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![]() INFORMES PORTAL MAYORES Número 54 Lecciones de Gerontología Coordinadores: Ignacio Montorio Cerrato, Gema Pérez Rojo IV. Intervención con cuidadoresAutor: López Martínez, Javier1 Crespo López, María2Filiación: 1Universidad San Pablo CEU ; 2 Universidad Complutense de Madrid Contacto: jlopezm@ceu.es, mcrespo@psi.ucm.es Fecha de creación: 28-04-2006Para citar este documento: LÓPEZ MARTÍNEZ, Javier; CRESPO LÓPEZ, María (2006). “Intervención con cuidadores”. Madrid, Portal Mayores, Informes Portal Mayores, nº 54. Lecciones de Gerontología, IV [Fecha de publicación: 09/06/2006]. <http://www.imsersomayores.csic.es/documentos/documentos/lopez-intervencion-01.pdf> Una iniciativa del IMSERSO y del CSIC © 2003ISSN: 1885-6780
Lección IV. Intervención con cuidadoresÍNDICE
Presentación del capítulo El presente capítulo describe las diversas intervenciones que se han llevado a cabo con cuidadores informales de personas mayores dependientes: apoyo formal, programas educativos, grupos de ayuda mutua e intervenciones psicoterapéuticas y counseling. Las numerosas revisiones y meta-análisis de estas intervenciones no han identificado el “antídoto” que alivie el estrés al que se ve sometido cuidador y sus secuelas. Pero sí que parece que los tratamientos psicoterapéuticos individuales obtienen mejores resultados que otro tipo de intervenciones. Por ello se presenta una propuesta de intervención psicoterapéutica individual que pretende enseñar a los cuidadores a manejar el estrés al que van a tener que enfrentarse a lo largo del desempeño de su rol. Objetivos del capítulo Cuidar de un familiar mayor dependiente en el propio hogar supone una situación de estrés que incrementa el riesgo de padecer importantes alteraciones emocionales y problemas físicos. Los objetivos del presente capítulo son describir los principales programas de apoyo e intervenciones que tratan de paliar estos efectos, describiéndolos brevemente, analizando sus objetivos y modo de actuación, así como los resultados conseguidos por cada uno de ellos. Asimismo, a la luz de estos resultados se describe una propuesta de intervención con cuidadores que tiene en cuenta las necesidades y circunstancias específicas de los cuidadores, y cuyos contenidos se basan fundamentalmente en la revisión de la literatura y en los estudios previos de intervención con cuidadores. 1. La situación de los cuidadores El mundo envejece y esto es sin duda una buena noticia. Cada vez es mayor la esperanza de vida de las personas, aumentando el número de personas mayores. No todas, pero sí un importante porcentaje de ellas, necesitan ayuda y supervisión de otros para desarrollar diversas actividades de la vida cotidiana. La población española no es ajena a este fenómeno (IMSERSO, 2005). Cuando algún mayor enferma o presenta algún tipo de dependencia, dentro del sistema familiar suele haber una persona, el cuidador principal, que asume las tareas de cuidado básica, con las responsabilidades que ello acarrea, que es percibida por los restantes miembros de la familia como el responsable de asumir el cuidado del enfermo, sin que generalmente haya llegado a desempeñar ese papel por un acuerdo explícito de la familia. La persona que asume ese rol de cuidador ha de hacer frente por ello a una gran cantidad de tareas, que desbordan con frecuencia sus posibilidades reales. Es más, esas tareas y demandas son continuamente cambiantes, de modo que lo que sirve hoy (por ejemplo, ayudar al mayor a desplazarse con un andador), puede ser totalmente inútil mañana (por producirse una reducción más o menos brusca en la movilidad), haciendo precisa una readaptación de la rutina diaria. Y todo ello en un contexto en el que la carga emocional es importante, ya que no es fácil ver el deterioro y las dificultades continuas de un ser querido (Ory, Yee, Tennstedt, y Schulz, 2000). Los distintos problemas que el cuidador tiene son no solo frecuentes sino también muy variados. Aparte de las dificultades relacionadas con el cuidado de su familiar mayor, el cuidador tiene que hacer frente a conflictos familiares y de pareja, problemas laborales, problemas económicos, aislamiento social, disminución del tiempo de ocio… (IMSERSO, 2005; Montorio y Losada, 2005) El estar sometido a todos estos estresores puede dar como resultado que numerosos cuidadores experimenten problemas emocionales, amén de problemas físicos. De hecho, los cuidadores presentan en muchas ocasiones altos niveles de depresión, ansiedad e ira (Crespo, López y Zarit, 2005; Ory et al., 2000). Quizás por ello un 38,4% de los cuidadores de nuestro entorno consumen algún tipo de psicofármaco (generalmente ansiolíticos), y el 70% de los que lo hacen comenzaron la ingesta siendo cuidadores (Crespo y López, 2004). Una gran preocupación, sobre todo en los cuidadores de más edad, es que su salud no se vea disminuida para poder hacer frente al futuro de la enfermedad del familiar. Pero una cosa son los deseos de los cuidadores de tener una buena salud y otra, a veces bien diferente, es la salud que realmente presentan. De hecho su salud física se encuentra en muchas ocasiones deteriorada, presentando numerosos problemas osteomusculares, fracturas y esguinces, trastornos del sueño (Crespo, López, Gómez y Cuenca, 2003; Ory et al., 2000). Incluso presentan una respuesta inmunológica reducida y de hecho les tardan más en cicatrizar las heridas (Kiecolt-Glaser y Marucha, 1995).
