unimos, apoyando ese proyecto por encima de diferencias en la ideología política. Los factores revolucionarios del cambio fueron por un lado incluir la investigación como parte de la función docente y del fortalecimiento de la base científica: por otro la dedicación exclusiva y semi exclusiva de profesores y ayudantes en los tres ciclos, con predominancia en el básico (…) (Barrutia, 2003: 191). Del grupo de modernizadores fue Alfredo Lanari quien instaló la lucha y la discusión acerca de este régimen en Medicina desde la dirección del IIM, desde el Consejo Directivo y otros espacios académicos, como el Congreso de AMA de 1957. Entre sus visiones y proyectos de acercar la medicina experimental e investigativa (de laboratorio) a la clínica y su trayectoria de formación realizada existe una coherencia y continuidad significativas: fue ayudante honorario de fisiología de la cátedra de Bernardo Houssay durante 1931 y 1932. Una vez graduado, se desempeñó como médico asistente en el Servicio de Clínica Médica del Dr. Mariano Castex en el Hospital de Clínicas y en el Servicio de enfermedades infecciosas de Raúl Francisco Vaccarezza. Entre sus primeras estadías en el exterior, se destaca su trabajo en el laboratorio de fisiología del Profesor Walter B. Cannon en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, lo cual tuvo gran influencia en su trayectoria futura, reforzando su vocación por la fisiología (que ya había recibido de Houssay) y su aplicación en la clínica. Junto a otros colegas fundó la revista Medicina —a cuyo comité editorial perteneció hasta su muerte, en 1985—. Durante el período de 10 años que se extendió hasta su designación, en 1957, como titular docente e investigador full-time de la Tercera Cátedra de Clínica Médica y de la dirección del IIM en el Hospital Tornú, Lanari continuó desarrollando y ampliando actividades de formación en el ámbito local y en el extranjero: con una beca de la Fundación Rockefeller, realizó una estadía de investigación en la Universidad de Colorado, en Denver, Estados Unidos. Allí, se concentró en el estudio de los métodos empleados en la exploración funcional del aparato respiratorio. En 1956 volvió a Denver en dónde había dejado dos actividades sin finalizar: por un lado, la dirección de un laboratorio de investigación cardiopulmonar en el National Jewish Hospital of Denver y un cargo docente, de profesor asistente, en la Universidad de Colorado (Legajo Lanari Nº 51456). Su rol académico y político supuso una resignificación del proyecto de renovación de la universidad, otorgándole un sentido particular, al intervenir desde un espacio de intersección entre la tradición biomédica (Houssay) y clínica (Castex): integrando la investigación, la enseñanza y la asistencia y proyectándolas como tareas de dedicación full time, como nunca antes había sido impulsadas ni pensadas desde la tradición clínica en medicina. Las ideas y visiones sobre el proceso de renovación de la Universidad tuvieron un eco significativo en la voz de Lanari, quien ya en forma muy temprana, en su discurso de colación de 1934, dejaba entrever un conjunto de ideas con respecto a la función primera de la Universidad, el lugar que en ésta debían tener la investigación y la docencia, las características formales y de contenido de ambas actividades en la Universidad. “(…) Una minoría saldrá de la facultad con el fin exclusivo de la investigación científica. Esa minoría que individualmente podrá no ser admirada, es de indispensable necesidad en una Universidad. Sin ella, las facultades se convierten en escuelas profesionales sin seriedad en su enseñanza y sin labor original (…) (Martín, Barcat y Molinas, 1995: 16, 17). |