Dada la importante contribución que realizan los cuidadores de mayores dependientes, resulta esencial evitar que se quemen, que se agoten. Una estrategia para conseguirlo sería eliminar la situación (esto es, terminar con el cuidado), pero esto no siempre es posible, y en ocasiones tampoco es ni lo deseado por los cuidadores ni lo deseable para las personas mayores a las que cuidan. Por ello, el objetivo ha de ser, en la mayoría de los casos, permitir a los cuidadores desempeñar su rol en las mejores condiciones posibles, tanto para ellos mismos como para los mayores a los que prestan su ayuda (Montorio y Losada, 2005). Las intervenciones desarrolladas para ello han sido muy heterogéneas, tanto en sus objetivos como en sus contenidos y formatos (Schulz, 2000; Sörensen, Pinquart, y Duberstein, 2002). No obstante, y de un modo muy general estas se pueden agrupar en: servicios de apoyo formal, programas educativos, grupos de ayuda mutua e intervenciones psicoterapéuticas; si bien la utilización conjunta o combinada de varias de estas opciones es también habitual (Gallagher, 1985). 2.1. Apoyo formal Consiste en la prestación de servicios comunitarios para suplir temporal o parcialmente las funciones de los cuidadores informales. Incluye los denominados “servicios de respiro” (esto es, centros de día, servicios de ayuda a domicilio, estancias temporales en residencias,…). 2.1.1. Objetivos y modo de actuación Estos servicios pueden constituir una alternativa al apoyo informal (es decir, son utilizados por personas mayores que por una u otra razón no pueden ser atendidos por sus familiares), pero también pueden constituir una ayuda complementaria. En este sentido, además de facilitar la labor de los cuidadores, pueden proporcionar a los mayores unos servicios especializados que atienden a sus necesidades. Su objetivo último es que los cuidadores puedan disponer de forma programada de tiempo libre de respiro, para realizar actividades lúdicas, sociales o de otro tipo que no pueden hacer habitualmente (Sörensen et al., 2002). De este modo se intenta, en el largo plazo, contribuir a evitar o al menos retrasar la institucionalización permanente del mayor dependiente. Los servicios de apoyo más habituales son:
2.1.2. Resultados La ayuda formal a la que tienen acceso los familiares de mayores dependientes en España es escasa e insuficiente. Además, gran parte de la red se encuadra dentro de la iniciativa privada. El servicio de respiro más utilizado, tanto en nuestro contexto sociocultural como en otros, es el SAD, siendo mucho menos frecuente el uso de centros de día (el cual se da especialmente en mayores que padecen alguna enfermedad, particularmente demencias) y de estancias temporales en residencias. Cabe reseñar que, además de ser escasos, los servicios de apoyo formal son poco conocidos por los cuidadores. Pero con todo, incluso cuando los servicios son conocidos o están al alcance de los cuidadores, su utilización sigue siendo escasa (Cox, 1997). Es más, en nuestro entorno el apoyo formal de respiro (especialmente los centros de día y las estancias en residencias) es en la mayoría de las ocasiones una respuesta ante una situación crítica (como un último recurso o cuando no queda más remedio), en lugar de ser una medida preventiva, convirtiéndose así en una ayuda que resulta insuficiente y que llega en muchos casos demasiado tarde. En general los servicios de apoyo formal, en sus diversas opciones, son muy apreciados por los cuidadores, que cuando los disfrutan están bastante satisfechos con ellos, percibiendo además que les ayuda a ganar control sobre sus vidas. Paradójicamente, salvo en contadas excepciones, estos servicios no suelen conseguir una reducción significativa del malestar emocional de los cuidadores (Cox, 1997). Este hecho puede relacionarse con dos factores. Por un lado, con la frecuente utilización de estos servicios en situaciones extremas. Por otro, cualquier cambio en la rutina de los mayores (por ejemplo, tener una persona extraña en casa, ser recogido en un autobús para asistir al centro de día…) puede suponer una situación potencialmente estresante que puede empeorar el estado del mayor, exacerbar algunos síntomas y generar nuevos problemas y tareas al cuidador (marcar la ropa, buscar el centro...), que vienen a sumarse a los que ya tienen. Tampoco parece alcanzarse el pretendido retraso o evitación de la institucionalización del mayor. De hecho, algunos cuidadores consideran los centros de día como un paso intermedio para la institucionalización. Pero esto puede nuevamente relacionarse con la tendencia a utilizar los servicios de apoyo en situaciones críticas o extremas. Quedan aún por determinar las posibles diferencias entre los efectos logrados por los distintos servicios de ayuda formal |
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